HISTORIA DE LAS INDIAS DE NUEVA ESPAÑA
FRAY DIEGO DURAN
(Fragmento, continuación)
CAPÍTULO LXI
DE CÓMO EL REY DE TEZCUCO NEZAHUALPILTZINTLI AVISÓ A MOTECUHZOMA DE CÓMO SE ACERCABA LA VENIDA DE LOS ESPAÑOLES Y DE CÓMO POCAS VECES TENDRÍAN VICTORIA CONTRA SUS ENEMIGOS

1. Muchas veces hemos tratado cómo el rey de Tezcuco Nezahualpilli estaba en opinión de nigromántico o hechicero, y la opinión más verdadera que hallo entre los naturales es que él tenía sus pactos y alianzas con el demonio, el cual le declaraba muchas cosas oscuras y por venir; las cuales él sacaba por sus conjeturas y ocasiones que de las causas conocía. Y así, estando el gran rey Motecuhzoma un día muy descuidado fuele dado aviso de cómo el rey de Tezcuco, Nezahualpilli, era venido, y admirándose de su venida, tan repentina y sin pensar, salió de su recogimiento a le recibir, y haciéndole las cortesías ordinarias el uno al otro, se entraron juntos al recogimiento y secreto donde siempre Motecuhzoma estaba, y preguntándole la causa de su venida, le respondió:

2. "Poderoso y gran señor, mucho quisiera no inquietar tu ánimo poderoso, quieto y reposado, pero fuérzame la obligación que tengo de te servir y darte cuenta de una cosa extraña y maravillosa, que, por permiso y voluntad del señor de los cielos, de la noche y el día y del aire, ha de acontecer en tu tiempo. Por lo cual, debes estar avisado y advertido y con mucho cuidado, porque yo he alcanzado por cosa muy verdadera que de aquí a muy pocos años, nuestras ciudades serán destruidas y asoladas; nosotros y nuestros hijos, muertos, y nuestros vasallos, apocados y destruidos. Y de esto no tengas duda".

3. "Y, para más verificar lo que te digo, y para que conozcas ser verdad, sé muy cierto que jamás que quisieres hacer guerra a los huexotzincas, tlaxcaltecas o cholultecas alcanzarás victoria; antes los tuyos serán siempre vencidos, con pérdida de tus gentes y señores".

4. "Y más te digo: que antes de muchos días verás en el cielo señales que serán pronóstico de lo que te digo. Y no por eso te desasosiegues ni inquietes, que lo que ha de suceder, es imposible huirle el rostro. Pero de una cosa me siento muy consolado, que ya yo no veré estas calamidades y aflicciones, porque mis días ya son muy breves. Y a esta causa, quise, antes que muera, dejarte este aviso como a hijo mío muy querido".

5. Y llorando los dos, Motecuhzoma empezó a hacer algunos clamores a los dioses y a pedir se le acabaran los días, por no ver lo que le anunciaban que en su tiempo había de acontecer; dándole, empero, las gracias por el aviso y partiéndose (Nezahualpilli) para su ciudad, el rey Motecuhzoma quedó muy afligido y atemorizado y guardando en su pecho todo lo que le dijeron, sin dar a nadie parte de su secreto.

6. Quiso luego ver si lo que le anunciaban era verdadero, y mandando ordenar sus gentes y apercibir las demás ciudades para dar guerra a Tlaxcala, envió sus mensajeros para que estuviesen apercibidos, y saliendo de las ciudades, fueron a asentar su real en un lugar que se llama Auayucan, donde tuvieron brava contienda y reñida batalla, al fin de la cual los mexicanos fueron vencidos, muertos y presos la mayor parte de ellos, quedando todos los señores y caudillos del ejército presos en poder de los enemigos.

7. La cual nueva vino a Motecuhzoma de cómo su ejército quedaba perdido y desbaratado y que en todo tiempo que se había podido defender contra los tlaxcaltecas traían los mexicanos presos, de su parte, cuarenta indios tlaxcaltecas, y la parte de Tezcuco, veinte, y la de los tepanecas, quince, y los tlatilulcas, sólo cinco. Lo cual, oído por Motecuhzoma, levantóse de su asiento con gran ira y enojo.

8. Les dijo: –"¿Qué decís vosotros? ¿Sabéis lo que os decís? ¿No tienen los mexicanos empacho y vergüenza? ¿De cuándo acá se han vuelto sin vigor ni fuerzas, como mujercillas flacas? ¿Deprenden ahora a tomar la espada y la rodela, el arco y la flecha? ¿Qué se ha hecho el ejercicio de tantos años desde la fundación de esta insigne ciudad? ¿Cómo se ha perdido y afeminado, para que quede ya avergonzado delante de todo el mundo? ¿A qué fueron allá tantos y tan valerosos señores y capitanes, tan ejercitados y experimentados en guerra? ¿Es posible que ya se les ha olvidado el orden y el reforzar sus escuadrones, para romper por todo el mundo? ¡No puedo creer sino que se han echado a dormir adrede , para darme a mí esta bofetada y hacer burla de mí!"

9. Y llamando a sus porteros, mandó llamar a Ciuacoatl y a los demás del consejo, y contándoles el caso, teniéndose por muy afrentado, mandó que a todos los que volvían de aquella guerra no se les hiciese recibimiento alguno, ni se tocase el caracol, ni otro ningún instrumento, ni pareciese hombre ni mujer en su llegada en toda la ciudad, ni se hiciese ni mostrase pesar ni tristeza de su pérdida, ni de su venida contento ninguno.

10. Y así fue que al tiempo que se trujo la nueva de su llegada, toda la ciudad se puso en extraño silencio, que en toda ella, ni en los templos, no pareció hombre, ni mujer, ni sacerdote, ni persona que les pudiese decir cosa de esta novedad. Los cuales yendo al templo a hacer sus ceremonias acostumbradas, salieron de él para ir a besar las manos del rey. Las puertas les fueron cerradas y echados con mucho oprobio de las casas reales. Y así, avergonzados, se fueron a sus casas y ciudades.

11. Luego otro día el "gran señor airado" –que ésta es la denominación de su nombre– juntó sus consejos todos y, con el enojo que tenía, les dijo cómo él estaba muy avergonzado y que quería hacer castigo y escarmiento en todos los capitanes y maesos de campo y en todos los saldados viejos y hombres señalados en la guerra, para que para siempre pasen avergonzados, porque le parecía que ya se introducía gran flojedad en las cosas de la guerra.

12. Y teniendo todos por bueno su parecer y aprobado su buen celo, mandó llamar a sus justicias y ejecutores de ellas y mandóles que, sin ninguna tardanza ni quiebra de mandato, fuesen a las casas de todos los capitanes y prepósitos de las guerras y que luego los trasquilasen y quitasen las insignias de los caballeros con que eran conocidos por valientes hombres, y juntamente que les quitasen todas las armas y divisas que él les había dado y con que había armado caballeros y que les pusieran, pena de muerte, que ninguno se cubriese con manta de algodón, sino con manta de nequén, como viles y bajos hombres, y no usasen de zapatos de señores, y que los privara de entrar a las casas reales por un año.

13. Las justicias, con mucha tristeza y pesadumbre, fueron y ejecutaron la sentencia y mandato de su rey, no pudiendo hacer otra cosa, yendo unos a Santiago de Tlatilulco y otros en la ciudad de México, de donde quedaron afrentados gran número de gente.

14. De donde he venido a entender que la pena que estos solían recibir, cuando los trasquilaban por justicia, nacía de aquella antigualla, porque toda su antigua honra nacía y constaba en el modo de trasquilar el cabello, de esta manera o de esta otra, según sus grandezas. Y su castigo era el mandarlos trasquilar; donde perdían todo lo que habían ganado.

15. Vueltos los ejecutores de la justicia al rey, fue avisado cómo su mandado se había cumplido y de los grandes llantos y tristeza que en la ciudad había causado y la gran soledad que la ciudad sentía de ver a todos los caballeros y señores encerrados, que no osaban salir de sus casas, ni había quien pasase ni alegrase la ciudad y la regocijase, como solía.

16. El rey no mostrando ningún semblante de pesadumbre, disimuló y se hizo olvidadizo con ellos todo el año en que los había sentenciado. Y así, anduvieron todo aquel año como gente baja y vil, con mucha vergüenza. Al cabo del cual año ordenó que se diese guerra a Tlaxcala, a fin de que aquellos caballeros penitenciados, si quisiesen, pudiesen ir a ganar de nuevo sus preeminencias.

17. Y sin avisarles cosa alguna, ni mandarles que fuesen o no fuesen, como no haciendo caso de ellos, supuesto que su intento era esotro, ellos se apercibieron para ir con las demás gentes y así se hallaron como todos, como gente aventurera, en esta guerra; donde hicieron todo su poder por restaurar lo perdido, y se hubieron con los tlaxcaltecas tan valerosamente, que aunque ni de una parte ni de otra hubo conocida ventaja, a fin de la batalla se halló haber perdido los tlaxcaltecas otra tanta gente como los mexicanos y haber quedado iguales en valor.

18. De lo cual fue Motecuhzuma avisado y recibió mucho contento de ello y lo mostró en el semblante. Y poniéndose una manta donde estaban pintadas muchas águilas, mandó llamar a Ciuacoatl y a los demás señores y díjoles que recibiesen contento del cual tenía, pues que los mexicanos se habían habido valerosamente contra los tlaxcaltecas y que se habían despartido los dos ejércitos, sin haberse visto mejoría, ni más valor de una parte que de la otra, y que traían muchos presos tlaxcaltecas, aunque con muerte de muchos mexicanos y tezcucanos y tepanecas, los cuales iban a gozar de la muerte rosada y dichosa. Con esta nueva hubo mucho regocijo en la ciudad y en los templos, muchos son los atambores y bocinas y caracoles, con los demás instrumentos que ellos usaban en semejantes regocijos.

19. Fueron recibidos los mexicanos en la ciudad de México con todas las ceremonias que solían cuando venían victoriosos, con cantos y bailes e inciensos, con muchas oraciones y pláticas largas y elegantes, dándoles el parabién de su valor. Los cuales, después de llegados al templo y hecha ante él la ceremonia de comer tierra, todos, sin quedar ninguno, de allí fueron ante el gran señor airado. El cual los recibió muy bien, y con muy alegre y benigno rostro, y mandó llamar a todos los que él había penitenciado y castigado; los tornó a restituir todas sus pertenencias y privilegios y les hizo volver sus armas y divisas y les habló y agradeció lo que habían hecho y el valor de sus personas, dado que en la guerra habían quedado muchos muertos, por querer recobrar lo que habían perdido.

20. Lo cual acontece muchas veces y casi siempre en los que caen del estado de honra en que estaban: morir en demanda de lo perdido. El cual conoceremos que éstos en su infidelidad tenían las cosas de honra en mucho y cuánto sentían al caer de la cumbre en que estaban, pues ponían la vida por tornarla a cobrar.

21. El rey Motecuhzoma, después de haber restituido a sus caballeros con regocijos y solemnes fiestas que se hicieron, hizo hacer exequias a todos los que habían muerto de la gente principal y señalada, y ordenó que acabadas las exequias –pues se acercaba la fiesta de la madre de los dioses– que todos los presos que habían traído de Tlaxcala se aparejasen para que aquel día fuesen sacrificados.


 
CAPÍTULO LXIII
DE CÓMO APARECIÓ EN EL CIELO UNA COMETA Y DE LA TURBACIÓN QUE MOTECUHZOMA TOMÓ Y DE CÓMO ENVIÓ A LLAMAR AL REY DE TEZCUCO, PARA QUE LE DIJESE LO QUE SIGNIFICABA

1. Cuenta la historia en este lugar que en todos los templos de la ciudad había un indio que representaba siempre la semejanza del dios de cada templo. El cual estaba en un particular aposento, sentado, donde como al mismo dios o ídolo era reverenciado y servido, y tenía sus particulares serviciales y gente de guarda, los cuales eran cadañeros, a los cuales llamaban mocexiuhzauhque, que quiere decir "los que hacían penitencia y se abstenían de llegar a mujeres y de ofender a dios por un año" en el templo de Huitzilopochtli.

2. Estaba un generoso mancebo por semejanza del dios Huitzilopochtli, el cual (mancebo) se llamaba Tzocoztli. Este se levantó una noche, acaso hacia la media noche, a cosas necesarias de su cuerpo, y mirando hacia el cielo, vido en la parte de oriente una cometa poderosa, que echaba de sí un largo resplandor el cual amenazaba derechamente en estas partes.

3. Atemorizado este mozo fuese para los que le servían y su guarda y díjoles: "Despertad y veréis una cosa maravillosa y espantosa, no vista jamás en estas partes." Todos se levantaron mirando, hacia el oriente, la vieron estar y, no volviéndose a acostar más, aguardaron hasta ver dónde llegaba al amanecer. Y estando así en espera, quedó, a la hora que amanecía, encima de la ciudad de México y en llegando allí, con la luz de la mañana se deshacía y no la veían más aquel día.

4. La mañana venida, éste que era semejanza del dios, salió del templo acompañado de su gente y se fue a palacio y dando noticia al rey de su llegada, le mandó entrar y honrándole como a semejanza del ídolo, le mandó sentar y preguntándole qué era su venida, le contó todo lo que en el cielo había visto, y como lo hemos contado.

5. El rey se atemorizó y, no dándole crédito, le dijo que mirase si lo había soñado. El le respondió que él y todos los que tenía en su servicio lo habían visto y, que si de ello se quería satisfacer, que los mandase llamar y vería cómo en nada lo engañaba. El (rey) los mandó llamar y preguntó lo que habían visto. Ellos le refirieron lo que la semejanza había dicho y con esto se despidieron de él. Y quedando con aquel cuidado, venida la noche y toda la gente recogida, se subió a un mirador que en una azotea tenía y estando en vela toda la noche solo, a la hora de la media noche vido salir la cometa, con aquella coma tan linda y tan resplandeciente, que quedó como atónito, y acordándose de lo que Nezahualpilli le había dicho, quedó tan atemorizado que pensó en aquella hora ser muerto.

6. Otro día de mañana mandó llamar a la semejanza de su dios Huitzilopochtli y díjole cómo él se había querido satisfacer de lo que le había dicho y cómo había visto aquella noche el cometa; que le rogaba le declarase qué podría ser y qué significaba. La semejanza le respondió que él era un pobre mozo ignorante y que de cosas del cielo él no alcanzaba nada, porque ni era astrólogo, ni hechicero, ni adivino. Que mandase llamar a los astrólogos y adivinos y a los que sabían de las cosas nocturnas y que les preguntase, que aquel era su oficio.

7. Motecuhzoma mandó llamar a los astrólogos y agoreros y adivinos y hechiceros y encantadores, todos cuantos había en la ciudad de México. A los cuales, después de venidos ante el rey, les preguntó si habían visto la nueva señal que en el cielo había aparecido. Ellos todos respondieron que no. El rey, indignándose contra ellos, les dijo: -"Pues, ¿cómo? ¿Ese es el cuidado que tenéis de velar sobre las cosas de la noche? ¿Para qué tengo yo en mi reino astrólogos ni hechiceros ni adivinos ni agoreros? ¿De qué me habéis de servir? Hablad, respondedme ¿no habéis visto la señal que en el cielo ha aparecido? Todos tornaron a responder que no la habían visto.

8. El cual, airándose más contra ellos, les dijo: -"Pues porque no viváis con tanto descuido, yo os haré que no durmáis." Y con esto mandó llamar a sus justicias y mandó que los echasen en las jaulas y cárceles que ellos tenían y que no les diesen de comer, so pena de la vida, sino que los dejasen allí morir de hambre. Y así fueron echados en aquellas jaulas. Los cuales llorando pedían los matasen luego porque no muriesen desesperando.

9. Motecuhzoma envió luego a llamar al rey de Tezcuco Nezahualpilli y a suplicarle se llegase a verse con él, para comunicarle lo que en el cielo había visto. El cual venido, y recibiéndole con el acatamiento debido, se entró con él a sus aposentos y contándole lo que había visto en el cielo y el cuidado en que le había puesto, le rogó, pues era su oficio y lo tenía por gracia y don divino el declarar aquellas cosas, que le declarase qué era lo que significaba una cosa tan nueva.

10. El rey de Tezcuco le respondió: -"Por cierto, señor, grande ha sido el descuido de tus vasallos los astrólogos y agoreros y adivinos, pues siendo ya tan vieja y tan antigua esa señal en el cielo, me digas ahora eso como de cosa nueva, porque yo creí que ya estabas satisfecho y te lo habían declarado tus astrólogos. Pero, pues dices que ahora la viste, has de saber que ya ha muchos días que apareció en el cielo esa estrella con ese resplandor, la cual sale de oriente y se acaba en derecho de México y de este reino todo.

11. "Y has de saber que todo su pronóstico viene sobre nuestros reinos, sobre los cuales ha de haber cosas espantosas y de admiración grande; habrá en todas nuestras tierras y señoríos grandes calamidades y desventuras; no quedará cosa con cosa; habrá muertes innumerables; perderse han en todo nuestros señoríos, y esto será por permisión del señor de las alturas, del día y de la noche y del aire; de lo cual todo has de ser testigo y lo has de ver y en tu tiempo ha de suceder; porque yo, ya, en yendo de tu presencia, me iré a morir y sé cierto que ya no me verás más y esta será la postrera vista que nos veremos en esta vida, porque yo me quiero ir a esconder y huir de estos trabajos y aflicciones que te esperan. No desmayes, ni te aflijas, ni te desesperes: haz el corazón ancho y muestra ánimo y pecho varonil contra los trabajos de la fortuna."

12. Motecuhzoma empezó a llorar muy amargamente y a decir: -"Oh, señor de lo criado, oh dioses poderosos en quien está el matar y dar vida, ¿cómo habéis permitido que habiendo pasado tantos reyes y señores poderosos, me cupiese a mí en suerte la desdichada destrucción de México, y que vea yo la muerte de mis mujeres e hijos, y que me vea yo desposeer de mis poderosos reinos y señoríos y de mis vasallos y de todo lo que los mexicanos han conquistado y ganado con su poderoso brazo y con la fuerza y ánimo de su pecho? ¿Qué haré? ¿Dónde me esconderé? ¿Dónde me iré a meter? Oh, si me pudiera en este punto volver piedra, o palo, o convertir en otra cualquier vil materia, antes que no ver lo que con tanto sobresalto espero. . . Pero, ¿qué se puede hacer, poderoso rey, sino esperar lo que me anuncias? Por lo cual, te beso tus manos y te lo agradezco, pues no puedo ser en este punto pájaro para poder volar a los montes y meterme en lo más áspero de ellos." Y con esto, dice la his toria que se despidieron el uno del otro con gran tristeza.

13. Luego que los dos reyes se despartieron el uno para ir a su reino y el otro quedando en su ciudad, mandó llamar a los ejecutores de la justicia y a todos los grandes, y díjoles: "Ya sabéis cómo el otro día nos quemaron el templo de la diosa Toci, por culpa de no tener los sacerdotes aquella vigilancia y cuidado que era razón tener, en acudir de noche a los ejercicios de la penitencia que están obligados a hacer, y a velar en los templos y no a echarse a dormir con tanto descuido, por lo que podía suceder en esta ciudad algún notable daño, pues nos podían matar de sobresalto, o quemar la ciudad, supuesto que de noche no hay quien mire por ella.

14. "También ha acontecido estos días que, por falta de no velar los astrólogos y adivinos y los hechiceros y encantadores de esta ciudad, no se nos ha dado noticia de una cosa prodigiosa y maravillosa que ha aparecido en el cielo muchos días ha, de lo cual creo que todos estáis ignorantes, por no tener quien os avise, ni quien tenga cuidado de mirarlo. Por tanto, yo os mando que luego, sin más dilación, a todos los astrólogos y hechiceros y encantadores y adivinos me los matéis, luego, sin dilación, y muertos, vais a las casas de todos ellos y llevéis todos los mozos y muchachos que hallárades, y sus casas sean robadas y saqueadas de todo cuanto tuvieren y sus hijos y mujeres los doy por esclavos perpetuos a todos los que los llevaren y les cupieren en suerte, y sus casas sean echadas por el suelo y no quede memoria de ellos a causa de que parece que hacen burla de mí y muy poco caso de lo que les es encomendado y del oficio que tienen, y todo nace de no tenerme aquel respeto que era razón."

15. Pronunciada la sentencia, los ejecutores fueron y ejecutaron la justicia; echándoles a cada uno una soga en la garganta, los trajeron arrastrando por las calles de la ciudad, donde murieron amargamente, y luego fueron recogidos muchos muchachos de los colegios y escuelas, y mandáronles saqueasen las casas de aquellos que eran muertos. Y así, con gran gritería de muchachos, fueron saqueadas y robadas, sin quedar cosa en ellas, tomando los principales las mujeres e hijos, y repartiéndolos entre sí por esclavos perpetuos, derribándoles las casas por el suelo, para que de ellos no hubiese más memoria. Y éste era el cruelísimo castigo que Motecuhzoma hacía con todos los que se descuidaban en las cosas que les eran encomendadas y él les mandaba, y así era temido y obedecido con tanta diligencia y cuidado que no faltaba punto.

16. Luego que fueron muertos y justiciados, le fue dada noticia a Motecuhzoma cómo su mandato era cumplido y la justicia ejecutada en aquellos que no le servían como le habían de servir. El cual dijo: -"Mirad, hermanos: el morir es cosa natural, y yo y vosotros nos hemos de morir y esto bien lo sé; que esos que murieron no es sino morir primero que nosotros, un año más o menos; pero hágolo porque entendáis que, pues lo hago con los buenos bien, y les doy el galardón y premio que sus servicios merecen, que a los malos que los he de esconder y borrar su memoria de la tierra, para que jamás haya memoria de ellos. Esos traidores fingieron ser astrólogos y adivinos y encantadores, y traíannos a todos embaucados y engañados con sus falsedades y mentiras, y así convino se les diese el pago de sus falsas profecías, porque otros no se atreviesen a fingirse lo que no son."

17. Luego mandó buscar nuevos astrólogos y adivinos y agoreros y profetas que tomasen el oficio que aquellos justiciados habían tenido, y fueron señalados muchos que de nuevo tomaron el cuidado de mirar las estrellas de noche y a pronosticar sobre el cometa, prometiendo, unos pestilencias, muertes, hambres, guerras y mortandades; otros, muertes de príncipes y de grandes señores, en fin, cada uno según lo que entendía, o el diablo les daba a entender. Porque cierto, todo iba por vía del demonio, más que por ciencia natural.

18. Porque, aunque había grandes astrólogos y conocedores de las estrellas y tiempos, por la mayor parte eran hechiceros y embaidores y sortílegos y adivinos y gente endemoniada. Y dice la historia que viniendo la noticia de este cometa por todas las provincias de estos reinos, fue tanto el temor y espanto que les puso a los indios, que todos los días que amanecía se juntaban ellos y ellas, y eran tan grandes los clamores y gritos que daban al cielo, que ponían gran pavor y espanto, que parecía que se acababa el mundo y venía el fin.


 
CAPÍTULO LXVII
DE CÓMO MOTECUHZOMA PROPUSO DE SE IR DE LA CIUDAD A ESCON DERSE DONDE NO FUESE HALLADO Y DE CÓMO LO PUSO POR OBRA, Y DE UN MAL PRONÓSTICO QUE ANTES TUVO

1. Era el sosiego de Motecuhzoma tan poco y traía tan sobresaltado su corazón, que todas las veces que veía el cometa, o que oía el alarido que los indios daban al tiempo que salía, que no podía quietar su corazón ni sosegar su pecho, dado que fuese animoso y de gran virtud. Y así, estando un día pensativo y penado, llamó a sus corcovados y enanos que le servían dentro de su palacio y previniéndoles y avisándoles primero guardasen todo secreto en lo que les quería decir, so pena de la vida, les dijo:

2. "Habéis de saber que yo estoy muy triste y con gran sobresalto, temiendo lo que me han dicho que ha de venir sobre mí y en mi tiempo ha de acontecer. Por lo cual, yo he determinado de me ir a esconder en alguna cueva a los montes, donde nunca más parezca. Por eso, si os queréis vosotros ir conmigo, agradeceros lo he, tenerme heis vosotros compañía."

3. Los corcovados y enanos le respondieron que él era su señor, que les mandase lo que quisiese, que ellos le obedecerían e irían donde él fuese servido de llevarlos. El rey, viendo su voluntad en le servir, se lo agradeció y dijo que esperasen, que él buscaría dónde hubiesen de ir, y a su tiempo, él les avisaría. Pero, que mientras lo buscaba, que tuviesen el secreto que les había encomendado.

4. Y así, cuenta la historia en este lugar que andando Motecuhzoma buscando e imaginando dónde se ir a esconder, aconteció un caso prodigioso con un indio de la provincia de Tezcuco, natural del pueblo de Coatepec y es, que estando un indio labrador labrando sus milpas -o sementeras, que eso quiere decir milpas- con todo el sosiego del mundo, bajó de lo alto un águila poderosísima sobre él y echándole mano con las uñas, de los cabellos le subió a lo alto, tanto que los que lo vieron ir casi le perdieron de vista.

5. Y llevándole a un alto monte, le metió en una cueva muy oscura y puesto allí oyó al águila decir: -"Poderoso señor, yo he cumplido tu mandato y aquí está el labrador que me mandaste traer." El cual oyó una voz, sin ver quién la hablaba, que dijo: -"Seais bienvenidos, metedlo acá." Y sin ver quién, le tomaron por la mano y le metieron en un aposento claro, donde vido estar a Motecuhzoma como dormido y casi fuera de su natural sentido, y haciendo sentar al labrador en un sentadero junto a él, le fueron dadas unas rosas en la mano y un humazo de los que ellos usan chupar encendido, y díjole el que se lo dio:

6. "Toma y descansa y mira ese miserable de Motecuhzoma cuál está, sin sentido, embriagado con su soberbia e hinchazón, que a todo el mundo no tiene en nada... Y, si quieres ver cuán fuera de sí le tiene esta su soberbia, dale con ese humazo ardiendo en el muslo, y verás cómo no siente." El indio, temiendo de le tocar, le tornaron a decir: -"¡Tócale, no temas... !" El indio con el humazo ardiendo le tocó y el Motecuhzoma fingido no se meneó, ni sintió el fuego del humazo.

7. La voz que le hablaba le dijo: -"¿Ves cómo no siente y cuán insensible está y cuán embriagado? Pues, sábete que para este efecto, fuiste aquí traído por mi mandado. Anda, ve, vuelve al lugar de donde fuiste traído y dile a Motecuhzoma lo que has visto y lo que te mandé hacer. Y, para que entienda ser verdad lo que le dices, dile que te muestre el muslo y enséñale el lugar donde le pegaste el humazo y hallará allí la señal del fuego. Y dile que tiene enojado al dios de lo criado y que él mismo se ha buscado el mal que sobre él ha de venir y que ya se le acaba su mando y soberbia; que goce bien de esto poquito que le queda y que tenga paciencia, pues él mismo se ha buscado el mal." Y diciéndole estas palabras, mandó salir el águila que lo habla traído y que lo volviese a su lugar.

8. El águila salió y le tornó a tomar por los cabellos con las uñas y le trajo al lugar mismo de donde le había traído y en dejándolo, dijo: -"Mira, hombre bajo y labrador, que no temas, sino que con ánimo y corazón hagas lo que el señor te ha mandado, y no se te olvide algo de las palabras que has de decir." Y con esto, se tornó el águila a subir por el aire y desapareció.

9. El pobre labrador, como quien despertaba de un sueño, se quedó espantado y admirado de lo que había visto, y así como estaba, con la coa en la mano, vino delante de Motecuhzoma y pidió le quería hablar, y dándole entrada, humillado ante él, le dijo:

10. "Poderoso señor, yo soy natural de Coatepec y, estando en mi sementera labrándola, llegó un águila y me llevó a un lugar donde vide un gran señor poderoso, el cual me dijo descansase, y mirando a un lugar claro y alegre te vide sentado junto de mí y dándome unas rosas y una caña ardiendo que chupase el humo de ella, después que estaba muy encendida, me mandó te hiriese en el muslo y te herí con aquel fuego y no hiciste ningún movimiento, ni sentimiento del fuego, y diciendo cuán insensible estabas y cuán soberbio y cómo ya se te acababa tu reinado y se te acercaban los trabajos que has de ver y experimentar muy en breve, buscados y tomados por tu propia mano y merecidos por tus malas obras, me mandó volver a mi lugar y que luego te lo viniese a decir todo lo que había visto. Y el águila, tomándome por los cabellos, me volvió al lugar de donde me había llevado, y vengo a te decir lo que me fue mandado."

11. Motecuhzoma, acordándose que la noche antes había soñado que un vil hombre le hería con un humazo en el muslo, miró el muslo y halló en él una señal, y en ella un gran dolor, que no la osaba tocar. Y sin más preguntar al indio cosa ninguna, llamó a sus alcaides y carceleros y mandó que echasen aquel indio en la cárcel y que no le diesen de comer, sino que muriese allí de hambre.

12. El indio fue echado en la cárcel y olvidado en ella, sin que hombre (alguno) tuviese cuidado de darle de comer. Y creciéndole el dolor en el muslo (a Motecuhzoma), estuvo algunos días malo en la cama, curándole los médicos con mucha diligencia. El cual, después que sanó, llamó a sus corcovados y mandó llamar a unos hechiceros y sortílegos, que ellos llamaban tequitque. Y mandóles que luego desollasen diez hombres y que le trajesen los cueros, que los había menester.

13. Traídos ante él los cueros de hombres, mandólos entrar en su recámara. Tomando dos corcovados de los que le servían, les dijo que él había ya hallado el lugar dónde se había de esconder; el cual se llamaba Cicalco, que quiere decir "el lugar de las liebres". El cual lugar era muy ameno y recreable, donde los hombres vivían para siempre, sin morir, y que, según la relación que le habían dado, era el lugar de aguas muy cristalinas y claras y de mucha fertilidad de todo género de bastimentos y frescura de rosas y flores, y que él determinaba de irse allí.

14. Pero que, primero, quería que fuesen ellos a saludar al señor de aquel lugar, que se llamaba Uemac, y que de su parte le diesen aquellos cueros de hombres, y que le dijesen cómo el rey Motecuhzoma le suplicaba le recibiese en su compañía y servicio, porque lo tenía mucho en deseo, sólo por librarse de lo que Tzompantecutli, señor de Cuitlahuac, y el rey de Tezcuco le habían anunciado antes de su muerte, y por ver que había ya visto tantas señales en el cielo y pronósticos y agüeros en la tierra, que lo tenía por cierto. Que le pedía de merced le admitiese a su servicio. Y mandándoles estrechamente no lo descubriesen a nadie, dándoles para el camino todo lo que habían menester.

15. Salieron los corcovados con los tequitque a buscar el lugar de la cueva de Cicalco, dándoles el mismo Motecuhzoma relación de dónde la habían de hallar -que, según relación de algunos, era entre México y Cuyuacan,- en un lugar que llaman Atlixuacan, donde dicen los viejos que todas las noches de esta vida salía una fantasma y llevaba un hombre, el primero que topaba, el cual nunca más parecía, y así huían de andar aquel camino de noche.

16. A este lugar dice la historia que envió Motecuhzoma estos sus mensajeros. Los cuales, entrando por la cueva que allí habla, toparon un hombre muy negro con un báculo en la mano, que se llamaba Totec. Y preguntándoles lo que querían, le respondieron que venían a hablar al señor de la cueva. Y tomándolos por la mano, los llevó a la cueva adentro y los puso ante Uemac, el cual tenía una fiera figura. Y humillándose ante él, le presentaron los diez cueros de hombres que llevaban, y refiriéndole el mensaje que llevaban y el deseo que Motecuhzoma tenía de venir a le servir, él les respondió:

17. "Decidle a Motecuhzoma que ¿a qué quiere venir acá? ¿Piensa que en este lugar hay joyas y oro y piedras preciosas y plumas y mantas ricas, como las que él goza allá en el mundo? Decidle que se engaña; que goce de lo que goza y se esté quedo. Que lo que está determinado, que no lo puede huir. Y decidle que estos que están en mi compañía, que también fueron hombres como él, y que gozaron de lo que él goza y ahora padecen lo que veis. Miradlos y consideradlos, cuán diferentes figuras tienen aquí de las que allá tenían; que no piense que aquí tenemos ningún contento y alegría, sino todo trabajo y miseria, y que a este lugar no venimos nosotros de nuestra voluntad, sino traídos por fuerza, y estamos con la voluntad del muy alto, que ¿cómo puede él venir acá?"

18. Con esta respuesta salieron los corcovados y hechiceros de la cueva y vinieron a Motecuhzoma, al cual dieron la respuesta que Uemac les dio. Y enojándose con ellos, por haberle traído tan mala respuesta, los mandó matar luego a la hora, y enviando otros, con otros diez cueros de hombres, le trujeron la misma respuesta, y mandólos matar, como a los otros.

19. Llamó luego dos principales de los más allegados suyos, y comunicándoles el caso y encomendándoles el secreto, prometiéndoles grandes mercedes y privilegios, a ellos y a sus hijos, les rogó fuesen a aquel lugar y propusiesen su demanda y ruego a Uemac, y que alcanzasen de él el entrar a servirle.

20. Los cuales, obedeciendo a su mandado, fueron e importunando al demonio -que era él el que les hablaba, por industria de aquellos hechiceros- respondiéndoles que consolasen a Motecuhzoma y le dijesen que, si quería entrar allí y alcanzar lo que deseaba, que hiciese penitencia ochenta días, y que no comiese de aquellas comidas reales, ni bebiese aquellas bebidas suaves que bebía, sino solamente la semilla de los bledos deshecha en agua, y que el agua que bebiese, fuese caliente, y que se apartase de sus mujeres, que no llegase a ellas, y que por aquellos ochenta días, no se sentase en el asiento real, ni en el lugar del señorío, ni se pusiese manta real, ni otra riqueza ninguna, sino todo ropas y traje de penitente. Y que, acabados los ochenta días de penitencia, que volviesen allá, que él les diría lo que habían de hacer.

21. Los mensajeros volvieron con esta respuesta al rey, el cual, muy alegre y regocijado, los recibió muy bien y les hizo muchas caricias y ofertas y mandó dar muchos dones y mercedes, y los mandó poner en el lugar de los de su juzgado y consejo. Y empezando a hacer su penitencia, con toda la aspereza del mundo, mandó a todos los viejos, ayos de sus mujeres, y a todas las amas, que estaban en guarda de ellas, que ninguna entrase a su recogimiento, sino que, si se quisiesen casar y alguno las pidiese, que luego las casasen y les diesen maridos.

22. Y encerrándose en su recogimiento, estuvo aquellos ochenta días en penitencia y aspereza grandísima, no comiendo ni bebiendo cosa que bien le supiese, ni bebía otra agua, sino caliente primero al fuego. Al cabo de los cuales ochenta días que había cumplido su áspera penitencia, tornó a enviar a los dos principales a aquel lugar a decirle a Uemac cómo él había cumplido su penitencia; que qué era lo que mandaba.

23. Uemac le respondió que él lo había hecho muy bien; que le aguardase y estuviese en vela, que al cuarto día él iría y se pondría en el cerro de Chapultepec, y que, cuando le viese, que tomase una canoa y se fuese a un lugar que llamaban Tlachtonco; que él iría allí y le llevaría consigo. Que aderezasen aquel lugar lo mejor que pudiesen.

24. Oída esta respuesta por Motecuhzoma, salió en público, y comenzó a poner en orden las cosas de la república y a mandar algunas cosas que él vio ser necesarias, todo con mucha cautela y secreto, por no ser sentido, haciendo a algunos allegados y deudos suyos algunas mercedes, y mandando a sus esclavos que de noche aderezasen aquel lugar del Tlachtonco. Lo cual hicieron, componiéndolo con muchas ramas de zapotes y poniendo muchos sentaderos de manojos de la misma hoja.

25. Lo cual, luego que fue avisado que ya estaba hecho, con mucho secreto se metió en su canoa, y estando en vela, vido encima del cerro de Chapultepec una cueva tan encendida que con su luz se parecían las cosas de la ciudad y los cerros y árboles como si fuera de día, y entendiendo ser aquel Uemac que venía por él, mandó a sus corcovados que remasen a toda prisa. Y llegado que fue a Machtonco, él y sus corcovados se vistieron de ropas reales, y el Motecuhzoma se puso sus braceletes y calcetas de oro y sus plumas en la cabeza y collares al cuello de oro y ricas piedras, y sentóse en un asentadero de aquellos y junto a él todos sus corcovados, a esperar a Uemac.

26. Empero, como lo que estaba ordenado no se podía huir, el texiptla del templo -que era la semejanza del dios- que estaba durmiendo, oyó una voz que decía: -"¡Despierta, texiptla, mira que tu rey Motecuhzoma se huye y se va a la cueva de Uemac!" El texiptla despertó y, abriendo los ojos, vido una claridad, como si fuera de día, y tornándole a decir cómo Motecuhzoma se huía y que estaba esperando a Uemac en el lugar que llamaban Tlachtonco, que lo fuese a volver a su ciudad y le dijese que mirase lo que hacía y le reprehendiese una liviandad tan grande.

27. El texiptla saliendo solo del templo y hallando una canoa, vera del agua, saltó en ella y con el remo que en ella estaba, a toda prisa empezó a remar y llegó luego al lugar de Tlachtonco, y entrando dentro, halló a Motecuhzoma y a sus corcovados cabe él, todos, como he dicho muy bien vestidos y aderezados. Y llegándose a Motecuhzoma, le dijo:

28. -"¿Qué es esto, señor poderoso? ¿Qué liviandad tan grande es ésta de una persona de tanto valor y peso, como la tuya? ¿Dónde vas? ¿Qué dirán los de Tlaxcala y los de Huexotzinco y los de Cholula y de Tliliuhquitepec y los de Mechuacan y Metztitlan? ¿En qué tendrán a México, a la que es corazón de toda la tierra? Cierto, gran vergüenza será para tu ciudad y para todos los que en ella quedamos que suene la voz y se publique tu huída.

29. "Si te murieras y te vieran morir y enterrar, es cosa natural, pero... ¿huirte? ¿Qué diremos? ¿Qué responderemos a los que nos preguntaren por nuestro rey? Responderles hemos, con vergüenza, que se huyó. ¡Vuélvete, señor, a tu estado y asiento y déjate de semejante liviandad, y mira la deshonra que nos haces a todos!" Y, echándole mano de las plumas que tenía en la cabeza, se las quitó e hizo levantar.

30. Motecuhzoma avergonzado dio un suspiro y miró hacia el cerro de Chapultepec y vido que la lumbre que allí estaba -que era la que él esperaba- se había apagado y que ya no parecía, y diciéndole al texiptla le suplicaba no le descubriese aquella liviandad, se vino con él a México, entrándose en su casa con todo secreto. El texiptla se fue al templo, sin que de nadie fuese visto ni sentido. Y despertando a su guardia les dijo: -"Por cierto, vosotros miráis bien por mí. ¡Que en toda esta noche no he estado con vosotros! Bien me pudiera haber acontecido alguna desgracia." Ellos, muy turbados, le suplicaron no lo dijese a Motecuhzoma, porque los mataría luego.

31. En amaneciendo, saliendo el sol, el texiptla salió del templo y vino a las casas reales a preguntar por el rey. Los guardas y porteros le dijeron cómo aún no era levantado. Y él sonriendo les dijo: -"Debe de estar cansado de la mala noche que ha llevado. . . " Los guardas y porteros, no entendiendo cosa de lo que el texiptla decía, se miraban unos a otros.

32. Empero Motecuhzoma no se quiso mostrar a nadie en cuatro días, los cuales estuvo encerrado, que no pareció, teniendo gran vergüenza del texiptla, de lo que había intentado. Pero al cuarto día entró el texiptla a él y, rogándole saliese a ver a sus principales que le estaban esperando, deseosos de verle, él salió y, hablando a los señores, se tornó a entrar con el texiptla en su retraimiento, donde el texiptla le consoló con palabras muy consolatorias, trayéndole a la memoria la grandeza de sus antepasados y los trabajos que habían pasado.

33. Y así, llorando el rey Motecuhzoma con él, le suplicó tuviese secreto en el caso, y él se lo prometió. Y así, cada día que había de comer el rey, enviaba a llamar al texiptla y le hacía comer junto a él. Lo mismo hacía cuando se iba a recrear a algunos lugares de recreación, que luego le enviaba a llamar, para recrearse con él y lo hacía siempre venir a todo género de conversación y regocijo que hubiese de tomar, desde el día que le halló en la laguna.

34. También le llamaba para comunicar con él todo género de secreto, y tomó con él tanta amistad y mostróle tanto amor, que casi eran un corazón y una voluntad, todo fundado por interés de que le guardase aquel secreto de haberse querido ahuyentar de su reinado, pareciéndole a Motecuhzoma que en aquello había cometido un género de grandísima bajeza. Y en esto fue el texiptla tan prudente y avisado, que, viendo la honra que se le hacía, y por no caer de ella y de la gracia de su rey, jamás lo descubrió, aunque creo que lo hacía más por el temor de ser muerto y destruida su generación toda.


 
CAPÍTULO LXVIII
DE CÓMO MOTECUHZOMA MANDÓ A TODOS LOS PREPÓSITOS DE LA CIUDAD QUE SUPIESEN DE LOS VIEJOS Y VIEJAS TODOS LOS SUEÑOS QUE SOÑABAN ACERCA DE LA VENIDA DE LO QUE ESPERABAN Y DE OTRAS COSAS PRODIGIOSAS TOCANTES A ÉL, Y DE LOS MUCHOS QUE MANDÓ MATAR PORQUE LE REVELARON SUEÑOS CONTRA LO QUE ÉL QUERÍA

1. Andaba Motecuhzoma tan desasosegado que no se podía quietar su corazón y en parte deseaba que se cumpliese ya lo que le tenían profetizado, para poderse quietar. Y, con este cuidado, mandó llamar a todos los prepósitos y mandoncillos de los barrios y preguntóles si acaso habían soñado alguna cosa acerca de la venida de aquellas gentes que esperaban, o de lo que había de acontecer; que se lo revelasen, aunque fuese contra su persona, que no deseaba más de saber ya la certidumbre de este negocio que tan mentado era y con tantas amenazas de mal se le había profetizado,y que no lo hacía sino para poner en cobro a sus hijos, que eran los que más le dolían y de quien más lástima tenía.

2. Los calpixques le dijeron no haber soñado nada ni haber visto ni oído mayor cosa acerca de esto jamás. El les dijo: -"Pues ruégoos, amigos míos, que encomendéis a todos los viejos y viejas de vuestros barrios que los que hubieren soñado algo o soñaren de aquí adelante, que les digáis que me avisen de lo que soñaren, agora sea en pro, o en contra mía, y avisad a los sacerdotes todos que en todas las visiones que vieren, así de muertos, como de otras visiones que suelen ver de noche en los montes o lugares caliginosos, que les pregunten todos los sucesos que han de acontecer.

3. "Lo mismo encomendad a todos los que tienen por costumbre de andar de noche y que si topasen a aquella mujer que dicen que anda de noche llorando y gimiendo, que le pregunten qué es lo que llora y gime y se satisfagan de todo lo que acerca de estos negocios pudieren saber."

4. Ellos se lo prometieron de hacer y así, idos a sus barrios, dieron noticia a todos los viejos y viejas de lo que su rey y señor mandaba y deseaba saber. De lo cual fueron avisados los soñadores y veladores de las noches y los sacerdotes que tenían por costumbre de ir a los montes y cuevas de noche y de día, a hacer sus ordinarias peticiones. Y desde aquel día andaban todos con aquel cuidado de advertir a los sueños y hacer memoría de ellos y traerlos a la memoria, para contárselos a su rey, si fuese cosa tocante a lo que Motecuhzoma deseaba saber.

5. Con el cuidado que los viejos y viejas, sacerdotes y agoreros tenían sobre el mandato de su rey, en lo que tocaba a la declaración de los sueños dieron aviso algunos viejos y viejas a los prepósitos y tequitlatos que les habían avisado cómo algunos de ellos habían soñado algunos sueños espantosos y prodigiosos que les habían puesto mucho temor y cuidado, de lo cual querían fuese avisado su rey y darle cuenta de ellos.

6. Los prepósitos fueron a Motecuhzoma y le dijeron cómo, en cumplimiento de su mandato real, acudían algunos viejos y viejas a quererle declarar lo que habían soñado, que si mandaba que fuesen traídos ante él. El, deseoso de saber lo que habían soñado, los mandó traer a su presencia. Los cuales venidos, les mandó declarasen lo que habían soñado, y los viejos puestos ante él con mucha humildad y reverencia le dijeron:

7. "Poderoso señor, no querríamos ofender tus poderosas orejas, ni poner en tu corazón algún sobresalto que te causase alguna enfermedad, pero, forzados con tu supremo mandato, pues estamos forzados a te obedecer, de fuerza habremos de decir lo que hemos soñado. Has de saber que estas noches pasadas nos mostraron los señores del sueño cómo el templo de Huitzilopochtli lo víamos arder a grandes y encendidas llamas y que, piedra por piedra, se deshacía y caía, sin quedar en él cosa enhiesta, y al mismo Huitzilopochtli lo víamos caído y derribado por los suelos. Y esto es lo que hemos soñado."

8. Motecuhzoma los mandó apartar a un lado y que se llegasen las viejas, para que declarasen el sueño que habían soñado. Las cuales sentadas ante él, le dijeron: -"Hijo mío, no te inquietes ni desasosiegues tu corazón por lo que te queremos decir, porque nos ha puesto grande temor y espanto. Has de saber que los sueños que estas tus madres han soñado son que veían entrar un río caudaloso por las puertas de tus casas reales y, con la mucha furia que llevaba, derribaba las paredes de tu casa y las arrancaba por los cimientos, llevando palos y piedras por delante, sin quedar cosa enhiesta y que llegaba al templo y con el mismo furor lo echaba por tierra. De lo cual los grandes y señores temerosos desamparaban la ciudad y se huían a los montes. Y esto es lo que tenemos que declararte."

9. Motecuhzoma habiendo estado atento a lo que los viejos y viejas habían dicho, viendo que no era nada en su favor, sino que antes argüían a los malos pronósticos pasados, con una furia y rabia endemoniada, mandó que aquellos viejos y viejas fuesen echados en cárcel perpetua y que les diesen de comer por tasa y medida hasta que muriesen.

10. Los sacerdotes de los templos, que también habían sido avisados que hiciesen memoria de los sueños que soñasen, de las visiones que viesen en los montes, en los collados, en las cuevas, en los ríos o en las fuentes, viendo lo que pasaba con los viejos y viejas, habiendo soñado muchas cosas y visto y oído otras en sus oráculos y sacrificaderos, hiciéronse de concierto entre todos de no declarar cosa ninguna, temiendo no les sucediese lo que a los viejos y viejas.

11. El rey, viendo que no acudían a decirle cosa ninguna, los mandó llamar y con palabras blandas les empezó a decir: -"¿Es posible que no habéis soñado ninguna cosa ni visto?" Ellos le respondieron que no. Motecuhzoma les tornó a decir que les daba término de quince días para que advirtiesen en lo que soñasen y viesen y oyesen. Ellos, hablándose unos a otros, se tornaron a concertar entre sí de no le declarar cosa ninguna, que aunque más amenazas les hiciese.

12. Cumplidos los quince días los mandó llamar y ellos temerosos parecieron ante él. El cual les dijo: -"¿Habéis advertido lo que os mandé?" Ellos le respondieron: -'Señor poderoso, si por quebrantar tu mandamiento merecemos muerte y ser aniquilados por tu poderosa mano, ¡cuánto más lo mereceríamos, si ofendiendo tus orejas, te dijésemos alguna mentira! Lo que te sabemos decir y certificar es que nosotros no hemos visto, ni oído, ni soñado cosa que toque a tu persona, ni a lo que deseas saber."

13. El les respondió con rostro enojado y airado: -"No es posible sino que vosotros, o no me queréis decir verdad, o menospreciáis mis mandamientos, o que no tenéis cuenta con lo que toca a vuestros oficios, que es mirar y velar en las cosas de la noche." Y, llamando a los carceleros, los mandó atados echar a todos en jaulas y que muriesen allí de hambre.

14. Ellos llorando, postrados ante él, le pidieron les quitase luego la vida y no permitiese que su cuerpo fuese atormentado. El, apiadándose de ellos los mandó soltar y que estuviesen recogidos en una sala, sin salir de ella, hasta que fuese su voluntad. Con este temor, nadie osaba hablar, ni declarar sueño, temiendo las muertes crueles y atroces que Motecuhzoma les daba, cuando los sueños no eran a su propósito.

15. Viendo que ya los de la ciudad no le declaraban ni decían cosa alguna, mandó llamar a sus mensajeros y enviólos a todas las provincias de las costas, para que le llamasen a los gobernadores de ellas, y juntamente envió a todas las villas y ciudades del Marquesado para que los señores de ellas parecieran ante él. Los cuales venidos en el tiempo más breve que pudieron, les mandó le buscasen todos los hechiceros y encantadores y sortílegos que en sus ciudades y villas pudiesen hallar, y que les apercibiesen cómo su voluntad era saber algunos prodigios o pronósticos o adivinanzas entendidas o sabidas por estrellas, por agua, o fuego, o por aire, o por suertes, o por otra cualquier vía y ciencia que tuviesen y, principalmente, por sueños o visiones.

16. Los gobernadores y principales de los pueblos volvieron a sus ciudades y buscaron con toda diligencia la gente que Motecuhzoma pedía. Y enviándole muchos adivinos, sortílegos, hechiceros y encantadores, venidos ante él le dijeron: -"Señor, aquí somos venidos a tu llamado, a saber tu voluntad y ver lo que nos quieres." El les respondió: -"Seáis bienvenidos; habéis de saber que la causa para que os llamé es para saber si habéis visto u oído o soñado alguna cosa tocante a mi reinado y persona, pues seguís las noches y corréis los montes y adivináis en las aguas y consideráis los movimientos de los cielos y el curso de las estrellas. Ruégoos que no me lo escondáis, sino que me lo declaréis."

17. Ellos le respondieron: -"Señor, ¿quién será osado a mentir en tu presencia? Nosotros no hemos visto, ni oído, ni soñado cosa que toque a lo que nos preguntas."

18. Motecuhzoma muy airado les respondió: -"Pues es vuestro oficio ser embaidores y engañadores y fingiros hombres científicos y que sabéis las cosas por venir, engañándolos a todos y diciendo que sabéis todo cuanto pasa en el mundo, y que os es patente todo lo que está dentro de los cerros y en el centro de la tierra y que veis lo que está debajo del agua y en las cavernas y hendiduras de la tierra y en los agujeros y manantiales de las fuentes. Llamaisos los hijos de la noche, y todo es mentira y fingido." Y llamando con grandísimo enojo a sus justicias, los mandó echar en jaulas y que les pusiesen muchas guardas, para que no se pudiesen huir.

19. Puestos en la cárcel estos adivinos y hechiceros, no mostraron ninguna pesadumbre, antes contento y alegría, riéndose unos con otros. De lo cual fue avisado Motecuhzoma, el cual envió a sus principales a rogarles que le declarasen alguna cosa de lo que les había rogado, que él les prometía de ponerlos en libertad.

20. Ellos le respondieron que, pues tanto insistía en querer saber su desventura, que lo que hallaban por las estrellas del cielo y por todas las demás ciencias que sabían: Que había de venir sobre él una cosa tan prodigiosa y de tanta admiración, cual nunca había venido sobre hombre, y mostrando enojo e ira uno de los más ancianos que allí estaba preso, dijo que lo oyeron todos: -"Sepa Motecuhzoma que en una sola palabra le quiero decir lo que ha de ser de él. Que ya están puestos en camino los que nos han de vengar de las injurias y trabajos que nos ha hecho y hace. Y no le quiero decir más, sino que espere lo que presto ha de acontecer."

21. Todo lo cual le fue contado y dicho a Motecuhzoma y, sin mostrar ninguna pesadumbre, antes rostro sereno y alegre, pretendiendo sacar de ellos todo lo que deseaba, dijo a los señores: -"Ruégoos que vayáis allá y le tornéis a preguntar qué modo de gente es la que viene, qué vía o qué camino trae y qué es lo que pretende."

22. Ellos fueron a cumplir su mandado y llegados a las cárceles, no hallaron hombre en ellas. Los carceleros temerosos de la ira de su rey, viendo que los presos se les habían ido, dejando las cárceles cerradas, como estaban con sus piedras y cerraduras, se fueron a postrar delante del rey y a mostrarle su inocencia y no haber sido causa de su ida, sino haber sido por sus artes y mañas.

23. Motecuhzoma los mandó levantar, diciendo que no se les diese nada que él los castigaría, y mandando fuesen a todos los lugares de que aquellos hechiceros eran naturales, que les derribasen las casas, les matasen a sus mujeres e hijos y les cavasen los sitios de las casas hasta que saliese al agua de ellos; que todas sus haciendas fuesen saqueadas y robadas de los muchachos y que, si ellos pareciesen o fuesen hallados en algún templo, fuesen apedreados y echados a las bestias. El cual mandato fue luego cumplido.

24. Echando sogas a las gargantas de sus mujeres e hijos fueron arrastrados por toda la ciudad, y sus haciendas saqueadas y robadas de los muchachos y mozos de las ciudades de donde eran vecinos, y sus casas derribadas y cavados los sitios hasta descubrir el agua. De lo cual fue dada noticia y respuesta a Motecuhzoma. Los hechiceros nunca más fueron hallados, ni se tuvo más noticia de ellos, aunque en busca de ellos se puso toda la diligencia posible.

25. Desde este día reinó en el corazón de Motecuhzoma tanta tristeza y aflicción que jamás le veían el rostro alegre, antes huyendo toda conversación se encerraba en su recogimiento y secreto con el texiptla, comunicándole lo que aquestos hechiceros y sortílegos le habían declarado, mostrando grandísimo pesar y congoja de que se le hubiesen huido, creyendo que si algún tiempo más se detuvieran, sacara de ellos todos los sucesos que esperaba, doliéndose de la poca culpa que sus mujeres e hijos habían tenido para hacerlos matar, no habiéndose ofendido en ninguna cosa.


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