AGUILA.
1.
El Aguila es un animal-símbolo de muchas tradiciones, entre ellas
la romana donde se la emparentaba con el imperio y por lo tanto con el
emperador; su significado en ese sentido se ha mantenido hasta la época
contemporánea asociado al poder, y por lo tanto es insignia de ciertas
monedas fuertes.
La velocidad del águila, su vista, sus planeos
majestuosos, la posibilidad de volar más alto que cualquier ave
no pasó desapercibida por ningún pueblo, y tampoco para las
culturas precolombinas que la integraron en sus complejos simbólicos
de manera fundamental, desde el Norte al Sur de América. Junto con
la serpiente y el tigre, se podría decir que son los símbolos
animales más importantes y extendidos de las naciones precolombinas;
se la relaciona con el Sol, su fuerza y luminosidad, y esas significaciones
se extienden a su plumaje, tomado como signo precioso, mágico, atributo
tanto de guerreros como de chamanes; las plumas suelen expresar los grados
jerárquicos de quienes las exhiben en sus atuendos, en especial
las que se usan sobre la cabeza, símbolo de autoridad; algunas otras
aves rapaces, como el cóndor y el halcón, son también
asimiladas al águila, especialmente en América del Sur.
Como todos los símbolos es mucho más que
una alegoría y ella representa, verdaderamente, una imagen solar
y celeste, es decir, un atributo de la deidad. La capacidad de su vuelo,
que la acerca físicamente más que ningún otro viviente
al sol, y la majestuosidad de su porte, unido a la amplitud de su visión,
hacen de este animal algo extraordinario, en relación a otros cuyo
alcance es más limitado, en cuanto que condicionados por la misma
topografía y sus características su radio de acción
es mucho menor.
2. En general todos los plumajes
están asimilados al vuelo y al viaje extático, pero para
los indios de Norte América la pluma de águila es la que
posee mayores poderes, incluso curativos. Plumas de águila suelen
estar integradas al calumet, o pipa sagrada, su más precioso
objeto ritual, al igual que están en la base de distintas ceremonias
e indumentarias significativas.
Los mexicanos ofrendaban los corazones humanos de los
sacrificados al águila solar; es conocida la importancia que el
águila tenía para este pueblo de México-Tenochtitlan,
y aún hoy forma parte de su escudo nacional, al igual que el de
Estados Unidos de América del Norte. Caballeros-águilas y
caballeros-tigres, lo mismo que en la región andina (halcones-pumas)
conformaban grupos de nobles y guerreros relacionados con la oposición
y la complementación de lo uránico y lo ctónico, de
lo celeste y lo terrestre.
Este símbolo es, por otra parte, universal, y se
lo encuentra asociado a los principales conjuntos simbólicos de
todas las tradiciones, donde aparece, al igual que la totalidad de las
aves, como intermediario entre el hombre y los dioses.
Según el P. Cieza de León, el espíritu
de Ayar Cachi se les presentó a sus hermanos incas, que se
autodenominaron posteriormente 'hijos del sol', bajo la forma de águila:
"lo vieron venir por el aire con alas grandes de plumas pintadas" y les
ordenó fundar su capital, el Cuzco (P. de Cieza de León,
El
Señorío de los Incas).
3. Cuauhtli es águila
en náhuatl y es el quinceavo de los signos de los veinte
días en el calendario azteca. El glifo correspondiente del calendario
maya es men. En Xochicalco se ven águilas en el friso de
la pirámide; en Tula y Chichén Itzá se las encuentra
asociadas a jaguares; en Monte Albán, cultura zapoteca, se
las observa descendiendo; en Tiahuanaco y Chavín de Huantar en América
del Sur se las asocia también con el Sol; como en la sun dance
de las tribus norteamericanas el símbolo del dios azteca Huitzilopochtli
era un águila. En los códices mesoamericanos se la considera
entre los cuatro animales depredadores, ubicada al Sur.
4. El antropólogo
Carlos Castañeda, investigador del chamanismo indígena nos
dice en su libro El Don del Aguila: "Don Juan me explicó
que el mundo que percibimos no tiene existencia trascendental. Como estamos
familiarizados con él creemos que lo que percibimos es un mundo
de objetos que existen tal como lo percibimos, cuando en realidad no hay
un mundo de objetos, sino, más bien, un universo de emanaciones
del AGUILA. Esas emanaciones representan la única realidad inmutable.
Es una realidad que abarca todo lo que existe, lo perceptible y lo imperceptible,
lo conocible y lo inconocible".
5. En el respetuoso film
acerca de las tradiciones del área amazónica, fundado por
otra parte en una historia real, La Selva Esmeralda, el director
describe una ceremonia mágica con el uso de cohoba, donde
un padre y su hijo se 'transforman' respectivamente en un jaguar y un águila,
de acuerdo a las formas prevalecientes en su psicología profunda.
La identificación con el águila es frecuente en esa zona
cultural americana.
6. En el mito teotihuacano
de la Creación, un ser (águila) se arroja al fuego y se quema
(como otro personaje de ese mismo mito, lo que parece otorgar sólo
un valor intermediario al animal-símbolo); ese chamuscamiento es
la razón de que el águila esté 'pintada'.
7. El águila sagrada
era denominada awahili por los indios cheroquíes,
y henga por los osages de las grandes llanuras de Norteamérica;
los mandans, de esa misma región, llamaban hoita al
espíritu del Aguila Moteada, y mah sish al Aguila de la Guerra.
Para las tribus del sudoeste de Estados Unidos las danzas rituales asociadas
al águila tienen el doble sentido de impetración del hálito
vital por mediación de la lluvia, y el de poder, en relación
a lo que se ha dado en llamar 'magia simpática'.
AIRE. 1.
Uno de los cuatro elementos constitutivos de la naturaleza conjuntamente
con el Agua, el Fuego, y la Tierra, presentes en la Tradición Precolombina,
especialmente en los mitos creacionales de las Grandes Eras. Como el fuego
es elemento activo, mientras la tierra y el agua son pasivos y suelen oponerse
en forma cruciforme, dos a dos. Debe relacionárselo por un lado
al viento y por el otro al hálito vital, a la respiración
del cosmos. Esta doble interpretación no se contradice, sino se
complementa; como dios del viento anuncia las lluvias y su soplo vivificante
predice y produce la llegada de las aguas y el mantenimiento de la vegetación.
También es un dios terrible cuya misión es destruir todo
lo que está a su paso para permitir la regeneración de la
Tierra; este es el caso de la deidad unípede y helicoidal llamada
Huracán
por los indígenas de la zona del caribe, famosa por sus ciclones.
El dios supremo del panteón azteca, Quetzalcóatl,
representaba este elemento, al igual que otras deidades análogas
de la América indígena. Por ese motivo se le suele ver como
el primogénito de los dioses -y un dios emparentado con el Sol-;
junto con sus hermanos o compañeros marcaba los dos puntos solsticiales
y los dos equinocciales y los elementos correspondientes; según
el cronista Sahagún, "cuando a él le pareció, sopló,
y engendró a este Quetzalcóatl". Es sabido que las
Eras, llamadas Soles, estaban emparentadas con los elementos; el Sol de
Aire es el que encabeza la ronda en la famosa Piedra del Sol. Se lo encuentra
ubicado al este, y seguido al norte por el Fuego, al oeste por el Agua
y al sur por la Tierra según el curioso orden que se expresa igualmente
en códices y documentos. Quizás el atributo más característico
de esta deidad es su pico de ave, asimilada al aire, que lo caracteriza
como un espíritu intermediario entre cielo y tierra, y por lo tanto
un dios atmosférico. Recordemos aquí que el aire es el medio
por el que se expande el sonido, se transportan los mensajes y se efectivizan
las 'audiciones'. También es el vehículo de la luz e igualmente
en él se propagan todos los olores; es casi intangible, sutil y
misterioso, un agente conocido de lo desconocido. Es de observarse que
los dioses educadores, Viracocha (en Perú) y Bochica (en
Colombia) van 'yéndose', 'abriendo caminos', por lo que se los ha
considerado peregrinos y hasta 'predicadores', para finalmente desaparecer
de manera misteriosa como el propio Quetzalcóatl-Ehécatl.
Este, como casi todos los dioses del viento, no sólo está
en relación con las aguas, y con los dioses como Tlaloc relacionado
con la lluvia, sino igualmente con el relámpago y el trueno y asimismo
con el fuego, pues él es el que sopla para avivarlo haciendo crecer
la chispa producida por la fricción de dos pedernales; en ese mismo
sentido suelen asociarse estas divinidades, como se acaba de decir, con
relámpagos y rayos, y aún de modo casi directo con los númenes
del fuego y la lluvia, tal cual puede observarse claramente en la dupla
Quetzalcóatl-Tlaloc,
tan evidente en Teotihuacan.
2. En cuanto hálito
vital el aire se identifica con la respiración universal, o alma
del mundo. Dadas las correspondencias y analogías que toda cultura
arcaica establece entre los distintos aspectos de la realidad, el aliento
vital del cosmos se vincula con el aspir-expir individual, signando todo
lo que permanece vivo. En ese sentido el ritmo de lo vital es una constante
siempre verificable, un ejemplo perfecto de las leyes de la armonía
cósmica. La inspiración es una saturación de las energías
universales, el alimento básico; y la expiración una entrega
al Ser del mundo, Esaugetuh misse, cuyo nombre significa 'dueño
del aliento', o 'el que trae la vida'; es el dios del viento y asimismo
la deidad principal entre los criks americanos.
3. El hálito vital
está íntimamente vinculado con la sangre y por lo tanto precede
al fuego existencial. El soplo divino es equiparado a veces a la voz de
la deidad, al sonido primigenio, y a su posterior manifestación,
la luz, uno de los atributos del sol y del fuego. Los distintos sonidos
de flautas, silbatos y el sonido ritual del caracol expresan al viento,
mientras que tambores y atabales testimonian el ruido de la tormenta y
el trueno. El sonido ritual, en cuanto es secuencial y también contrapuntístico
y reiterativo significa igualmente el tiempo, el ciclo y el devenir.
En muchos ritos precolombinos el soplo es manejado por
los chamanes para la curación espiritual -y física- y entre
ellos destacaremos el aspir y expir del tabaco, tal vez la planta más
sagrada y común a todas las culturas precolombinas. El insuflar
la vida es propio de los númenes y por lo tanto todo lo tocante
al aire es automáticamente sagrado. Lo que está animado respira
y en tal sentido puede recordarse el spiritus de los romanos y el
pneuma
de los griegos; el aire es un misterio evidente sólo perceptible
por sus efectos manifestados; lo aéreo y lo volátil son sinónimos
de una realidad otra.
4. Todos los gases están
en estrecha relación con el elemento Aire; también el flato
es una forma del Aire y como tal antecede a la evacuación, así
como el Trueno anuncia las tormentas. Debe considerarse siempre que las
culturas primitivas y/o arcaicas no tienen los prejuicios occidentales
higiénicos y morales al respecto, sino que consideran al hombre
como parte de una totalidad. La diosa Tlaelcuani (la comedora de
inmundicias) del panteón azteca, además de poseer otros atributos
es la que se hace cargo de las "inmundicias" y la "descarga" que produce
toda confesión, como bien lo entendieron los primeros cronistas
europeos. La respiración es un proceso fundamental en el ser humano
y en toda la creación que participa del mismo hálito vital.
Para los navajos el viento ocupa un lugar central en su cosmogonía
como propagador de la existencia, manifestación visible del padre
cielo, y como fecundador de la madre tierra por el semen que expresan las
lluvias.
Permítasenos aquí citar la tradición
hindú, como ejemplo de la universalidad de los símbolos,
concretamente el Rig Veda 10-16813:
"¿Dónde ha nacido y de dónde viene?
Hálito de vida de los dioses;
dios que va donde quiere;
tememos tu soplo impetuoso,
pero ¿quién conoce tu rostro?"
ALAS-AVES-PLUMAS.
1.
Al hablar del Aguila algo dijimos en general de la simbólica de
las alas, las aves, y las plumas. Este último término es
particularmente importante en la Tradición Precolombina, pues gran
parte de su arte se expresó a partir de plumas de preciosos colores
-como aún hoy se manifiesta en el Brasil-, formando mosaicos o combinaciones
y entretejimientos con otros materiales de la indumentaria de uso ceremonial
o cotidiano, aunque la mayor parte de este arte se ha perdido por la índole
perecedera del material. Entre las deidades náhuatl asociadas
al vuelo, y por lo tanto a las aves, señalaremos algunas:
Codorniz (zolin)
Colibrí (Huitzilin)
Pavo, guajolote (huexólotl)
Mariposa (papalotl)
Quetzal |
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Tlazoltéotl, Xipe totec
Huitzilopochtli
Tezcatlipoca
Xochipilli
Quetzalcóatl.
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En algunos códices mesoamericanos como el Borgia,
Borbónico
y el Tonalámatl de Aubin, eminentemente calendáricos,
estos pájaros se hallan incorporados directamente al texto y al
movimiento cíclico de su estructura, por lo que se ha pensado, no
sin razón, que tienen una función primordial; esto se ve
subrayado por el pensamiento matemático y la numerología
indígena. Estas aves son: colibrí azul, colibrí verde,
tórtola, codorniz, cuervo, lechuza, mariposa, halcón, pavo,
búho, quetzal, guacamaya, y papagayo (o loro). Sin entrar en profundidades
lingüísticas, debemos señalar que se hace también
diferencia entre pájaros machos y hembras, y entre aves y polluelos.
El murciélago también ha jugado un papel en mesoamérica
y se lo destaca en vasijas quiché y cakchiqueles,
entre estos últimos es un animal totémico al igual que en
Copán (Honduras), reino que llevaba su glifo emblema; en verdad
el murciélago es un personaje clave en la cultura mesoamericana,
como puede observarse en la arqueología de Monte Albán.
En una de las eras o creaciones narradas en el Popol
Vuh, un ave: Xecotcovah atacó con sus garras y pico a
los hombres hechos de palo; en este mismo documento se dice que dos de
los cuatro anunciadores de la cuarta creación, fueron la cotorra
y el cuervo; asimismo los cuatro dioses originales meditaron acerca de
la creación del mundo cubiertos con plumas preciosas de color verde.
Numerosísimas son las representaciones de aves
en toda la América Antigua, pero tal vez la más espectacular
es la que se encuentra dibujada en enormes proporciones, ya que sólo
puede distinguirse netamente desde el aire, en las llamadas pistas de Nazca,
al Sur del Perú. Señalaremos además la importancia
que un ave mítica, el Thunderbird, tiene para algunas tribus
norteamericanas, las cuales piensan que el trueno se produce por el batir
de sus alas y los relámpagos por el abrir y cerrar de sus ojos;
generalmente esta ave es representada como un águila. En el calendario
maya, cib, el zopilote, ocupa el lugar del dieciseisavo día;
lo mismo en el azteca y en los mixtecos, en los que sólo
dos aves figuran, el águila y el zopilote.
Las alas y las plumas significan un impulso hacia lo alto,
al combinarse con otros símbolos animales los 'espiritualizan' haciéndoles
cambiar su significado, o mejor, complementándolo. Tal es el caso
de Quetzalcóatl o el Gucumatz quiché,
la serpiente emplumada, como manifestación de la oposición
en la naturaleza humana de lo que repta y vuela.
Se dice que las plumas están también vinculadas
a la vegetación en cuanto símbolo de la cabellera de la tierra;
para algunos tupiguaraní, los rayos del sol eran plumas-cabellera.
Se considera a las aves como portadoras de mensajes, de
buen o mal agüero y por eso los chamanes estudian e interpretan su
vuelo.
Las plumas como símbolos del aire también
son fecundadoras como puede verse en el mito azteca del nacimiento de Huitzilopochtli,
parido por una virgen que recogió un montón de plumas en
su regazo. Los indios pueblo consideran a las plumas como intermediarias
entre cielo y tierra y las colocan en lugares especiales de su geografía
sagrada.
No sólo las aves son transmisoras de mensajes sino
que éstos pueden tener un carácter agorero. En el
Memorial de Sololá. Anales de los Cakchiqueles, se expresa:
"Al instante comenzaron a llegar los agoreros. A las puertas de Tulán
llegó a cantar un animal llamado Guardabarrancas, cuando salíamos
de Tulán. 'Moriréis, seréis vencidos, yo soy vuestro
oráculo', nos decía el animal. '¿No pedís misericordia
para vosotros? Ciertamente seréis dignos de lástima'. Así
nos habló este animal. Luego a coro se unen la lechuza y el perico,
el cual dice: 'yo soy vuestro mal agüero, ¡moriréis!'
"
2. Todas las aves, representantes
del vuelo y el elemento aire y rectoras del mundo intermediario y por lo
tanto portadoras de mensajes que traen por medio de sus alas y sus cantos,
han sido sacralizadas por las culturas y ritos indígenas, a lo largo
y ancho de América, desde los tiempos precolombinos a los actuales;
así el pequeño y volátil colibrí, el quetzal,
la lechuza, y aún mariposas, avispas y tábanos y las majestuosas
águilas norte y mesoamericanas tanto como el cóndor andino.
Por lo que establecer un catálogo de especies y nombres de estas
aves resultaría anacrónico; sin embargo, un solo ejemplo
de su función augúrica y su fundamental importancia como
elementos sociales e históricos, está presente en la leyenda
de la migración de los mexicas, que dio lugar a la fundación
de Tenochtitlán, donde un pájaro les ordenó
partir diciendo tihui-tihui (nos vamos, nos vamos). Agregaremos
otros dos ejemplos: por un lado las trece aves-deidades que forman parte
del cuerpo mismo de determinados calendarios mesoamericanos, como ya se
ha dicho, y por lo tanto son parte del tiempo tomado como un rito, y el
protagonismo del queletzu (loro), primer animal que cantó
cuando apareció el sol, tan semejante al quel (cotorra),
que reveló a los Formadores y Hacedores donde se encontraba el maíz
con el cual formar la carne del hombre (ambos pertenecen al género
de las psitáceas), según el Popol Vuh.
3. Pájaro de Trueno
(Thunderbird). Los indios del Noroeste de Norteamérica llaman
así a un ave sagrada y mítica que origina el rayo y el trueno.
Esa misma ave es llamada Heloha entre los choktaw del Suroeste
y Skyamsen por los esquimales. Los sioux y dakotas tienen
un ave análoga emparentada con el trueno (Wakinyan) y reconocen
en Wakinyan Tanka al misterioso Pájaro de Trueno,
que transmite las voces de los dioses, o mejor que las expresa directamente
al igual que lo hacen las aves con su canto; nos referimos al lenguaje
sonoro de pájaros y fenómenos atmosféricos tomados
como señales de la conducta de hombres y pueblos. |