Publicamos
esta vez un extraordinario documento antropológico recogido y traducido
por el americanista León Cadogan hace ya algunos años. Se
trata de la cosmogonía tradicional de los indios mbyá, una
de las familias de autóctonos englobados en la denominación
general de guaraníes. El guaraní es asimismo una lengua hablada
no sólo en Paraguay, sino también en Argentina y Brasil por
más de 150.000 naturales, algunos de ellos ya culturalizados, o
en proceso de culturización, pero que han mantenido hasta hoy sus
mitos, ritos y costumbres referidos a su cosmovisión, que estos
textos tan bellamente expresan. Esta edición fue preparada y comentada
por Alfredo López Austin, un conocido
investigador de temas indoamericanos y apareció publicada en México
en 1970, por editorial Joaquín Mortiz bajo el nombre de "Poesía
Guaraní". Estos son algunos fragmentos.
I
El Creador, Ñande
Ru, se crea a sí mismo en medio de las tinieblas originarias. Surge
entre ellas con la vara-insignia de su poder y el reflejo de su corazón
que todo lo ilumina. El Colibrí, extraño personaje del poema,
parece ser la representación del Creador mismo que se autosustenta.
En otros poemas aparece claramente el Colibrí como el propio Ñande
Ru. La imagen de la creación retorna cíclicamente sobre la
tierra con el curso de las estaciones.
I Nuestro Primer Padre, el Absoluto, surgió en medio de las tinieblas primigenias.
II Las divinas plantas de los pies, el pequeño asiento redondo, en medio de las tinieblas primigenias lo creó, en el curso de su evolución.
III El reflejo de la divina sabiduría (órgano de la vista), el divino oye-lo-todo (órgano del oído), las divinas palmas de la mano con la vara insignia, las divinas palmas de las manos con las ramas floridas (dedos y uñas), las creó Ñamandui en el curso de la evolución, en medio de las tinieblas primigenias.
IV De la divina coronilla excelsa las flores del adorno de plumas eran gotas de rocío. Por entre medio de las flores del divino adorno de plumas el pájaro primigenio, el Colibrí, volaba
revoloteando.
V Mientras nuestro Primer Padre creaba en el curso de su evolución su cuerpo divino, existía en medio de los vientos primigenios; antes de haber concebido su futura morada terrenal, antes de haber concebido su futuro firmamento, su futura tierra que originariamente surgieron, el Colibrí le refrescaba la boca; el que sustentaba a Ñamandui con productos del
paraíso era el Colibrí.
VI Nuestro Padre Ñamandu, el Primero, antes de haber creado su futuro paraíso, en el curso de su evolución, El no vio tinieblas: aunque el Sol aún no existiera, El existía iluminado por el reflejo de su propio corazón; hacía que le sirviese de sol la sabiduría
contenida dentro de su propia divinidad.
VII El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, existía en medio de los vientos originarios, en donde paraba a descansar la Lechuza producía tinieblas; ya hacía que tuviese presciencia del lecho de las
tinieblas (de la noche).
VIII Antes de haber el verdadero Padre Ñamandu, el Primero, creado en el curso de su evolución su futuro paraíso; antes de haber creado la primera tierra, El existía en medio de los vientos originarios. El viento originario en que existió nuestro Padre se vuelve a alcanzar cada vez que se alcanza el tiempo-espacio originario cada vez que se llega al resurgimiento del tiempo-espacio primitivo. En cuanto termina la época primitiva, durante el florecimiento del Lapacho, los vientos se mudan al tiempo-espacio nuevo: ya surgen los vientos nuevos, el espacio nuevo; se produce la resurrección del tiempo-espacio.
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, de una pequeña porción de su propia divinidad, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.
II Habiéndose erguido (asumido la forma humana), de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el origen del lenguaje humano. De la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandu que formara parte de su propia divinidad.
III Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, de la sabiduría contenida en su Propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el fundamento del amor. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el origen del amor.
IV Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, habiendo creado una pequeña porción de amor, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora el origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad. Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias, antes de conocerse las cosas, creó en su soledad (para sí mismo) el origen
de un himno sagrado.
V Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano; habiendo creado, en su soledad, una pequeña porción de amor; habiendo creado, en su soledad, un corto himno sagrado, reflexionó profundamente sobre a quién hacer participe del fundamento del lenguaje humano; sobre a quién hacer participe del pequeño amor; sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado. Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, creó a quienes serían compañeros
de su divinidad.
VI Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, creó a los Ñamandu de corazón valeroso. Los creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el Sol). Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias, creó al Ñamandu de corazón grande. Para padre de sus futuros numerosos hijos, para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos hijos, creó al Ñamandu de corazón grande.
VII A continuación, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, al verdadero padre de los futuros Karaí, al verdadero padre de los futuros Jakaira, al verdadero padre de los futuros Tupá les impartió conciencia de la divinidad. Para verdaderos padres de sus futuros numerosos hijos, para verdaderos padres de las palabras-almas de sus futuros numerosos hijos, les impartió conciencia de la divinidad.
VIII A continuación, el verdadero Padre Ñamandu, para situarse frente a su corazón, hizo conocedora de la divinidad a la futura verdadera madre de los Ñamandu. Karaí Ru Ete hizo conocedora de la divinidad a quien se situaría frente a su corazón, a la futura verdadera madre de los Karaí. Jakaira Ru Ete, de la misma manera, para situarse frente a su corazón, hizo conocedora de la divinidad a la verdadera madre Jakaira. Tupá Ru Ete, de la misma manera a la que situaría frente a su corazón, hizo conocedora de la divinidad a la verdadera futura madre de los Tupá.
IX Por haber ellos asimilado la sabiduría divina de su propio Primer Padre; después de haber asimilado el lenguaje humano; después de haberse inspirado en el amor; después de haber asimilado las series de palabras del himno sagrado; después de haberse inspirado en los fundamentos de la sabiduría creadora, a ellos también llamamos excelsos verdaderos padres de las palabras-almas; excelsas verdaderas madres de las palabras-almas.
3. LA PRIMERA TIERRA El Creador, antes de retirarse nuevamente a las tinieblas, encomendó a los grandes dioses creados y no engendrados el cuidado de la tierra. A Karaí, dios del fuego, encargó el crepitar de llamas, los truenos que se escuchan en el oriente, principalmente en la Primavera, y que inspiran fervor a los hombres. Este dios y su consorte serán los que envíen las almas de hombres y mujeres que llevarán el nombre sagrado de "Señores dueños de las llamas". A Jakaira confirió el mando de la neblina vivificante, para que hombres y mujeres enviados por él y su consorte sean los "Dueños de la neblina", que otorga sabiduría y poder para conjurar maleficios. A Tupá, dios de las aguas, y a su esposa encargó la lluvia y el granizo que darán templanza y moderación a sus hijos. Después de esto inspiró a los verdaderos
padres de las palabras-almas el himno sagrado para que lo enviaran a la
tierra. A ellos, para que formaran a los hombres; a ellas, para que dieran
vida a las mujeres.
PRIMERA PARTE El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, habiendo concebido su futura morada terrenal, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que en la extremidad de su vara fuera engendrándose la tierra. Creó una palmera eterna en el futuro centro de la tierra; creó otra en la morada de Karaí (Oriente); creó una palmera eterna en la morada de Tupá (Poniente); en el origen de los vientos buenos (N. y N. E.) creó una palmera eterna; en los orígenes del tiempo espacio primigenio (S.) creó una palmera eterna; cinco palmeras eternas creó; a las palmeras eternas está asegurada la morada
terrenal.
II Existen siete paraísos; el firmamento descansa sobre cuatro columnas; sus columnas son varas insignias. Al firmamento que se extiende con vientos lo empujó nuestro Padre, enviándolo a su lugar. Habiéndole colocado primeramente tres columnas al paraíso, éste se movía aún; por este motivo le colocó cuatro columnas de varas-insignias; sólo después de esto estuvo en su debido lugar, y ya no se movía más.
III El primer ser que ensució la morada terrenal fue la víbora originaria; no es más que su imagen la que existe ahora en nuestra tierra; la serpiente originaria genuina está en las afueras del paraíso de nuestro Padre. El primer ser que cantó en la morada terrenal de nuestro Primer Padre, el que por primera vez entonó su lamentación en ella, fue la "yrypa", la pequeña cigarra colorada. La cigarra colorada está en las afueras del paraíso de nuestro Padre: es solamente la imagen de ella la que queda en la morada terrenal. Pues bien, el "y-amaí" es el dueño de las aguas, el hacedor de las aguas. El que existe en nuestra tierra ya no es el verdadero: el verdadero está en las afueras del paraíso de nuestro Padre, ya no es más que su imagen el que actualmente existe en nuestra tierra. Cuando nuestro Padre hizo la tierra he aquí que era todo bosques, dicen que campos no había. Por este motivo, y para que trabajase en la formación de las praderas, envió al saltamontes verde. En donde el saltamontes clavó originariamente su extremidad inferior se engendraron matas de pasto: solamente entonces aparecieron las praderas. El saltamontes celebró con sus chirridos la aparición de los campos. El saltamontes originario está en las afueras del paraíso de nuestro Padre: el que queda ahora no es más que una imagen suya. En cuanto aparecieron los campos, la primera en entonar en ellos su canto, la primera en celebrar su aparición, fue la perdiz colorada. La perdiz colorada que por primera vez entonó sus cantos en las praderas está ahora en las afueras del paraíso de nuestro Padre: la que existe en la morada terrenal no es más que su imagen. El primero en remover la tierra en la morada terrenal de nuestro Padre fue el armadillo. Ya no es el verdadero armadillo el que existe hasta el presente en nuestra tierra: éste ya no es más que su simple imagen. La dueña de las tinieblas es la Lechuza. Nuestro Padre el Sol es dueño del amanecer.
SEGUNDA PARTE Nuestro Primer Padre está por internarse en las profundidades del paraíso; en vista de ello así habló; -Solamente tú, Karaí Ru Ete, las hileras de llamas inasequibles en que yo me inspiro las harás vigilar por intermedio de tus hijos, los Karaí valerosos. Por consiguiente, Haz que ellos se llamen "los Señores dueños de las llamas". Dí: "Ellos vigilarán aquello que ha de producir el ruido de crepitar de llamas." Cada Primavera haz que se solivien las hileras de llamas para que escuchen el ruido de crepitar de llamas los bien amados que llevan la insignia de la masculinidad, las bien amadas que llevan el emblema de la feminidad.
Después de estas cosas, dijo a Jakaira Ru Ete: -Bien, tu vigilarás la fuente de la neblina que engendra las palabras inspiradas. Aquello que yo concebí en mi soledad, haz que lo vigilen tus hijos los Jakaira de corazón grande. En virtud de ello que se llamen "Dueños de la neblina de las palabras inspiradas" dí a ti mismo.
Después de estas cosas, a Tupá Ru Ete le habló en esta forma: -Tú tendrás a tu cargo el extenso mar y las ramificaciones del extenso mar en su totalidad. Yo haré que tú te inspires en las leyes mediante las que se refrescará la divinidad. Por consiguiente, tú enviarás repetidamente a la morada terrenal por intermedio de tus hijos los Tupá de corazón grande, aquello que refresca, para nuestros bien amados hijos, nuestras bien amadas hijas.
El verdadero Padre Ñamandu, el Primero, estando por hacer descender a la morada terrenal la ciencia buena para las generaciones de los que llevan la insignia de la masculinidad, el emblema de la feminidad, a Jakaira Ru Ete dijo: -Bien, en primer lugar, alojarás en primer lugar en la coronilla de nuestros hijos y nuestras hijas la neblina (vivificante). Cada vez que retorne la primavera harás circular, por intermedio de tus hijos, los Jakaira de corazón grande, la neblina por la morada terrenal. Unicamente en virtud de ella podrán nuestros hijos, nuestras hijas prosperar. -Karaí Ru Ete, tú también harás que las llamas sagradas se alojen en nuestros amados hijos, en nuestra amadas hijas. -Por esto, mi hijo Tupá Ru Ete, aquello que yo concebí para refrescamiento haz que se aloje en el centro del corazón de nuestros hijos. Unicamente así los numerosos seres que se erguirán en la morada terrenal, aunque quieran desviarse del verdadero amor, vivirán en armonía. Unicamente mediante aquello que refresca, las leyes que pronuncié para regir el amor no producirán excesivo calor en nuestros futuros amados hijos, en nuestras futuras amadas hijas. Habiendo Ñamandu Ru Ete, el Primero, designado por sus respectivos nombres a los verdaderos padres de sus futuros hijos, a los verdaderos padres de las palabras (almas) de sus futuros hijos, cada uno de ellos en su respectiva morada (dijo): -Después de estas cosas, después de haber hecho que os llaméis por vuestros nombres, cada uno de vosotros, en vuestras respectivas moradas, concebiréis las leyes que regirán en la tierra a los que llevan la insignia de la masculinidad y el emblema de la feminidad. Después de estas cosas, inspiró el canto sagrado del hombre a los verdaderos primeros padres de sus hijos, inspiró el canto sagrado de la mujer a las primeras madres de sus hijas, para que después de esto, en verdad, prosperaran quienes se erguirían en gran número en la tierra.
4. LAS LLAMAS Y LA NEBLINA DEL PODER CREADOR En virtud de su condición divina dicen (los dioses): "Las llamas y la neblina del poder creador." Fue el primer Ñamandu quien hizo que se engendrase aquello que se convertiría en esta cosa (kuaa-ra-ra) como parte de su ser. En la morada terrenal, ni los mejores entre los que llevan la insignia de la masculinidad, ni las mejores que llevan el emblema de la feminidad las llegarán a conocer; ello es cosa inasequible. De esta cosa, sin embargo, a los que se dedican a orar con verdadero fervor, les divulgarán (los dioses) por qué es que dicen "las llamas y la neblina del poder creador". Fue en virtud de ello que nuestro Padre asentó en el mismísimo centro de su corazón el origen de la excelsa palabra que originariamente engendró (a la que originalmente puso fundamento). A esta cosa llaman "las llamas y la neblina del poder creador". En virtud de ella, en virtud de haberla puesto en pie simultáneamente con la fuente de luz de su corazón y el Sol, para que en toda la extensión de la tierra y el firmamento no hubiera absolutamente nada que escapase a su vista, a aquello que creó como parte de sí mismo y en virtud de su decir (Verbo) "las llamas y la neblina del poder creador, el Sol de la Divinidad", la llamó el verdadero Padre Ñamandu, el
Primero. |
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