PRINCESA IXQUIC
Antes del hombre de maíz, fue el de madera,
y antes aún, el hombre fue de tierra;
pero todavía más lejos en el tiempo,
cuando en Xibalbá los doce señores
gobernaban,
la hija de Cuchumaquic,
la virgen princesa Ixquic
concibió por el amor a una calavera,
que se dejó sentir en un chisguete,
a Hunahpú y a Ixbalanqué,
que con el tiempo brindarán a los de Uleu
la reverberante luz del día
y la luz amarillenta de la noche.
Por el multiplicante prodigio de la milpa,
la vieja adivina la aceptó de nuera,
cuando escapó de Xibalbá por el perdón
de los cuatro señores Tecolotes,
que cambiaron con amoroso fraude,
su corazón por el copal,
que exhalaba fragancias seductoras,
cuando con tres dedos levantado,
el cuajarón chorreando sangre
fue puesto sobre el fuego.
Uleu era la tierra,
Xibalbá el inframundo.
La princesa Ixquic
hija de uno de los doce,
sin conocer varón concibió gemelos
como Rea la romana.
¡Señores Tecolotes, los cuatro Ahauab Tucur
que creyeron la versión de la princesa virgen,
reciban
de Caculhá Huracán,
de Chipi Caculhá,
y de Raxa Caculhá
bendiciones. Ahora ella en Uleu
hace la milpa
y cuida de sus hijos,
que vencerán con astucias
a los doce señores de Xibalbá;
y que a Hun Batz y a Hun Choven
castigarán porque se ensoberbecieron;
y viajarán con los cuatrocientos muchachos,
en estrellas convertidos, a alumbrar
de amarillo las horas de la noche uno,
y los caminos albos del día caluroso, el otro
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