Los textos que se presentan a continuación constituyen el cap. IV y el V del Tomo I de "Los Huicholes, una tribu de artistas", obra de Robert M. Zingg (1900-1957) publicada por el Instituto Nacional Indigenista de México (1982, págs. 235-264 y 265-286). 
Cuadro huichol. La visión del peyote
"La visión del peyote"
Cuadro en madera e hilo realizado por Antonio Carrillo de la Cruz, artesano huichol de Santa Catarina (en pág. de Real de Catorce).
 
LOS HUICHOLES
UNA TRIBU DE ARTISTAS

ROBERT M. ZINGG

IV
LA ORGANIZACION SOCIAL Y LOS RITOS DE INICIACION PARA ENTRAR A ELLA,
CEREMONIAS DEL NACIMIENTO


INTRODUCCION
Una descripción concreta de un grupo de rancherías que pertenecen a parientes, puede ser una excelente introducción a esta sección, en la que se analizará, en forma general, la organización social huichol. Presentaremos un perfil somero de las personas que integran estas rancherías.

La parte más densamente poblada de la extensa pero dispersa comunidad de Tuxpan está ubicada sobre una serie de mesetas escalonadas. Aquí numerosos parientes consanguíneos y políticos, del gran cantor Sebastián, han construido sus casas como para estar bajo la protección del más grande de todos los shamanes cantores de Tuxpan.

Pero hay otro motivo que explica mejor esta situación. La cercana ubicación de las rancherías proporciona al cantor, Sebastián, un compacto y conveniente núcleo de seguidores leales, y esto es de importancia decisiva para quien desee ser el shamán principal de una comunidad que se extiende a gran distancia. Las obligaciones del parentesco son tan inviolables, que estos familiares le aseguran siempre a Sebastián la ayuda de un gran contingente de personas en los preparativos para sus ceremonias. Sin esa ayuda, le resultaría mucho más difícil a Sebastián, si es que no imposible, tomar la delantera en la iniciación de las ceremonias de la comunidad, celebrando personalmente la primera y la más espléndida ceremonia de la larga serie que cada familia huichol debe dar en el curso del año. El gran élan con que realiza sus propias ceremonias es uno de los factores que lo convierten en el shamán más buscado para cantar en las fiestas de todos los huicholes de Tuxpan que realmente importan.

En otra parte de este libro (véase p. 372 sigs.), analizaré la extraordinaria personalidad de Sebastián y presentaré algunos ejemplos de su temperamento singular, sensible hasta casi el extremo de la histeria. También en otra parte he mencionado (véase p. 121 sigs.) que se debió al prestigio de este gran shamán que su pícaro yerno no fuese castigado por el confesado delito de robar en las ceremonias, falta grave que ofendió muchísimo a mi buen informante, Juan Real.

La ranchería de Sebastián no era tan extraordinaria como su personalidad, de modo que pasaré a la descripción de las otras que forman este poblado.

La ranchería más distante del grupo es la que pertenece a los hermanos Guadalupe. Sus lazos de parentesco son tan lejanos que ni ellos mismos estaban seguros al respecto, pese a que algunos trabajaban conmigo en el sistema de parentesco. La ranchería pertenece a dos hermanos, ambos igualmente llamados Guadalupe, lo cual indica cuán imperfectamente funciona entre los huicholes el sistema español de los nombres propios y explica la necesidad de usar apodos que, debido a su carácter humorístico se supone que las personas a las que se les aplican, los desconocen.

Los hermanos Guadalupe son famosos en la comunidad por ser los únicos que saben tocar el arpa y el violín al estilo mexicano. Gozan de gran prestigio debido a esta habilidad y frecuentemente son contratados por los otros huicholes para tocar en las fiestas que se dan a continuación de las ceremonias. La pareja cobra tanto como un shamán por sus servicios: 2.50 pesos hasta la medianoche o 5.00 pesos por tocar toda la noche. Esto equivale, aproximadamente, a la tarifa normal de los músicos mexicanos y por cierto que lo merecen, pues tocan tan bien como aquéllos, algo verdaderamente excepcional en un lugar tan aislado como lo es Tuxpan.

El hermano mayor a quien llamaré Guadalupe I es el jefe de la ranchería. Su rancho tiene la única casa de dios suficientemente grande para bailar y que, por lo tanto, es utilizada por sus parientes en las ceremonias en que es de rigor la danza. Hay una pequeña casa de dios para almacenar maíz en grano y avíos ceremoniales que siempre los huicholes guardan juntos. Hay otro almacén que carece de la piedra labrada nealíka para la entrada de los dioses. En ella se guardan objetos comunes. Para la vivienda, la familia del hermano mayor se conforma con un precario techo de hierba sostenido por cuatro postes, que sirve de cocina y como lugar de dormir para las mujeres en la estación de las lluvias. En las otras épocas del año, trabajan en un sitio sombreado debajo de un almacén o granero de diseño mexicano, llamado kareton, de los cuales hay tres.

Desde hace diez años más o menos, Guadalupe I tiene una esposa fija, que le ha dado dos hijas y hace cinco años que trajo a vivir a la ranchería, una concubina, a la que él llama su segunda esposa y de la cual tiene un niño ya crecido.

La madre de los hermanos Guadalupe vive con el primero, aunque el otro también contribuye a su mantenimiento. Se trata de una anciana bastante enclenque que en las ceremonias camina con un bastón, más por imitar a la más grande de las diosas, nakawé1 que por necesidad según mis sospechas.2 La frágil anciana puede todavía tejer y hacer algunas otras tareas livianas; pero las mujeres más jóvenes se encargan de moler el maíz en el metate, pues es un trabajo pesado.

Otro de los adultos de este rancho de Guadalupe I es Juan Patricio, el hermano de la primera esposa. Vino aquí con ella cuando tenía diez años de edad. Es uno de los alegres calaveras de la comunidad, que se viste como mujer o que hace jugarretas cómicas en las fiestas.

También hay dos niñas huérfanas de mediana edad, hijas del hermano mayor, un tal Melecio, ya fallecido. Así pues, hay cuatro personas extra que dependen de Guadalupe I, lo cual indica que el superior prestigio de que goza este hermano no carece de responsabilidades.

El hermano menor, Guadalupe II, tiene una sola esposa y un hijo. Resulta muy evidente que después de la muerte del padre y del hermano mayor, el puesto de jefe de la familia, el cuidado de dependientes y las obligaciones ceremoniales del grupo recaen sobre el hermano mayor. Ya hemos presentado, anteriormente, abundantes ejemplos de este tipo de situación familiar.

En el caso presente, como en todos los demás, el hermano menor no posee una espaciosa casa de danza. En rigor, ni siquiera tiene una pequeña casa de dios. Un indescriptible jacal que sirve como almacén o despensa y cocina y otro almacén de tipo kareton, es todo lo que necesita esta familia, puesto que participa y contribuye en las ceremonias que para todos ellos organiza el hermano mayor.

Cerca de la ranchería de los hermanos Guadalupe, vive solo, en una miserable estructura-cocina, un viudo, Jesús Cabeza. Llegó aquí hace años, proveniente de Santa Catarina. En Tuxpan se casó con la hija de la única shamán-cantor mujer, mencionada por Lumholtz (véase p. 402 n. 9). Aunque en apariencia es un vago haragán, que ni siquiera posee una casa de dios, es considerado un shamán de categoría inferior y el hombre goza de cierto prestigio en la comunidad de Tuxpan. A veces es contratado para cantar en las ceremonias paganas de los huicholes más pobres. En las ceremonias cristianas de la Semana Santa de Tuxpan, desempeña el importante cargo de vartero (véase p. 231. n. 20). Esto resulta particularmente asombroso puesto que no sólo es un forastero, sino que además, a mí me causó la impresión de ser un bribón. Era el único que insistentemente me pedía limosna.

Pero ni siquiera esta tan modesta popularidad le duró a Jesús Cabeza durante toda mi estadía en Tuxpan. Justo en el momento en que acababa yo de concluir mi estudio, este Jesús, un forastero, fue acusado de practicar brujería en contra de su vecino más cercano, Patricio, quien murió después de una prolongada enfermedad (véase p. 299). Se produjo un escándalo tan grande en el conjunto de rancherías que aquí estoy describiendo, que el hombre tuvo que marcharse; entonces se mudó a una ranchería en la línea divisoria entre Tuxpan y Ratontita, que casualmente resultó ser la misma que yo habité por tanto tiempo; pero no pude quedarme para ver cómo Jesús podría recuperar una posición social segura. El anciano huichol centenario, que era el jefe de esta nueva ranchería, lo aceptó afectuosamente como antes lo hizo conmigo, dándome refugio cuando un escándalo tras otro acerca de mi persona corría por la extendida pero unificada comunidad de Tuxpan. El anciano había conocido a la mujer que desempeñó funciones de shamán-cantor y que fuera suegra de Jesús.

Pero debemos retornar al conjunto de rancherías que rodea la ranchería del gran cantor Sebastián. La de la supuesta víctima de la brujería de Jesús Cabeza, que otro cantor y curandero menor, Patricio, colinda con la del que presumiblemente le había provocado la muerte. Este Patricio es el cantor que acompañó al shamán en la primera fiesta huichol a la que asistí. No es muy frecuente que se contrate a Patricio para cantar solo, pero al parecer goza de considerable fama como curandero. Le he visto muchas veces desempeñándose como tal. Cuando pasé por la ranchería, la esposa de Pancho Fuerte (véase p. 241) estaba estirada delante de Patricio y el curandero le frotaba el desnudo torso con dedos expertos.

Fue en esta ranchería de Patricio que presencié, meses atrás, la complicada ceremonia de dedicación de una nueva casa de dios. Aunque es pequeña, bonita y pulcra, su ranchería no causa particular impresión. Colinda con el rancho de su supuesto enemigo, pero, a diferencia de éste, Patricio no es la excepción a la regla de que los shamanes huicholes son muy escrupulosos en seguir los dictados de la religión y las costumbres huicholes. Hay una amplia casa de dios para bailar, que es la que vi dedicar y una más pequeña para guardar los avíos ceremoniales. Hay un granero del tipo kareton mexicano y uno mucho más grande donde Patricio duerme y, además, almacena la mayor parte de su maíz.

Patricio tiene una sola esposa y tres hijos. Su hermana está casada con el Huichol Santos, el dueño de la ranchería prácticamente adyacente.

Santos es el hermano mayor de Sebastián, el gran cantor y un tipo maravilloso. No es un individuo astuto, ladino, desconfiado como Sebastián, sino sincero, amable, amistoso y generoso, aunque responsable. Su ranchería supera incluso la de Sebastián y es la mejor de este conjunto de rancherías adyacentes. Permanecí tres días en su hermosa y amplia casa de baile sin tener que pagar hospedaje y se me surtió de leche, huevos y otras cosas a un costo razonable. Al día siguiente de mi partida, cayó un rayo sobre su despensa (afortunadamente casi vacía), y el incendio la redujo a cenizas. Temí que me acusara de practicar magia negra en relación con este suceso pero Santos siguió brindándome su amistad sin reservas. Cuando se emborrachaba, Santos se transformaba en un individuo muy distinto del que era habitualmente (véase p. 158, n. 27).

Santos tiene dos esposas tal como conviene a un hombre de su importancia en la comunidad. Con una lleva mucho tiempo de casado pues es un hombre que ya ha pasado largamente los cuarenta años. De esa mujer tiene cuatro hijos todos varones. Tiene otra mujer de mediana edad a la que en público llama esposa, si bien en privado y en confianza decía que debía llamársele querida (amante). Hace apenas un año o algo más que esta mujer se unió a la familia. Ambas mujeres son muy trabajadoras y se demuestran mutuo afecto quitándose la una a la otra los piojos del pelo.

Hay otros miembros del grupo de parentesco extenso. Hay dos hombres jóvenes, ambos casados, que son huérfanos lejanamente emparentados con la familia. Ambos son buenos muchachos, topiles de Tuxpan y grandes trabajadores en las fiestas tanto privadas como públicas. Nunca he visto a ninguno de ellos borracho ni siquiera durante el desenfreno general que sigue a las ceremonias. Uno de estos huérfanos tiene dos hijos de su única esposa. (Su madre era hermana de la primera esposa de Santos). El otro joven casado es hijo de la primera esposa de Santos al que concibió con otro hombre. Cada uno de esos jóvenes posee una flamante casa de dios para su nueva familia.

En este grupo de parentesco bastante complicado, las cocinas comunales merecen un párrafo aparte. Todos utilizan la misma cocina que es desusadamente grande. Cada familia posee un metate donde la mujer muele el maíz para los suyos. Los víveres y demás pertenencias se guardan en recipientes separados que son estrictamente respetados.

Por lo que pude observar, no se producen fricciones ni entremetimientos. En este punto las costumbres huicholes parecen ser particularmente sólidas. Durante meses, mi cocinera compartió la misma cocina con otra familia, sin que jamás se produjera la más mínima fricción y sin que nada de lo suyo fuese tocado o robado. Es como si una especie de hechizo tuviera dominados a todos, obligándolos a mostrarse amables y agradables.

Santos y el cantor Sebastián tienen otro hermano, Pancho Fuerte que es el más joven. A diferencia de sus dos hermanos, Pancho es holgazán y está tan endeudado con todo el mundo que tuvo que abandonar todo vínculo religioso y ceremonial con Tuxpan y asumir las pesadas obligaciones de “custodio de las vasijas votivas” en el templo pagano de Ratontita, que está al doble de distancia de su ranchería que la Casa Real de Tuxpan. Aunque su ranchería es pequeña y no causa gran impresión, es limpia y ordenada y está ubicada en un lugar muy solitario.

Fue a la esposa de este Pancho Fuerte a quien vi estirada delante del curandero Patricio (véase p. 239). Desgraciadamente la cura no dio resultado y posteriormente la mujer murió. Pancho me lo dijo con bastante calma, pero fue un golpe terrible para él, aunque por suerte no tuvieron hijos. Esta desgracia hizo que Pancho recorriera toda la sierra buscando una nueva esposa. Puesto que éramos amigos y hablaba el castellano, me dijo que se había puesto a buscar otra compañera cuando aún no se habían cumplido dos semanas del fallecimiento de la primera. Me dijo que la vida era muy penosa para un huichol cuando no tenía una esposa que moliera el maíz para sus tortillas y le preparara su comida. La vida resultaba muy dura para un hombre sin esposa porque las mujeres hacen muchos otros trabajos aparte de cocinar. Cuando, meses después me marché del lugar, aún no había encontrado una compañera.

A. Resumen de la organización de
parentesco de la ranchería huichol

Así pues, ya tenemos cierta idea respecto de una organización bastante típica de la unidad social huichol: la familia extensa bilateral. A veces parientes de la madre viven en la ranchería. El padre o el hermano mayor es el jefe del grupo y mantiene con la ayuda de los otros hermanos a los padres viudos o achacosos que continúan viviendo en su propio rancho. Este hermano mayor o en caso de que haya muerto, el que le sigue en edad, posee la mayor cantidad de parafernalia ceremonial y de casas de dios que se usan para las ceremonias. No obstante, también las casas de dios de los otros miembros del grupo son adornadas yse les encienden velas en esas ocasiones. Todos los hermanos adultos poseen sus propias casas de dios, almacenes o graneros y cocinas. Los derechos de propiedad se mantienen estrictamente separados. Se observa un leve predominio de la residencia matrilocal.3

En otras rancherías las organización de parentesco se complica enormemente por e1 concubinato, que funciona como poligamia. Esposa y concubinas viven juntas en perfecta armonía y duermen también juntas con el hombre, alrededor del fuego. Todos los hijos tienen iguales derechos y tratamiento, así como también igual herencia. Dependientes huérfanos son adoptados por familiares muchas veces considerablemente alejados en cuanto al parentesco. Los parientes lejanos reconocen el parentesco y se esfuerzan, muy en particular por asistir a las ceremonias de sus familiares. Pueden heredar milpas o alguna propiedad fija en una ranchería distante y tener despensas o graneros allá, que visitan de tanto en cuanto. Intervienen más que los invitados comunes en los preparativos para una ceremonia, si bien todos ayudan sin necesidad de que se les den instrucciones. Al parecer no hay relaciones demasiado confianzudas ni de exagerada reserva.

El parentesco fuera de la familia extensa o del grupo familiar cercano, no es muy importante en la sociedad huichol. No hay gran interés en la terminología de parentesco yme resultó bastante difícil mantener el interés de un grupo de hombres, en la cuestión de modo de poder elaborar un sistema. Para la mayoría de ellos era un asunto confuso. Fue imposible obtener de los hombres el sistema cuando la mujer es la que habla y no se podían conseguir informantes femeninos.

Las discusiones acerca de los términos de parentesco político estallaron tan pronto, que no se logró nada.

Es evidente que la terminología de parentesco no es clasificatoria y que tiene per se pocas correlaciones funcionales con el resto de la cultura, excepto que algunos de los dioses se les aplican los términos honorarios de la segunda y tercera generación antepasada, términos recíprocos respecto de las correspondientes generaciones posteriores. (...)

 

RITOS DE INICIACION:
INTRODUCCION DEL INDIVIDUO
EN EL GRUPO HUICHOL BASICO

El grupo huichol de la ranchería compuesto de familias individuales a menudo funcionalmente polígamas debido al concubinato, es la unidad social básica. En la familia, el niño nace y en la ranchería, pasa la mayor parte de su vida, a menos que, al casarse, se una a otra ranchería.

Los huicholes tienen una diosa especial, stuluwiákame,4 que es la que otorga hijos, pero la Abuela Crecimiento, nakawé es también importante en esta función.5 Pese a estas creencias, los huicholes entienden la fisiología de la procreación, si bien sustentan la idea adicional de que la paternidad múltiple puede ser resultado del adulterio.6 Esto no les preocupa mucho, como tampoco los hijos ilegítimos.7 La idea mítica de la concepción mágica, según la cual los dioses embarazan a las mujeres mediante flores que ellas esconden en sus ropas,8 se encuentra sólo en la esfera religiosa.

Cuando se acerca el momento del parto, la mujer huichol va a una casa acompañada de la comadrona y allí alumbra al hijo. Si el parto es normal, el marido se queda esperando afuera y, en caso contrario, entra en la casa sólo si es un shamán, o cuando la madre corre peligro de muerte, lo que ocurre rara vez. El relato de Lumholtz9 será citado cuando confirme o complemente mis datos:

“Me dijeron que, en el caso de que el marido no sea shamán o no posea los conocimientos apropiados, debe llamarse a un shamán para que ‘componga el estómago’ de la mujer preñada, para que su hijo nazca bien. Al shamán le resulta fácil hacer esto, puesto que todo lo ve, como si ella fuese ‘transparente como una botella’, para decirlo con las palabras usadas por el shamán que me habló de esta costumbre. La mujer se ata apretadamente alrededor de su cintura una faja, pero no se acuclilla hasta que comienza el trabajo de parto, momento en que se agarra de una vara o palo. Siempre está presente otra mujer para recoger al bebé yel cordón umbilical se corta con una piedra”.

La afirmación de Lumholtz de que después del alumbramiento la madre se baña, evidentemente no se refiere a Tuxpan donde no es lo acostumbrado. Mi información es muy específica al respecto, en el sentido de que aquí, al menos se sigue el procedimiento mítico de no lavar ni a la madre ni al niño hasta que han transcurrido cinco días del nacimiento.10 Cinco es el número místico de los huicholes.

El recién nacido huichol, igual que todos los demás niños, no es humano ni social. El sociólogo señala que todos tos bebés lloran al nacer por un reflejo común a todos independientemente del clima, la cultura o el lenguaje. Son seres psico-físicos que se convertirán en humanos por el condicionamiento social o, como dicen los sociólogos franceses, por el influjo que ejercen la representaciones colectivas sobre el individuo. Varias etapas de este proceso son conmemoradas mediante ritos de iniciación o pasaje que, como dice Van Gennep,11 certifican al individuo su entrada a un nuevo grupo social; o, como es más notorio entre los huicholes, los ritos de iniciación o pasaje conmemoran un nuevo grado de participación social con el hombre o con los dioses.

El recién nacido huichol es sagrado en el sentido durkheimiano de intocable y no está sujeto al contacto social común. Nada podría sermás obvio respecto de todo recién nacido y su madre, que el hecho de que están fuera del contacto social corriente. Los huicholes dicen de ellos,12 lo mismo que de una multitud de cosas sagradas, que son delicados, como realmente lo son.

El estado o condición de sagrado (delicado) del niño es considerado en sentido ritualista, impuro entre los huicholes, y esta condición contagia a la madre. Esto no podría ser demostrado más claramente que por el hecho de que ninguno de los dos es bañado o lavado por cinco días. Este estado de ritual y real suciedad se considera peligroso para los dos y para cualquiera que entre en contacto con ellos. Es particularmente peligroso para el shamán que quita esa condición o estado. Se dice que en los primeros tiempos, el shamán pedía “especial fuerza del Sol, puesto que la madre y el niño están delicados”. Debía ayunar, lo cual podía perjudicarlo mucho, hasta que soñaba con el permiso para comer.

Ninguno de los ritos de iniciación entre los huicholes es complicado y las ceremonias del nacimiento son comparativamente sencillas. Las grandes ceremonias huicholes son las dedicadas a la naturaleza que mediante la personificación de sus elementos y productos, es puesta bajo cierta especie de control social.

Durante los cinco días de ritual y real impureza o suciedad, se realizan ciertos preparativos para hacer que la madre y el niño pasen de esa condición a otra de participación social más normal, y el niño, a una relación con los dioses (véase p. 248). Durante el periodo ritual, el padre ha fabricado flechas votivas, con ojos de dios colgados de ellas, que son los símbolos especiales para el bienestar de los niños (T. II, p. 340). Estas flechas son llevadas a las cuevas de la diosa del nacimiento, stuluwiákame o a las de las diosas de la fertilidad, nakawé y otuanáka.13 Las flechas son ofrendadas como pago por el agua sagrada que se recoge en la cueva y es llevada para la ceremonia. Si el padre ha emprendido un viaje de peyote recientemente, anticipándose a este nacimiento, no habrá olvidado traer una botella de agua bendita del “lugar donde nacen los niños”, la especial morada y santuario del stuluwiákame. Se trata de un pantano situado no muy lejos del país del peyote cerca de Real Catorce, en San Luis Potosí (véase p. 565 n.80).

Mientras tanto, la comadrona hace los preparativos domésticos para la ceremonia. Se preparan cuencos de tamales, infaltables en toda ceremonia huichol, como alimento para los dioses. Uno de ellos tiene la forma tosca de una cabeza humana. Se colocan los tamales sobre el altar de la casa de dios y el padre los dedica, así como también a los demás avíos, escupiendo ceremonialmente sobre ellos según la costumbre huichol (véase p. 403, n. 34).

La magia del agua bendita, cuando es consagrada aún más por las ofrendas de alimento para los dioses, es lo bastante poderosa para devolverle a la madre su status social normal. Y todavía es más eficaz cuando esto se acompaña con el canto de los correspondientes mitos por parte del shamán, si bien no siempre se hace así. El niño necesita de otro tratamiento ceremonial.

glifo maya
Continuación
NOTAS
1 Véase p. 563. n. 20 sigs.
2 Un anciano abuelo huichol, el desdentado Carillo, camina ayudado por un bastón en las ceremonias; pero en otras ocasiones, es bastante ágil sin necesidad de ese sostén. Viví durante meses en la ranchería colindante con la de él, de modo que lo veía todo el tiempo.
3 Véase Tomo II. p. 113.
4 Véase p. 542 sigs.
5 Véase “Mitología huichol”, p. 40, n. 3. Las ofrendas que se colocan en la sagrada cavidad para nakawé, en la ceremonia de preparación del suelo para la semilla, también proporcionan hijos. Véase además “Mitología huichol”, p. 217, n. 1. [La edición castellana actual es: La Mitología de los Huicholes, preparada por: Jay C. Fikes, Phil C. Weigand y Acelia García de Weigand y publicada en colaboración por El Colegio de Jalisco, El Colegio de Michoacán y la Secretaría de Cultura de Jalisco. Guadalajara, 1998.]
6 Véase “Mitología huichol”, 272, n. 4.
7 Véase p. 286. n. 18. El pago de sangre-dinero a la madre compensa al marido.
8 Véase p. 446. n. 99.
9 Lumholtz, Carl: Unknown Mexico, II, 89-90.
10 “Mitología huichol”, p. 159, n. 3.
11 Van Gennep: Les rites de passage, París, E. Nourry, 1909.
12 “Mitología huichol”, p. 159, n 3.
13 Nakawé, la Abuela Crecimiento, la mayor deidad huichol, es una diosa acuática del mar, y “es de lluvia”. A menudo los huicholes intercambian su nombre con otuanáka, la diosa de la fertilidad del suelo, a la cual se dedican ofrendas de preparación de la tierra para la simiente y también para aumentar la fertilidad de la mujer, colocando dichas ofrendas en la sagrada cavidad del templo huichol pagano (véase p. 328). En la mitología, las ofrendas dedicadas a nakawé para que otorgue hijos son llevadas al mar. Véase “Mitología Huichol”, p. 25, n. 2.

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