Fray Diego de Landa, franciscano nacido el 12 de noviembre de 1524 en la villa alcarreña de Cifuentes, provincia de Guadalajara, viajó a Yucatán como misionero, obteniendo el más alto honor dentro de la orden. El 12 de julio de 1562 organizó un auto de fe en la ciudad de Maní, donde quemó numerosos códices y símbolos de los dioses mayas, practicando diversas torturas a los indígenas, convencido de que un poder demoniaco se extendía por todo el Yucatán, pues según su parecer los indios se entregaban a la magia, la idolatría y efectuaban sacrificios humanos. Fue procesado en España por el Consejo de Indias donde empezó a escribir Relación de las cosas de Yucatán. Es bien paradójico que después de estos actos inquisitoriales contra los indígenas, se dedicara a explicar sus ceremonias, mitos y ritos recogidos minuciosamente en este libro. Regresó a Yucatán donde fue nombrado obispo, sustituyendo a Fray Francisco de Tora debido a su fallecimiento. Fray Diego de Landa murió en la ciudad de Mérida, Yucatán, el 29 de abril de 1579 a causa de una enfermedad. El capitulo que ofrecemos, donde describe el “bautismo” en Yucatán llamado zihil (nacer de nuevo u otra vez) por los nativos, advierte acerca de la similitud de este rito con el de otras tradiciones. Ha sido extraído del libro: Fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán. Editorial San Fernando, Mérida, Yucatán, México, 1993. |
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FRAY DIEGO DE LANDA (Fragmento) |
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No se halla el bautismo en ninguna parte de las Indias sino (sólo) en esta de Yucatán y aun con vocablo que quiere decir nacer de nuevo u otra vez, que es lo mismo que en la lengua latina (significa) renacer, porque en la lengua de Yucatán zihil quiere decir nacer de nuevo u otra vez, y no se usa sino en composición de verbo: y así caputzihil quiere decir nacer de nuevo. No hemos podido saber su origen sino que es cosa que han usado siempre y a la que tenían tanta devoción que nadie la dejaba de recibir y (le tenían tanta) reverencia, que los que tenían pecados, si eran para saberlos cometer, habían de manifestarlos, especialmente a los sacerdotes; y tanta fe (habían) en él que no repetían el pecado en ninguna manera. Lo que pensaban (que) recibían en el (bautismo) era una propia disposición para ser buenos en sus costumbres y no ser dañados por los demonios en las cosas temporales, y venir, mediante él y su buena vida, a conseguir la gloria que ellos esperaban, en la cual, según en la de Mahoma, habían de usar de manjares y bebidas. Tenían, pues, esta costumbre para venir a hacer los bautismos, que criaban las indias a los niños hasta la edad de tres años, y a los varoncitos usaban siempre ponerles pegada a la cabeza, en los cabellos de la coronilla, una contezuela blanca, y a las muchachas traíanlas ceñidas abajo de los riñones con un cordel delgado y en él una conchuela asida, que les venía a dar encima de la parte honesta y de estas dos cosas era entre ellos pecado y cosa muy fea quitarla de las muchachas antes del bautismo, el cual les daban siempre desde la edad de tres años hasta la de doce, y nunca se casaban antes del bautismo. Cuando había alguno que quisiese bautizar a su hijo, iba al sacerdote y dábale parte de su intento; el sacerdote publicaba por el pueblo el bautismo y el día en que lo hacía ellos miraban siempre que no fuese aciago. Hecho esto, el que hacía la fiesta, que era el que movía la plática, elegía a su gusto un principal del pueblo para que le ayudase en su negocio y las cosas de él. Después tenían por costumbre elegir a otros cuatro hombres ancianos y honrados que ayudasen al sacerdote en la ceremonia el día de la fiesta, y a éstos los elegían juntamente a su gusto con el sacerdote, y en estas elecciones los padres de todos los niños que había que bautizar entendían siempre que de todos era la fiesta y a estos que escogían llamábanles chaces. Tres días antes de la fiesta ayunaban los padres de los muchachos y los oficiales, absteniéndose de las mujeres. El día (del bautismo) juntábanse todos en casa del que hacía la fiesta y llevaban a todos los niños que habían de bautizar, a los cuales ponían en orden, de un lado los muchachos y del otro las muchachas, en el patio o plaza de la casa que limpio y sembrado de hojas frescas, tenían. A las niñas poníanles como madrina a una mujer anciana y a los niños un hombre que los tuviese a su cargo. Hecho esto trataba el sacerdote de la purificación de la posada, echando al demonio de ella. Para echarlo ponían cuatro banquillos en las cuatro equinas del patio, en los cuales se sentaban los cuatro chaces con un cordel asido del uno al otro, de manera que quedaban los niños (como) acorralados en medio o dentro del cordel; después pasando sobre el cordel, había de entrar al circuito todos los padres de los niños, que habían ayunado. Después, o antes, ponían en medio otro banquillo donde el sacerdote se sentaba con un brasero, un poco de maíz molido y un poco de incienso. Allí venían los niños y las niñas, por orden, y echábales el sacerdote un poco de maíz molido y un poco del incienso en la mano, y ello (lo echaban) en el brasero, y así (lo) hacían todos; y acabados estos sahumerios tomaban el brasero en que los hacían y el cordel con que los chaces los tenían cercado y echaban en un vaso un poco de vino y dábanlo todo a un indio (para) que lo llevase fuera del pueblo, avisándole no bebiese ni mirase (hacia) atrás a la vuelta, y con esto decían que el demonio quedaba echado. Ido el indio, limpiaban el patio de las hojas de árbol que tenía, (árbol) que se dice cihom y echaban otras de otro que llaman copó y ponían unas esteras en tanto que el sacerdote se vestía. Vestido, salido con un saco de plumas coloradas y labrado de otras plumas de colores y otras plumas largas colgando de los extremos (del saco) y una como coraza, de las mismas plumas, en la cabeza, y debajo del saco muchos listones de algodón (que llegaban) hasta el suelo, como colas, y con un hisopo en la mano, hecho de un palo corto muy labrado y por barbas o pelos del hisopo ciertas colas de una culebra (que son) como cascabeles, y con no más ni menos gravedad que tendría un papa para coronar a un emperador, que era cosa notable la serenidad que les causaban los aparejos. Los chaces iban luego a los niños y ponían a todos, en las cabezas, sendos paños blancos que sus madres traían para ello. Preguntaban a los que eran grandecillos si habían hecho algún pecado o tocamiento feo, y si lo habían hecho confesábanlo y los separaban de los otros. Hecho esto mandaba el sacerdote callar y sentar la gente y comenzaba él a bendecir con muchas oraciones a los muchachos y a santiguarlos con su hisopo y (todo ello) con mucha serenidad. Acabada su bendición se sentaba y levantábase el principal que los padres de los muchachos habían elegido para esta fiesta y con un hueso que el sacerdote le daba iba a los muchachos y amagaba a cada uno nueve veces en la frente; después mojábale con el agua de un vaso que llevaba y untábales la frente y las facciones, y entre los dedos de los pies, y de las manos, sin hablar palabra. Esta agua la hacían de ciertas flores y de cacao mojado y desleído con agua virgen, que ellos decían, traída de los cóncavos de los árboles o de la piedras de los montes. Acabada esta untura se levantaba el sacerdote y les quitaba los paños blancos de la cabeza y otros que tenían colgados a las espaldas en que cada uno traía atadas unas pocas plumas de unos pájaros muy hermosos y algunos cacaos, todo lo cual recogía uno de los chaces, y luego el sacerdote cortaba a los niños, con una navaja de piedra, la cuenta que habían traído pegada a la cabeza; tras esto iban los demás ayudantes del sacerdote con un manojo de flores y un humazo que los indios usan chupar y amagaban con cada uno de ellos nueve veces a cada muchacho y después dábanles a oler las flores y a chupar el humazo. Luego recogían los presentes que las madres traían y daban de ellos a cada muchacho un poco para comer allí, que de comida eran los presentes, y tomaban un buen vaso de vino y el resto del presente ofrecíanlo a los dioses con devotas plegarias, rogándoles recibiesen aquel don pequeño de los muchachos y llamando a otro oficial que les ayudaba, que llamaban cayom, débanle (el vino) a que lo bebiese, lo que hacía sin descansar, que se diría que es pecado. Hecho esto se despedían primero las muchachas, a las cuales iban sus madres a quitarles el hilo con que habían andado atadas por los riñones hasta entonces, y la conchuela que traían en la puridad, lo cual era como la licencia de poderse casar cuando quiera que los padres quisiesen. Después despedían a los muchachos, e idos, venían los padres al montón de las mantillas que habían traído y repartíanlas, por su mano a los circunstantes y oficiales. Acabada después la fiesta con comer y beber largo. Llamaban a esta fiesta emku, que quiere decir bajada de Dios. El que principalmente habíala hecho moviéndola y haciendo el gasto, después de los tres días en que por ayuno se había abstenido, se había de abstener nueve más y lo hacían invariablemente. |
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