HISTORIA DE LAS INDIAS DE NUEVA ESPAÑA
FRAY DIEGO DURAN
(Fragmento, final)
CAPÍTULO LXXII
DE CÓMO MOTECUHZOMA ENVIÓ UN PRINCIPAL PARA QUE VINIESE CON EL MARQUÉS, Y DE CÓMO LOS GUIÓ POR UN DESPEÑADERO Y ATAJO TRABAJOSO, DONDE SE DESPEÑARON DOS CABALLOS Y MURIERON DOS ESPAÑOLES Y DE CÓMO EL PRINCIPAL SE HUYÓ Y DESPUÉS FUE MANDADO MATAR POR MOTECUHZOMA

1. Después que Motecuhzoma vio que los encantadores y hechiceros no habían hecho ningún efecto ni daño en los españoles, hizo, como dicen, el corazón ancho, aunque más ancha tenía la voluntad para que no llegaran a México, sino que les estorbaran el camino; lo cual pudiera muy fácilmente hacer, si Dios no le cegara el entendimiento, pues su divina voluntad se había de cumplir. Y esto supuesto, dijo a los magos: "Aparejaos para cuando estén en la ciudad, que acá no es posible que escapen de morir a vuestras manos o a las nuestras. Vengan, entren a la ciudad."

2. Pero con estos fieros, tenía el corazón tan pusilánime y acobardado que no supo, ni se dio maña para poder inventar traición ninguna, siendo en esto tan mañoso y de tantos ardides como el que más, pero se entorpeció el entendimiento para hacer mal. Mandó llamar a un principal que se llamaba Motelchiuh y por otro nombre Huiznahuatl, que era su dictado, y mandóle que partiese a Cempoala y que fuese a recibir al Marqués y se volviese con él desde el lugar donde le alcanzase, y que mirase que no hiciese falta en cosa que perteneciese en su servicio y que procurase de le proveer de todo lo que hubiesen necesario y que procurase, en llegando que llegase a donde estaba, procurase, por aquella mujer que le sirve de lengua. . . "Y dile de mi parte cómo yo te envío a le recibir y que venga a su ciudad mucho de norabuena, que aquí le quedo esperando, y no le digas otra cosa; veamos lo que te responde."

3. Con esto partió Huiznahuatl Motelchiuh de México y con la más prisa que pudo, llevando consigo otros caballeros que le acompañaban, con deseo de ver a estos dioses tan temidos y mentados. Llegó a un lugar que se dice Chichiquila, donde halló al Marqués con su gente, y llegado que fue, se fue derecho a donde estaba el Marqués, y haciéndole la reverencia debida, le saludó y dio lo que ellos usan siempre dar, que son rosas y otras cosas, pues jamás, cuando van a saludar o a visitar a alguna persona saben llevar las manos vacías, y el llevarlas vacías tienen por afrenta, así los que saludan, como los saludados. Y así, después que lo saludó en nombre de su señor, le dijo:

4. -"Señor nuestro y dios verdadero, seas muy bien venido a esta tu tierra y señorío." El Marqués le respondió por la lengua y dijo: -"Que de dónde era." El respondió que de la ciudad de México y que venía por mandado de su poderoso señor Motecuhzoma, el cual le besaba las manos, y que fuese muy bien venido y que viniese poco a poco, y mirase por su salud; que allí le estaban esperando y deseando su llegada a aquella ciudad y casa. Marina dijo al Marqués lo que el principal decía de parte de Motecuhzoma. Lo cual oído, le dijo: "Dice este dios, padre mío, que ¿cómo es tu gracia?" El respondió: -"Señora, me llamo Huiznahuatl Motelchiuh." -"Pues, señor, este dios dice que agradece mucho a tu señor Motecuhzoma el cuidado que tiene de mandarle visitar y de hacerle bien; que yo voy ya de camino y me voy acercando a la ciudad de México para gozar de la presencia del que tanto bien y merced me hace y a quien tan obligado me tiene."

5. El principal respondió: -"Señora, dile a este dios que esté satisfecho de lo que dice; será así verdad, porque el rey Motecuhzoma le desea servir, y así, ha mandado a los pueblos de la provincia y comarca con rigor y pena de la vida, que le reciban a él y a los demás dioses sus compañeros, con todo el buen tratamiento que puedan, y con todo el regocijo y contento posible, pues son sus vasallos y que le den todo lo necesario, sin que haya falta alguna, como creo que no la habrá habido hasta ahora, de lo cual quería ser satisfecho para de ello satisfacer a mi señor y rey."

6. Marina le respondió: -"Huiznahuatl, el dios que presente está te agradece, a ti y a tu señor, todo ese cumplimiento y obras que (con) él se han tenido, en que él vaya poco a poco a verse con él, que te ruega que te vuelvas a México y le des las gracias a tu señor de su parte, y que no tome el trabajo de enviar quien le guíe, que acá tenemos quien nos guíe y enseñe el camino."

7. Huiznahuatl se despidió del Marqués, viendo que no era servido de que se viniese con él, como su señor se lo había mandado, y volvió para México, dando aviso y apercibiendo los pueblos estuviesen muy proveídos de todo lo necesario y que los recibiesen con mucho contento y aplauso y regocijo. El cual llegó a México, y dando a su señor la respuesta, le dijo: -"Poderoso señor, yo hice lo que me mandaste y fui ante los dioses que vienen, y por lengua de aquella mujer, le dije cómo le besabas las manos y que ya deseabas verle y que aquí le estabas esperando que viniese mucho de norabuena.

8. "El me respondió que besaba tus reales manos y que ya venía, que te agradecía mucho el cuidado que tienes de le visitar y regalar y que para esto venía poco a poco, por no molestar ni dar pesadumbre a los que traían el hato; que él se tenía por dichoso de ver ya tu presencia y de holgarse con tu vista, y esto es lo que me respondió." Motecuhzoma le dijo: -"Sea muy de norabuena; venga cuando mandare, que esperándole estamos, pues otra cosa no se puede hacer, ni nos hemos sabido dar maña para hacerlos retornar y volver a su tierra, como la primera vez que vinieron ahora tres años."

9. En este tiempo llegó el Marqués a un pueblo que se llama Nauhtla, y el principal de aquel pueblo los recibió muy bien y con mucho contento y les hizo todo regalo, el cual se llamaba Coatl popoca. Al cual el Marqués le agradeció mucho el buen tratamiento que le había hecho y, en pago de él, le dio una sarta de cuentas de vidrio azules, las cuales el principal tuvo en mucho. Y haciendo allí noche el Marqués le preguntó por el camino más derecho para la ciudad de México.

10. El principal, no acordándose del presente que se le había hecho de las cuentas de vidrio y olvidado del buen tratamiento que el Marqués le había hecho con sus amorosas y buenas palabras con que los trataba, dijo que él los guiaría y los llevaría por un muy buen camino y breve, por donde fácilmente llegarían a México, fundado en malicia y en maldad, con deseo de que todos se despeñasen, incitado por el demonio. Entendiendo el Marqués que lo que aquel principal decía era con llaneza y simplicidad, fiándose de él, mandó a su gente que, antes que fuese de día, se apercibiesen, porque él quería tomar la madrugada, para llegar con tiempo a la posada y descansado del sol y trabajo del camino.

11. La gente se apercibió y salieron de madrugada de aquel pueblo, guiándolos aquel principal Coatl popoca, y empezólos a meter por una aspereza de pedregales y quebradas tan ásperas y malas que los caballos y gente de a pie iban reventando, y como la madrugada hiciese algo oscura, no veían por dónde iban. El Marqués, viendo tan mal camino y tan áspero, cual nunca habían andado, dijo al principal que cómo le guiaba por camino tan áspero.

12. El respondió que aquel camino era atajo y que presto se acabaría, que el trabajo era breve, y siguiéndolo, trájolos a unos peñascos y derrumbaderos, donde queriendo bajar dos de a caballo que iban delante, cayeron por los peñascos abajo y se mataron ellos y los caballos. El Marqués, viendo la maldad del indio y el daño que le había hecho, mandóle prender; el cual como vio que el daño estaba hecho, y que había de ser castigado, se escondió de tal suerte que nunca pudo ser hallado por entonces.

13. El Marqués aguardó la mañana y volvió a desandar parte de lo andado y fue guiado por otros indios por el camino real y derecho a México. El cual envió a decir a Motecuhzoma que estaba muy quejoso de él, pues por su mandado debió aquel principal de tomar osadía y atrevimiento de hacerle aquella traición; que mejor opinión y concepto había tenido de él, que mirase que se le habían despeñado dos de sus españoles; que le suplicaba que mandase parecer aquel indio y que en ello entendería no haber sido por su mandado.

14. Esta nueva le fue dada a Motecuhzoma y el recado del Marqués y mensaje, dándole cuenta de la queja y sospecha que el Marqués de él tenía. El cual (Motecuhzoma) como lo oyó, fue muy airado y enojado y, mandó que luego se le descubriesen a aquel principal y lo entregasen al Marqués, para que él hiciese de él lo que su voluntad fuese y le castigase según su traición. El principal fue buscado con diligencia y fue hallado y entregado al Marqués, el cual (indio), confesando su mala intención y mal propósito y estar Motecuhzoma salvo de semejante cosa, el Marqués lo mandó aherrojar y que le trajesen a muy buen recaudo, de suerte que no se les huyese, porque lo quería entregar a Motecuhzoma él en persona, para que él lo mandase castigar. Y así, llegado que fue el Marqués a México, se le entregó, el cual lo mandó hacer pedazos, mostrando su inocencia en semejante caso.

15. Este día llegó el Marqués a Tecoac, un pueblo junto a Tlaxcalla, o de su jurisdicción y, antes que entrase en él, vinieron los mensajeros a dar aviso de cómo los dioses venían a hacer allí noche; que los saliesen a recibir, y que les aparejasen lo necesario. El señor de Tecoac, que se decía Tocpaxochiuh, oído el mensaje y la relación de lo que les habían de dar y el modo que se tenía en recibirlos y mantenerlos, a ellos y a los caballos y que Motecuhzoma les enviaba a mandar que aparejasen gallinas y huevos y pan y frutas y maíz y hierba para los caballos, y que barriesen los aposentos y tantas casas como habían de proveer y a que habían de acudir, levantóse de su asiento con gran ira y enojo y dijo: -"¿Somos aquí vasallos de los dioses que vienen, ni de Motecuhzoma, que nos han de mandar aquí, como a sus criados? No quiero, ni es mi voluntad de recibirlos en mi ciudad, ni darles cosa ninguna."

16. Y haciendo llamar a sus vasallos y señores de aquel pueblo, les dijo: -"Chichimecas, y valerosos tecoacas: tomad vuestras armas, espadas y flechas y defended vuestro partido, y destruyamos y aniquilemos estos dioses que han venido, que tanto espanto y miedo ponen con verlos a todas las naciones. Veamos para cuánto son éstos que han aparecido en nuestra tierra; veamos si por ventura somos aquí sus vasallos o tributarios, que les hemos de proveer de tantas cosas como han menester. Apercibíos luego y salgámosles al encuentro y destruyámoslos y desbaratémoslos y celebremos nuestros nombres como valerosos."

17. Luego, a este mandato toda la ciudad fue puesta en arma y le fue defendido el paso y la entrada al Marqués en la ciudad de Tecoac y en un punto se cubrieron los campos de indios armados y apercibidos a punto de guerra. El Marqués, que siempre venía apercibido él y su gente, mandólos poner en orden y repartir en sus escuadrones los trescientos hombres que consigo traía, para no ser cercado, ni que los indios le pudiesen tomar las espaldas.

18. El cual, viendo tanta multitud de gente delante de sí, no dejó de temer, especialmente cuando vido que poniéndose en alas y ordenando sus escuadrones a su modo, vido poner en delantera mucha gente muy lucida y bien aderezada, cubiertos de pies a cabeza de sus armas, y embarazadas sus rodelas, todas llenas de chapas de oro, y muy galanas y labradas y, en las cabezas, y espaldas, ricas plumas y divisas y que mostraban ser gente de ánimo y valor, según los ademanes y visajes que hacían de mucho menosprecio. Los cuales, después de ordenados y concertados sus escuadrones y ringleras, pusiéronse en delantera dos valientes indios, con sus rodelas, todas doradas, muy ricas y vistosas, y sus espadas de navajas en las manos, pidiendo a los españoles desafío y que saliesen.

19. Los españoles, turbados y afligidos -por no decir llenos de miedo- de ver tanto esfuerzo, en unos indios y tantos que cubrían el sol y que era la primera refriega en que se veían, y ellos tan pocos, y no muy bien apercibidos, y con temor de verse metidos en reino extraño y de bárbaros, y las espaldas no muy seguras, y entre más gente que las arenas de la mar, que a papirotes los podían matar, oí decir a un conquistador religioso que se halló seglar en este combate y conflicto, que hubo muchos que se les saltaron las lágrimas y dieran mucho por no ser nacidos, y que maldecían al Marqués por haberlos traído en aquel extremo y punto tan temeroso.

20. Pero el animoso capitán, que nunca le faltó ánimo ni valor en semejantes tribulaciones, mandó a dos de a caballo que saliesen a rienda suelta y le matasen aquellos dos que se habían puesto en delantera, en quien entendía estribaban los demás. Y haciendo rostro los dos de a caballo, salieron y alzando el brazo para dar su bote de lanza a los dos que esperándolos estaban, al tiempo que los fueron a herir, saltó el uno de ellos a la mano derecha con tanta destreza que, dando con su espada un golpe a las cuartillas del caballo, se las cortó y vino con su caballero al suelo, y el otro, saltando al otro lado. Y haciendo perder el golpe, al caballero, que le iba a herir, dio con la espada al caballo por medio del pescuezo que se lo abrió todo y quedó la cabeza colgando de las riendas, dando con él en el suelo y con su amo.

21. Y queriendo volver sobre ellos, para prenderlos vivos, el Marqués hizo soltar un verso que traía por fuerza de su ejército y luego todos los indios que cogió por delante, (los) mató y así se apartaron y dieron lugar para que los caídos se levantasen y echasen mano a sus espadas y se empezasen a defender de los indios, que, con vocería y sonido de bocinas y atabales y de caracoles y otros instrumentos, les daban gran batería con las piedras y flechas arrojadizas que con hondas y otros artificios arrojaban. Y entrando y saliendo los españoles entre ellos y tirándoles de cuando en cuando con los versos que traían y con algunos arcabuces, y enviando algunas saetas con las ballestas y arcos de hierro, con que los españoles peleaban, les fueron ganando tierra y entrándose a unas caserías que estaban en un cerrillo junto a la ciudad, que debía ser algún cu o templo, porque dicen que tenía una casa con unos grandes y espaciosos aposentos, donde se hicieron fuertes, y los indios los cercaron y daban cada día batería, la cual dicen que duró por diez o doce días.

22. No faltando Motecuhzoma de mandarles proveer de mantenimientos, los cuales nunca les faltaron, y haciendo el Marqués todo su poder para salir de aquel cerco, convidándoles muchas veces con la paz y amonestándoles dejasen aquella contienda y se sujetasen a Su Majestad, que ellos no venían a hacerles mal ni a matarlos, viendo que no querían, determinó el Marqués de ponerles una celada y dar cabo de ellos.

23. Y así fue que, aguardando a la noche, creyendo los indios que ya estaban recogidos los españoles, como solían, estando todos en vela, aguardaron a que todas las lumbres de los centinelas se apagasen y de los guardas, y desque lo vieron todo en silencio, salieron de los aposentos donde estaban y se fueron, de diez en diez, unos a una parte y otros a otra, según tuvieron el aviso y ardid del buen capitán, y halláronlos a todos durmiendo, especialmente a todos los capitanes, en unas caserías grandes, durmiendo a sueño suelto, con mucho reposo y sin cuidado ninguno.

24. Y mandando el Marqués que no les hiciesen mal, ni matasen ninguno, los prendieron a todos y maniatados los trajeron a los aposentos donde posaban y, traídos allí, sin prender ni matar a ninguno de los soldados que hallaron durmiendo, ni a las guardas ni centinelas, antes a los capitanes reprehendió el Marqués con la lengua de Marina, que para qué se inquietaban, ni se ponían en aquello, pues ellos no venían a hacerles mal ni daño, y que los mirasen y conociesen por la experiencia, pues habiéndolos podido matar a todos, no habían querido hacerles mal ni daño, y para que viesen más por experiencia lo que deseaban, que era tenerlos por amigos y hermanos, que luego en amaneciendo delante de todo el ejército los soltaría y enviaría norabuena.

25. Así que fue venida la mañana, venido el ejército a sus lugares para darles el combate que solían y echando de menos a sus capitanes y señores que los animaban y guiaban, el Marqués los sacó, así como los había prendido y dijo a los soldados el mal recaudo en que habían puesto a sus señores, los cuales, si él quisiera, los pudiera haber muerto, pero que él no venía a matarlos ni a destruirlos; que les rogaba lo dejasen entrar en la ciudad a descansar, y soltándolos a todos los que tenía presos, viendo su benignidad alzaron luego el cerco y vinieron todos de paz y lo llevaron a la ciudad.

26. Todo lo cual que he referido lo oí contar a un conquistador de los que en esto se hallaron, pero esta historia dice lo contrario: que entraron por fuerza de armas y mataron gran multitud de indios. Y no contradice lo uno a lo otro, pues está claro que en los días que duró el cerco, matarían gran suma de indios, con los versos y arcabuces, pues cada día tenían combate, y así se publicó por todas las ciudades y lugares de la tierra: que los dioses tiraban con rayos de fuego y que de cada tiro mataban muchos hombres.

27. Con lo cual fue tanto el temor que tomaron, que no osaban menearse, y fue tanta su cobardía y temor, que huían de los españoles, y se metían huyendo por las cavernas y montes y cuevas, y se despeñaban por no verlos, y esto hasta hoy les dura, pues aun de los religiosos que están entre ellos y los aman y acarician, huyen y se esconden de ellos, como de enemigos mortales, y porque veamos el temor que les cobraron, quiero contar lo que los tlaxcaltecas hicieron luego que los de Tecoac se sujetaron al Marqués y a la corona real de España, en cuyo nombre el Marqués venía.


DOCUMENTOS