Que
en los indios hay algún conocimiento de Dios
PRIMERAMENTE,
AUNQUE las tinieblas de la infidelidad tienen escurecido el entendimiento
de aquellas naciones, pero en muchas cosas no deja la luz & la verdad
y razón algún tanto de obrar en ellos; y así comunmente
sienten y confiesan un Supremo Señor y Hacedor de todo, al cual
los de Pirú llamaban Viracocha, y le ponían nombre de gran
excelencia, como Pachacamac o Pachayachachic, que es creador del cielo
y tierra, y Usapu, que es admirable, y otros semejantes. A este hacían
adoración, y era el principal que veneraban, mirando al cielo. Y
lo mismo se halla en su modo en los de México, y hoy día
en los chinos y en otros infieles. Que es muy semejante a lo que refiere
el libro de los Actos de los Apóstoles,1
haber hallado San Pablo en Atenas, donde vió un altar intitulado,
Ignoto Deo, al Dios no conocido, de donde tornó el apóstol
ocasión de su predicación, diciéndoles: "al que vosotros
veneráis sin conocerle, ese es el que yo os predico". Y así
al mismo modo los que hoy día predican el Evangelio a los indios,
no hallan mucha dificultad en persuadirles que hay un supremo Dios y Señor
de todo, y que ése es el Dios de los cristianos, y el verdadero
Dios. Aunque es cosa que mucho me ha maravillado que con tener esta noticia
que digo, no tuviesen vocablo proprio para nombrar a Dios. Porque si queremos
en lengua de indios hallar vocablo que responde a este Dios, como en latín
responde Deus y en griego Theos, y en hebreo El y
en arábigo Alá, no se halla en lengua del Cuzco, ni
en lengua de México, por donde los que predican o escriben para
indios usan el mismo nuestro español, Dios, acomodándose
en la pronunciación y declaración a la propriedad de las
lenguas índicas, que son muy diversas. De donde se ve cuán
corta y flaca noticia tenían de Dios, pues aun nombrarle no saben
sino por nuestro vocablo. Pero en efecto, no dejaban de tener alguna, tal
cual, y así le hicieron un templo riquísimo en el Pirú,
que llamaban el Pachamac, que era el principal santuario de aquel reino.
Y como está dicho, es lo mismo Pachacamac que el Creador, aunque
también en ese templo ejercitaban sus idolatrías, adorando
al demonio y figuras suyas, y también hacían al Víracocha,
sacrificios y ofrendas, y tenía el supremo lugar entre los adoratorios
que los reyes ingas tuvieron. Y el llamar a los españoles, viracochas,
fué de aquí por tenerlos en opinión de hijos del cielo,
y como divinos, al modo que los otros atribuyeron deidad a Paulo y a Bernabé,
llamando al uno Júpiter, y al otro Mercurio, e intentando de ofrecerles
sacrificio como a dioses. Y al mismo tono los otros bárbaros de
Melite, que es Malta, viendo que la víbora no hacía mal al
Apóstol, le llamaban dios.2
Pues como sea verdad tan conforme a toda buena razón, haber un soberano
Señor y Rey del Cielo, lo cual los gentiles3
con todas sus idolatrías e infidelidad no negaron, como parece así
en la filosofía del Timeo de Platón, y de la Metafísica
de Aristóteles, y Asclepio de Trismegisto, como también
en las Poesías de Homero y de Vergilio. De aquí es que en
asentar y persuadir esta verdad de un Supremo Dios, no padecen mucha dificultad
los predicadores evangélicos, por bárbaras y bestiales que
sean las naciones a quienes predican. Pero esles dificultosísimo
de desarraigar de sus entendimientos, que ninguno otro dios hay ni otra
deidad hay sino uno, y que todo lo demás no tiene proprio poder
ni proprio ser, ni propria operación, más de lo que les da
y comunica aquel supremo y solo Dios y Señor. Y esto es sumamente
necesario persuadilles por todas vías, reprobando sus errores en
universal, de adorar más de un Dios. Y mucho más en particular
de tener por dioses y atribuir deidad y pedir favor a otras cosas que no
son dioses, ni pueden nada, más de lo que el verdadero Dios, Señor
y Hacedor suyo les concede.
Del
primer género de ídolatría de cosas naturales y universales
DESPUÉS
DEL Viracocha o supremo Dios, fué y es en los infieles el que más
comunmente veneran y adoran, el sol, y tras él esas otras cosas
que en la naturaleza celeste o elemental se señalan, como luna,
lucero, mar, tierra. Los Ingas, señores del Pirú, después
del Viracocha y del sol, la tercera guaca o adoratorio, y demás
veneración, ponían al trueno, al cual llamaban por tres nombres,
Chuquilla, Catuilla y Intiillapa, fingiendo que es un hombre que está
en el cielo con una honda y una porra, y que está en su mano el
llover, y granizar y tronar, y todo lo demás que pertenece a la
región del aire, donde se hacen los nublados. Esta era guaca (que
así llaman a sus adoratorios) general a todos los indios del Pirú,
y ofrecíanle diversos sacrificios. Y en el Cuzco, que era la corte
y metrópoli, se le sacrificaban también niños como
al sol. A estos tres que he dicho: Viracocha, Sol y Trueno, adoraban en
forma diversa de todos los demás, como escribe Polo haberlo él
averiguado, que era poniendo una como manopla o guante en las manos cuando
las alzaban para adorarles. También adoraban a la Tierra, que llamaban
Pachamama, al modo que los antiguos celebraban la diosa Tellus, y al mar
que llamaban Mamacocha, como los antiguos a la Thetis o al Neptuno. También
adoraban el arco del cielo, y era armas o insignias del Inga, con dos culebras
a los lados a la larga. Entre las estrellas comunmente todos adoraban a
la que ellos llaman Collca, que llamamos nosotros las Cabrillas. Atribuían
a diversas estrellas diversos oficios y adorábanlas los que tenían
necesidad de su favor, como los ovejeros hacían veneración
y sacrificio a una estrella que ellos llamaban Urcuchillay, que dicen es
un carnero de muchos colores, el cual entiende en la conservación
del ganado, y se entiende ser la que los astrólogos llaman Lira.
Y los mismos adoran otras dos, que andan cerca de ella, que llaman Catuchillay,
Urcuchillay, que fingen ser una oveja con un cordero. Otros adoraban una
estrella que llaman Machacuay, a cuyo cargo están las serpientes
y culebras, para que no les hagan mal, como a cargo de otra estrella que
llamaban Chuquichinchay, que es tigre, están los tigres, osos y
leones. Y generalmente de todos los animales y aves que hay en la tierra,
creyeron que hubiese un semejante en el cielo, a cuyo cargo estaba su procreación
y aumento, y así tenían cuenta con diversas estrellas, como
la que llaman Chacana, y Topatorca y Mamana, y Mirco y Miquiquiray, y así
otras, que en alguna manera parece que tiraban al dogma de las ideas de
Platón. Los mexicanos cuasi por la misma forma, después del
supremo Dios adoraban al sol, y así a Hernando Cortés, como
él refiere en una carta al Emperador Carlos Quinto, le llamaban
Hijo del Sol, por la presteza y vigor con que rodeaba la tierra. Pero la
mayor adoración daban al ídolo llamado Vitzilipuztli, al
cual toda aquella nación llamaba el Todopoderoso y señor
de lo creado, y como a tal, los mexicanos hicieron el más suntuoso
templo y de mayor altura, y más hermoso y galán edificio,
cuyo sitio y fortaleza se puede conjeturar por las minas que de él
han quedado en medio de la ciudad de México. Pero en esta parte,
la idolatría de los mexicanos fué más errada y perniciosa
que la de los ingas, como adelante se verá mejor; porque la mayor
parte de su adoración e idolatría se ocupaba en ídolos,
y no en las mismas cosas naturales, aunque a los ídolos se atribuían
estos efectos naturales, como del llover y del ganado, de la guerra, de
la generación, como los griegos, y latinos pusieron también
ídolos de Febo y de Mercurio, y de Júpiter y de Minerva,
y de Marte, etc. Finalmente, quien con atención lo mirare, hallará
que el modo que el demonio ha tenido de engañar a los indios, es
el mismo con que engañó a los griegos y romanos, y otros
gentiles antiguos, haciéndoles entender, que estas criaturas insignes,
sol, luna, estrellas, elementos, tenían proprio poder y autoridad
para hacer bien o mal a los hombres, y habiéndolas Dios creado para
servicio del hombre, él se supo tan mal regir y gobernar, que por
una parte se quiso alzar con ser Dios, y por otra dió en reconocer
y sujetarse a las criaturas inferiores a él, adorando e invocando
estas obras, y dejando de adorar e invocar al Creador, como lo pondera
bien el Sabio por estas palabras:4
vanos y errados son todos los hombres en quien no se halla el conocimiento
de Dios. Pues de las mismas cosas que tienen buen parecer, no acabaron
de entender al que verdaderamente tiene ser. Y con mirar sus obras, no
atinaron al Autor y Artífice, sino que el fuego o el viento, o el
aire presuroso o el cerco de las estrellas, o las muchas aguas, o el sol
o la luna, creyeron que eran dioses y gobernadores del mundo. Mas si enamorados
de la hermosura de las tales cosas les pareció tenerlas por dioses,
razón es que miren cuánto es más hermoso que ellas
el Hacedor de ellas, pues el dador de hermosura es el que hizo todas aquestas
cosas. Y si les admiró la fuerza y maravilloso obrar de estas cosas,
por ellas mismas acaben de entender cuánto será más
poderoso que todas ellas el que les dió el ser que tienen. Porque
por la propria grandeza y hermosura que tienen las criaturas se pueden
bien conjeturar qué tal sea el Creador de todas. Hasta aquí
son palabras del libro de la Sabiduría, de las cuales se pueden
tomar argumentos muy maravillosos y eficaces para convencer el grande engaño
de los idólatras infieles, que quieren más servir y reverenciar
a la criatura que al Creador, como justísimamente les argulle el
Apóstol.5
Mas porque esto no es del presente intento y está hecho bastantemente
en los sermones que se escribieron contra los errores de los indios, baste
por agora decir que tenían un mismo modo de hacer adoración
al sumo Dios y a esos vanos y mentirosos dioses. Porque el modo de hacerle
oración al Viracocha y al sol, y a las estrellas y a las demás
guacas o ídolos, era abrir las manos y hacer cierto sonido con los
labios como quien besa, y pedir lo que cada uno quería y ofrecerle
sacrificio. Aunque en las palabras había diferencia cuando hablaban
con el gran Ticciviracocha, al cual atribuían principalmente el
poder y mando de todo, y a los otros como dioses o señores particulares,
cada uno en su casa, y que eran intercesores para con el gran Ticciviracocha.
Este modo de adorar abriendo las manos y como besando, en alguna manera
es semejante al que el santo Job abomina como proprio de idólatras,
diciendo:6
Si besé mis manos con mi boca mirando al sol cuando resplandece,
o a la luna cuando está clara, lo cual es muy grande maldad y negar
al altísimo Dios. |