Anthony F. Aveni. Observadores del cielo en el México antiguo. Edit. FCE, Mexico, 1974. El presente fragmento lo forman dos apartados (págs. 247-281) de su cap. V: "La astroarqueología y el lugar de la astronomía en la antigua arquitectura americana".

 
Templo de los Guerreros, Chichén Itzá
Templo de los Guerreros, Chichen Itzá, México
 
LA ASTROARQUEOLOGIA Y EL LUGAR DE LA ASTRONOMIA EN LA ANTIGUA ARQUITECTURA AMERICANA
(fragmento)
ANTHONY F. AVENI

PLANEACIÓN Y ORIENTACION DE CENTROS CEREMONIALES MESOAMERICANOS (cont.)

Nuestro estudio de las numerosas hipótesis formuladas para explicar las orientaciones de los edificios de Teotihuacan hace evidente que muchos factores, algunos de naturaleza práctica, específica y deliberada, otros puramente eclécticos, pueden haber contribuido al plan general de la ciudad. Elementos científicos, religiosos y mágicos de la cultura teotihuacana influyeron sin excepción en el gran proyecto. Todos se fundieron de una manera que nos es difícil penetrar. Nuestro espíritu es proclive a disociar los propios elementos culturales que integraron el plano de la ciudad; en consecuencia, nos es difícil entender el significado total de la arquitectura de Teotihuacan.

Cuando examinamos la orientación de los edificios de otros sitios, de los datos reunidos se desprende un hecho curioso: la desviación del norte real en el sentido de las manecillas del reloj que muestra el plano axial de Teotihuacan al parecer es compartida por sitios arqueológicos de toda Mesoamérica. La gráfica polar que aparece en la figura 74a explica la distribución, en torno a los puntos cardinales, de los ejes principales claramente definidos de sesenta centros ceremoniales. El apéndice A contiene una lista actualizada de alineamientos de edificios principales determinados mediante la utilización de un teodolito y una señal astronómica. Más del 90% de los sitios muestra esa desviación en el sentido de las manecillas del reloj y alrededor de un 20% la orientación de Teotihuacan con diferencia de unos cuantos grados (en el cuadro se subrayan los nombres de estos últimos). Las orientaciones de los edificios principales de cada sitio se determinaron con respecto a un punto de referencia astronómica, habitualmente el Sol, luego de lo cual se promediaron los resultados. Nótese la pronunciada tendencia hacia el este del norte; ninguna explicación astronómica única puede dar cuenta de la amplitud de direcciones desplegada en este diagrama.

¿Podemos analizar esos datos buscando agrupamientos de orientación tanto en el tiempo como en el espacio? El raro puñado de sitios con orientación al oeste del norte puede encontrarse entre los más antiguos de Mesoamérica. Su arquetipo parece ser La Venta, sitio arqueológico olmeca localizado en el estado mexicano de Tabasco, a lo largo de la costa del Golfo; se remonta al primer milenio a.C. Las principales construcciones del centro ceremonial tienen una desviación de 6º a 8º al oeste del norte, pero es difícil determinar las direcciones precisas puesto que en la actualidad los túmulos son poco más que montones de tierra. La misma orientación general se presenta en Huitzo (alrededor de 2º o 3º al oeste del norte), otro sitio olmeca localizado muy tierra adentro. También poseen esa rara orientación al oeste del norte los terraplenes de Poverty Point en Luisiana, lo cual posiblemente indique una influencia de elementos culturales olmecas.

Enfoquemos ahora nuestra atención en los sitios del Valle de México, donde tenemos muestras con mayor número de ruinas. Los catorce sitios examinados allí parecen exhibir un gran orden en cuanto a su disposición. Todos se alinean al este del norte (figura 74b). En la figura 74c graficamos el acimut medio del sitio (con el este o el oeste reales como cero) contra la época estimada de construcción, que va de 500 a. C. a 1500 d. C. Los límites horizontales muestran la tolerancia direccional vinculada a los alineamientos; esas imprecisiones se atribuyen al mal estado en que encontramos algunos de los edificios. Los límites verticales dan el error permisible en nuestra determinación de la época de la construcción. En ese diagrama no descubrimos tendencias marcadas en la dirección de los edificios, pero como todos los sitios se localizan aproximadamente en la misma banda latitudinal, de la gráfica se puede obtener información útil agregando líneas que muestren las posiciones de orto y ocaso de cuerpos astronómicos para una elevación dada del horizonte (que aquí se supone de 3º). De ese modo, la posición del ocaso de las Pléyades interseca precisamente la línea de Teotihuacan cuando se construyeron allí los edificios, explicando así la hipótesis de orientación astronómica examinada con anterioridad. La línea de salida y puesta del Sol en el equinoccio interseca a Xochicalco y los alineamientos de Cholula y Manzanillo se equiparan favorablemente con la puesta de Sol en el solsticio.

El eje de la pirámide de Cuicuilco, estructura de base circular, es uno de los más antiguos del centro de México. Muestra una desviación en el sentido de las manecilIas del reloj que va de 1º43' a 7º38', dependiendo de la medición que se acepte, dado el mal estado de la escalinata que divide en dos al edificio. Por otra parte, la pirámide de Teopanzolco en Cuernavaca, uno de los últimos edificios precolombinos en construirse, muestra una fachada exterior que se aparta sólo 00º43' de los puntos cardinales en el sentido de las manecillas del reloj. La fachada de la construcción al parecer se orientó de manera precisa hacia la posición de la puesta del Sol en el equinoccio. En las ruinas de Tlatelolco, hoy Plaza de las Tres Culturas en la ciudad de México, la estructura principal muestra nueve fases de construcción distintas. Sus orientaciones varían entre 7º39' y 11º47' al este del norte pero, una vez más, no se encuentra que haya ninguna variación sistemática en el tiempo.

En algunos sitios tal vez haya habido un esfuerzo consciente por conservar un alineamiento particular pese a la intervención del terreno. De ello son buen ejemplo dos templos localizados en Calixtlahuaca. Los templos se alinean en la misma dirección, aun cuando estén a una distancia de 100 metros uno del otro y a distintas elevaciones; sus ejes medidos se orientan 1º50' y 1º12' al sur del este. Haciendo ajustes por elevación del horizonte, el Sol saldría a lo largo de los ejes de esas construcciones en los equinoccios. En otros sitios se desplegó un esfuerzo consciente por distinguir entre distintas clases de orientaciones. Por ejemplo, en Xochicalco, todos los edificios de la explanada inferior se orientan 1/2º al este del norte real pero el Templo de las Serpientes Emplumadas, levantado sobre una plataforma más elevada y artificial, se desvía 17º al este del norte, lo que posiblemente refleje una influencia de Teotihuacan. La decoración en relieve con anexos astronómicos que hay en ese templo aumenta su diferencia respecto de las estructuras circundantes. Vemos serpientes que devoran el disco solar, obvia alusión a los eclipses. En el friso también hay representaciones jeroglíficas de la atadura de los años. Una escultura muestra un par de fechas adyacentes unidas por una cuerda.

Volviendo a la figura 74a, vemos también el surgimiento de ese grupo de ciudades cuyos ejes principales se orientan entre 15º y 20º al este del norte. En lo sucesivo nos referiremos a ese grupo como a la "familia de orientaciones de los 17º". Originaria del centro de México, esa familia incluye, además de Teotihuacan, la pirámide de Tenayuca, 30 kilómetros al sudoeste; la Casa del Tepozteco, 100 kilómetros al sur, ambas construidas inmediatamente antes de la Conquista, y Tula, la capital tolteca, 70 kilómetros al noroeste. Ese patrón también es claramente visible en la figura 74c para los sitios del centro de México. Casi todos los sitios pertenecientes a la familia de los 17º se encuentran a no más de 100 kilómetros a la redonda de Teotihuacan.

Tenayuca, Tepozteco y Tula, construidas mucho después, pueden haber copiado la orientación de Teotihuacan. En virtud de la precesión de los equinoccios (capítulo III), para la época en que aquellos centros fueron erigidos, las Pléyades (o cualquier referencia estelar que haya podido usarse) ya no se ponían a lo largo del eje este-oeste de Teotihuacan. Las Pléyades tampoco anunciaban el paso del Sol por el cenit hacia el siglo X, época en que ya estaban en decadencia las grandes civilizaciones de México. Los sacerdotes-dirigentes de aquellos nuevos centros probablemente consideraban a Teotihuacan como ciudad sagrada en ruinas, en gran parte como la consideramos en la actualidad. Como reverencia al pasado, los nuevos reyes planearon sus centros de adoración con los mismos ejes direccionales. El antiguo alineamiento puede haberse transferido astronómicamente observando alguna estrella sustituta que remplazara a las Pléyades. De ese modo, consideramos a los ejes de Tula y los demás miembros de la familia de los 17º como imitaciones no funcionales que continúan la tradición establecida por los arquitectos y los astrónomos de Teotihuacan.

Hacia la fase Posclásica de la civilización mexicana, parece haberse perdido totalmente el propósito original de la orientación.

En 1974, el geógrafo Franz Tichy publicó los resultados de un estudio aéreo del Altiplano Central mexicano, en la región de Puebla y Tlaxcala. Tichy encontró que los campos, las aldeas y las ciudades posteriores a la Conquista generalmente estaban alineados en aquella área hacia el este del norte. En sus datos son evidentes tres distintas familias de orientaciones axiales: los grupos cercanos a los 7º, 17º y 26º al este del norte. La existencia de construcciones precolombinas orientadas de manera similar en la altiplanicie mexicana llevó a Tichy a postular que las estructuras posteriores conservan direcciones que ya eran importantes en la antigüedad. Siemens (1979) ha encontrado el patrón de 17º en campos abiertos de las tierras bajas tropicales de Veracruz a Belice. Así, los estudios de alineamientos pueden servir como indicio de rasgos culturales persistentes.

Con frecuencia, los planos de los centros ceremoniales mayas parecen mostrar mayor desarreglo que los del centro de México; sin embargo, una observación más detenida de los ejes principales de los edificios de Chichén Itzá, en el norte de Yucatán, revela que la mayoría de ellos se alinean según tres categorías direccionales claramente independientes (las mayúsculas se refieren a las construcciones de la figura 75):

a) 10º - 12º al este del norte: Las Monjas (A) y la Casa Colorada (B), ambas de estilo maya temprano puro.

b) 16º - 18º al este del norte: el Gran Juego de Pelota (C), el Tzompantli (D), la plataforma de Venus (E) y el Sepulcro del Sumo Sacerdote, todos pertenecientes al periodo de influjo tolteca tardío.

c) 21º - 23º al este del norte: El Castillo (G), el Templo de los Guerreros (H) y la Plataforma Superior del Caracol (I), construidos durante el primer periodo de influencia tolteca.

¿Implican estas disposiciones que los planos básicos de aquellas ciudades fueron reestructurados en más de una ocasión?

Las construcciones de la categoría b) pertenecen a la familia de los 17º; también son decididamente de influencia tolteca. Hay considerables pruebas de que, durante el periodo Posclásico de la civilización mesoamericana (alrededor del siglo X d.C), el pueblo tolteca de Tula conquistó Chichén Itzá e impuso a los mayas su estilo artístico y arquitectónico. Evidentemente, al reconstruir el sitio, los conquistadore estaban profundamente motivados para incluir sus direcciones sagradas en la orientación de los edificios, idea que se antoja totalmente sorprendente en vista de la impresión común que se tiene de los toltecas como guerreros incultos. Los edificios del grupo c) parecen alineados con los puntos de salida y puesta del Sol en el solsticio, pero no existe ninguna correspondencia astronómica obvia en cuanto a las orientaciones del grupo a). Esos alineamientos están situados a unos cuantos grados del actual eje magnético norte-sur de la región. Sus perpendiculares coinciden con las posiciones del Sol en el horizonte a fines de abril y fines de agosto, insuficientemente cerca de las fechas de paso del Sol por el cenit para concederles significación alguna.

Vale la pena señalar que, en partes, el plano de la ciudad de Tula, Hidalgo, en el centro de México, es sorprendentemente similar al de Chichén Itzá, situada a 1.500 kilómetros por tierra al este y casi a la misma latitud. Las enormes figuras de los Atlantes del Templo B de Tula tienen sus contrapartes en miniatura en el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá (figura 76). Ambos edificios comparten una semejanza más entre sí: cada uno tiene al frente numerosas columnas gigantes y adornadas con esculturas de serpientes emplumadas que representan la imagen del dios Quetzalcóatl, al que los mayas llamaban Kukulkán. Los juegos de pelota principales de ambos sitios no sólo muestran una ubicación semejante, sino que asimismo tienen orientaciones idénticas.

En Copán, Honduras, sitio sumamente clásico, también encontramos pruebas de un plano reticulado y reorientado. Una vez más, son evidentes tres conjuntos de ejes: a) 6º al oeste del norte (el área que se extiende de la Gran Plaza a la Escalinata de los Jeroglifos); b) 1º al este del norte (Patio de la Escalinata de los Jeroglifos); y c) 5º-9º al este del norte (Patio Oriental y Patio Occidental) (figura 77). Desafortunadamente, poco sabemos acerca de la diferencia temporal entre los periodos de construcción de esas áreas.

Una línea base (d) de 7 kilómetros de largo entre la Estela 12, situada en el lado oriental del Valle de Copán, y la Estela 10, que se halla al occidente, se dirige a 9º 00' al norte del oeste. La línea pasa por el sitio arqueológico al extremo lado sur del Patio Occidental donde los edificios se orientan aproximadamente en la misma dirección (figuras 77 y 78). La asociación implícita entre orientaciones de edificios y una línea base de larga distancia es paralela al caso de Teotihuacan. En este ejemplo, las estelas sustituyen a los petroglifos de cruz como marcas que indican una dirección astronómica importante. En los años veinte, el arqueólogo Sylvanus Morley demostró que, visto desde la Estela 12, el Sol se pone sobre la Estela 10 el 12 de abril y el 1º de septiembre. Morley vinculó el primer acaecimiento con el principio del cultivo de la milpa, que aún se practica en aquella región. La puesta del Sol a lo largo de la línea base de las Estelas 12-10 anunciaba oficialmente la entrada de la temporada de lluvias del calendario anual, hecho que debe ser precedido inmediatamente por la práctica del sistema agrícola de la milpa: el desmonte y la quema de la maleza. Aunque profundamente absorto en su estudio de las inscripciones de Copán, Morley, sin embargo, se dio tiempo para registrar en su libreta de trabajo los fenómenos que tenían lugar en aquella época del año en la moderna Honduras (1925):

Actualmente, es costumbre generalizada en el oeste de Honduras quemar los campos a principios de abril con objeto de desmontarlos para plantar a principios de la temporada de lluvias, el mes siguiente. Es un hecho que una vez empezada la quema no habría sido posible observar la puesta de Sol sobre la Estela 10 a partir de la Estela 12. Era tal la brumosa condición de la atmósfera cargada de humo desde el 9 hasta el 14 de abril de este año en Copán, que ni siquiera con un potente telescopio fue posible ver la Estela 10 desde la Estela 12 al ocaso, y sin ningún instrumento de precisión habría sido aún más infructuoso. A decir verdad, el único modo posible de fijar el acimut de esa línea fue levantando tras la Estela 10 una enorme pila de leña de pino de 4.80 m de largo y 3 m de alto, y prendiéndole fuego durante la noche. Ello creó un campo tan iluminado detrás de la Estela 10 que, aun a pesar del denso manto de humo que cubría el valle, fue posible ver el monumento recortado contra aquella iluminación, y fijar el acimut de la línea. [p. 281].

Charles Wisdom (1940, cap. 14), antropólogo que estudió el pueblo chortí de la cercana Guatemala, señala el meticuloso programa de eventos apreciable en esa fase del ciclo agrícola. Hacia principios de abril todos los campos se limpian de vegetación silvestre, que se pone a secar al Sol. A mediados del mismo mes se prende fuego a aquellas pilas y las cenizas se usan para fertilizar el cultivo por venir. Los habitantes preparan la ceremonia y la fiesta anuales de la lluvia, que se efectúan desde el 25 de abril y se prolongan durante ocho días hasta el 2 de mayo (20 días después del ocaso tras la Estela 10). En este territorio, el último día coincide con el paso del Sol por el cenit, fenómeno que también puede haber figurado en el programa. Oficialmente la siembra empieza el 4 de mayo; el 11 de mayo o alrededor de esa fecha, las familias celebran en sus milpas (sembradíos de maíz) ceremonias a los dioses del viento, cuyo propósito es pedirles que hagan soplar los vientos de lluvia suavemente sobre las milpas, a fin de no destruir las plantas tiernas.

Sea por casualidad o por premeditación, las puestas de Sol a lo largo de la línea de base entre las Estelas 12-10 se producen aproximadamente a la mitad del intervalo de tiempo (aunque no en dirección a lo largo del horizonte) entre el equinoccio y el paso del Sol por el cenit en Copán (Merrill, 1945). El ocaso de abril ocurre 21 días después del equinoccio de primavera y 19 días antes del primer paso del astro por el cenit, en tanto que el ocaso de septiembre se efectúa 19 días después del segundo paso por el cenit y 21 días antes del equinoccio de otoño. El diagrama de tiempo de la figura 79 muestra la división resultante del año trópico en Copán por bloques convenientes de 20 días. Nótese la desigualdad de los intervalos entre los equinoccios de otoño y primavera (180 días) y entre los equinoccios de primavera y otoño (185 días), de los que ya hemos hablado en el capítulo III. Estos intervalos concuerdan sorprendentemente con el año trópico si utilizamos en nuestro calendario hipotético la línea de observación trazada entre las Estelas 12-10. Así, empezando el año con el segundo paso del Sol por el cenit, tenemos los siguientes intervalos:

Del segundo paso por el cenit,
al ocaso en la línea de base 12-10
1 uinal
Del ocaso en la línea de base
12-10, al equinoccio de otoño
1 uinal
Del equinoccio de otoño,
al equinoccio de primavera
9 uinales
Del equinoccio de primavera,
al ocaso en la línea de base 12-10
1 uinal
Del ocaso en la línea de base de 12-10, al primer paso por el cenit   1 uinal
Del primero al segundo
paso por el cenit
5 uinales + 10 kines


TOTAL     365 kines = 1 año común

Una vez más, los mayas unieron tiempo y espacio al determinar su año común en Copán.

En su obra sobre orientaciones, Tichy ha propuesto la interesante idea de que la medición angular puede haberse "quantizado" en Mesoamérica, representando ciertos acimutes más frecuentemente que otros, según las épocas especiales del año en que el Sol salía o se ponía en una dirección determinada. Tichy considera significativos los múltiplos de un intervalo de 90 de acimut. En una tesis sobre las direcciones de los caminos mayas, M. Romanov (1973) ha medido la orientación de muchas calzadas sobreelevadas (sacbeob) que unen algunas ruinas mayas del norte de Yucatán. El investigador encuentra que sus orientaciones se agrupan en torno a los puntos cardinales y a los múltiplos de 18º a partir de ellos. Lo que es un quantum lógico previsible en la medición angular maya, dado que representa la vigésima parte del círculo.

Si las Estelas 10 y 12 sirvieron para señalar un punto específico en el calendario, ¿podrían entonces las inscripciones calendáricas grabadas en ellas aportar alguna información importante? Estilísticamente, las estelas de los alrededores de Copán difieren de los enormes monolitos esculpidos de la Gran Plaza. En tanto que éstos son sobre todo relieves figurativos, que posiblemente representen una sucesión de sacerdotes gobernantes, los monumentos de los flancos de las colinas sólo contienen fechas y manifestaciones jeroglíficas esculpidas en bajorrelieve. Como podemos ver por la figura 78b, la fecha de la Estela 12 está sumamente desgastada, pero en la Estela 10, el monumento del oeste, aparece una fecha de serie inicial legible. Es 9.10.19.13.03 Ahau 8 Yaxkín. Usando el método desarrollado en el apéndice B del capítulo IV, encontramos que esa fecha de Cuenta Larga corresponde a la fecha cristiana del 3 de julio de 652 d.C. (GMT).9 Según cálculos astronómicos modernos, la edad de la Luna era de 22 días (23 según la estela) y ésta había sido eclipsada parcialmente seis días antes. Por tanto, la estela da la primera fecha de Ahau siguiente a un eclipse lunar, lo que puede ser significativo en la erección de la marca. Curiosamente, si interpretamos la fecha de acuerdo con la correlación de Spinden, también encontramos algo significativo. La fecha de la Estela 10 corresponde al 6 de septiembre de 392 d.C., no muy distante de una de las dos fechas del ocaso a lo largo de la línea de base, el 1º de septiembre (aunque la información lunar sea menos exacta). Spinden propuso que la línea del ocaso establecida originalmente ocurría el 6 de septiembre (y la fecha recíproca el 5 de abril). Afirma que posteriormente la línea de base se desplazó hasta hacerla coincidir con las fechas del ocaso dadas por el actual emplazamiento relativo de la estela. Las fechas del Altar U encontrado en la actual población de Copán, sitio de un asentamiento anterior contiguo a las ruinas principales, parecen corroborar su hipótesis. Extrapolando a partir de las fechas de rueda calendárica del Altar U, Spinden deriva las fechas de Cuenta Larga equivalentes a 9 de abril de 480 d.C.; 6 de septiembre de 480 d.C.; 9 de abril de 481 d.C. y 2 de septiembre de 502 d.C.

También interesante respecto de la línea de base de Copán es el Templo de Venus (T22 en el plano de la figura 77), llamado así porque su entrada esculpida se adorna con símbolos de Venus como los del Códice de Dresde. Excavando en el lado oeste del edificio en la década de los treinta, el arqueólogo Aubrey Trik (1939) encontró una angosta ventana anichada, única que hay en Copán. De frente al horizonte occidental, la abertura tiene una clara semejanza con las ventanas del El Caracol de Chichén Itzá (acerca del cual se hablará posteriormente en este capítulo). El eje de la ventana y sus diagonales se han medido minuciosamente con teodolito, y en cada dirección espacial importante se han buscado posibles fenómenos astronómicos.

El resultado más significativo de esa investigación fue el descubrimiento de que la línea media de la ventana queda frente al punto en que se pone el Sol precisamente en las mismas fechas determinadas para la línea de base de las Estelas 12-10. La diferencia absoluta en el acimut de la línea de base 12-10 y el del eje de la ventana (aproximadamente un diámetro solar) se puede explicar mediante la diferencia de elevación del horizonte occidental desde ambos puntos de observación (1/2º en el primero y 2 3/4º en el segundo). En la figura 80 se muestra un plano del Templo de Venus, una foto de la ventana y un dibujo del horizonte occidental visto desde ella. En la actualidad, la exuberante vegetación que crece a lo largo de la línea de visibilidad hasta la ventana impide toda visión directa, pero el panorama que se tiene desde lo alto de la gran Escalinata de los Jeroglifos, a unos 100 metros al norte del Templo, da una buena aproximación.

Todos los datos con que se cuenta apuntan hacia una conexión entre la arquitectura de la acrópolis de Copán y la línea de base trazada entre las Estelas 12-10. La línea en sí pasa sobre el borde sur de la Estructura 16, la construcción más grande de la ciudad, que se orienta a 3º de la línea de base según nuestras mediciones con teodolito. La ventana puede haberse hecho con la intención de dar a los sacerdotes del Templo una visión simultánea de la puesta del Sol al principio del año agrícola al tiempo que se realizaban otras ceremonias rituales en la base de la Estela 12, al este sobre las faldas de la colina. Se ha considerado que el triple dibujo de la concha, la llama y las franjas cruzadas que adorna el Templo de Venus representa el acto de encender el fuego. El historiador de arte George Kubler ha sugerido que el templo puede haberse usado para guardar la parafernalia ritual empleada en la quema anual de los campos de maíz (véase estudio en Robicsek, 1972, p. 100).

Michael Closs, matemático de la Universidad de Ottawa, propone otra explicación sobre la dirección de la ventana. Como el Templo de Venus está ornado con símbolos de Venus, buscó fenómenos en que participara dicho planeta y hubieran podido observarse por la ventana en la época clásica maya. Valiéndose de un programa de computadora desarrollado por mí para seguir el movimiento de Venus en el cielo de Copán, Closs descubrió que el último día de la aparición del planeta por la ventana en ciclos sucesivos se correlacionaba estacionalmente con las fechas de los puntos extremos de Venus a lo largo del horizonte. Cuando un fenómeno ocurría alrededor del 9 de abril, el otro tenía lugar hacia el 9 de mayo. A partir de las pruebas iconográficas y etnohistóricas, Closs et al. (en prensa) vinculan a Venus con la llegada de las lluvias y sugieren que las observaciones hechas por la ventana se pueden haber utilizado en un sistema de aviso que ligaba las observaciones del planeta con el principio de la temporada de lluvias.

Finalmente, según Kelley (comunicación personal), una de las fechas asociadas al templo es 9.17.0.0.0 13 Ahau 13 Cumhu. El investigador sugiere que es tanto la fecha de un eclipse en el Códice de Dresde como de una conjunción inferior de Venus en la correlación de Spinden.

Uno de los ejemplos más convincentes de una traza urbana orientada astronómicamente (también al este del norte) surge de manera tardía en la historia de Mesoamérica. Tenochtitlan, la capital azteca, fue erigida por una civilización de la que difícilmente podría decirse que haya poseído el conocimiento astronómico atribuido a los mayas. No obstante, su capital es de gran importancia para nosotros, porque de ella encontramos datos específicos en libros inmediatamente posteriores a la Conquista que aluden a un motivo astronómico para la orientación de su edificio más importante: el Templo Mayor (figura 81a). Escribiendo poco después de la Conquista, el sacerdote español Toribio de Benavente nos dice que el festejo con que se celebraba el mes azteca de Tlacaxipehualiztli "caía estando el Sol en medio del [Templo de] Uchilobos [Huitzilopochtli], que era [en el] equinoccio, y porque estaba un poco tuerto lo quería derrocar Mutizuma [Moctezuma] y enderezallo" (Memoriales, p. 51). Evidentemente, el sacerdote y los adoradores se ponían de cara al este para observar la salida del Sol por el espacio existente entre los dos adoratorios de lo alto de la gran pirámide. El arqueólogo aficionado inglés Alfred P. Maudslay (1913) halló bases para esa interpretación en un mapa de 1524 de la capital azteca, atribuido a Cortés, donde se muestra un rostro que representa al Sol flanqueado por los templos gemelos de lo alto del Templo Mayor (figura 81b).

Por las observaciones de Motolinia acerca del equinoccio se podría esperar que, mediante mediciones modernas de los vestigios de esa estructura, se encontrara el eje del Templo Mayor alineado exactamente de este a oeste. En cambio, nuestras mediciones en el ángulo sudoeste -única parte accesible del edificio hasta que, por el renovado interés del gobierno mexicano, se realizaron excavaciones- demuestran que el eje de la construcción estaba dirigido a 7º30' al sur del este. Mas el aparente conflicto entre las pruebas históricas y las arqueológicas se resuelve mediante un detenido estudio de la observación decisiva del equinoccio.

El pequeño templo circular de Quetzalcóatl (derecha, figura 81a; primer plano, figura 81c), al oeste del Templo Mayor y a lo largo de su eje principal ampliado, era un lugar adecuado para observar la abertura entre los templos gemelos que coronaban la pirámide. La ubicación del Templo de Quetzalcóatl también parece haber sido importante. Constituía un excelente punto de observación para presenciar la salida del Sol que allí ocurría. Arriba, en el terraplén superior, tendida de espaldas sobre una piedra esculpida y sujeta por cuatro asistentes, se podía ver a la víctima aguardando el sacrificio al dios del Sol azteca. Éste tenía lugar cuando el supremo sacerdote hundía un cuchillo de pedernal en el pecho de la víctima y le arrancaba el corazón latente para ofrecerlo al Sol. Aunque su localización no se pueda determinar de manera exacta mediante métodos arqueológicos, aquel pequeño edificio también debe de haber sido una estructura importante en la cuenta del tiempo.10 porque, escribiendo también poco después de la Conquista, fray Diego Durán (1971) nos dice que, a la salida y la puesta del Sol de cada día, un sacerdote apostado en la plataforma superior del templo tocaba un tambor que podía oírse en toda la ciudad y servía de señal oficial para empezar o terminar las actividades y faenas del día.

El observador situado en el eje del Templo Mayor, cerca del nivel del suelo, podía mirar por encima de la plataforma entre las torres gemelas para ver al Sol salir precisamente entre los oratorios el día del equinoccio. La desviación de 7 1/2º puede haber sido necesaria porque el Sol habría salido con trayectoria sesgada a una altura de alrededor de 20º sobre el horizonte astronómico antes de poder verse por aquella abertura desde cerca del nivel del suelo (la figura 81c explica esa curiosa geometría). Lo cual significa que los templos gemelos deben de haber estado a alrededor de 50 metros del suelo con objeto de enmarcar efectivamente al Sol en lo alto, a los ojos de un espectador situado a unos 150 metros de distancia sobre el eje. Al parecer, el centro ceremonial en su conjunto se desviaba al este para adaptarse al simbolismo de la salida del Sol en el equinoccio.

En el caso del Templo Mayor, la solidez de las pruebas históricas y arqueológicas depende de la certeza de los cálculos de su altura. Basándose en los informes posteriores a la Conquista (incluso el de Motolinia) sobre las dimensiones del templo, el arquitecto Ignacio Marquina (1960) ha considerado que la altura de la plataforma sobre la que se levantaban los adoratorios era aproximadamente de 42 metros sobre el nivel del suelo. La concordancia en orden de magnitud entre el cálculo de altura de Marquina y los cálculos basados en las pruebas arqueológicas sugiere que lo dicho por Motolinia acerca de la función del Templo Mayor sesgado u oblicuo concuerda con su informe acerca de sus dimensiones. Será interesante volver a estudiar el problema de la orientación a la luz de las recientes excavaciones del templo ordenadas por el gobierno mexicano, que han revelado estructuras anteriores situadas debajo de la superficie expuesta.

El estudio de Tenochtitlan (Aveni y Gibbs, 1976) sugiere que la dimensión vertical no debe olvidarse en ningún estudio sobre orientación de edificios. Variando la altura del observador respecto de lo que se mira, sea un edificio o una parte del horizonte, es posible explicar muchas de las orientaciones sesgadas de 0º a 10º al este, a partir de los puntos cardinales, mediante observaciones de la salida del Sol en el equinoccio. Los alineamientos más sesgados se podrían explicar por una observación de la salida o la puesta del Sol en una de las fechas agrícolas, cívicas o religiosas importantes del año, por ejemplo, la fecha de paso del Sol por el cenit del observador. Donde encontramos las desviaciones más extremas de los puntos cardinales, como en el grupo c) de Chichén Itzá y la pirámide de Cholula, el motivo subyacente puede haber sido una observación del Sol en el solsticio.
 

NOTAS

9 También Júpiter y Marte estaban a 2° de conjunción en esa fecha. Kelley (correspondencia privada) lee la serie inicial de la Estela 12 como 9.10.15.0.0, que equivale a 2920 días (5 periodos de Venus) antes de la fecha de 1 Ahau 13 Mac de la tabla del Códice de Dresde.

10 E. Clanek (comunicación personal) sugiere que se localizaba al oeste aún más lejos de lo que se describe en el modelo.

 

 
 
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