HISTORIA GENERAL DE LAS COSAS DE NUEVA ESPAÑA
FRAY BERNARDINO DE SAHAGUN

LIBRO PRIMERO
En que se trata de los dioses que adoraban los naturales desta tierra que es la nueva España

(Continuación)


CAPITULO XIV, habla cerca de un dios que se llamaba Macuilxóchitl, que quiere decir «cinco flores», y también se llamaba Xochipilli, que quiere decir «el principal que da flores» o «que tiene cargo de dar flores»

A este dios llamado Macuilxóchitl teníanle por dios, como el arriba dicho, que es el dios del fuego. Era más particular dios de los que moraban en las casas de los señores o en los palacios de los principales. A honra deste dios hacían fiesta, y su fiesta se llamaba xochílhuitl, la cual fiesta se contaba entre las fiestas movibles que están en el Cuarto Libro, que trata del arte adivinatoria.

Cuatro días antes desta fiesta ayunaban todos los que la celebraban, así hombres como mujeres. Y si algún hombre en el tiempo deste ayuno tenía acceso a mujer, o alguna mujer a hombre durante el dicho ayuno, decían que ensuciaba su ayuno, y este dios se ofendía mucho desto, y por esto hería con enfermedades de las partes secretas a los que tal hacían, como son almorranas, pudredumbre del miembro secreto, deviesos y incordios, etcétera. Y porque tenían entendido que estas enfermedades eran castigos deste dios, por la causa arriba dicha, hacíanle votos y prometimientos para que se aplacase y cesase de afligir con aquellas enfermedades.

Cuando llegaba esta fiesta deste dios, que se llamaba xochílhuitl, que quiere decir «la fiesta de las flores», como dicho es, ayunaban todos cuatro días. Algunos no comían chilli o axí, y comían solamente al medio día, y a la media noche bebían una mazamorra que se llamaba tlacuilolatulli, que quiere decir «mazamorra pintada», con una flor puesta encima, en el medio. Llamábase este ayuno «el ayuno de las flores».

También los que ayunaban sin dexar el chilli ni otras cosas sabrosas que suelen comer, comían una vez sola al mediodía. Otros ayunaban comiendo panes ázimos, esto es, que el maíz de que se hacía el pan que comían no se cocía con cal ante de molerlo, que esto es como hormentar, sino molían el maíz seco y de aquella harina hacían pan, y cocíanlo en el comal, y no comían chihhini otra cosa con ello. No comían más que una vez al mediodía.

Llegado el quinto día era la fiesta deste dios. En esta fiesta uno se componía con los atavíos deste dios, como si fuera su imagen o persona, que significaba al mismo dios. Con éste hacían areito con cantares y con teponahuaztli* y atambor. Llegando al mediodía desta fiesta descabezaban muchos codornices, derramando la sangre delante deste dios y de su imagen. Otros sangrábanse de las orejas delante dél. Otros traspasaban las lenguas con una punta de maguey, y por aquel agujero pasaban muchas mimbres delgadas, derramando sangre. También le hacían otras ofrendas en su templo. Hacían también una cerimonia que hacían cinco tamales. Son como panes redondos hechos de maíz, ni bien rollizos ni bien redondos, que se llamaban «pande ayuno». Eran grandes, encima de los cuales iba una saeta hincada, que llamaban xúchmitl. Esta era ofrenda de todo el pueblo. Los particulares que querían ofrecían en un plato de madera cinco tamales pequeños, a la manera de los arriba dichos, que diximos ser grandes, con chilmolli en otro vaso. Ofrecían asimesmo dos pasteles que llaman tzoallien lugar del ulli—goma negra— que otros ofrecían, en unos platos de madera; y el uno destos pastelejos era negro, y el otro bermejo. La otra gente ofrecían diversas cosas: unos ofrecían maíz tostado; otros, maíz revuelto con miel y con harina de semilla de bledos; otros, hecho de pan una manera de rayo, como cuando cae del cielo, que llaman xonecuilli; otros ofrecían pan hecho a manera de mariposa; otros ofrecían panes ázimos, que ellos llaman yotlaxcalli; otros ofrecían unas tortas hechas de semillas de bledos; otros ofrecían unas tortas hechas a manera de rodela, de la misma semilla hechas; otros hacían saetas; otros, espadas hechas de una masa desta misma semilla; otros ofrecían muñecas hechas de la misma masa.

En esta misma fiesta todos los principales y calpixques de la comarca de México, que lindaban con los pueblos de guerra, traían a México los captivos que tenían, o comprados o que por sí mismos los habían captivado, y entregábanlos a los calpixques para que los guardasen para el tiempo en que fuesen menester ser sacrificados delante de los ídolos. Y si alguno destos esclavos se huían entretanto que se llegaba el tiempo de su sacrificio, el mismo calpixquique lo tenía a cargo era obligado a comprar otro y ponerle en el lugar del otro que había huido.

La imagen deste dios era como un hombre desnudo que está desollado o teñido de bermellón; y tenía la boca y la barba teñida de blanco y negro y azul claro; la cara teñida de bermejo. Tenía una corona tenida de verde claro, con unos penachos de la misma color. Tenía unas borlas que colgaban de la corona hacia las espaldas. Tenía a cuestas una divisa o plumaje, que era como una bandera que está hincada en un cerro, y en lo alto tenía unos penachos verdes. Tenía ceñido por el medio del cuerpo una manta bermeja, que colgaba hasta los muslos. Esta manta tenía una franja de que colgaban unos caracolitos mariscos. Tenía en los [pies] unas cotaras o sandalias muy curiosamente hechas. En la mano izquierda tenía una rodela, la cual era blanca, y en el medio tenía cuatro piedras puestas de dos en dos juntas. Tenía un cetro hecho a manera de corazón, que en lo alto tenía unos penachos verdes, y de lo baxo colgaban también otros penachos verdes y amarillos.

* Debe decir teponaztli.


CAPITULO XV, habla del dios llamado Omácatl. Quiere decir «dos cañas». Es el dios de los convites

Este dios de los convites decían que tenía dominio y poder sobre los convites y convidados, que es cuando los principales hermanos convidaban a toda su parentela para darlos de comer y mantas y flores y que bailasen y danzasen y cantasen en su casa. Y cuando este regocijo se había de hacer, el que le hacía llevaba la imagen deste dios a su casa. Llevábanla algunos sátrapas de los que servían en su templo. Decían que si no le hacían aquella honra que se le debía hacer, enojábase y aparecía en sueños al dueño del convite, y reprendíale y reñíale, diciendo desta manera: «Tú, mal hombre, ¿por qué no me has honrado como convenía? Yo te dexaré. Yo me apartaré de ti, y tú me pagarás muy bien la injuria que has hecho.»

Y si mucho se enojaba, mostraba su enojo en que entre la comida y bebida mezclaba pelos o cabellos, para dar pena a los convidados y deshonra al señor del convite. Y éstos, cuando comulgaban en la fiesta deste dios, enfermaban muchas veces. Y cuando comían o bebían, añuscábanse con la comida o bebida, que no la podían tragar, y yendo y andando tropezaban y caían muchas veces.

Y cuando hacían fiesta a este dios, que era de noche, comulgaban con su cuerpo. Y para esta comunión los principales y teupixques, y los que tenían cargo de los barrios, hacían de masa una figura de un hueso grueso, redondo y largo como un cobdo, y llamábanle el hueso deste dios. Y antes que comulgasen comían y bebían pulcre. Después de haber comido y bebido, en amaneciendo, al que era la imagen deste dios punzábanle en la barriga con alfileres o con cosa semejante, y lastimábanle. Hecho esto, repartían aquella figura de hueso que habían hecho de masa que se llama tzoalli, y dividíanla entre sí, y comían cada uno lo que le cabía. Y todos estos que aquí comulgaban se tenía por dicho y entendido que el año que venía, en esta fiesta habían de contribuir para hacer la fiesta deste dios, proveyendo todo lo necesario que había de gastar en ella.

La imagen deste dios era como un hombre que está asentado sobre un haz de juncias. Tenía la cara manchada de negro y blanco. Tenía una corona de papel apretada a la frente con una venda larga y ancha, de diversas colores, la cual estaba añudada hacia el colodrillo con una lazada que parecían borlas. Tenía revuelta a la corona unas cuentas de chalchihuites. Tenía puesta una manta a manera de red con que estaba cubierto, la cual tenía una franja ancha donde estaban sembradas unas flores, texidas en la misma franja. Tenía una rodela junto a sí, de la cual colgaban unas borlas anchas por la parte de abaxo. Tenía en la mano derecha un cetro donde estaba una medalla redonda, agujerada a manera de claraboya. Estaba asentada de canto sobre una impugnadora redonda, y en alto tenía un chapitel piramidal. A este cetro llamaban tlachieloni, que quiere decir «miradero», porque encubría la cara con la medalla y miraba por la claraboya.


CAPITULO XVI, en que se trata del dios llamado Ixtlilton, que quiere decir «el negrillo», y también se llama Tlaltetecuin

A este dios hacíanle un oratorio de tablas pintadas, como tabernáculo, donde estaba su imagen. En este oratorio o templo había muchos lebrillos y tinajas de agua. Todas estaban atapadas con tablas o comales. Llamaban a esta agua tlílatl, que quiere decir «agua negra». Y cuando algún niño enfermaba, llevábanle al templo o tabernáculo deste dios Ixtlilton, y abrían una de aquellas tinajas, y daban a beber al niño de aquel agua, y con ella sanaba. Y cuando alguno quería hacer la fiesta deste dios, por su devoción llevaba a su imagen a su casa. Esta imagen no era de bulto ni pintada, sino era uno de los sátrapas, que se vestía los ornamentos deste dios, y cuando le llevaban íbanle encensando delante con humo de copal. Como llegaba esta imagen a la casa del que había de hacerle fiesta con danzas y cantares, como ellos usaban, porque esta manera de danzar o bailar es muy diferente de nuestros bailes y danzas, pongo aquí la manera que tienen en estas danzas o bailes, que por otro nombre se llaman areitos, y en su lengua se llaman macehualiztli, juntábanse muchos de dos en dos, o de tres en tres, en un gran corro, según la cantidad de los que eran, llevando flores en las manos, y ataviados con plumajes. Hacían todos a una un mesmo meneo con el cuerpo y con los pies y con las manos, cosa bien de ver y bien artificiosa. Todos los meneos iban según el son que tañían los tañedores del atambor y del teponaztli. Con esto iban cantando con gran concierto todos, y con voces muy sonoras los loores de aquel dios a quien festejaban, y lo mismo usan agora, aunque enderezado de otra manera. Enderezan los meneos con tenencias y atavíos conforme a lo que cantan, porque usan diversísimos meneos y diversísimos tonos en el cantar; pero todo muy agraciado y aun muy místico. El bosque de la idolatría no está talado.

Llegado como está dicho la imagen deste dios a la casa del que la festejaba, lo primero que hacían era comer y beber, después de lo cual comenzaban la danza y cantar del dios a quien festejaban. Después que este dios había bailado con los demás gran rato, entraba dentro de casa a la bodega donde estaba el pulcre o vino que ellos usaban en muchas tinajas, todas atapadas con tablas o comales embarrados, las cuales había cuatro días que estaban atapadas.

Este dios abría una o muchas, y a este abrimiento llamaban tlayacaxapotla; quiere decir esto «abrimiento primero» o «vino nuevo». Hecho este abrimiento, él y los que iban con él bebían de aquel vino y salíanse fuera al patio, al patio de la casa donde se hacía la fiesta, y iban donde estaban las tinajas del agua negra que eran dedicadas a él y habían estado cerradas cuatro días. Y abríalas este mismo que era la imagen deste dios. Y si después de abiertas estas tinajas parecía en alguna dellas alguna suciedad, como alguna pajuela o cabello, o pelo o carbón, luego decían que el que hacía la fiesta era hombre de mala vida, adúltero o ladrón, o dado al vicio carnal, y entonces le afrontaban con decirle que alguno de aquellos vicios estaban en él, o que era sembrador de discordias, o de cizañas. Afrontábanle en presencia de todos. Y cuando aquel que era la imagen deste dios salía de aquella casa, dábanle mantas, las cuales llamaban ixquen, que quiere decir «cubertura de la cara», porque quedaba avergonzado aquel que había hecho la fiesta si alguna falta se hallaba en el agua negra. La manera de atavíos deste dios se pondrá al fin deste libro.


CAPITULO XVII, habla del dios llamado Opuchtli, el cual era tenido y adorado en esta Nueva España

Este dios llamado Opuchtli le contaban con los dioses que se llamaban tlaloques, que quiere decir «habitadores del paraíso terrenal», aunque sabían que era puro hombre. Atribuían a este dios la invención de las redes para pescar peces, y también un instrumento para matar peces que le llaman minacachalli, que es como fisga, aunque no tiene sino tres puntas en triángulo, como tridente, con que hiere a los peces; y también con él matan aves. También éste inventó los lazos para matar las aves y los remos para remar.

Cuando hacían fiesta a este dios los pescadores y gente del agua que tienen sus grangerías en las aguas, al cual tenían por dios, ofrecíanle cosas de comer y vino de lo que ellos usaban, que se llama uctli, y por otro nombre se llama pulcre. También le ofrecían cañas de maíz verdes, y flores y cañas de humo que llaman yietl, y encienso blanco que llaman copalli, y una yerba olorosa que se llama yiauhtli sembraban delante dél, como cuando echan juncos cuando se hace procesión. Usaban también en esta solennidad de unas sonajas que iban en unos báculos huecos, que sonaban como cascabeles, o casi. Sembraban también delante dél un maíz tostado que llaman mumúchitl, que es una manera de maíz que cuando se tuesta revienta y descubre el meollo, y se hace como una flor muy blanca. Decían que éstos eran granizos, los cuales son atribuidos a los dioses del agua. Los viejos sátrapas que tenían cargo deste dios, y las viejas, decíanle los cantares de su loor.

La imagen deste dios es un hombre desnudo y teñido de negro todo, y la cara pardilla, tirante a las plumas de la codorniz. Tenía una corona de papel de diversas colores, compuesta a manera de rosa, que las unas hojas sobrepujan a las otras, y encima tenía un penacho de plumas verdes que salían de una borla amarilla. Colgaban desta corona unas borlas largas, hacia las espaldas. Tenía una estola verde cruzada, a manera de las que se ponen los sacerdotes cuando dicen misa. Tenía ceñido unos papeles verdes que le colgaban hasta las rodillas. Tenía unas cotaras o sandalias blancas. Tenía la mano izquierda una rodela tenida de colorado, y en el medio de este campo una flor blanca con cuatro hojas a manera de cruz, y de los espacios de las hojas salían cuatro puntas que eran también hojas de la misma flor. Tenía un cetro en la mano derecha, como un cáliz, y de lo alto dél salía como un casquillo de saeta.


CAPITULO XVIII, que habla del dios llamado Xipe Tótec, que quiere decir «desollado»

Este dios era honrado de aquellos que vivían a la orilla de la mar, y su origen tuvo en Tzapotlan, pueblo de Xalixco.

Atribuían a este dios estas enfermedades que se siguen: primeramente las viruelas; también las postemas que se hacen en el cuerpo, y la sarna; también las enfermedades de los ojos, como es el mal de los ojos que procede de mucho beber, y todas las demás enfermedades que se causan en los ojos. Todos los que eran enfermos de alguna de las enfermedades dichas, hacían voto a este dios de vestir su pellejo cuando se hiciese su fiesta, la cual se llama tlacaxipehualiztli, que quiere decir «desollamiento de hombres».

En esta fiesta hacían como un juego de cañas, de manera que el un bando era de la parte deste dios o imagen del dios Tótec, y éstos todos iban vestidos de pellejos de hombres que habían muerto y desollado en aquella fiesta, todos recientes y sangrientos y corriendo sangre. Los del bando contrario eran los soldados valientes y osados, y personas belicosas y esforzados que no tenían en nada la muerte, osados, atrevidos que de su voluntad salían a combatirse con los otros. Allí los unos con los otros se exercitaban en el exercicio de la guerra. Perseguían los unos a los otros hasta su puesto, y de allí volvían huyendo hasta su propio puesto. Acabado este juego, aquellos que llevaban los pellejos de los hombres vestidos, que eran de la parte deste dios Tótec, íbanse por todo el pueblo y entraban en las casas demandando que les diesen alguna limosna por el amor de aquel dios. En las casas onde entraban hacíanlos sentar sobre unos hacecillos de hojas de tzapotes, y echábanlos al cuello unos sartales de mazorcas de maíz, y otros sartales de flores, que iban desde el cuello hacia los sobacos. Y poníanlas guirnaldas y dábanlos a beber pulcre, que es su vino.

Si algunas mujeres enfermaban destas enfermedades dichas arriba, en esta fiesta deste dios ofrecían sus ofrendas, según qué habían votado.

La imagen deste dios es a manera de un hombre desnudo que tiene el un lado teñido de amarillo y el otro de leonado. Tiene la cara labrada de ambas partes a manera de una tira angosta que cae desde la frente hasta la quixada. En la cabeza, a manera de un capillo de diversas colores, con unas borlas que cuelgan hacia las espaldas. Tiene vestido un cuero de hombre. Tiene los cabellos tranzados en dos partes, y unas orejeras de oro. Está ceñido con unas faldetas verdes que le llegan hasta las rodillas, con unos caracolillos pendientes. Tiene unas cotaras o sandalias. Tiene una rodela de color amarillo, con un remate colorado todo alrededor. Tiene un cetro con ambas manos, a manera de la copa de la dormidera, donde tiene la semilla, con un casquillo de saeta encima empinado.


CAPITULO XIX, habla del dios que se llamaba Yiacatecuhtli, dios de los mercaderes

Este dios llamado Yiacatecuhtli hay conjectura que comenzó los tratos y mercaderías entre esta gente, y ansí los mercaderes le tomaron por dios y le honraban de diversas maneras. Una de las cosas con que le honraban era que le ofrecían papel, y le cubijaban con el mismo papel donde quiera que estaban sus estatuas. También tenían en mucha veneración al báculo con que caminaban, que era una caña maciza que ellos llaman útlatl, y también usan de otra manera de báculo que es una caña negra liviana, maciza, sin ñudo ninguno, que es como junco de los que se usan en España. Todos los mercaderes usan desta manera de báculos por el camino, y cuando llegaban a donde habían de dormir, juntaban todos sus báculos en una gavilla atados, y hincábanlos a la cabecera donde habían de dormir, y derramaban sangre delante dellos, de las orejas o de la lengua o de las piernas o de los brazos. Y ofrecían copal. Hacían fuego y quemábanle delante de los báculos, los cuales tenían por imagen del mismo dios, y en ellos honraban al mismo dios Yiacatecuhtli. Con esto le suplicaban que los amparase de todo peligro.

Estos mercaderes discurren por toda la tierra, tratando, comprando en una parte y vendiendo en otra lo que habían comprado. Estos mercaderes discurren por todas las poblaciones que están ribera de la mar y la tierra adentro. No dexan cosa que no escudriñan y pasean, en unas partes comprando y en otras vendiendo. No dexan lugar donde no buscan lo que allí se puede comprar o vender, ni porque la tierra sea muy caliente ni porque sea muy fría, ni porque sea muy áspera no dexan de pasarla ni de trastornalla, buscando lo que en ella hay precioso o provechoso para comprar o vender. Son estos mercaderes sufridores de muchos trabajos, y osados para entrar en todas las tierras aunque sean las tierras de enemigos, y muy astutos para tratar con los estraños, así deprendiendo sus lenguas como tratando con ellos con benivolencia para atraerlos a su familiaridad. Estos descubren dónde hay las plumas preciosas y las piedras preciosas y el oro, y las compran y las llevan a vender donde saben que han de valer mucho. También éstos descubren a dónde hay pellejos de animales esquisitos y preciosos, y los venden donde valen mucho. Tratan también en vasos preciosos, hechos de diversas maneras y pintados con diversas figuras, según que en diversas tierras se usan, unos con tapaderos hechos de conchas de tortugas, y cucharas de lo mismo para revolver el cacao; otros con tapaderos muy pintados de diversas colores, y figuras hechas a manera de una hoja de un árbol, y otros palos preciosos para revolver el cacao.

Si han de entrar en tierra de guerra, primero deprenden el lenguaje de aquella gente, y toman el traje della para que no parezcan que son estranjeros, sino que son naturales.
Acontecía muchas veces que los enemigos los conocían y los prendían y mataban. Y si uno o dos o más se podían escapar, iban a dar mandado al señor principal de la tierra, como Motecuzuma o otros de sus antecesores, y llevaban algunas de aquellas riquezas que habían en aquella tierra, y presentábanlas al señor, y contábanle lo que habían pasado, y dábanle la relación de la tierra que habían visto. El señor, en remuneración de sus trabajos, para que fuese honrado en el pueblo y tenido por valiente, poníale un bezote de ámbar, que es una piedra larga amarilla, trasparente, que cuelga del bezo baxo agujerado, en señal que era valiente y era noble, y esto se tenía en mucho.

Estos mercaderes partíanse de sus parientes con grandes cerimonias, según sus ritos antiguos, cuando iban a mercadear a tierras estrañas, y estaban por allá muchos años, y cuando volvían a sus tierras venían cargados de muchas riquezas. Y para hacer demostración de lo que traían y dar relación de las tierras por donde habían andado, y de las cosas [que] habían visto, convidaban a todos los mercaderes, en especial a los principales dellos, y a los señores del pueblo, y los hacían gran convite. A este convite llamábanle «lavatorio de pies», y los convidados reverenciaban grandemente al báculo con que habían ido y vuelto. Tenían que era imagen de aquel dios, y que le había dado favor para ir y volver y andar los caminos que anduvo. Para hacer esta honra al báculo le ponían en una de las casas de oración que tenían en los barrios, que ellos llamaban calpulli, que quiere decir «iglesia del barrio» o «perrocha». En este calpulli donde se contaba este mercader ponían el báculo en lugar venerable.

Y cuando daban comida a los convidados, primeramente ponían comida y flores y acáyietl, etcétera, delante del báculo. Y fuera del convite todas las veces que comía este mercader ofrecía primeramente comida y las demás cosas al báculo, que le tenía en su oratorio, dentro de su casa.

Estos mercaderes, después que venían prósperos de las tierras de donde habían andado, como tenían caudal, compraban esclavos y esclavas para ofrecerlos a su dios, en su fiesta, el cual principalmente era Yiacatecuhtli, y éste tenía cinco hermanos y una hermana, y a todos los tenían por dioses. Y como se inclinaba su devoción, sacrificaban esclavos a cada uno dellos en su fiesta, o a todos juntos, o a la hermana. El uno de los hermanos se llamaba Chiconquiáhuitl; el otro, Xomócuil; el otro, Nácxit; el otro, Cochímetl; el otro, Yacapitzáhuac; la hermana se llamaba Chalmecacíhuatl. A éstos o alguno dellos ofrecían un esclavo, o más, sacrificándolos en su presencia, vestidos con los ornamentos de aquel dios, como si fuera su imagen.

Había una feria ordinaria donde se vendían y compraban esclavos, hombres y mujeres, en un pueblo que se llama Azcaputzalco, que es dos leguas de México. Allí las iban a escoger entre muchos, y los que compraban miraban muy bien que el esclavo o esclava no tuviese alguna enfermedad o fealdad en el cuerpo. A estos esclavos, hombres y mujeres, después que los compraban, criábanlos en mucho regalo y vestíanlos muy bien. Dábanlos a comer y beber abundantemente, y bañábanlos con agua caliente, de manera que los engordaban porque los habían de comer y ofrecer a su dios. También los regocijaban, haciéndolos cantar y danzar, a las veces sobre la azotea de sus casas, o en la plaza. Cantaban todos los cantares que sabían, hasta que se hartaban de cantar, y no estimaban en nada la muerte que les estaba aparejada. Mataban estos esclavos en la fiesta que se llama panquetzaliztli, y todo el tiempo antes de llegar a aquella fiesta los regalaban como está dicho. Y si entre estos esclavos había algún hombre que parecía de buen juicio y que era diligente para servir y sabía bien cantar, o alguna mujer que era dispuesta y sabía bien hacer de comer y de beber y labrar y texer, a estos tales los principales los compraban para servirse dellos en sus casas, y los escapaban del sacrificio.

La imagen deste dios se pintaba como un indio que iba camino, con su báculo, y la cara tenía manchada de blanco y negro. En los cabellos llevaba atadas dos borlas de plumas ricas, que se llamaban quetzalli: iban atadas en los cabellos del medio de la cabeza, recogidos como una gavilla de todo lo alto de la cabeza. Tiene unas orejeras de oro. Está cubierto con una manta azul, y sobre el azul una red negra de manera quel azul se parece por las mallas de la red. Tenía una flocadura esta manta por todas las orillas, en la cual estaban texidas unas flores. Tenía en la garganta de los pies unas como calzuelas de cuero amarillo de las cuales colgaban unos caracolitos mariscos. Tenía en los pies unas cotaras muy curiosas y labradas. Tenía una rodela teñida de amarillo con una mancha en el medio, de azul claro, que no tiene ningún labor. Tenía en la mano derecha su báculo con que van camino.


CAPITULO XX, que habla del dios llamado Nappatecuhtli

Este dios Nappatecuhtli era el dios de los que hacen esteras de juncias, y es uno de los que llaman tlaloques. Dicen que éste es el que inventó el arte de hacer esteras, y por eso le adoran por dios los deste oficio que hacen esteras, que llaman petates, y hacen sentaderos que llaman icpales, y hacen cañizos de juncias que llaman tolcuextli. Decían que por la virtud deste dios nacían y se criaban las juncias y juncos y cañas con que ellos hacen su oficio. Y porque tenían que este dios producía también las lluvias, hacíanle fiesta donde le reverenciaban y adoraban y le demandaban que diese lascosas que suele dar, que es agua, juncias, etcétera.

En su fiesta compraban un esclavo para sacrificarle delante dél, ataviándole con los ornamentos deste dios, como que fuese su imagen. Este, el día que había de morir, después de compuesto como está dicho, poníanle en la mano un vaso verde lleno de agua, y con un ramo de salce rociaba a todos con aquella agua, como quien echa agua bendita. Y cuando entre año alguno destos deste oficio quería por su devoción hacer fiesta a este dios, daba relación dello a sus sátrapas, y todos ellos llevaban a un sátrapa vestido con los ornamentos deste dios, como su imagen, y por donde iba, iba echando el agua, rociando a los que estaban por donde pasaban con un ramo de salce, como quien echa agua bendita.

Llegado, poníanle en su lugar y hacían algunas cerimonias en su presencia, rogándole que hiciese mercedes en aquella casa. El que hacía esta fiesta daba de comer y beber al dios y a los que con él iban, y a todos los que había convidado. Esto hacía en agradecimiento de la prosperidad y riqueza que ya tenía, teniendo entendido que este dios se la había dado. Y a este propósito hacía este convite, y en él se hacían danzas y cantares a su modo, a honra deste dios, porque le tuviese por agradecido, y gastaba todo cuanto tenía. Y decía: «No se me da nada de no quedar con nada, con tal que sea mi dios servido desta fiesta, y si me quisiere dar más o dexarme sin nada, hágase como él quisiere».

Dicho esto cubría con una manta blanca al que iba por imagen deste dios, y así se iba para su templo con los que habían venido con él. Ido él, comían el que hacía convite y los parientes.

Estos oficiales de hacer petates y otras cosas de juncia tenían cuidado de ataviar y componer y barrer y limpiar y sembrar juncia en el templo deste dios. Tenían asimismo cuidado de poner petates y asentadores de juncia que llaman icpales, y que hubiese allí toda limpieza y todo avío, de manera que ni una paja ni otra cosa estuviese caída en el templo.

La imagen deste dios es como un hombre que está teñido de negro todo, así el cuerpo como la cara, salvo que la cara tiene unas pecas blancas entre lo negro. Tíene una corona de papel pintada de blanco y negro. Tiene unas borlas que cuelgan de la corona sobre las espaldas, y de las mismas borlas sale un penacho hacia el colodrillo, que tiene tres plumas verdes. Tiene ceñido unas faldetas que le llegan hasta la rodilla, con unos caracolitos mariscos y pintado de blanco y negro. Tiene las cotaras blancas, y en la mano izquierda tiene una rodela a manera de ninfa, que es una yerba de agua, ancha, como un plato grande, y en la mano derecha tiene un báculo florido. Las flores son de papel. Tiene una banda a manera de estola desde el hombro derecho, cruzada por el sobaco izquierdo, pintado de unas flores negras sobre blanco.


CAPITULO XXI, que habla de muchos dioses imaginarios, a los cuales todos llamaban tlaloques

A todos los montes eminentes, especialmente donde se arman nublados para lluver, imaginaban que eran dioses, y a cada uno dellos hacían su imagen según la imaginación que tenían delios. Tenían también imaginación que ciertas enfermedades, los cuales parecen que son enfermedades de frío, procedían de los montes, o que aquellos montes tenían poder para sanallas. Y aquellos a quienes estas enfermedades acontecían, hacían voto de hacer fiesta y ofrenda a tal o tal monte de quien estaba más cerca o con quien tenía más devoción.

También hacían semejante voto aquellos que se vían en algún peligro de ahogarse en el agua de los ríos o de la mar.

Las enfermedades por que hacían estos votos era la gota de las manos o de los pies, o de cualquiera parte del cuerpo. Y también el tullimiento de algún miembro o de todo el cuerpo. Y también el envaramiento del pescuezo o de otra parte del cuerpo, o encogimiento de algún miembro, o el pararse yerto.

Aquellos a quien estas enfermedades acontecían, hacían voto de hacer las imágenes destos dioses que se siguen: del dios del aire, la diosa del agua y el dios de la lluvia; también la imagen del vulcán que se llama Popucatépetl, y la imagen de la Sierra Nevada, y la imagen de un monte que se llama Poyauhtécatl, o de otros cualesquier montes a quien se inclinaban por su devoción.

El que había hecho voto a alguno, a algunos montes o destos dioses, hacía su figura de una masa que se llama tzoalli, y poníalos en figura de personas. No lo hacía él por sus manos, porque no le era lícito, sino rogaba a los sátrapas, que eran en esto experimentados y para esto señalados, que le hiciesen estas imágenes a quien había hecho el voto. Los que las hacían poníanles dientes de pepitas de calabaza, y poníanles en lugar de ojos unos frisoles negros que son tan grandes como habas, aunque no de la misma hechura, y llámanlos ayecutli. En los demás atavíos poníanselos según la imagen con que los imaginan y pintan, al dios del viento como a Quetzalcóatl, al agua como la diosa del agua, a la lluvia como al dios de la lluvia, y a los otros montes según las imágines con que los pintan. Después de hechas estas imágines ofrecíanles papel de lo que ellos hacían, y era que un pliego de papel le echaban muchas gotas de la goma que se llama ulli, derretido. Hecho esto, colgaban al cuello de la imagen el papel, de manera que le cubría desde los pechos abaxo, y con el remate de abaxo arpaban el papel. También ponían estos mismos papeles goteados con ulliy colgados de unos cordeles delante de las mismas imágines, de manera que los papeles estaban asidos los unos de los otros, y meneábalos el aire porque estaban los cordeles en que estaban los papeles colgados atados a las puntas de unos varales o báculos que estaban hincados en el suelo, y de la una punta del uno a la punta del otro estaba atado el cordel o mécatl.

Ofrecían ansimismo a estas imágines vino o uctli o pulcre, que es el vino de la tierra, y los vasos en que lo ofrecían eran desta manera: hay unas calabazas lisas, redondas, pecosas entre verde y blanco o manchadas, que las llaman tzilacayotli, que son tan grandes como un gran melón; a cada una destas partíanla por la mitad y sacábanle lo que tenía dentro, y quedaba hecha como una taza, y henchíanla del vino dicho, y poníanlas delante de aquella imagen o imágines, y decían que aquellos eran vasos de piedras preciosas que llaman chalchíhuitl.

Todas estas cosas dichas hacían los sátrapas que eran experimentados o estaban señalados para estos sacrificios. La otra gente no usaban hacer esto aunque fuese para en su casa.

Después de hechas las imágines, aquellos por cuyo voto se hacían convidaban a los sátrapas para el quinto día. Después de hechas las imágines se había de hacer la fiesta. Y llegado el quinto día, aquella noche velando, cantando y bailando a honra de aquellas imágines y de los dioses que representaban, y aquella noche ofrecían cuatro veces tamales, que son como unos pastelejos redondos hechos de maíz, a los que cantaban y bailaban, que eran los sátrapas que habían hecho estas imágines, y otros convidados para esta fiesta. A todos daban comida cuatro veces en aquella noche, y todas cuatro veces tocaban instrumentos musicales, los que ellos usaban, que eran silbos que hacen metiendo el dedo muñique en la boca y tocando caracoles y flautas de las que ellos usaban. Esto hacían unos mozos juglares que usaban de hacer esta música, y también a éstos les daban comida. Esto se hacía cuatro veces en esta noche.

En amaneciendo, los sátrapas descabezaban aquellas imágines que habían hecho de masa. Descabezábanlos torciéndolos las cabezas, y tomaban toda aquella masa y llevábanla a la casa donde estaban todos juntos los sátrapas, que se llamaba calmécac.

Y aquellos por cuyo voto se habían hecho aquellas imágines, entrábanse luego donde estaban sus convidados. Estaban con ellos todo aquel día, y a la tarde, de par de noche, bebían todos los viejos y viejas vino que se llama pulcre o uctli, porque éstos tenían licencia de beber vino, y después que ya estaban medio borrachos, o del todo, se iban para sus casas. Unos dellos iban llorando; otros iban haciendo fieros como valientes, y bailando, y pompeándose; otros iban reñiendo unos con otros.

Los que hacían esta fiesta convidaban y apercibían para ella a los taberneros que hacían el pulcre, y exhortábanlos para que hiciesen buen vino, y los taberneros procuraban de hacer bien su vino, y para esto se abstenían cuatro días de llegar a mujer ninguna, porque tenían que si llegasen a mujer en aquellos días, el vino que hiciesen se había de acedar y estragar. Absteníanse ansimismo aquellos días de beber el pulcre ni la miel de que se hace, ni aun mojando el dedo en ella lo llegaba a la boca hasta en tanto que el cuarto día se encetase con la cerimonia que arriba se dixo. Tenían por agüero que si alguno bebía el vino, aunque fuese muy poco, antes que se hiciese la cerimonia del abrimiento de las tinajas, como arriba se dixo, que se le había de torcer la boca hacia un lado en pena de su pecado. Decían también que si alguno se le secaba la mano o el pie, o temblaba o se le acucharraba la mano o el pie, o le temblaba la cara, o le temblaba la boca o los labios, o si entraba en él algún demonio, todo esto decían que acontecía porque estos dioses de que aquí se trata se habían enojado contra él.

Después de acabada la fiesta, otro día luego de mañana el que había hecho la fiesta juntaban a sus parientes y a sus amigos y a los de su barrio, con todos los de su casa, y acababan de comer y beber todo lo que había sobrado de la fiesta. A esto llamaban apehualo, que quiere decir «añadidura a lo que estaba comido y bebido». Ninguna cosa quedaba de comer ni de beber para otro día.

Decían que los gotosos, haciendo esta fiesta sanabande la gota o de cualesquiera de las enfermedades que arriba se dixeron, y los que habían escapado de algún peligro de agua, con hacer esta fiesta cumplían con su voto.

Acabada toda la fiesta, los papeles y aderezos con que habían adornado estas imágines, y todas las vasijas que habían sido menester para el convite, tomábanlo todo y llevábanlo a un sumidero que está en la laguna de México, que se llama Pantitlan, y allí lo arrojaban todo.

     


CAPíTULO XXII, que habla del dios llamado Tezcatzóncatl, que es uno de los dioses del vino

El vino o pulcre desta tierra siempre los tiempos pasados lo tuvieron por malo, por razón de los malos efectos que dél se causan, porque los borrachos unos dellos se despeñan, otros se ahorcan, otros se arronjan en el agua donde se ahogan, otros matan a otros estando borrachos, y todos estos efectos los atribuían al dios del vino y al vino, y no al borracho. Y más, tenían que el que decía mal deste vino o murmuraba dél, le había de acontecer algún desastre. Lo mismo de cualquiera borracho, que si alguno murmuraba dél o le afrontaba, aunque dixese o hiciese mil bellaquerías, decían que habían de ser por ello castigado, porque decían que aquello no lo hacía él, sino el dios, o por mejor decir el diablo que estaba en él, que era este Tezcatzóncatl o alguno de los otros.

Este Tezcatzóncatl era pariente o hermano de los otros dioses del vino, los cuales se llamaban, uno Yiauhtécatl, otro Acolhua, otro Tlilhua, otro Pantécatl, otro Izquitécatl, otro Tultécatl, otro Papáztac, otro Tlaltecayohua otro Umetuchtli, otro Tepuztécatl, otro Chimalpanécatl, otro Colhuatzíncatl.

De lo arriba dicho se colige claramente que no tenían por pecado aquello que hacían estando borrachos, aunque fuesen gravísimos pecados. Y aun se conjectura con harto fundamento que se emborrachaban por hacer lo que tenían en su voluntad, y que no les fuese imputado a culpa, y se saliesen con ello sin castigo. Y aún agora en el cristianismo hay algunos o muchos que se escusan de sus pecados con decir que estaban borrachos cuando los hicieron, y esto con pensar que el opinión errónea que tenían de antes corre también en el cristianismo, en lo cual están muy engañados, y es menester avisallos dello, así en la confesión como fuera della.



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