Miguel León Portilla (México 1926), reconocido investigador de la cultura náhuatl, es autor entre otros estudios de: La Filosofía Náhuatl, U.N.A.M., México 1966. El Reverso de la Conquista, J. Mortiz, México 1970. Visión de los Vencidos, U.N.A.M., México 1969. Toltecáyotl. Aspectos de la Cultura Náhuatl, F.C.E., México 1980. Los Antiguos Mexicanos, F.C.E., México 1970. México Tenochtitlan, su Tiempo y Espacio Sagrado, INAEH., México 1978. El presente texto constituye el capítulo III de su obra Tiempo y realidad en el pensamiento maya, publicada por vez primera en 1968 (Universidad Nacional Autónoma de México) y reeditada en 1986 incluyendo un Apéndice con nuevas aportaciones. |
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Hemos visto que kinh, sol, día, tiempo, tiene para la conciencia maya un carácter divino. El día y los ciclos que integran el tiempo existen por obra del viejo rostro con ojo solar, la guacamaya de fuego que asciende, la deidad jaguar o el perro que marcan el ocultamiento y el viaje por las regiones obscuras del inframundo. En su incansable ir y venir por los caminos del universo, kinh, el tiempo, trae consigo la gama de atributos e influencias inherentes a los distintos periodos y a los momentos que se consignan en las inscripciones y los códices. A través de los grandes "soles" o edades del mundo, los días y las veintenas de días, los años, las veintenas de años y las cuentas de todos los ciclos posibles, llegan con sus cargas que es necesario conocer para poder prever sus influjos. Los sabios mayas, dueños de los módulos para pensar las medidas del tiempo, expresan sus cómputos combinando numerales con los distintos glifos del día y del mes dentro de "la cuenta larga", o por medio del signo solar de Ahau y de su correspondiente guarismo en el caso de los ciclos o "ruedas de los katunes". Por ello precisamente los veinte glifos de los días y los dieciocho de los meses, mi como los distintos numerales, plenamente identificados en las estelas y los códices, son la clave para penetrar más cabalmente en el mundo de las connotaciones que tiene para ellos el tiempo. Como en el caso de kinh, igualmente los numerales y los otros glifos, expresión de sus distintos periodos, tampoco son meras entidades abstractas, sino todo lo contrario, rostro y personificación sobrenatural de los elementos buenos y malos que sin interrupción actúan en el mundo. Los días, escribe Thompson, son seres vivientes. Son fuerzas personificadas a las cuales los mayas dirigen sus devociones. Su influencia permea todas las formas de actividad y todos los momentos de la vida. Son en verdad auténticos dioses.1 Imposible sería hacer un estudio del panteón de los mayas o de su pensamiento teológico sin conceder atención principal a todas estas deidades de los distintos periodos, así como a la complejidad de sus relaciones a través de los cómputos cronológicos. Podría incluso pensarse que aquí precisamente se encuentra el meollo de la concepción maya de la divinidad y del mundo. Por esto en los varios intentos llevados a cabo para identificar y correlacionar a los dioses, ha sido decisivo el esclarecimiento de la simbología de estos glifos. Por lo que toca en particular a los números, fundamentalmente interesan los que van del uno al veinte, o si se quiere, del uno al diecinueve, más el signo de "completamiento", el "cero" de los mayas. Por ser un sistema vigesimal el de esta cultura, éstos son obviamente sus guarismos básicos. Y vale la pena recordar que, gracias a los ya citados estudios comparativos de las lenguas mayances, sabemos que los nombres de estos números en los distintos idiomas muestran un mismo origen y obvias semejanzas que en algunos casos son identidad.2 Buena prueba tenemos en esto de la antigüedad, no ya sólo del sistema vigesimal entre los mayas, sino también de la conceptuación misma de sus guarismos, expresados con vocablos afines y por medio de glifos con vigencia también universal. Revelador es el análisis de las variantes glíficas de los numerales. Por una parte están, como su forma más frecuente de representación, los puntos que expresan unidades y las barras como signos de cinco. Aun en este primer sistema hay connotaciones dignas de tomarse en cuenta: por medio de colores se apunta a las distintas aplicaciones de los numerales. Los acompañantes o "portadores" de los días aparecen pintados de rojo; los de los meses son negros. Pero, como lo nota el tantas veces citado Thompson: "Los mayas con su actitud mística respecto de los números, no estuvieron satisfechos con representarlos tan sólo por medio de puntos y barras. En muchos textos, aunque pocas veces en el Dresde y nunca en los otros códices, los números están expresados por figuras de dioses, cuyos rasgos y atributos son la clave para identificar el numeral."3
Es en las inscripciones de la época clásica donde mejor se refleja el antiguo pensamiento acerca de la sucesión interminable de los ciclos de tiempo con rostro y figura de dioses. A través de las edades cósmicas, ha renacido la existencia gracias a kinh, deidad, sol, día, tiempo. Por esto el hombre conoce y se acerca a los dioses como portadores de los distintos periodos: sus rostros son la significación viviente del tiempo. Situados los sabios mayas en su peculiar universo teñido de sentidos y relaciones mitológicas, cada momento es para ellos manifestación de fuerzas, favorables o adversas, pero siempre con rostro de dioses. Como en un escenario siempre cambiante, los dioses del día y la noche, los de los meses y los números, las deidades de todos los ciclos de tiempo, son los actores en este universo en que literalmente hay entradas y salidas que determinan los destinos y llevan consigo la vida, y la muerte. La antigua simbología consigna los rostros con los cuales hacen su entrada los dioses que a la vez son el tiempo, porque éste es su atributo y su carga. Los sacerdotes computando periodos de tiempo, buscan predecir cuál será la correspondiente actuación de los dioses, el destino inherente a cada momento-deidad. Para acercarnos un poco al meollo de esta peculiar concepción parece indispensable recordar antes lo más significativo de los atributos de los principales dioses-periodos-de-tiempo, los personajes del drama en el universo de los antiguos mayas. Atenderemos primeramente a la serie de cada uno de los kinh, los veinte días-dioses que después habremos de relacionar con las deidades de los números, las de los meses, los años y las veintenas de años o sea los katunes. Al referirnos a los veinte dioses de los días, emplearemos los términos calendáricos del maya de Yucatán, como designación la más usual, pero nos fijaremos sobre todo en el simbolismo expresado en las inscripciones y glifos. Aunque no hay concordancia en todos los vocablos que expresan sus nombres en los distintos idiomas mayances, sí puede afirmarse, como lo han mostrado varios estudiosos, que existe afinidad en las connotaciones de varios de los términos con que se designa a un mismo día o mes.6 Imix, el primero de los días, connota la deidad monstruo de la tierra, raíz de donde todo procede. Entre sus símbolos están la flor de loto, la cabeza de una especie de dragón o el ofidio fantástico desprovisto de quijada inferior y con una protuberancia colgante por nariz. A continuación viene Ik, el viento y la vida, voz y concepto con vigencia en todos los grupos mayances. Ik introduce al dios de la lluvia. Akbal es la tiniebla, connotación del inframundo, y del jaguar, el sol nocturno que lo recorre. Kan es el signo del joven-dios del maíz, señor que trae consigo abundancia. Chicchan es la serpiente celeste y también las cuatro deidades con aspecto de ofidios que moran en lo alto, por los cuatro rumbos del mundo, y hacen bajar la lluvia. Cimi, como lo muestran sus atributos, es el día del dios de la muerte. Manik con la representación de una mano, trae consigo al dios de la caza. Lamat es el signo del señor de "la estrella grande" o sea del planeta Venus. Muluc, bajo la influencia del mítico pez Xoc, tiene por símbolo el jade y el agua y es un aspecto de las deidades de la lluvia. Oc se presenta con cabeza de perro. Su figura guía, una vez más, al sol en su viaje por las regiones del oscuro inframundo. Chuen hace su entrada como otro aspecto de la divinidad solar. Con rostro de simio aparece como "el gran artista", protector del saber y las artes. Eb muestra su rostro con prominente mandíbula. En combinación con Cauac, es signo que evoca al dios que envía las lluvias dañinas. Ben es el señor que fomenta el crecimiento de la planta del maíz. Ix es reiterada aparición del dios jaguar en relación con la tierra y el mundo de abajo. Men introduce el rostro anciano de la diosa lunar. Cib con el glifo en forma de concha, o con la variante del rostro que recuerda al dios jaguar, entra en probable relación con los cuatro Bacabes que sostienen al mundo y son asimismo patrones de los agricultores. Caban es la joven diosa de la tierra, del maíz y también de la luna, deidad joven y anciana a la vez. Etz'nab tiene por signo lo que parece ser el emblema del dios de los sacrificios, la navaja o cuchillo de obsidiana afilada. Cauac es el día de los "dragones" celestes, deidades de la lluvia y la tempestad. Su signo recuerda al de otros días, en particular al de Chicchan. Finalmente, el último signo de los días, el vigésimo, es Ahau, presencia radiante del sol, manifestación de kinh que confirma que él mismo, el postrer día que marca los katunes, no sólo es un rostro divino, sino señor y raíz misma del tiempo7 (figura 1).
En resumen, los días traen consigo los atributos y rostros de las principales deidades del antiguo panteón de los mayas. El sol, kinh, el regente supremo del tiempo, aparece seis veces, en los días 39, 109, 1 1º 149, 16º y 209 de la serie, con máscaras de jaguar, de perro y de simio o como águila y "Señor" bajo el signo de Ahau. La deidad o deidades de la lluvia, en relación con el viento o bajo el símbolo de los ofidios y los dragones celestes, se presentan cinco veces en los días que ocupan los lugares 2º, 5º, 99 y 12º y penúltimo. La efigie del joven dios del maíz, ideal de belleza entre los mayas, se nos muestra dos veces (días 4º y 139). Otras tantas aparece la diosa joven y anciana de la luna que también fomenta el maíz y es venerada como señora de la tierra (días 159 y 17º). La tierra misma, el monstruo divino del cual todo nace, es precisamente el primer rostro de la serie de los días. Finalmente encontramos a las deidades de la muerte, de la caza, de la "estrella grande" y de los sacrificios en los días 69, 79, 89 y 189 respectivamente. Si confrontamos ahora los rostros de los dioses-días, con los de las deidades de los números encontramos, más allá de las diferencias y de otros complejos de símbolos, varias de las mismas figuras ya conocidas, las personas divinas del drama que tuvo por tema el significado del tiempo en el universo que pensó para sí el hombre maya. Atendiendo a los rasgos principales connotados por la simbología de los numerales, portadores de las cargas de tiempo, puede ofrecerse, a modo de resumen, el cuadro siguiente: Hun, el 1; ca, el 2; y ox el 3, aparecen como tres rostros jóvenes. El del uno es la diosa de la luna, la misma bajo cuyo patrocinio está el mes Kayab. El dos es el señor de los sacrificios, relacionado con la deidad del día Etz'nab. El tres con el símbolo Ik, es divinidad del viento y la lluvia. Los rostros del 4, can, y del 5, ho, se hacen presentes con aspecto de ancianos. El cuatro es kinh, el sol viejo, relacionado con el día Ahau. El cinco es la deidad del interior de la tierra., el dios Mam, el mismo del día Imix. El 6, uac, y el 7, uuc, ostentan ambos nariz roma. El seis, relacionado con el dios B, es señor de las lluvias y las tempestades. El siete es el dios jaguar, deidad del inframundo, con el símbolo de la noche. Una vez más encontramos los rostros jóvenes, el del 8, uaxac, y el del 9, bolon. El ocho es el dios del maíz. El nueve es el dios serpiente, Chicchan. El 10, lahun, es el rostro de la deidad de la muerte. El 11, buluc, tiene por signo característico el de caban, la tierra. Es el mismo dios que gobierna el día Manik, el del venado y la caza. Es el señor de la tierra y el monte. El 12, laca, es otro dios más de rostro joven con el signo del cielo y en relación estrecha con el planeta Venus. Oxlahun, el 13, además de aparecer algunas veces como suma de los atributos de los rostros del 10 y del 3, se presenta como deidad acuática que guarda semejanza con la que preside el día Muluc. Los numerales siguientes, del 14 al 19, no ocultan la fusión de rasgos, variantes del rostro del 10 con elementos que corresponden a las deidades del 4 al 9. Finalmente el cero o signo de completamiento, además de sus otras formas simbólicas, entre ellas la concha, se presenta también bajo la figura de un rostro con rasgos que connotan la imagen del dios de la muerte (figura 2).
La serie de los dieciocho uinales (veintenas de días), es igualmente un desfile de rostros, muchos de ellos ya conocidos, aunque ahora aparezcan con otras variantes. En vez de describir los signos de cada uinal en su secuencia cronológica, desde el primero hasta el decimoctavo, se agruparán aquí tomando como criterio los atributos de las deidades que los presiden. Así examinaremos, sucesivamente, los grupos de las veintenas que guardan relación con el sol, el agua, la luna, "la estrella grande" y otros cuerpos celestes, la caza y la tierra. La deidad solar, con sus símbolos del jaguar y de la estera, indicadores de su soberanía, hace su entrada en la veintena de Pop ("estera o petate"), el primero de los meses. El mismo jaguar, recorriendo el inframundo con el símbolo de la región oscura, aparece en seguida en Uo ("una pequeña rana negra"), el nombre del segundo uinal. En el sexto, Xul, el Sol toma apariencia de un perro con la característica cola que se incluye a veces entre los elementos de kinh (figura 3). La palabra Xul, que significa "término", evoca la idea del completamiento del día cuando el Sol entra en la región de la noche. En Yaxkin ("primero o nuevo Sol" y también "sequía") que corresponde al séptimo uinal, la deidad solar asume su aspecto más característico, el de un anciano. Más tarde, en Kankin ("sol amarillo"), en el decimocuarto mes, el Sol aparece de nuevo con el rostro de un perro. Finalmente en el uinal decimosexto, Pax ("tambor"), el jaguar o dios de la nariz chata se relaciona con el sol ascendente, vinculado con la lluvia.
Las deidades del agua presiden también otras siete veintenas. Unas veces con el signo de jade o del agua, y otras con el del ave moán, o en relación con el maíz, un pez o los oficios celestes, el dios y dioses de la lluvia ejercen su influencia en el cuarto, quinto, octavo, decimotercero, decimoquinto, decimosexto y decimoctavo meses. Zotz ("murciélago"), el cuarto, tiene como su patrono al mítico pez Xoc, en el glifo personificado del día Muluc, íntimamente conectado con el dios de la lluvia (figura 12). Zec o Tzec (de etimología incierta), el quinto uinal, está presidido por un dios joven y su glifo ostenta el signo de Can ("el cielo"). Durante este mes había ceremonias en honra del Bacab patrono de los apicultores. El signo del jade o del agua aparece en relación con Mol ("recolectar") en el octavo uinal. Mac ("cerrar"), nombre del mes decimotercero, trae de nuevo el signo de Xoc, "pez", y también está relacionado con el dios del día Ik, numen del viento y la lluvia. El ave moán, en el decimoquinto mes, indica la presencia del agua (figura 3). Cumkú (una de las deidades del maíz) en el decimoctavo mes, tiene como símbolo un "dragón" o monstruo celeste, destacando así, su relación con las otras deidades de las aguas. La diosa de la luna aparece dos veces, en Ch'en y en Kayab, las veintenas novena y decimoséptima. Ch'en ("pozo"), tiene una variante con el glifo de la figura lunar o de la misma diosa. Kayab (de etimología incierta) se representa con la cabeza de una tortuga (figura 3). Veintena bajo el patrocinio de "la estrella grande" es Yax ("nuevo o verde"), la décima en la serie. Una variante glífica de ésta es la cabeza que precisamente simboliza a la deidad de la "estrella grande". Zac ("blanco"), el undécimo mes, aparece como la cabeza de un reptil o batracio. Su patrono es una deidad relacionada con los cuerpos celestes. Finalmente hay otros dos uinales en los que se hacía honra a las deidades de la caza. Uno es Zip (el nombre del dios yucateco de la cacería), tercero en la serie mensual. El otro es Ceb ("venado") que ocupa la posición decimosegunda. Los cazadores celebraban una fiesta en este mes en honor de Ah Ceh, el dios de los venados. Además de los dieciocho uinales de veinte días (18 x 20 = 360), debe atenderse a los cinco días finales, los Uayeb (infaustos), según los nombraban los mayas yucatecos. El glifo de los Uayeb, el periodo de cinco días al término del año, es precisamente el signo del año con un prefijo especial. Estos días no favorables estaban bajo la influencia del Señor de la tierra. A estas series de deidades que se miran en las inscripciones de la época clásica como personificación de los días, de los numerales y los meses en el pensamiento maya, habría que añadir la mención de otros muchos símbolos, también de carácter divino, en relación con otros distintos cómputos: cronológicos. Para nuestro propósito será suficiente decir que también respecto de los periodos fundamentales de kinh, el día; uinal, el mes; tun, el año; katún, la veintena de años y baktún, 360 x 20 x 20 días, es válida la afirmación que atribuye al tiempo rasgos e influjos divinos8 (figura 4).
Así, con base en estos elementos, al menos someramente descritos, daremos ya un nuevo paso en nuestro estudio. Hemos visto, al tratar en forma general de kinh, que fundamentalmente concibieron los mayas al tiempo en estrecha relación con la deidad solar, como algo en si mismo divino, sin limites y omnipresente. Prueba de esto nos la han dado las inscripciones de las estelas con cómputos dirigidos a precisar los momentos de kinh hace millones de años. Los glifos de los códices y los textos de procedencia maya y de redacción posterior a la conquista, han confirmado la continuada y obsesionante insistencia por conocer y prever la realidad siempre cambiante de kinh, sol, día, tiempo divinos. Ahora conocemos ya algo más: todos los momentos de tiempo son llegadas y presencias de rostros de dioses que se aúnan y apartan sucesivamente, dejando sentir sus influencias y determinando sin cesar vida y muerte en el universo. Cada momento no es sólo presencia de un dios, sino suma de muchas presencias. Las deidades de los números, los dioses del día y del mes y, en su caso, el Ahau del katún y otros más, se reúnen en los distintos periodos a través de los ciclos y, con la resultante de sus fuerzas, van tiñendo de múltiples formas el escenario universal en que viven y piensan los mayas. Los sistemas cronológicos son el instrumento para comprender los misterios de kinh cuya esencia son los rostros divinos que a cuestas lo traen. Acertadamente se ha fijado Thompson en varias inscripciones de la época clásica en que precisamente se representan las figuras de dioses, personificación de los números, que, como en carrera de relevos sin fin, traen consigo las diversas cargas de días, de meses, de años, de katunes y baktunes. En el momento preciso en que uno de estos periodos llega a su completamiento, una nueva deidad toma la carga y mantiene así con su sino y sus atributos el fluir incesante de kinh. Los ejemplos aducidos por Thompson del dintel 48 de Yaxchilán, y de las estelas B y D de Quiriguá y D de Copán dan ilustración de esto (figura 5).
La ya notada actitud del pensamiento maya que concibe y mide la realidad de los distintos períodos en función de su completamiento, alcanza nueva forma de expresión en esta imagen de los dioses portadores del tiempo. La llegada de éstos al fin de su jornada (lub, como término o cuenta completa en varios idiomas mayances), es precisamente el momento del "cansancio" de los dioses (lub, connota asimismo "cansarse", en la totalidad de las lenguas de esta familia). Las nuevas deidades que en el mismo instante harán suya la carga del tiempo, marcharán con él a cuestas hasta llegar a su punto de reposo, cuando las haya agobiado el cansancio, que es el completamiento de un ciclo y el principio de uno más. Entendida así la concepción de las medidas del tiempo en cuanto reposo-completamiento, puede percibirse en ella una de las raíces de las cuales se deriva el pensamiento de los ciclos como series sin fin de periodos con momentos que son término y a la vez reanudación. Los textos mayances, en especial aquellos en que se conservan las ruedas de los katunes de épocas mucho más tardías, corroboran lo dicho acerca de esta peculiar concepción de un universo en el que el paso del tiempo es puntual llegada, relevo y partida de fuerzas divinas. Así en la "primera rueda profética de un doblez de katunes", publicada por Barrera Vásquez y reconstruida con base en varios de los textos de Chilam Balam, encontramos la expresión de los antiguos símbolos por medio de los cuales se anuncia la llegada de los diversos periodos con rostro y figura de dioses. Señalando el cambio y la entrada de la carga del tiempo, principia así el texto: Se asienta el 11-Ahau con el 13-Ahau. Ésta es su palabra y lo manifiesta el contenido de su carga: Faz del nacimiento del cielo es el asiento del Katún 11-Ahau. Presente estará allí su estera, presente estará allí su trono. Allí mostrará su palabra, allí mostrará su dominio. Yaxal Chac, Lluvia verde, es la cara del Katún que dominará en el cielo...9 Y tras enumerar cuáles son los sinos, esta vez llenos de pesadumbre, de este periodo, continúa el texto señalando, los rostros de los siguientes katunes. De ellos entresacamos algunos. Respecto del katún 9-Ahau, se nos dice que es "el reinado de Ah Bolon Kin, el del nueve-sol..."10 Del 7-Ahau se proclama que "Amayte Kauil, deidad de los cuatro rumbos, será su rostro en el cielo".11 Del 12-Ahau se afirma, "aquí está lo que manifiesta su carga ... Yaxal Chuen, gran-mono-artífice, es el rostro que tendrá durante su reinado en el cielo. Habrá grandes maestros, grandes sabios, grandes magos ..."12 Y para dar siquiera un ejemplo de la supervivencia de la antigua simbología en relación con los signos de la serie de los días, recordaremos algunos de los pronósticos tomados del Chilam Balam de Kaua:
El lenguaje de los rostros de dioses con cargas de tiempo, que hacen su entrada y se asientan, para ejercer su acción en determinados periodos, se conserva así en estos libros proféticos hasta muchos años después de la conquista y, en ocasiones, hasta fechas relativamente recientes. El hondo arraigo de la vieja concepción de los mayas acerca del tiempo hizo esto posible. Lo que hemos presentado de los elementos más conocidos de la simbología maya, estudiada en las inscripciones, glifos y textos que se refieren a los principales ciclos de tiempo, nos ha acercado al peculiar complejo de connotaciones ligadas a la realidad primordial de kinh. Sobre esta base formularemos algunas conclusiones y apuntaremos algunas hipótesis. Al parecer podemos afirmar lo siguiente:
Para la visión maya de un mundo distribuido en cuatro inmensos sectores, con sus pisos celestes, morada de los dioses y sus planos inferiores, región de las tinieblas, ¿cuál fue la relación del tiempo con el espacio cósmico, henchido también de connotaciones y símbolos? ¿Tiempo y espacio fueron para los mayas aspectos distintos de la misma realidad primordial? De ser esto así, ¿podría describirse su pensamiento como una peculiar manera de panteísmo al que convendría el extraño titulo de pan-cronoteísmo? La aplicación de un concepto como éste indudablemente puede ser arbitraria, como especie de etiqueta carente de significación en el contexto peculiar de los mayas. Imprescindible resulta, por tanto, acercarse a su pensamiento para buscar en él los probables significados que dieron al mundo espacial y a su realidad misma de hombres desde el punto de vista de ese universo suyo en el que el tiempo es suma de rostros, presencias y actuaciones de dioses. Con base en los testimonios que conocemos, y procurando eliminar ideas y atribuciones ajenas a la mentalidad de los mayas, nos interesa en resumen encontrar una respuesta a la pregunta sobre cuál fue su propia concepción de lo que nosotros llamamos espacio y realidad, desde el punto de vista de su pensamiento acerca del tiempo. |
NOTAS | |
1 | Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, p. 69. |
2 | Véase McQuown, Norman, op. cit., p. 79 y Kaufman, Terrence S., op. cit., pp. 113-114. |
3 | Thompson. Ibid., p. 131. |
4 | Goodman, J. T., "The archaic Maya Inscriptions", apéndice a Archaeology, Biologia Centrali Americana, 5 vols. London, 1889-1902. |
5 | No es ciertamente una casualidad el que corresponda al frecuentemente citado Eric Thompson, junto con el título de investigador de los jeroglíficos mayas, el de primer escudriñador de la que él llama "filosofía maya del tiempo". |
6 | Véase la tabla que ofrece Thompson con el nombre de los días en varios idiomas mayances en Maya Hieroglyphic Writing, p. 68. Además de las afinidades en la connotación de muchos de los términos correspondientes a igual día, hay al menos siete días designados con voces cognadas, es decir íntimamente relacionadas, en los siguientes idiomas: maya de Yucatán, Tzeltal y Tzotzil, Chuh (S. Mateo), Jalalteca, Ixil, Quiché y Pokomchí. Por lo que toca a los nombres de los meses, véase la correspondiente tabla en op. cit., p. 106. |
7 | La breve descripción y las relaciones que aquí damos acerca de "los días-dioses", se basa sobre todo en los trabajos de Eduard Seler, "Die Tageszeiehen der Aztekischen und der Maya-Handschriften und ihre Gottheiten", en Gesammelte AbhandIungen, vol. I, pp. 417-503, y de Eric S. Thompson en Maya Hieroglyphic Writing, pp. 69-93. |
8 | Para la descripción de las inscripciones y glifos correspondientes a estos periodos, véase: Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, pp. 142-147. |
9 | Barrera Vásquez, Alfredo, op. cit., pp. 95-96. |
10 | Ibid., p. 99. |
11 | Ibid., p. 100. |
12 | Ibid., p. 112. |
13 | Ibid., pp. 189-193. |
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