Este estudio, complementario del anterior, pertenece igualmente al apartado "Mesoamerican Architecture" de la obra en dos volúmenes de Adrian Snodgrass Architecture, Time and Eternity: Studies in the Stellar and Temporal Symbolism of Traditional Buildings, Aditya Prakashan, New Delhi 1990. A. Snodgrass es autor asimismo de The Symbolism of the Stupa, Motilal Banarsidass, Delhi 1992. |
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El cosmos cruciforme de los
aztecas
El espacio y el tiempo eran inseparables para los mesoamericanos. Situación y acontecimiento eran coincidentes, sucediéndose uno al otro como "lugares-instantes" totales y separados. Había una completa fusión de las divisiones del tiempo y de las divisiones del espacio. Así, los 20 signos de los días se dividían en 4 grupos de cinco, un grupo para cada dirección cardinal, o alternadamente en 5 grupos de 4, incluyendo uno para el centro. Cada uno de los 20 signos de los días estaba consagrado a un dios, el cual ocupaba una posición en una de las direcciones. El primero estaba consagrado al dios supremo Ometecuhtli, el dual señor hermafrodita, dios del fuego y de la Estrella Polar, a veces considerado como Tonacatecuhtli, señor de la vida y del sustento, quien estaba ubicado en el cenit de la bóveda celeste. De Ometecuhtli como fuente (u origen) fluía la secuencia de los otros signos de días y de los dioses que los gobernaban en las cinco direcciones.1 Los días eran dioses. El tiempo y sus divisiones eran deificados. Cada división del tiempo era un ser distinto, llevado por mensajeros divinos representados con números.2 A su vez, cada dirección dominaba un día y un año en este orden: este, norte, oeste, sur. Cada día y cada año estaban impregnados con las características de la dirección que los gobernaba: la fertilidad y la abundancia del este, la sequía y la aridez del norte, la decadencia, la vejez y la muerte del oeste (la dirección del sol poniente), el carácter neutro del sur y la plenitud y culminación del centro. Dentro de cada grupo de cuatro días, el primer día tenía que ver con las cosas trascendentes y con la buena fortuna, el cuarto día es asociaba con las cosas de aquí abajo y con la mala suerte, y los días segundo y tercero expresaban las características de la dirección a la cual pertenecen. De manera parecida, el ciclo de 13 números era gobernado por las direcciones, perteneciendo el primer número al este, el segundo al norte y así de manera sucesiva e incesante en dirección contraria a la de las agujas del reloj a través de reiterados Ciclos.3 De manera similar, el ciclo de 52 años se dividía en cuatro grupos de 13 años, cada uno regido por un signo: el Conejo, la Caña, el Cuchillo y la Casa. Se pensaba que cada grupo de 13 años era una sola carga soportada por el año inicial de ese grupo, o sea, 1-Conejo, 1-Caña, 1-Cuchillo o 1-Casa. Al final de los 13 años, la carga pasaba al signo siguiente, y así sucesivamente hasta que los cuatro portadores de años terminaban su viaje después de 52 años y se renovaba la tanda. Estas divinizadas fechas de años se integraban en la geografía cósmica atribuyendo cada uno de los años-signos a una de las cuatro direcciones: 1-Conejo representaba al sur, 1-Caña al este y así sucesivamente en torno del círculo del horizonte. De este modo, el tiempo y el espacio se integraban en una totalidad unificada.4 Tal como su cuádruple división de acuerdo con las cuatro direcciones del espacio, los períodos temporales también se dividían en cinco partes para que correspondieran al quincuncio espacial de las cuatro direcciones más el centro: el mes de veinte días se dividía en cinco períodos de cuatro días: el año solar estaba compuesto por cinco períodos de 73 días; y el año de 260 días tenía cinco divisiones de 52 días. La totalidad del tiempo se dividía en cinco períodos de acuerdo con esta pauta quincuncial. Abarca cinco "Soles", cuatro en el pasado y uno, el quinto, en el presente. Cada Sol pertenece a una dirección y a uno de los elementos Tierra, Aire, Fuego y Agua. El primer Sol, que brilló durante 676 (= 13 x 52) años, se relaciona con el norte, con el elemento Tierra y con los colores negro y rojo; el segundo Sol, que también duró 676 años, se relaciona con el este, el elemento Aire, y el amarillo del amanecer: el tercer Sol, que duró 364 años (= 7 x 52) años, se relaciona con el sur, el elemento Fuego y el color blanco del día; y el cuarto Sol, que brilló durante 312 (= 6 x 52) años, se relaciona con el oeste, con el elemento Agua y con los colores azul y verde azulado. Cada era Solar sucumbió frente al destructivo aspecto de su propio elemento: al final de la primera era, la Tierra, el sostén del mundo, engulló todas las cosas en un gran terremoto: al final de la segunda era, el Aire, el aliento de la vida, se convirtió en un viento violento; la tercera era fue destruida por el Fuego; y la cuarta era terminó con un diluvio de Agua.5 Nuestro propio quinto Sol ocupa el centro: los eones forman un mandala. El signo ollin, el sol, literalmente "movimiento ondulante", que es también el símbolo de la era actual y de su Sol, representa a la cruz formada por la unión de las posiciones de la alborada y ocaso del sol en los solsticios de verano e invierno. El nombre completo del sol era "movimiento de cuatro ondulaciones", en las que "cuatro" alude a las direcciones cardinales y a los cuatro Soles de las eras anteriores. El signo es un quincuncio. De este modo, los cinco Soles forman el dibujo de un mandala.6 El quincuncio espacio-temporal era el modelo estructural de la sociedad azteca, la cal tenía cinco clases principales, adscriptas a las cinco direcciones y los cinco períodos temporales. El rey, en el centro del reino, tenía cuatro consejeros, representando cada uno de ellos un cuarto del reino y un cuarto del año. Había cuatro consejos, cuatro divisiones de la nobleza y cuatro grados de sacerdotes, correspondiendo a una de las direcciones y a su estación correspondiente. La responsabilidad en el desempeño de los deberes políticos, sociales y sacerdotales era rotativa, pasando de un grupo al siguiente en el curso del año.7
Las divinidades aztecas tenían sus moradas en los signos del zodíaco. El este era el hogar de la Estrella Matutina, el sur era el de la Madre Tierra, el oeste era el del Señor de las Joyas, mientras que el norte era el país de los muertos y de la semilla de maíz que aguardaba resucitar en la mañana del año. El cielo, como la tierra, tenía cuatro direcciones, pero estaban cambiando constantemente en relación con la tierra, puesto que el cielo estaba girando en su eje polar. Las cuatro direcciones del cielo coincidían con las cuatro grandes festividades agrícolas de las estaciones. La secuencia de las dieciocho festividades del año mexicano mostraba una alternancia regular, con una deidad celeste seguida por una deidad terrestre, luego por una deidad subterránea, para volver a empezar. "La secuencia se abre paso a través del tiempo hasta que se completa toda la serie."10 Los mitos aztecas sobre la Creación relatan el despliegue del espacio en las cuatro direcciones desde un centro. Puesto que las divisiones del espacio coinciden con las divisiones del tiempo, estas visiones del tiempo, estos mitos son también un relato sobre el despliegue de los cuatripartitos ciclos del tiempo desde el Presente puntual. Un mito dice que, en el principio, el Océano primordial contenía un leviatán, un lagarto enorme o un monstruo marino llamado Cipactli, que era la encarnación del caos amorfo. Los dioses Quetzalcóatl y Tezcatlipoca, tomando la forma de serpientes, se enroscaron alrededor de Cipactli cuando ella yacía en la superficie del Mar, y la apretaron en dos partes. La parte inferior se convirtió en la tierra. Con la ayuda de cuatro deidades subordinadas, una en cada una de las direcciones, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca alcanzaron su mitad superior para formar el cielo, transformándose en dos árboles para sostenerlo en su centro mientras los cuatro dioses, en las direcciones, también transformados en árboles, lo sostuvieron en los cuatro ángulos. Los cuatro dioses, los portadores del Cielo, se muestran en el arte azteca y tolteca como figuras atlantes. En el Códice Féjerváry-Mayer, al mundo se lo muestra como una cruz con los dos grandes dioses en el centro y los cuatro árboles cósmicos en los brazos de la cruz.11 Después del cataclismo que destruyó todas las cosas al final del cuarto Sol o eón, los cuatro dioses de las direcciones cardinales se reunieron en la ruinosa ciudad de Teotihuacán, sede de la civilización extinguida, a fin de crear un sol nuevo mediante un gran sacrificio. Encendieron una enorme hoguera y luego debatieron quién debería arrojarse en la pira para convertirse en el nuevo sol. Ninguno de los cuatro se animó a afrontar el calor del fuego, pero los dioses Nanáhuatl y Teucciztecatl ofrecieron sus vidas. Nanáhuatl era horriblemente deforme y su cuerpo estaba cubierto de úlceras, por lo que no se lo juzgó apto para el sacrificio y eligieron a Teucciztecatl como holocausto. Se acercó cuatro veces a las llamas pero en cada ocasión debió retroceder debido al "intenso calor". Nanáhuatl se abalanzó y arrojándose a la hoguera se convirtió en el sol. Inspirado por su ejemplo, Teucciztecatl se armó finalmente de valor y le siguió, para convertirse en la luminaria menor, o sea, la luna. Los cuatro dioses de las direcciones aguardaban en la oscuridad la aparición del sol, discutiendo sobre la dirección en la cual aparecería y afirmando cada uno de ellos que estaba frente a la dirección del amanecer. Cada dios dio frente a la dirección de su profecía y la puso bajo su especial patrocinio. Pero el rojo fulgor del sol que no había salido brilló en torno de todo el horizonte, y el sol se negó a elevarse hasta haber recibido ofrendas de corazones y sangre. Esto encolerizó tanto a la Estrella Matutina que atacó al sol, entablando con él un gran duelo. Tras prolongada batalla, el sol derrotó a la Estrella Matutina, que cayó en el helado mundo subterráneo. Entonces todo el panteón de mil seiscientos dioses reconocieron la soberanía del sol y se ofrendaron a él en sacrificio. Fortalecido por la sangre de esos dioses, el sol se elevó por el este y el primer día comenzó.12 Según este mito, los aztecas se ubicaban en sus rituales en el lugar del sol naciente, en el este, de frente al oeste, para que el norte estuviera a la derecha y el sur a la izquierda: la cruz de las cuatro direcciones estructuraba el Mundo ritual. Según otro mito, las direcciones se irradiaban desde el dios omnisciente y omnipotente, Tezcatlipoca, "Espejo Humeante", que es el Sol central que permanece estacionario en el cenit celeste.13 El es el dios de todas los cosas, dotado de movimiento en espiral (torbellinos, remolinos y trombas marinas) porque él gobierna el "Torbellino" celestial, la espiral trazada por los planetas a medida que avanzan por la oblicua senda de la eclíptica y giran alrededor del eje polar del ecuador. La precesión de los equinoccios hace que el polo norte celeste describa un círculo,14 y el centro de ese círculo no lo marca una estrella sino un punto oscuro. Para los pueblos prehispánicos, las estrellas eran espejos que brillaban en el cielo; el eje del cielo, el centro del círculo trazado por el polo celestial, es el espejo oscuro o el "Espejo Humeante" con el que se denominaba al dios. El es el Sol invisible ubicado dentro del círculo negro trazado por el polo celestial; es el núcleo o eje invisible de los Cielos, el punto medio del firmamento y el corazón de la tierra. Al mismo tiempo, él es la espiral de los planetas en la eclíptica, la personificación del movimiento universal, y la medida del espacio y del tiempo. Desde su posición en el centro de los cielos, se proyecta en los cuerpos celestiales en movimiento. Los mitos describen sus movimientos de un lugar a otro del cielo como una sucesión de "hermanos" que ocupan diferentes lugares en el espacio y el tiempo.15 A un mismo tiempo, él es los planetas, la Osa Mayor, las estrellas circumpolares y el centro alrededor del cual todas ellas giran. Es el dios de todas las estaciones.16 Tezcatlipoca tiene tanto cuatro como ocho aspectos, correspondientes a las cuatro y a las ocho direcciones (las cuatro cardinales más las cuatro intercardinales). Es un dios cuatripartito u octopartito, que gobierna las cuatro y las ocho direcciones y el centro. Simultáneamente es uno y cuatro, y dos y ocho. Es la apoteosis del continuum espacio temporal y el movimiento horizontal de los ciclos del tiempo a través de las direcciones. Cada uno de sus cuatro y ocho aspectos es un dios separado, con su propio nombre, edad, parentesco, rol, color y otras asociaciones.17 Su aspecto del este es un águila que se eleva, de color amarillo en honor al sol naciente y a la productividad de la planta de maíz; en el sur es el Colibrí Azul, Huitzilopochtli, el dios del fuego y el dios de la guerra; en el oeste es Quetzalcóatl, la Serpiente Emplumada, o además el ocaso conocido como Xipe Totec, cuyo color es rojo sangre, como la del sacrificio; y en el norte es el espíritu negro de la brujería y la magia negra.18 Los cuatro aspectos de Tezcatlipoca son aspectos de la Naturaleza y representan a Tezcatlipoca en diferentes etapas de la peregrinación del Hombre-dios, o como Quetzalcóatl en varias etapas redentoras.19 Tras proyectarse desde el centro en las cuatro direcciones, entonces los cuatro Tezcatlipocas crearon todas las otras cosas. El espacio y el tiempo ingresaron en el mundo por medio de ellos. Cada uno de los cuatro aspectos de Tezcatlipoca gobierna una dirección cardinal, un planeta, un viento y una estación, y se halla asociado con una criatura voladora, un aspecto moral, un árbol de cierta especie, una posición en el orden de nacimiento, un signo de día y un nombre de día.20 Cada uno se identifica con un elemento; Tezcatlipoca, en el este, es el dios del Fuego; en el sur es el dios del Agua, en el oeste es el dios del Viento o del Aire, y en el norte es el dios de la Tierra y del pedernal.21 Los colores asociados con los cuatro aspectos de Tezcatlipoca derivan del ciclo diurno: el este es dorado, del color de la salida del sol; el sur es azul, del color del cielo del mediodía, al que los mexicanos asociaban con el fuego y el calor; el oeste es rojo, del color de la caída del sol; y el norte puede ser el negro de la noche o el blanco de la muerte, del color de la calavera.22 Tláloc, el Señor de las Aguas, también forma un mandala de las direcciones. En la terraza de su palacio en las nubes se alzan cuatro tazones de piedra que contienen agua, las lluvias de las cuatro direcciones y las cuatro partes del día: la lluvia dorada de la mañana y del este, la que procura bendición; la lluvia azul del mediodía y del sur, la de la fertilidad; la lluvia roja del atardecer y del oeste, la que prepara el suelo para la siembra; y la lluvia negra de la noche y del norte, la del granizo que destruye los cultivos. Los templos de Tláloc contenían los cuatro receptáculos de las lluvias y sus aguas eran rociadas hacia las direcciones en las estaciones apropiadas.23 En otra visión del mito, el dios del centro es Ometecuhtli u Ometéotl, masculino y femenino a la vez, la madre y el padre de todos los fenómenos, el "espejo que ilumina todas las cosas", el Señor del Fuego y el Señor del Tiempo, situado en el centro supremo del universo.24 Ometecuhtli da a luz a los cuatro hijos, los dioses de los cuatro sectores: Huitzilopochtli en el sur y Tezcatlipoca en el norte, que eran los dioses del fuego y de la guerra; y Quetzalcóatl en el oeste y Xipe Totec en el este, que estaban conectados con el agua y la fertilidad.25 Los cuatro dioses y los cuatro elementos forman un cuadrado en el que los ejes contrapuestos se complementan: el eje norte-sur, el del fuego, contrasta con el eje este-oeste, el del agua. Huitzilopochtli y Tezcatlipoca, los dioses asociados con el fuego, se asocian a su vez con el número 6, y Quetzalcóatl y Xipe Totec, los dioses del agua, se asocian con el número 7. Los números situados en las direcciones de los dioses y elementos a los cuales pertenecen, determinan el esquema que gobierna la relación de los 26 clanes que componían la sociedad azteca: seis clanes están ubicados contrastando con otros seis, y siete están ubicados frente a otros siete, para reflejar el trazado de direcciones de los dioses.26 Esta disposición tiene una referencia tanto temporal como espacial. La suma de los números 6 y 7 da 13, el número de uno de los dos grupos (13 y 20) que se combinan para formar el ciclo de 260 días, y también el número de una cuarta parte del ciclo de 52 años. Tal como ya lo describimos, el ciclo cósmico o "siglo" dura 52 años, y las longitudes de los ciclos anteriores o "Soles" eran múltiplos de 52: los dos primeros duraban 676 (= 13 x 52) años, el tercero duraba 364 (= 7 x 52) años, y el cuarto duraba 312 (= 6 x 52) años. Esta división de los ciclos temporales por 13, 7 y 6 se relaciona con la división de la sociedad en dos grupos de seis clanes y dos grupos de siete clanes. Los ejes diagonales del espacio se separan dando lugar a grupos de 13 clanes que dan un total de 52 para el ciclo total. Los dioses del panteón azteca tenían asignada una dirección y estaban asociados con una correspondiente división del tiempo. Estas conjunciones de espacio y tiempo determinaban la ubicación y la fecha de los rituales: los ritos estacionales se celebraban en templos situados en la dirección de esa estación. Este simbolismo era un principio ordenador en la arquitectura y planificación de las ciudades; los templos se construían en la dirección asociada con las deidades albergadas en ellos.27 La división cuatripartita del espacio y del tiempo se reflejaba en los ritos. La toma de posesión de los países recién conquistados era efectuada solemnemente por el rey, quien lanzaba cuatro flechas en las cuatro direcciones desde la cima de una montaña28 y esparcía a los cuatro vientos las cenizas obtenidas quemando una soga de esparto que había marcado un círculo del país vencido. Con similar significado, en la festividad del Dios del Fuego, los cuatro sacerdotes reverenciaban a los direcciones cardinales (avanzando en el sentido de las agujas del reloj desde el este) con antorchas llameantes, que luego eran arrojadas dentro del brasero del Dios del Fuego, Xiuhteuctli, el Señor del Año y el más viejo de los dioses, cuya morada estaba en el centro del universo. Así como las cuatro direcciones emanan del centro, de igual manera Xiuhteuctli emana cuatro transfiguraciones que gobiernan las direcciones. Cada emanación de Xiuhteuctli y cada dirección que emana del centro tiene su propio color, y al final del año, cuatro víctimas (pintadas con los colores de las direcciones y representando las direcciones y la cuatriplicación de Xiuhteuctli) eran sacrificadas en un ritual según el reverso del proceso de extensión cósmica de las cuatro direcciones desde el origen del mundo.29 La principal festividad de los aztecas de Micla, Guatemala, dirigidos por cuatro sacerdotes cuatro veces por año, comenzaba con una evocación de las cuatro direcciones. Luego los sacerdotes conducían a la víctima del sacrificio alrededor del templo cuatro veces y le arrancaban el corazón, recogían su sangre en cuatro vasos y la esparcían en las cuatro direcciones.30 En las ceremonias bautismales de los náhuas de México se lanzaba una flecha hacia cada una de las direcciones. Se efectuaban ofrendas diarias a los dioses de las direcciones.31 La cosmología azteca concordaba con la pauta establecida por el mito y el ritual.32 En la más antigua cosmología mesoamericana, la tierra es un disco chato inserto entre las bases de dos inmensas pirámides escalonadas [invertidas]. Cada escalón de la pirámide de arriba representa una hora del día y una estación del Cielo, y cada escalón de la pirámide de abajo representa una hora de la noche y una estación del inframundo. La corriente que fluye alrededor del mundo y alrededor de las bases de las dos pirámides se llama chicunauhapan, "nueve corrientes", porque hay nueve corrientes en los nueve infiernos.33 La doble pirámide del mundo está compuesta por las trayectorias de los movimientos del sol a través del cielo durante el día y a través del inframundo durante la noche. El Cielo supremo se halla en el ápice del ascenso del sol y el infierno más bajo está en el nadir de su descenso. La cosmología azteca es una variación de este primer paradigma. Retiene los nueve niveles del infierno pero aumenta a trece el número de Cielos. Los niveles dejan de ser piramidales para estratificarse. Los estratos de arriba son asientos de deidades especiales o de fenómenos de la naturaleza, y los estratos de abajo son una sucesión de terrazas que aguardan al sol y a las almas de los muertos.34 Los movimientos del sol se hallan conectados con el Más Allá. Las almas de los guerreros muertos en batalla y las de los reyes y comerciantes acompañan al sol hasta el cenit, y también lo acompañan las almas de las mujeres que murieron durante el parto. Estas mujeres, honradas como "guerreras", escoltan luego al sol hasta que se pone y entra en el infierno.35 La cosmología prehispánica identificaba al plano de la tierra con el El plano quincuncial de la tierra, con sus cuatro lados y su centro, flotaba en medio del Océano, el cual se extendía hacia fuera y hacia arriba hasta fundirse con el cielo, visto como el cielo raso de un enorme edificio. Las "aguas del cielo" también formaban parte del Océano: el cielo y el Mar subterráneo eran de una sola sustancia. En el principio, cuatro dioses, los cuatro aspectos de Tezcatlipoca que sostienen al cielo, cavaron pasadizos en la tierra para elevarla hacia el cielo desde abajo: arriba y abajo, el cielo y el inframundo, eran lo mismo y formaban una superficie continua. El agua del cielo y del Océano forma un solo plano unilateral, como la cinta de Moebius o la botella de Klein.39 Un peligro perpetuo es que el mundo se derrumbe o inunde; pero el cielo es sostenido por los cuatro portadores del Cielo, identificados con cuatro constelaciones, que lo tenían en alto, o alternadamente por sus transfiguraciones, cuatro árboles o columnas, uno en cada uno de los ángulos celestiales.40 La cosmología es estructuralmente solar. En náhuatl, idioma de la América Central prehispánica, el nombre del sol se traduce liberalmente como "el del sur". Para los pueblos que viven en los trópicos al norte del ecuador, el sol se halla en el norte del cenit una parte del año, pero para la mayor parte de Mesoamérica el período es corto comparado con el tiempo que está en el sur. Por ejemplo, en Tenochtitlán, el sol pasa por el norte del cenit solamente unos pocos días cada año. Para los pueblos del norte del Trópico del Cáncer (23,5º latitud norte), el sol no entra en el cielo del norte en ningún momento del año. Para la mayoría de los mesoamericanos, que vivían al norte del ecuador, el sol del mediodía estaba en el sur del cenit durante la mayor parte del año o durante todo el año. En consecuencia, el sur era la dirección del verano, de la luz y del calor; y en cambio el norte era la dirección del invierno, del frío y de la oscuridad. Desde el solsticio de invierno hasta el solsticio de verano, el sol parece moverse de sur a norte. Al promediar el invierno se halla en su posición más al sur y al promediar el verano en su posición más al norte. Pero para los mesoamericanos, como para los chinos, el sur es el lado del verano, la dirección del sol durante la mayor parte del año o durante todo el año. El sur es el espacio en el que el sol habita.41 En su curso diario, el sol personificado mira hacia el oeste; de ahí que el sur se halle a su izquierda y el norte a su derecha. Los pueblos de idioma náhuatl llamaban al sol "el zurdo" porque realizaba toda o casi toda su labor en la parte sur o izquierda del cielo.42 El sol definía los cuatro lados del plano horizontal de la tierra. Los lados norte y sur eran líneas tropicales determinadas por el paso más extremo del sol hacia el norte en verano y hacia el sur en invierno. La salida y la puesta del sol marcaban los lados este y oeste.43 Los movimientos del sol marcan los cuatro lados del plano horizontal de la tierra. También marcan un plano vertical que intersecta con el plano de la tierra. El punto más alto de este plano vertical es el sol en el cenit del cielo; su punto más bajo es el sol en el nadir del inframundo. El cruce de la línea de la salida y puesta del sol, o sea, el eje este y oeste, con la línea del cenit y del nadir está situado en el centro de la tierra. La configuración del cosmos marcada por los movimientos del sol tiene trece puntos, que corresponden a las trece divisiones del año de 260 días y también a los trece Cielos.* La progresión de las estaciones es resultado del "ladeo" del plano vertical en movimiento pendular durante el año solar, oscilando de verano a invierno para volver a empezar.
El Cosmos Cruciforme de los Mayas
Los tres reinos de los Cielos, la tierra y los infiernos tienen todos un trazado cruciforme, y cada nivel posee sus propios dioses de las direcciones. Los Cielos de múltiples gradas eran sostenidos por cuatro dioses atlantes, los bacabs o soportes del Cielo, presidiendo cada uno un cuarto del año de 260 días. Estacionados en los cuatro "ángulos" del mundo estaban los cuatro dioses de la lluvia, los Chacs, nombre que también se daba a los cuatro ancianos que secundaban al sacerdote en el sacrificio al Dios de la Lluvia, estando ellos de pie en las cuatro direcciones y sosteniendo los brazos y las piernas de la víctima. Cuatro divinidades más, correspondientes a las direcciones, los panahtuns o acatuns, estaban de pie en los ángulos del inframundo y sostenían a la tierra. Todos los cuadrantes, en los tres niveles del universo, se asociaban con especies de la flora y la fauna, y con los dioses del color apropiado.51 El Popol Vuh, la epopeya mítica maya, dice que la tierra estaba dividida en cuatro secciones correspondientes a las cuatro direcciones cardinales, cada una con su color, sus dioses y sus categorías.52 Los dioses de los mayas están característicamente asociados con los cuatro puntos de la brújula. cada dios es simultáneamente único y cuádruple, poseyendo cuatro manifestaciones, una para cada uno de los cuatro cuartos. Además, cada dios es doble, con un aspecto benévolo y otro malévolo. Por ejemplo, los cuatro Chacs, cada uno adscrito a una de las direcciones, eran dioses de la lluvia dadora de vida, pero también dioses de destructivas tormentas e inundaciones. Itzamná, el dios del Cielo, equivalente maya de Xiuhteuctli, representado a veces como un anciano de nariz ganchuda, también aparece como un dragón con una cabeza en cada extremo de su cuerpo, una muerta y la otra viva, representando la primera a la puerta del Cielo en el este del mundo donde nacen las estrellas, y la otra, la puerta oeste donde el sol y las estrellas desaparecen.53 La iconografía del dios Kukulcán, forma maya de Quetzalcóatl, indica su conexión con los cuatro ángulos. Sostiene una antorcha, que representa al fuego central, y otros cuatro signos de los cuatro elementos. Está pintado con los colores de los cuatro elementos y sentado en el centro de un árbol con forma de cruz, o sea, en el posición central de un quincuncio.54 Traducción:
Héctor V. Morel
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NOTAS | |
1 | Soustelle, Jacques, La vie quotidienne des Azteques, Paris, Le Club du Meilleur Livre, (n.d.), p. 103; Burland, Cottie A., The Gods of Mexico, London, Spottiswoode, 1967, p. 92-93 y 108-109; Ingham, John M., "Time and Space in Ancient Mexico." Man, 6, 4 (Dec), 1971, p. 623. Irene Nicholson presenta una tabla de correspondencias de signos de días y direcciones: Mexican and Central American Mythology, London, Paul Hamlyn, 1967, p. 52; ver Soustelle, J. La pensée cosmologique des anciens Mexicains, Paris, Hermann, 1940, p. 100, Tabla nº 3. |
2 | Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., pp. 51-52. |
3 | Nicholson, Irene, Firefly in the Night. A Study of Ancient Mexican Poetry and Symbolism, London, Faber and Faber, 1959, pp. 103-104; Soustelle, Jacques (n.d.) La vie quotidienne des Azteques..., op. cit., p. 103; Burland, Cottie A., The Gods of Mexico..., op. cit., pp. 108-109. |
4 | Brundage, Burr C., The Fifth Sun. Aztec Gods, Aztec World. Austin, University of Texas, p.21-22. |
5 | El mito de los Cinco Soles aparece en Soustelle, J. La vie quotidienne des Azteques, 88-89; Vaillant, George C., Aztecs of Mexico, Garden City, New York, Doubleday, 1962, pp. 139-140; Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., pp. 54 y siguientes, y Firefly in the Night..., op. cit., pp. 52-56; Brundage, Burr C., The Fifth Sun..., op. cit., pp. 27-29; Krickeberg, Walter y otros (eds.), Pre-Columbian American Religions, London, Weidenfeld and Nicholson, 1968, p. 41; Burland, Cottie A., The Gods of Mexico..., op. cit., p. 141. |
6 | Hunt, Eva, The Transformation of the Hummingbird, Ithaca and London, Cornell University Press, 1977, p. 182; Broda, Johanna, "Astronomy, Cosmovision and Ideology in pre-Hispanic Mesoamerica", IN Aveni, Anthony F., y Gary Urton (eds.), Ethno-astronomy and Archaeoastronomy in the American Tropics, Annals of the New York Academy of Sciencies, 385, 1982, p. 87. Los actuales indios de Honduras aún usan el "diagrama cósmico" de la cruz de los solsticios con fines rituales. |
7 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., p. 179. |
8 | Del mismo modo que Jesús nace cada año en Navidad y muere en Cuaresma. |
9 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 109-112. |
10 | Burland, Cottie A., y Werner Forman, Feathered Serpent and Smoking Mirror, London, Orbis, 1975, pp. 27-29. |
11 | Brundage, Burr C., The Fifth Sun..., op. cit., p. 31; Nicholson, Irene, Firefly in the Night... op. cit., pp. 35-36; Krickeberg y otros (eds.), Pre-Columbian American... op. cit., pp. 41 y 68. En otra versión del mito, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca alzaron y sostuvieron de esta manera al cielo cuando éste cayó al final del cuarto Sol (ibid., p. 41). |
12 | Krickeberg y otros (eds.), op. cit., pp. 40-43. |
13 | Henry B. Nicholson comenta los múltiples, complejos y proteicos significados de Tezcatlipoca: "Religion in pre-Hispanic Central America." IN Wauchope, R. (ed.), Handbook of Middle American Indians. 15 vols. Austin, University of Texas Press, 1971, pp. 411-412. Entre sus otros significados se halla el de "tramposo", y también el de dios de la providencia, la justicia y la riqueza. |
14 | La precesión de los equinoccios dura aproximadamente 25.920 años. |
15 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., p. 150, resume esto en su gráfico nº 4. |
16 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 145-149. El volador es una acrobacia que aún se realiza en muchas ciudades mexicanas; encarna el simbolismo estelar de Tezcatlipoca. Los acróbatas, personificando a los planetas, bajan en espiral desde el dios que está en la parte superior del palo. Los giros de los jugadores en el Juego de Pelota prehispánico expresan el mismo concepto. Ver ibid., pp. 150-151. |
17 | Thompson, J. E. S., 1957, comenta las variaciones mayas en el tema del dios cuatripartito o quincuncial. |
18 | Burland, Cottie A., The Gods of Mexico..., p. 138 y siguientes; Burland, Cottie A., y Werner Forman, Feathered Serpent..., p. 56; Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 94; von Franz, Marie-Louise, Time, Rhythm and Repose, London, Thames and Hudson, 1978, p. 8. Estos colores no son los únicos atribuidos normalmente a las direcciones. |
19 | Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 95. |
20 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 120-122. |
21 | Nicholson, Irene, Firefly in the Night... op. cit., pp. 64-65. |
22 | Burland, Cottie A., The Gods of Mexico..., op. cit., p. 110. No es constante la relación existente entre colores y direcciones. Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 22, asigna el rojo al este, donde sale el sol; el blanco al norte, donde hace frío; el negro al oeste, donde el sol se pone entrando en la oscuridad; y el amarillo al dorado calor del sur. Sin embargo, luego sigue dando otras correlaciones y sugiere que hay una secuencia rotativa, asociada posiblemente con las respectivas posiciones de los astros. Los campesinos de Guatemala usan todavía colores simbólicos en sus tejidos. Los viejos significados de los colores han sido transferidos al Cristianismo. Ver ibid., p. 22. |
23 | Burland, Cottie A., The Gods of Mexico..., pp. 138 y siguientes. |
24 | No existe contradicción en que estas sean también las características de Xiuhteuctli, ya comentadas. El mito no es sistemático, y a menudo se superponen las funciones míticas de los dioses, los cuales intercambian atributos de acuerdo con el contexto del mito. Por ejemplo, una cantidad de dioses se ubican en el centro-ápice del universo. |
25 | Esta disposición de elementos complementarios aparece en dos santuarios, uno junto al otro, en el templo único situado en el centro de Tenochtitlán, uno consagrado a Huitzilopochtli, el dios del fuego, y el otro a Tláloc, el dios del agua. Ver Townsend, "Pyramid and Sacred Mountain", IN Aveni, Anthony F., y Gary Urton (eds.), Ethno-astronomy... op. cit., pp. 40 y siguientes. |
26 | Ingham, John M., "Time and Space in Ancient Mexico"..., pp. 622-623. |
27 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., p. 180. |
28 | Ver Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 22. En cuanto a paralelismos, ver Coomaraswamy, "The Symbolism of Archery", 1943 [El Tiro con Arco, Obelisco, Barcelona 1996]. En otro ritual azteca, el devoto lanza flechas a cada dirección por vez, alcanzando así a los dioses, y luego pone sus flechas en las manos de Xiuhteuctli, el Dios Viejo, Dios del Tiempo y Dios del Fuego, quien gobierna las direcciones. Ver Coomaraswamy, op. cit., p. 22, y 1959, pp. 57-58. Los incas tomaban posesión de la tierra arrojando piedras, disparando flechas o arrojando una tea hacia cada uno de los puntos cardinales. Ver Brinton, Daniel G., Myths of the New World: A Treatise on the Symbolism and Mythology of the Red Race of America, New York, Leypold and Holt, 1868, p. 69, donde se dan referencias. |
29 | Brundage, Burr C., The Fifth Sun..., pp. 4-5. |
30 | Brinton, Daniel G., Myths of the New World..., op. cit., 1868, p. 72. |
31 | Ibid., p. 73. |
32 | La cosmología mesoamericana se halla descripta en Thompson, J. E. S., Maya Hieroglyphic Writing: an Introduction, Norman, University of Oklahoma Press, 1960; y Maya History and religion, idem, 1970; Soustelle, J. La pensée cosmologique...; León-Portilla, Aztec Thought and Culture, 2ª ed., Norman, Oklahoma, 1970; Nicholson, Henry B., "Religion in pre-Hispanic Central America", op. cit. Un útil resumen aparece en Coe, Michael, "Native Astronomy in Mesomerica", IN Aveni, Anthony F., Archaeoastronomy in Pre-Columbia America, Austin, University of Texas, 1975, pp. 6-10. En cuanto a una opinión complementaria, ver Klein, Cecilia F., "Woven Heaven, Tangles earth. A Weavers Paradigm of the Mesoamerican Cosmos", IN Aveni, Anthony F., y Gary Urton (eds.), Ethno-astronomy..., op. cit. |
33 | Krickeberg y otros (eds.), Pre-Columbian American... op. cit., pp. 39-40. |
34 | Ibid., pp. 39-40 |
35 | Idem. |
36 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., p. 132. |
37 | Ibid., p. 178. |
38 | Idem. |
39 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 177-178. |
40 | Brundage, Burr C., The Fifth Sun..., pp. 6-7; ver Hunt, Eva, ibid., p. 178. |
41 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 70-71. |
42 | Ibid., p. 72. |
43 | Ibid., p. 178. |
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44 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 207-208. Hunt indica que los mismos conceptos aparecen entre los cuitatecas y los zinacantecas, actualmente descendientes de los aztecas. Las superpuestas direcciones del espacio para formar un cosmos de muchos estratos han sido analizadas en conexión con el altar védico y los estamentos del stupa (ver Snodgrass, The Symbolism of the Stupa, Southeast asia Program, Ithaca, New York, Cornell Univ., 1985, pp. 233 y siguientes). En cuanto a los 13 Cielos de la cosmología azteca, ver Thompson, J. E. S., Maya Hieroglyphic Writing..., op. cit., p. 99; Ingham, John M., "Time and Space in Ancient Mexico"... p. 623; Vaillant, George C., Aztecs of Mexico, op. cit., pp. 140-141; Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., pp. 23-24, y 1959, pp. 37-38. Se los representa alineados de dos en dos, a uno y otro lado del perfil de una pirámide escalonada, con el Cielo décimo tercero en su cima. Los Cielos apareados representan las oposiciones inherentes del universo, una sobre otra en una jerarquía de aspectos cada vez más luminosos y enrarecidos hasta que se reconcilian en la unidad del Cielo supremo. Ver Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 24. |
46 | Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., p. 11, Tabla nº 2. |
46 | Ibid., pp. 112-114, donde se brindan detalles. |
47 | Brundage, Burr C., The Fifth Sun..., p. 5. En cuanto a las correlaciones de las direcciones que los Códices expresan, junto con Tablas, ver Hunt, Eva, The Transformation..., op. cit., pp. 117 y siguientes. |
48 | Hunt, ibid., pp. 117-123. Hunt analiza varias secciones de los Códices Borgia y Cospi que muestran el desarrollo de los cuatro o cinco aspectos de un dios o de una deidad planetaria. |
49 | Coe, Michael D., The Maya, London, Thames and Hudson, 1966, pp. 151-152. |
50 | Marcus, Joyce, "Territorial Organization of the Lowland Classic Maya", Science, 180, 4089 (June), 1973, p. 912. |
51 | Ibid., p. 915; Coe, Michael D., The Maya... op. cit., pp. 152-156. En otra descripción, el cielo de muchas gradas es sostenido por cuatro árboles en los ángulos y por un quinto árbol en el centro. Ver Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 22. |
52 | Tompkins, Peter, Mysteries of the Mexican Pyramids, New York, Harper and Row, 1976, p. 304. |
53 | Stierlin, Henri, Living Architecture. Mayan. London, Oldbourne, 1964, pp. 59-60. |
54 | Nicholson, Irene, Mexican and... op. cit., p. 123. |
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