Capítulo X de Las Utopías Renacentistas.
 
EL REALISMO UTÓPICO AMERICANO 
FEDERICO GONZALEZ




Nueva Crónica y Buen Gobierno, 1612-15.
El mestizo Felipe Guamán Poma de Ayala
explica la teogonía y cosmogonía cristiana,
donde aparece la ciudad del Cielo.

La Utopía supone un viaje, imagen de la aventura del Conocimiento. Se trata de descubrir un nuevo mundo, otra realidad distinta a la anterior. Este cambio implica una transmutación, o sea la adaptación a otra forma de vida propia del Hombre Nuevo. Cuando se descubre que la Utopía hermética es real, es que comienza a encarnarse en verdad. El viaje ha llegado a su fin, se ha descubierto la isla. Sólo falta un segundo tramo, la exploración de su territorio, el asombro de las buenas nuevas, la necesidad de seguir conociendo.
    Hay otros mundos pero están en éste

dice el poeta, efectivamente todo está en el alma.

El hombre lleva en sí el ansia de ampliar sus horizontes, lo que equivale en el exterior al viaje y la novedad de otras tierras. Arriesga su vida en ello, se juega entero. Pero no sabe que está simbolizando lo que es la mayor apetencia del alma: el conocerse a sí misma, es decir, la aventura del viaje interior inmensamente más rica que cualquier Eldorado.

A raíz del descubrimiento de América se pusieron de moda los viajes, la geografía, la cartografía, y la aventura. Estas ansias de novedad caracterizan a "la moda". Y así florecieron los viajes a lugares desconocidos, la conquista, y la búsqueda del oro como imagen del premio que la diosa Fortuna otorga como retribución de los esfuerzos y gratificación de los sinsabores en el camino del Conocimiento.

Pero también florecieron varios géneros literarios: el de las crónicas históricas llamadas "de la conquista", el de los libros de viajes, especialmente a lugares fabulosos, (que se anticiparían a los de expediciones a otros planetas y la literatura de ciencia ficción) y particularmente la utopía expresándose como viajes imaginarios a lugares desconocidos tal lo hemos estado viendo a lo largo de este libro.

América, el Nuevo Mundo, fue entonces a partir del siglo XV un imaginario recurrente en el pensamiento y la literatura europeos, a los que los propios americanos se incorporaron desde el comienzo, como lo demuestran las crónicas del siglo XVI, tanto de nativos, mestizos, o conquistadores y frailes; europeos estos dos últimos.

Surge así en "la república de las letras" (otro nombre de utopía) un nuevo género literario,99 el de las crónicas de los usos y costumbres, ritos, mitos, y conocimientos de los pueblos del otro lado del Atlántico, emparentado con la utopía de la Atlántida según lo consignado por Platón en el Timeo.100

Nos encontramos entonces ante el realismo utópico, es decir, la realidad de lo utópico encarnada contemporáneamente al Renacimiento en el siglo XVI en el Nuevo Mundo, a cargo de pueblos indígenas,101 con sus sabios, sacerdotes, reyes y emperadores que fueron capaces de practicar el rito fundacional y sumarse al mito arquetípico de la ciudad celeste, y llevar así a cabo la obra constructiva de la creación de ciudades, es decir estructuras culturales, incluso civilizaciones, de acuerdo a las leyes de la analogía, donde la ciudad terrestre es un reflejo de la ciudad del cielo, estableciéndose así relaciones teúrgicas que vinculan a los hombres con los dioses, y a las almas individuales con el Alma Universal, tal cual lo hacen las utopías renacentistas.

Ya que estas crónicas constituyeron verdaderas utopías como las que hemos estado tratando en el pensamiento europeo del Renacimiento, al punto que desde que comenzaron a conocerse se hicieron sumamente populares como las cartas y diarios de Cristóbal Colón, las de Américo Vespucio, y también los Comentarios Reales, del Inca Garcilaso de la Vega, indio de la nobleza cuzqueña que fue perfectamente educado en España (conoció otros países del continente y tradujo del italiano los Diálogos de Amor, de León Hebreo, libro102 que constituye un tratado sobre el tema en la línea de Ficino y Pico de la Mirandola a la par que una suma de conocimientos herméticos) y cuya vida misma es bastante curiosa, además de expresarse en sus libros en un perfecto castellano y conocer las mitologías grecorromanas y los autores clásicos. Con él comenzaremos este nuevo recorrido.

De más está decir que estas crónicas103 se escribieron durante el Renacimiento como hemos señalado, y de allí que estén incluidas en nuestro estudio, y no sólo por razones vinculadas exclusivamente con fechas históricas, sino porque el contenido de sus descripciones, que se refieren a modelos, devela el carácter metafísico, cosmogónico, esotérico y religioso de esos pueblos además de su organización sociopolítica y cultural derivada de los paradigmas anteriormente nombrados.

Por ello, aunque no conocieran al dios Hermes-Mercurio por ese nombre, todos ellos tenían una deidad equivalente transmisora de conocimientos, que les dio su cultura, incluso su alimento y los inició en la sabiduría.104 Tal el caso de Quetzalcóatl-Kukulcán-Gucumatz, Viracocha, etc. etc., y de otras innumerables deidades como la diosa Madre, los númenes antiguos llamados los abuelos, y sobre todo la deidad más alta: el Dios desconocido, innombrable y siempre ausente, entidades también conocidas por los hermetistas, alquimistas y cabalistas del Renacimiento. Ya que lo que llamamos Hermes, o Mercurio, es un númen, una energía presente en todo tiempo y lugar, entretejida en la misma entraña del hombre y el mundo y que se ha revelado y se sigue revelando de forma perpetua a través de una "Filosofía o Cosmogonía Perenne" que toma muy diversas formas según los pueblos y sus tradiciones, pero que en sí manifiesta de modo múltiple una única y permanente Ciencia Sagrada o Tradición Primordial.105 

Igualmente dos de las deidades presentes unánimemente en las Tradiciones antiguas son el Sol y la Luna, equiparados a un matrimonio –aunque no siempre–, es decir a los dos sexos o primera división entre el género humano y asimismo entre el día y la noche, la luz y la oscuridad, diferenciando así a todos los pares de opuestos posibles.

Esta situación se hace patente en el Perú donde una pareja nacida del lago Titicaca inicia un peregrinaje que acabará en la fundación de la sagrada ciudad del Cuzco elegida por el cielo para ser el centro de una revelación primordial y de un vasto imperio que se generará a partir de ella. De ese modo los hijos del Sol, como se llamaban a sí mismos los incas, comienzan su andadura tradicional dando cuerpo a su revelación proveniente del astro rey, efectivizándose así su ciudad, el Cuzco, y su propia utopía.106 

De hecho el Cuzco estaba dividida también de modo binario,107  correspondiéndose con el sexo de sus fundadores, Manco Cápac y Mama Ocllo, varón y mujer. Y así estaba fragmentada en dos la ciudad según Garcilaso de la Vega:108 

    … que llamaron Hanan Cozco, que, como sabes, quiere decir Cozco el alto, y Hurin Cozco, que es Cozco el bajo. Los que atrajo el rey quiso que poblasen a Hanan Cozco, y por esto le llamaron el alto; y los que convocó la reina, que poblasen a Hurin Cozco, y por eso le llamaron el bajo. Esta división de la ciudad no fue para que los de la una mitad aventajasen a los de la otra mitad en exenciones y preeminencias, sino que todos fuesen iguales como hermanos, hijos de un padre y de una madre. Sólo quiso el Inca que hubiese esta división de pueblo y diferencia de nombres alto y bajo, para que quedase perpetua memoria de que a los unos había convocado el rey, y a los otros la reina; y mandó que entre ellos hubiese sola una diferencia y reconocimiento de superioridad: que los del Cozco alto fuesen respetados y tenidos como primogénitos hermanos mayores; y los del bajo fuesen como hijos segundos; y en suma, fuesen como el brazo derecho y el izquierdo en cualquiera preeminencia de lugar y oficio, por haber sido los del alto atraídos por el varón, y los del bajo por la hembra. A semejanza desto hubo después esta misma división en todos los pueblos grandes o chicos de nuestro imperio, que los dividieron por barrios o por linajes, diciendo Ha nanayllu y Huarinayllu, que es el linaje alto y el bajo; Hanan suyu y Hurin suyu, que es el distrito alto y el bajo.
    Juntamente poblando la ciudad enseñaba nuestro Inca a los indios varones los oficios pertenecientes a varón, como romper y cultivar la tierra, y sembrar las mieses, semillas y legumbres que les mostró que eran de comer y provechosas; para lo cual les enseñó a hacer arados y los demás instrumentos necesarios, y les dio orden y manera como sacasen acequias de los arroyos que corren por este valle del Cozco, hasta enseñarles a hacer el calzado que traemos. Por otra parte, la reina industriaba a las indias en los oficios mujeriles, a hilar y tejer algodón y lana y hacer de vestir para sí y para sus maridos e hijos; decíales cómo habían de hacer los demás oficios del servicio de casa. En suma, ninguna cosa de las que pertenecen a la vida humana dejaron nuestros príncipes de enseñar a sus primeros vasallos, haciéndose el Inca rey maestro de los varones, y la Coya reina maestra de las mujeres.

En cuanto al aspecto espiritual y en especial la importancia dada a la ciudad del Cuzco tomada como imagen de la ciudad celeste dice:

    Uno de los principales ídolos que los reyes Incas y sus vasallos tuvieron fue la imperial ciudad del Cozco, que la adoraban los indios como a cosa sagrada, por haberla fundado el primer Inca Manco Cápac, y por innumerables victorias que ella tuvo en las conquistas que hizo, y porque era casa y corte de los Incas sus dioses. De tal manera era su adoración, que aun en cosas muy menudas la demostraban; que si dos indios de igual condición se topaban en los caminos, el uno que fuese del Cozco y el otro que viniese a él, el que iba era respetado y acatado del que venía, como superior del inferior, sólo por haber estado e ir de la ciudad, cuanto más si era vecino della, y mucho más si era natural. … Por tenerla en esta veneración la ennoblecieron aquellos reyes lo más que pudieron con edificios suntuosos y casas reales, que muchos dellos hicieron para sí, como en la descripción della diremos de algunas de las casas; entre las cuales, y en la que más se esmeraron, fue la Casa y Templo del Sol, que la adornaron de increíbles riquezas, aumentándolas cada Inca de por sí, y aventajándose del pasado.

En efecto, la descripción de la casa del Sol construida por los incas, sus hijos, es extraordinaria y los que aún la visitan y sólo ven ruinas deberían vestirla con el relato de Garcilaso de la Vega:

    Todas las cuatro paredes del templo estaban cubiertas de arriba abajo de planchas y tablones de oro. En el testero, que llamamos altar mayor, tenían puesta la figura del Sol, hecha de una plancha de oro, al doble más gruesa que las otras planchas que cubrían las paredes. La figura estaba hecha con su rostro en redondo, y con sus rayos y llamas de fuego, todo de una pieza, ni más ni menos que la pintan los pintores. Era tan grande, que tomaba todo el testero del templo de pared a pared. No tuvieron los Incas otros ídolos suyos ni ajenos con la imagen del Sol en aquel templo ni otro alguno, porque no adoraban otros dioses sino al Sol, aunque no falta quien diga lo contrario.

Como en otras tradiciones los hijos del Sol asociaban el oro con el astro rey, y a la luna con la plata, aunque daban cabida también a su corte celeste como en diversos panteones tradicionales:

    Otro aposento de aquéllos, el más cercano a la Luna, estaba dedicado al lucero Venus, y a las Siete Cabrillas, y a todas las demás estrellas en común. A la estrella Venus llamaban Chasca, que quiere decir de cabellos largos y crespos; honrábanla porque decían que era paje del Sol, que andaba más cerca dél, unas veces delante, y otras veces en pos. A las Siete Cabrillas respetaban por la extrañeza de su apostura y conformidad de su tamaño. A las estrellas tenían por criadas de la Luna, y así les dieron el aposento cerca del de su señora, porque estuviesen más a mano para el servicio della, porque decían que las estrellas andan en el cielo con la Luna como criadas suyas, y no con el Sol, porque las ven de noche, y no de día.
    Este aposento estaba entapizado de plata también como el de la Luna, y la portada era de plata; tenía todo lo alto del techo sembrado de estrellas grandes y chicas, a semejanza del cielo estrellado. El otro aposento junto al de las estrellas era dedicado al relámpago, trueno y rayo: estas tres cosas nombraban y comprendían debajo deste nombre Illapa, y con el verbo que le juntaban distinguían las significaciones del nombre, que diciendo viste la Illapa, entendían por el relámpago; si decían oíste la Illapa, entendían por el trueno, y cuando decían la Illapa cayó en tal parte, o hizo tal daño, entendían por el rayo.
    No los adoraron por dioses, mas de respetarlos por criados del Sol. Lo mismo sintieron dellos que la gentilidad antigua sintió del rayo, que lo tuvo por instrumento y armas de su dios Júpiter. Por lo cual los Incas dieron su aposento al relámpago, trueno y rayo en la casa del Sol como a criados suyos, y estaba todo él guarnecido de oro.

Y sigue así la descripción:

    Otro aposento (que era el cuarto) dedicaron al arco del cielo; porque alcanzaron que procedía del Sol, y por ende lo tomaron los reyes Incas por divisa y blasón, porque se jactaban de descender del Sol. Este aposento estaba todo guarnecido de oro. En un lienzo dél sobre las planchas de oro tenían pintado muy al natural el arco del cielo, tan grande que tomaba de una pared a otra con todos sus colores al vivo: llamaban al arco Chuycu, y con tenerle en esta veneración, cuando le veían en el aire cerraban la boca y ponían la mano delante, porque decían que si descubrían los dientes los gastaba y empobrecía. Esta simplicidad tenían entre otras sin dar razón para ello. El quinto y último aposento estaba dedicado para el sumo sacerdote y para los demás sacerdotes que asistían al servicio del templo, que todos habían de ser Incas de la sangre real. Éstos tenían aquel aposento, no para dormir ni comer en él, sino que era la sala de audiencia para ordenar los sacrificios que se habían de hacer, y para todo lo demás que conviniese al servicio del templo. Estaba este aposento también, como los demás, guarnecido con oro de alto abajo.

Volviendo a la división binaria del Cuzco antes señalada reiteraremos que desde el comienzo la ciudad estaba dividida en dos: Sol y Luna, oro y plata, varón y mujer, el Inca y la Coya, los que aparentemente convivían separadamente en el Cuzco, modelo de todas las ciudades incaicas, principios fundamentales ambos de su orden cosmogónico, que aplicaban a su completo sistema de valores, los que reproducían en su existencia y su cotidianidad.

También el número 4 y el 5 eran indispensables, pues significaban los cuatro "rumbos", los lados de un cuadrado y su punto central, los que eran tomados como módulos de su completo sistema numérico que aplicaban a todas las cosas. Ejemplos:

    Damián de la Bandera, en el Documento de Huamanga (1557), consigna los siguientes datos relativos al sistema político de los Incas: 1. Atribuye a Manco Capac el haber convocado cortes en el Cusco en que se hallaban todos los caciques y señores principales de sus dominios, y en ellas ordenó que se hiciera acopio de todo el ganado de la tierra para distribuirlo, dando cierta parte para el sol, otra para las huacas y para las mamacuna, y de los demás repartió a los caciques, en proporción, recibiendo unos mil cabezas y otros 500, 200, 100, 50, 20, 10 y 5; y cada vasallo común una pareja de macho y hembra para que la criasen y de ella se vistiesen. … 2. En seguida mandó contar los indios de todo el reino, repartiéndolos en grupos entre 10 y 10 mil, poniendo un jefe para cada grupo, resultando así jefes de 10 mil, de mil, de 100, de 50, de 10 y de 5. (Luis E. Valcárcel, Historia del Perú Antiguo, Tomo II. Ed. Juan Mejía Baca, Lima 1978).
    A la cabeza del Imperio, inmediatamente después del Inca, había cuatro funcionarios llamados apucunas que formaban un Consejo de Estado, entendiéndose cada uno con una cuarta parte del reino, división que denominaron SUYO. Como es sabido, los suyos eran cuatro: Chinchasuyo, Collasuyo, Condesuyo y Andesuyo. Debajo de estos apocunas había otros funcionarios llamados hunos que eran señores de 10.000 indios y sucesivamente, en orden inferior, había curacas de 5.000, de 1.000, de 500, de 100, de 50 y de 10. (según el Licenciado Falcón, recogido en Luis E. Valcárcel, ibid.).
    En la organización militar se procedía al nombramiento de los jefes y oficiales, estableciéndose que de cada 10 soldados había uno que los mandaba, y luego de cada 50 y de cada 100 y de cada 500 hasta 1.000. Los jefes equivalentes a los maeses de campo lo eran de tres, cuatro y cinco mil hombres de guerra. Los generales tenían mando de 10.000 para arriba y eran llamados Hatun Apu o gran capitán. (según el padre Blas Valera, citado en Luis E. Valcárcel, ibid.).

El Tahuantisuyo, o sea "el lugar de los cuatro cuartos", era la imagen cruciforme del imperio, la máquina del estado, en cuyo centro se encontraba el Cuzco, y sobre todo el Inca, una teofanía del Sol, extendiendo su poder hacia los cuatro puntos cardinales.

Empero todos compartían la ciudad y se interrelacionaban constantemente aunque vivían separados en 10 calles perfectamente marcadas en razón de su número, fundamental en el sistema inca, y debido a la necesidad de encuadrar el conjunto de la población en una estructura donde, por ejemplo, en la cuarta calle vivían los ciegos, que se casaban con las ciegas, los cojos con las cojas, los enanos y jorobados con enanas y jorobadas, etc. o sea que se relacionaban estrictamente con la calle de enfrente, de sexo diferente, que se le oponía en un cuadriculado de diez por diez, análogo a una cajonera. Esto está narrado por otro cronista mestizo, Guamán Poma de Ayala que en su recorrido a través de los restos del imperio y el Perú colonial narra recuerdos de sus antepasados indígenas y en su libro Nueva Crónica y Buen Gobierno109 nos comenta:

    Dies calles de yndios para ocupar en trauajos por que no fuesen ociosos y holgasanes en este rreyno, porque de otra manera no pudiera sustentarse ellos ni los demás prencipales y señores y la magestad del Ynga y su gouierno.
    PRIMERA CALLE En esta calle primera que quiere dezir hombres ualientes, soldados de guerra, auca camayoc, que son de edad de treynta y tres años, desde que entraua ueynte y cinco años y salía de cincuenta años: Estos ualentones lo tenía muy apartado y señalado para este efecto y para lo que se ofricia.


El Cuzco. G. B. Ramusio, Venecia 1606.



Plano de Tenochtitlan adjuntado por Hernán Cortés en sus Cartas de Relación
de la Conquista de México. Grabado en madera copia de la pintura
original de la carta del 15-10-1520, Nuremberg, 1524.
    Questos dichos yndios se sacaua para la batalla y guerra que tenía el Ynga y se sacaua destos uallentones yndios mitimais, estrangeros, en otras prouincias le poblaua, dándole tierras, pastos y sementeras de sobra para toda su generación, dándole muger de la misma tierra. Estos hacía por tener su rreyno seguro. …
    SEGVNDA CALLE En esta calle segunda de puric macho, biejos pasados de edad de sesenta años y de setenta y ocho años, que seruían en las chacras [sementera] y de traer leña y paxa y linpiar casas del Ynga o de algún señor y prencipal y seruían por camareros y despenseros y porteros y quipo camayoc [contador]…
    Y a éstos les llamaua pachaca, labrador, y destos yndios pasados se sacaua pa[ra] camareros; les llamaua apukuna.
    Y a éstos les sacaua para mandones y despenseros, surcoquc, y a éstos les sacua para lacayos de los señores principales; les llamaua quraca catic [criado del kuraka]…
    TERZERO CALLE En esta calle del terzero llamado rocto macho, biejo sordo, de edad de ochenta años hasta de cien años o de ciento cinqüenta años.
    Estos dichos rrocto machos son biejos, que sólo es para comer y dormir; los que pueden hazer guascas, soga, y frezadas, apa, y an de guardar casas de los pobres y criauan conejos y patos.
    Estos dichos biejos eran muy temidos y onrrados, obedecidos. Ëstos tenían oficios de asotar a los niños y niñas y dar buenos consejos y dotrinas. Con la poca sombra daua lus y claridad del seruicio de Dios y predicaua buenos egenplos: alli qunacoc alli yachachic macho yaya, quiere decir que da buen egenplo y que bien enseña, biejo…
    QVARTO CALLE En esta calle del quarto de los enfermos y liciados, cojos y mancos y tollidos, upa, mudo; nausa, ciego; uncoc, enfermo; uinay uncoc, tullido; maquin paquisca, manco; hanca coxo:
    Éstos seruían de pasatiempo, hablar y chocarrear, como son enanos, tinre, uayaca; cumo, corcobado; chicta cinca [nariz partida]. Cada uno los que podían trauajar y ayudar, los que tenían ojos seruían de mirar, los que tenían pies andauan, los que tenían manos texian y seruían de despenseros y quipo camayos, mayordomos. ëstos cada uno les casaua con su ygual para multiplicar y seruían en todo lo que pudían.
    En estos yndios y yndias tenía una horden muy buena del seruicio de Dios y multiplico de jente para inchir la tierra de gente, para la grandesa, aumento y seruicio de la magestad del Ynga y príncipes, duques, condes, marqueses deste rreyno. Le casauan al ciego con otra ciega, al cojo con otra coja, al mudo con otra muda, al enano con enana, al corcobado con corcobada, el nariz hendido con otra de naris hendida, para el multiplico del mundo. …
    QV[I]NTO CALLE En esta calle del quinto de sapayacac [mandadero], que son yndios de guarda de edad de dies y ocho años y de ueynte años:
    Éstos seruían por mensages, cachacona uayna [jóvenes de encargos], del pueblo a otro pueblo y a otros lugares más sercano de los ualles. Y guardauan ganados y acompañado de yndios de guerra y de grandes prencipales y señores capitanes. Y éstos lleuauan de comer y seruían a sus principales y mandoncillos de su pueblo…
    No prouauan sal ni agí ni iel ni uinagre ni comía cosa du[l]se ni carne ni cosa de gordura ni ueuía chicha. Por gran rregalo le daua un poco de mote, mays cocido, una camiseta y manta gruesa; aquello le bastaua. Y ci era hijo de prencipal, más castigo lleuaua. Y nunca paraua estos mosetones hasta treynta años, ni conocía muger en todo el reyno.
    CESTO CALLE En esta calle del sesto que son muchachos de edad de doze años o de dies y ocho años, que se dizen mactacona:
    A estos dichos les enbiaua a los ganados a guardar y allí coxían con lazos y ligas a los páxaros llamados uachiua [ganso], yuto [perdiz], quiuyo [no identificada], tacami [pato], auas, recrec [no identificadas]. Y hacían de la carne petaquillas y las plumas los guardauan para los Yngas y capac apocona [señores poderosos], y para capitanes, tenía este oficio.
    Toda estas diligencias se hacía por amor de la rrepública y aumento de la grandesa de la magestad del Ynga. Antes que hubiese Ynga, auía en cada pueblo su Ynga y rrey, señor para aqudille y ací maltones que se dice macta [joven], que éstos fuesen parte, ayuda a las comunidades y sapci y a las haciendas de los Yngas y dela señora coya y de otros prencipales desto rreyno, como del sol, luna, estrellas y de ydolos uacas. Ayudauan a guardar en el ganado y sementeras y seruicio de los caciques prencipales deste rreyno. Le enseñauan esta umildad y ubidencia y que seruiesen en todo el rreyno estos mosetoncillos y que fuesen muy ubidiente en su rreyno…
    SÉTIMO CALLE En esta calle del sétimo que le llaman tocllacoc uamracuna [muchacho cazador], de edad de nueue años o de doze años:
    … Para que fuesen dotrinados y enseñados a trauajos y tomasen oficios y uertud, le mandaua a estos muchachos casadores y ancí les llamauan tocllaque uamra, muchacho casador, en todo el rreyno. Como avçcá al estudio a la esqüela nunca le mandaua apr[e]nder oficio destas dichas edades, cino moso de uente de o trenta años, para que aprendiesen bien ci jugar. Y ací estos muchachos proqurauan coger con ligas o lasos o tirándole los páxaros del monte.
    Tenían este oficio ordenario y cin eso de guardar ganados y traer leña, paxa, hilauan y torcían y aqudían en otros mandados de los prencipales y de la justicia de su padre y madre y ermanos mayores. Y con ellos andaua muchos asotes y linpiesa en este rreyno.
    OTABO CALLE En esta calle del otabo de niños de edad de cinco años o nueue años, ninños que juegan que se dize pucllacoc uamracona:
    Éstos seruían a sus madres y a sus padres en lo que pudían y lleuauan muchos asotes y coscorrones y seruían de hacer jugar a las crías que gateauan y a los questán en las cunas de menealle y de miralle.
    Estos dichos niños, digmaos a gora niños de la dotrina que son apropiados para ello y enseñalles la dotrina y la esqüela, que fueron resseruados en la uecita general para la ayuda de su casa y cría de sus ermanos, niños de quna y niños que gatean y que juegue con ellos o ayude a criar güérfanos y otras oqupaciones de casa y mirar la casa, se le [u]qupauan estos dichos niños que les llamaua pucllacoc uamra, niños que juegan, niños de la dotrina y de la esqüela…
    NOVENO CALLE En esta calle del noueno llamado llullo llocac uamracona, niños de teta que comiensan a gatear, que son de edad de un año o de dos años y de tres años hasta que llegan a cinco años:
    … En esta becita general de los yndios de llucac uanra, niños que gatea, es muy justo que se rreserue su madre para la cría y ci es güérfano, mucho más. Y ci nasen dos de un vientre, que se rreserue su padre y madre dos años por la ley de Dios y de la pocición, muy antigua ley deste rreyno cigún es ley de la cristiandad que se deue que la trajo Dios nuestro señor Jesucristo y su madre Nuestra Señora del Rosario…
    Dézimo Calle En esta calle del décimo llamado uauna quiraupi cac, niños de teta rreci[é]n paridos questán en la cuna, de edad de un mes:
    Que conbiene que otro le cirua quiraupi uauacona [niños de cuna], que le a de seruir su madre de fuersa, no otra persona es que da la leche a los dichos niños.
    En esta dicha calle de niños de la quna se acaua la becita general de los yndios adonde es buena ley y obra de misericordia y buena becita general…

Las calles de mujeres se organizan del mismo modo y las edades, estados y trabajos son los mismos, ya que las mujeres luchaban a la par de los hombres, aunque compartiendo diferentes responsabilidades y oficios y admitiendo –como Mama Ocllo– una subordinación al hombre, como el hijo menor respecto al primogénito.

Los valores morales y las leyes eran sumamente rígidas y se correspondían con la estructura cuadriculada de su utopía. Su severidad llegaba al extremo de aplicar la pena de muerte por delitos leves según los criterios legales de la actualidad, como el robo. Era una sociedad austera, rigurosa y siempre pendiente de un organigrama, lo que era su forma de ritualizar ese mandala que constituía la ciudad, cuyos números fundamentales como dijimos eran el 2, el 4, el 5 y el 10,110 modelos presentes en toda su cultura caracterizada por su rigidez –y también por la estabilidad de su imperio.111 

Los ciudadanos no podían viajar por el interior de su país sin autorización o sin pertenecer al funcionariado, aunque llevaban censos de prácticamente todas las cosas, que asentaban en quipús, o sea sistemas mnemotécnicos con los que realizaban sus cálculos. Hombres y mujeres eran vírgenes hasta su matrimonio. Transcribimos estas ordenanzas tomadas también del libro de Poma de Ayala:

    Mandamos que los mozos y niños que fuesen muy obedientes a sus padres y madres y a los demás viejos ancianos y señores grandes y a los mayorazgos de todo este dicho reino. No cumpliendo, por la primera, fuese azotado; por la segunda, fuese desterrado a las minas de plata o de oro…
    Mandamos que no haya ladrones en este reino ni que haya salteadores, suua poma ranra, y que por la primera, fuesen castigados quinientos azotes y por la segunda, que fuese apedreado y muerto y que no la enterrasen su cuerpo, que lo comiesen zorras y cóndores…
    Mandamos que a los perezosos y sucios puercos les penaba que la suciedad de la chacara [sementera] o de la casa o de los platos con que comen o de la cabeza y de las manos o los pies les lavaban y se las daban a beber de fuerza en un mate, por la pena y castigo en todo el reino. Estaba ejecutado esta pena.
    Ordenamos y mandamos que todos los oficiales que no sean ociosos ni perezosos, así los dichos que tuvieren cargo de beneficios, gobernadores, pontífices y sacerdotes y señores grandes que mandan la tierra, y de artificios, pintores, … carpinteros, canteros, … plateros, bordadores … labradores, … (etc.) … guerreros. Que no falten estos dichos oficiales en este reino, porque serán castigados por perezoso y ladrón…
    Mandamos en todo el reino haya abundancia de comida y que se siembre mucho maíz y muchas papas … (etc.). De cada año den cuenta; no haciéndolo los dichos corregidor tocricoc [oficial real], lo castigue cruelmente en este reino…
    Mandamos que ningún indio de este reino no cambie su hábito y traje de cada parcialidad …, so pena de cien azotes…
    Mandamos (que) en este reino en los pueblos han de comer en la plaza pública caciques principales, indios chicos y grandes para que se alleguen todos los pobres y huérfanos, viudas, enfermos, viejos, ciegos y tullidos, peregrinos, caminantes: Todos coman por la caridad y de ser uso y costumbre desde primer gente y ley y buena obra y misericordia de Dios en este reino.

No faltaban según las crónicas fiestas y cantos, juegos, bailes (que aún hoy subsisten), en una sociedad armónica, donde no se carecía del alimento ni del amparo del sistema, aunque tuvieran que pagar fuertes tributos al Inca en oro y plata, tejidos, pesca, chuño, animales, etc. por medio de los gobernadores y fun­cionarios del imperio, los que luego de haber enviado lo suyo al Cuzco, se servían de las comunidades de indios.

La familia era importante pese a que sus miembros en definitiva estaban sujetos al Inca. Su enseñanza era oral pues no tenían letras salvo los mencionados quipús, computadoras de la antigüedad. No manejaban dinero y la propiedad era comunitaria, no privada, y los campos y aldeas administrados por sus jefes, que a su vez dependían de un jefe mayor y estos a su vez de otros hasta llegar al fin de la pirámide, o sea al Inca, luego de pasar por la realeza y los orejones y nobles que tenían asignado tributo.

Esta distribución comunal de las cosas en distintas proporciones, o sea organizada de modo jerárquico, niega el título de socialista, con el que la han descrito, y más aún el de comunista, aunque esta distribución desigual fue en la práctica propia de la Unión Soviética y regímenes asociados.

En cuanto a la ingeniería incaica y a la construcción de acequias, edificios, ciudades, fuertes, terrazas, caminos, es muy conocida y aún subsiste en uso fragmentariamente. La atención de sus cultivos, especialmente el de la papa en sus innumerables variedades, más que el maíz como en Mesoamérica, contribuyó fundamentalmente a la alimentación de esta civilización. Este tubérculo fue la esencia, el centro, de la dieta del Tahuantisuyo –como el arroz para los orientales– y de hecho también Europa debe estar agradecida por su exportación; lo mismo con el maíz, el tomate, la yuca, el aguacate, los porotos, y los demás productos propios de sus bien trabajadas siembras, perfectamente organizadas, muestras de una brillante, pero extraña cultura, sobre todo si se juzga con los criterios individualistas y profanos actuales.

En definitiva una utopía en acción, análoga a otras americanas, incluidos los sacrificios humanos, que existió al mismo tiempo que la Utopía, de Tomás Moro, en la que se consignan determinadas ideas que algunos estudiosos creen son inspiradas en la civilización incaica, aunque ignoran que los arquetipos de lo verdaderamente humano son válidos aquí y allí, arropadas sus estructuras con diferentes trajes y abalorios que se corresponden a distintos lugares y tiempos del esoterismo de la Utopía siempre presente.

 
 
NOTAS 
99 La literatura y su mundo constituyen un espacio intelectual que es también una imagen de la ciudad celeste; lo mismo el ámbito musical, sus estructuras y arquitectura sonora. Éste, como el "mundo" teatral, está constituido por un núcleo de personas que comparten –aún a nivel profano– una entidad "ideal" que no es la común.
100 "… de ella los de entonces podían pasar a las otras islas y de las islas a toda la tierra firme que se encontraba frente a ellas" (24e - 25). El subrayado es nuestro. Es interesante destacar que Platón en el siglo VI a. C. refiriéndose a un mito antiquísimo (de 9.000 años de antigüedad), relate la existencia de un continente "mítico" del otro lado de las columnas de Herakles-Hércules unido a la Atlántida, como Europa (y Asia), por varias islas. Obviamente en ese tiempo no se sabía de la existencia de América y sus habitantes (los rojos), aunque algunas de las culturas precolombinas fueron contemporáneas, o sea que coexistieron con el mundo griego. Todo esto dos mil años antes del viaje de Cristóbal Colón.
101 Incluso posteriormente sacerdotes europeos formaron naciones indígenas aprovechando sus estructuras tradicionales, tal el caso de las misiones jesuíticas en América del Sur y el de Vasco de Quiroga en México. Ver nota 44.
102 Ver aquí Cap. XI: "Otras Utopías Renacentistas".
103 Además de las citadas en el presente Cap. y el anterior, señalamos, entre decenas, las de Gregorio García: Origen de los Indios de Nuevo Mundo, Diego de Durán: Historia de las Indias de Nueva España, Bernardino de Sahagún, Historia General de las Cosas de la Nueva España.
104 Ver El Simbolismo Precolombino. Cap. XII: "Energías descendentes y ascendentes".
105 El verdadero significado del término Tradición es el entronque con la Vía de los Antepasados, siempre míticos, con los que enlazamos de modo vertical, y no la simple conservación de usos y costumbres horizontales, relativos en el tiempo.
106 A diferencia de los indios Caribes descubiertos por Colón, los indios del Cuzco y los de la cordillera de los Andes, por donde se extendía el imperio inca, habitaban unas zonas extremadamente frías y no constituían culturas menores como la de los Taínos o la de los citados Caribes sino un vastísimo imperio.
107 "Inca Roca fue un soberano dadivoso, ofrecía banquetes públicos. Dividió el Cusco, en Hanan y Urin. Descubrió las aguas de Urin Chacan y Hanan Chacan." (Luis E. Valcárcel, ibid., Tomo V, según Los Orígenes de los Inkas de Fray Martín de Morua, Librería e imprenta D. Miranda, Lima 1946.)
108 Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales. Espasa Calpe Mex., México 1983.
109 Siglo XXI Editores, México 1980.
110 Los pueblos mesoamericanos, que igualmente tenían al número 5 por su módulo fundamental –como la civilización china–, se diferenciaban de los peruanos en que utilizaban el número 20 en lugar del 10, ambos múltiples del 5.
111 Cuatro eran las vías de llegada a la ciudad, que eran los accesos a las cuatro partes de la misma.
   
 
 
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