LA UTOPÍA EN ESTADO PURO: CRISTÓBAL COLÓN
FEDERICO GONZALEZ
En la Cuba de la época colonial fue conocido como colono castellano el que luego fuera el emérito Fray Bartolomé de las Casas defensor de los indios y por este y otros motivos la gran figura del Renacimiento español –junto con Juan Luis Vives, el hebraísta Benito Arias Montano y también Francisco de Vitoria (1492-1546). Culto y conocedor de primera mano del problema por haber visto directamente el trato que se les infligía a los naturales; gracias a sus empeñosos oficios, se evitó la esclavitud y se logró detener en más de una ocasión afrentosos tratos, injusticias tremendas, incluso castigos corporales y furias asesinas que despertaban los autóctonos en los conquistadores, los que detestaban también acérrimamente al "defensor" de éstos, igualmente español.
En sus años de madurez escribió un libro en tres tomos llamado Historia de las Indias, el que constituía su trabajo más querido, y que vino a sumarse92 a su obra anterior.
Debemos agradecer a su diligencia el haber recogido los diarios de navegación de Cristóbal Colón –también fueron empleados por su hijo Fernando para su libro sobre el almirante– los que utilizó para su Historia de Indias, a veces transcriptos abundantemente de modo literal. Dichos diarios se encuentran perdidos desde hace siglos, aunque fueron rehechos en 1825 a encargo de Carlos IV por Martín Fernández de Navarrete que los arregló de modo fiel de acuerdo a las copias, y han circulado entre varias generaciones de lectores desde entonces. Hacemos esta afirmación sobre su autenticidad porque ha aparecido recientemente y editado por las celebraciones del 5º Centenario del descubrimiento de América, el Libro Copiador93 de dichos diarios, que es el que usaremos en este capítulo transcribiéndolas en parte, tal como efectuó Las Casas dada la propia índole del material –como lo hemos hecho en el caso del capítulo anterior– que lo dice todo de una vez, con un ingenio incomparable.
Fray Bartolomé vio la grandeza de Colón pese a sus numerosos defectos, que no eran tales en comparación con el temple y los conocimientos del navegante y sobre todo frente a la inmensidad simbólica y científica del descubrimiento y la confirmación que en este sentido le ha otorgado la Historia, asunto del que únicamente parece haberse dado cuenta cabal el Almirante. Efectivamente aquel personaje único, culto como el que más de su tiempo, fue menospreciado, vituperado, y aún tenido como loco, tanto en la corte de España como en la de Portugal donde pasó catorce años antes de los siete transcurridos previos a su viaje decisivo, patrocinado por los reyes católicos. Su genio fue disminuido, su integridad destrozada por las mentiras de cara a los soberanos y la corte, al punto que llegó a ser el hazmerreír de aquellos que no entendían sus puntos de vista y que a raíz de esta imposibilidad comenzaron a injuriarlo y a tramar su ruina a causa del odio que le tenían. A este vino a sumarse la envidia después del descubrimiento, y el deseo de quedarse con algo de lo que el otro tenía, aprovecharse materialmente del idiota, sin siquiera poder evaluar ninguno de sus hallazgos, ideas, y verdades.
También Las Casas, como el hijo de Colón, da cuenta de su gran cultura, la que asimismo el propio Almirante acredita citando de memoria numerosos autores que vienen a su auxilio en las más diversas circunstancias de tiempo y lugar.
Parece que Colón sabía por sus lecturas y la peculiar información que poseía, de la existencia de otro continente al lado opuesto del Atlántico, al que llamaba las Indias. Gracias a Platón, Aristóteles, Séneca, Pío II (el Papa Ennio Piccolomini, ligado a la Academia Romana, y su obra Historia rerum ubique gestarum), Toscanelli, etc.94 y sobre todo la Biblia, particularmente Salmos y Profecías y de entre estas las de Isaías en donde se encontraba escrita de modo secreto su extraordinaria epopeya y la inmensidad de su descubrimiento, que incluía nada menos que el Paraíso Terrestre. Todo esto hasta su muerte ocurrida poco después sumido en la soledad y el silencio y la más extrema pobreza.
Su existencia fue muy dura, casi trágica: náufrago, traicionado en la corte que influía e intrigaba, con los reyes totalmente en contra, fue emboscado de muy distinta manera por casi todos los personajes del poder, que le celaban y a los que parecía no tener en cuenta debido a las voces del plano imaginal que se imponían en él y fundamentaban su pensamiento y le movían a la ejecución. La mayor parte de esa chusma llegó a odiarle al punto que ejercitaba en él casi como hábito, el chisme y la burla, el desprecio y el maldecir. Fue así como el Almirante cayó en prisión y volvió del tercer viaje encadenado deseando, empero, volver a América como nos lo dice.
Eso nos lleva a la personalidad de Colón tratada hoy desaprensivamente por psiquiatras y psicoanalistas que han acreditado en una enfermedad mental ya que no han podido entender la gesta, ni qué diablos tenía Colón en la cabeza, de acuerdo a la estrechez de sus criterios y la copiosa ignorancia de todo aquello que no sea su propio cuento. En el descubridor se da una finísima intuición que pese a la equivocación –el llamar "Indias" a estas tierras por ejemplo– y los fracasos de todo tipo, da cierto; la locura como parte de la clarividencia.
Esto debía realizarse en un individuo, encarnar en una individualidad visionaria, de acuerdo a las pautas de los hados culpables del destino histórico que conformó lo que conocemos como Renacimiento e hizo que él descubriera –en correlación con los hallazgos experimentales científicos– América. Es decir un mundo otro entrevisto en los contenidos del Alma universal, alucinado por el propio fuego de sí mismo; su "furor", como un estado de ebriedad anímico, fue el que movió a Colón a lanzarse a una aventura genial que lo tuvo como su protagonista.
Para el marino genovés la idea de mundos paralelos, o sea de otros espacios reales, que coexisten con nuestro mundo en el plano imaginal, los cuales deben por tanto tener una ubicación geográfica tangible, constituye el secreto que le es revelado en las escrituras. Pero al mismo tiempo está fascinado por su hallazgo, que físicamente se corresponde con su existencia mítica, metafísica. Y así escribe en la mar a sus majestades en 1493, a cinco meses de su descubrimiento:
Alliende de las sobredichas yslas e hallado otras muchas en las Yndias, de que no curo de dezir en la presente carta. Las quales, con estas otras, son en tanta fertilidad, que aunque yo lo supiese dezir, no hera maravilla ponerse dubda en la crehençia; los aires temperatísimos, los árboles y frutos y yervas son en estrema fermosura y mui diversos de los nuestros, los rríos y puertos son tantos y tan estremos en bondad de los de las partidas de christianos ques maravilla; todas estas yslas son popularísimas de la mejor gente, sin mal ni engaño, que aya debaxo del çielo. Todos, ansí mugeres como hombres, andan desnudos como sus madres los parió, aunque algunas mugeres traen alguna cosita de algodón o una foja de yerva con que se cubijan; no tienen fierro ni armas, salvo unas çimas de cañas en que ponen al cabo un palillo delgado agudo; todo lo que labran es con piedras; y no e podido entender que alguno tenga bienes propios, porque algunos días que yo estuve con este rrey en la villa de La Navidad, vía que todo el pueblo, y en espeçial las mugeres, le traían los agís, ques su vianda que comen, y él los mandava destribuir, mui singular mantenimiento.
En ninguna parte destas yslas e conoçido en la gente dellas secta ni ydolatría ni mucha diversidad en la lengua de unos a otros, salvo que todos se entienden; conoçí que conoçen que en el çielo están todas las fuerças, y generalmente en quantas tierras yo aya andado, creieron y creen que yo, con estos navíos y gente, venía del çielo; y con este acatamiento me rreçibían, y oy, en el día, están en el mesmo propósito ni se an quitado dello, por mucha conversaçión que ayan tenido con ellos; y luego en llegando a qualquiera poblazón, los hombres y mugeres y niños andan dando vozes por las casas: «Benid, benid a ver la gente del çielo». Quanto tienen y tenían davan por qualquiera cosa que por ella se le diese, hasta tomar un pedazo de vidrio o de escudilla rrota o cosa semejante, quiera fuese oro quier fuese otra cosa de qualquier valor; los cavos de las agujetas de cuero ovo un marinero más de dos castellanos y medio; y destas cosas ay diez mill de contar.
Primer mapa conocido del nuevo mundo, detalle. Juan de la Cosa, 1500. La imagen de San Cristóbal transportando el niño a través de las aguas.
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Honorario Philopono, Nova Typis Transacta Navigatio, s.d. 1621.
La isla primigenia asentada sobre un monstruo marino, de la mítica narración de San Brandán.
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Colón llega a América. A. Collaert y J. Stradanus, en Americae Retectio, Antwerp, c. 1585.
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Mapa de la ubicación del Paraíso. P. D. Huet, A Treatise on the Situation of Paradise, Londres 1694.
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El pueblo de Secota. Teodoro de Bry, Amerika parte I.
Frankfurt 1590.
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El Arca de Noé. Teodoro de Bry, Amerika parte I
Frankfurt 1590.
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Pasa luego a hablar de distintas islas y se detiene en La Española villa que ha fundado:
La Spañola en todo tiene ventaja, los árboles no son tan altos ni de la mesma calidad, salvo mui frutíferos y spaçiosos; y deleytables tierras para todas cosas y para sembrar y plantar y criança de ganados, de que en ninguna isla e visto de ningún speçie. Tiene esta isla los aires a maravilla templanos, y las vegas y campiñas a maravilla y sin comparaçión de las de Castilla, y eso mismo los rríos en grandes y buenas aguas y los más traen oro; los puertos de la mar son tantos y tam buenos que no lo creerán salvo por vista. En éstas ni en las otras yslas no me e detenido por muchos rrespectos, como ya ençima dixe, en speçial porque açierta de ser ynbierno quando yo corría estas costas, las quales no davan lugar para que yo pudiese yr al austro porque estava a la parte del setentrión dellas, y los (sic) siempre fueron casi este tiempo levantes, que eran contrarios a seguir mi navegaçión; después yo no entendía aquella gente ni ellos a mí, salvo quanto el alvedrío enseñava, bien quellos llevavan pena y yo mucho más, porque yo deseava ayer buena ynformaçión de todo; y el descanso que yo para esto tomé fue los yndios que yo tenía, quellos aprendían nuestra lengua y nos la suia, y después, al tanto del otro viaje, se sabrá; así que no avía rrazón de me detener a perder tiempo en ningún puerto, en quanto yo tuviese lugar de navegar; y también, como dicho tengo, estos navíos, que yo traia, heran mui grandes y pesados para semejante fecho, en espeçial la nao que yo traía; de que vien temeroso estava yo antes que de Castilla partiese; bien quisiera llevar pequeñas caravelas, mas como era éste el primer viaje y la gente que llevava eran temerosos de hallar la mar brava y dubdosos del viaje, y avía y a avido tantas contrariedades, y se atrevía quienquiera a contradezir este camino y poner en ello mill peligros sin alguna rrazón que a ello pudiesen darme, hizieron negar mi voluntad; y hazer todo lo que aquéllos que conmigo avían de ir querían, y por fazer una vez el biaje y hallar la tierra; más Nuestro Señor, ques lumbre y fuerça de todos aquellos que andan a buen fin y les da victoria de cosas que pareçen ymposibles, quiso hordenar que yo hallase y oviese de hallar oro y minas dél y espeçiería y gente sin número …
Y termina:
Mui poderosos prínçipes: de toda la Christiandad deve[n] hazer mui grandísimas fiestas, y en espeçial la Yglesia de Dios, por ayer fallado tanta multidumbre de pueblos tan allegados, para con poco travajo se tornen a nuestra Sancta Fee, y de tantas tierras llenas de tantos bienes, a nos mui neçesarios, en que abrán todos christianos rrefrigerio y ganançia; de que todo estava yncógnito ni se contava dello salvo en manera de fábulas…
En la tercer carta-relación fechada en Septiembre de 1498 nos habla claramente de la redondez de la tierra en la que ninguno de sus contemporáneos creía antes del descubrimiento:
Yo siempre leí quel mundo, tierra y agua, hera esférico, y que las autoridades y esperiencias que Ptolomeo y todos los otros escrivieron deste sitio davan y amostravan para ello, así por ecrises de la luna y otras demostraçiones que avian de oriente hasta oçidente, como de la elevaçión del polo de setentrión en austro.
Pero lo que es extraordinario es que saca esto a colación porque cree en su geografía mitica que está muy cerca del Paraíso Terrenal. Efectivamente:
Sant Esidro y Beda y Damaçeno y Estrabón y el Maestro de la Ystoria Escolástica y San Ambrosio y Escoto, y todos los sacros teólogos, todos conçiertan quel Parayso Terrenal es en fin de oriente, el qual oriente llaman el fin de la tierra; yendo al oriente, en una montaña altísima, que sale fuera deste ayre torbolento, adonde no llegaron las aguas del dilubio; que allí está Elías Enoque, y de allí sale una fuente y cae el agua en la mar; y allí haze un gran lago, del qual proçeden los quatro rríos sobredichos, que bien queste lago sea en oriente, y las fuentes destos rríos sean divisas en este mundo, por ende que proceden y vienen allí deste lago, por catar antes debajo de tierra, y espiran allí donde se been estas sus fuentes; la qual agua que sale del Paraíso Terrenal para este lago, trahe un tronído y rrogir mui grande, de manera que la gente, que naze en aquella comarca, son sordos …
… Grandes yndiçios son estos del Parayso Terrenal, porquel sitio es conforme a la opinión destos santos y sacros teólogos. Y ansimesmo la señal es mui conformes, que yo jamás ley ni oy, que tanta cantidad de agua dulçe fuese así dentro y vezina de la salada; y en [e]llo ayuda asimismo la suavísima temperançia, y sí de allí del Parayso no sale, paresçe aún muy maior maravilla, porque no creo que sepan en el mundo de rrío tan grande y tan fondo, al qual no pude llegar; en algunos lugares es en el pie, largo con ochenta brazas de cordel, e colgado dél doze libras de plomo.
Se trata de la desembocadura del gran río Orinoco en el mar, que levanta una enorme ola, transpuesta la cual se encuentra un gran lago, o mar interior. (Algo análogo sucede con la desembocadura del Amazonas.)
Y así finaliza su carta:
Torno a mi propósito de la tierra de Graçia e rrio y lago que allí hallé, a tan grande que más se le puede llamar que lago, porquel lago es lugar de agua, y en seyendo grande, se le dize mar, como se dixo a la mar de Galilea y al mar Muerto; y digo que si no proçede del Parayso Terrenal, que viene este rrío y proçede de tierra ynfinita, pues al austro de la qual hasta agora no se a visto notiçia. Mas yo mui asentado tengo en el ánima que allí, adonde dixe, es el Parayso Terrenal, y descanso sobre las rrazones y autoridades sobrescriptas.
Como se verá es muy curioso observar la confluencia de un simbolismo mítico, en todo caso de la historia judeo-cristiana más antigua, con un simbolismo geográfico del aquí y ahora, que se encontraba casi a la vuelta de la esquina.
Reproducimos ahora gran parte de una tercera carta de Colón a los reyes católicos que está al frente del Libro de las Profecías,95 un interesantísimo trabajo debido al Almirante y compilado en 1502, en donde se dan cita a la par que su extraño sentido difuso de la geografía, razones de tipo mágico-espiritual relacionadas con sus viajes y descubrimientos, producto de las profecías que él ha encarnado y con los casi cien fragmentos de la Biblia y otros textos de la antigüedad avala estos decires suyos de la carta, que nos informa:
En este tiempo he yo visto y puesto estudio en ver de todas escrituras: cosmografía, ystorias, corónicas, y fylosofia, y de otras artes, á que me abrió Nuestro Señor el entendimiento con mano palpable á que era hasedero navegar de aquí á las Yndias, y me abrió la voluntad para la hexecugión d’ello. Y con este fuego vine á Vuestras Altezas. Todos aquellos que supieron de mi ynpresa con rixa le negaron burlando. Todas las çiencias, de que dise ariba, non me aprovecharon, ni las abtoridades d’ellas. En sólo Vuestras Altezas quedó la fee, y costançia. ?Quién dubda que esta lunbre non fuese del Espírito Santo, asy como de mi? El qual con rrayos de claridad maravillosos consoló con su santa y sacra Escritura, á vos muy alta y clara, con quarenta y quatro libros del Viejo Testamento, y quatro Hevangelios, con veynte y tres Hepístolas de aquellos bienaventurados apóstoles, abibándome que yo prosyguiese y de contino, sin çesar un momento, me abíban con gran priesa.
Milagro ebidentísimo quiso faser Nuestro Señor en esto del viaje de las Yndias por me consolar á mí y á otros en estótro de la Casa Santa. Siete años pasé aqui en su real corte, disputando el caso con tantas personas de tanta abtoridad y sabios en todas artes, y en fin concluyeron que todo hera vano, y se desistieron con esto d’ello. Después, paró en lo que Jhesu Christo nuestro redentor diso, y de antes avía dicho por boca de sus santos profetas. Y así se deve decreher que parerá est’otro; y en fe d’ello, si lo dicho no abasta, doy el sacro Evangelio, en que dixo que todo pasaría, mas no su palabra maravillosa, y con esto diso que todo hera nesçesario que se acabase quanto por él y por los profetas estava escrito.
Yo dise que diría la rasón, que tengo, de la restituçión de la Casa Santa á la Santa Yglesia. Digo que yo deso todo mi navegar desde hedad nueva y las pláticas que yo aya tenido con tanta gente en tantas tierras y de tantas setas, y dexo las tantas artes y escrituras de que yo dyxe ariba; solamente me tengo á la santa y sacra Escritura, y á algunas abtoridades proféticas de algunas presonas santas, que por revelaçión divina han dicho algo d’esto.
Como es un hombre letrado sabe lo que está sucediendo y lo justifica con la idea de que si hay cuatro lecturas jerárquicas en los textos bíblicos las hay por tanto para todas las cosas, y de que hay en las profecías profundos misterios y que las cosas que todavía son futuro para nosotros, ya han ocurrido desde el punto de vista de Dios en la Eternidad, siguiendo a San Isidoro en De Sumo Bono.
Y continúa:
Pudiera ser que Vuestras Altezas y todos los otros que me conosçen, y á quien esta escritura fuere amostrada, que en secreto ó públicamente me reprehenderán de reprehensión de diversas maneras: de non doto en letras, de lego marinero, de honbre mundanal &c.
Respondo aquello, que dixo san Mateus "O Señor, que quisistes tener secreto tantas cosas á los sabios y rebelástelas á los ynoçentes!" Y el mesmo San Mateos: «yendo Nuestro Señor en Jherusalem cantaban los mochachos: !osana fijo de David! Los scribas, por le tentar, le preguntaron sy oya lo que desían; y él les respondió que sy, disiendo: "?no sabéys vos, que de la boca de los niños é ynoçentes se pronuiisçia la verdad?" ó más largo de los apóstole, que dixieron cosas tan fundadas en espeçial San Juan: "yn prinçipio erat verbum et verbum erat apud Deum, &c." Palabras tan altas de personas que nunca deprehendieron letras.
Digo que el Espíritu Santo obra en Christianos, Judíos, Moros y en todos otros de toda seta, y no solamente en los sabios, más en los ynorantes; que en mi tiempo yo he visto aldeano que da cuenta del çielo y estrellas y del curso d’ellas mejor que otros, que gastaron dineros en ello; y digo que no solamente el Espíritu Santo rebela las cosas de porvenir á las criaturas racionales, mas nos las amuestra por señales del çielo, del ayre, y de las bestias, quando le aplaz, como fué del boy que fabló en Rroma al tiempo de Julio Çésar, y en otras muchas maneras que serían prolixas para desir y muy notas para todo el mundo.
La Sacra Escritura testifica en el Testamento Viejo por boca de los profetas, y en el Nuebo por nuestro redentor Jhesu Christo, qu’este mundo a de aver fin: los señales de quando esto aya de ser diso Mateo y Marco y Lucas; los profetas abondosamente tanbién lo avían predicado.
Santo Agostin diz que la fin d,este mundo ha de ser en el sétimo millenar de los años de la criaçión d’él; los sacros teólogos le siguen en espeçial el cardenal Pedro de Ayliaco96 en el verbo XI y en otros lugares, como diré abaso.
De la criaçión del mundo ó de Audán fasta el avenimiento de Nuestro Señor Jhesu Christo son çinco mill é tresientos y quarenta é tres años y tresientos y diez é ocho días, por la cuenta del rey don Alonso, la qual se tiene por la más cierta. Pedro de Ayliaco, Elucidario astronomice concordie cum theolgica et hystorica veritate, sobre el verbo X. Con los quales poniendo mill y quingentos y uno ynperfeto son por todos seys mill ochoçientos quarenta y çinco ynperfetos.
Segund esta cuenta no falta salvo çiento é çinquenta y çinco años para conplimiento de siete mill, en los quales dise ariba por las abtoridades dichas que avrá de feneçer el mundo.
Nuestro Redentor diso que antes de la consumación d’este mundo se abrá de conplir todo lo qu’estava escrito por los profetas.
Y sigue hablando del tema con autoridad:
Los profetas, escriviendo, fablavan de diversas maneras el de porvenir por pasado y el pasado por venir, y asymismo del presente; y disieron muchas cosas por semejança, otras propincas á la verdad y otras por entero á la letra; y uno más que otro, y uno por mejor manera, y otro no tanto. Ysays es aquéli que más alaba san Gerónimo y santo Agostín y los otros dotores, á todos, apruevan y tienen en grande reverençia: de Ysaya disen que no solamente propheta, más hevangelista. Este puso toda su diligengia á escrevir lo venidero, y llamar toda la gente á nuestra santa fee católica.
Muchos santos dotores y sacros teólogos escryvieron sobre todas las profeçías, y los otros libros de la sacra Escritura; mucho nos alunbraron de lo que teníamos ynnoto, bien que en ello en muchas cosas discordan; algunas ovo de que no le fué alargado la ynteligencia.
Torno á replicar mi protestaçión de no ser dicho presunoçioso sin çiençia, y me allego de contino al desir de San Mateus, que diso: "O Señor, que quisyste tener secreto tantas cosas á los sabios y rebelástelas á los ynoçentes;" y con esto pago y con la espiriençia que d’ello se a visto.
Grandísyma parte de las profeçías y sacra Es[cri]ptura está ya acabado; ellas lo diseñ y la Santa Yglesia á alta boz sin çesar lo está disiendo, y no es menester otro testimonio. De una diré, porque haz á mi caso, y la qual me descansa y fas contento quantas vezes yo pienso en ella.
Yo soy pecador grabísimo: la piedad y misiricordia de Nuestro Señor sienpre que yo he llamado por ellas, me han cobierto todo; consolaçión suabísima he fallado en hechar todo mi cuydado a contenplar su maravilloso conspeto.
Ya dise que para la hesecuçión de la ynpresa de las Yndias no me aprovechó rasón ni matemática, ni mapamundos; llenamente se cunplió lo que diso Ysayas. Y esto es lo que deseo de escrevir aquí por le redusir á Vuestras Altezas á memoria, y porque se alegren del otro, que yo le diré de Jherusalem por las mesmas autoridades, de la qual ynpresa, si fee ay tengan por muy çierto la vitoria.
Acuérdense Vuestras Altezas de los Hevangelios y de tantas promesasi que Nuestro Redentor nos fiso, y quan esprimentado está todo: San Pedro, quando saltó en la mar andovo sobríella en quanto la fee fué firme. Quien toviere tanta fee, como un grano de paniso, le obedeçerán las montañas; quien toviere fee, demande, que todo se le dará. Pusad y abriros han. No deve nadie de temer á tomar qualquiera ynpresa en nonbre de Nuestro Salvador, seyendo justa y con sana yntinçión para su santo serviçio: á Santa Catalina socorrió después que vido la prueva d’ella. Acuérdense Vuestras Altezas que con pocos dineros tomaron la ynpresa d’este reyno de Granada. La determinaçión de toda cosa la desó Nuestro Señor á cada uno en su albedrío, bien que á muchos amonesta. Ninguna cosa le falta, que sea en el poder de la gente para dársela. !O qué Señor tam bueno, que dessea que faga la gente, con que le sea él á cargo! De día y de noche y todos momentos le debrían las gentes dar gratias devotíssimas.
Yo dise arriba que quedava mucho por complir de las prophetías, y digo que son cosas grandes en el mundo, y digo que la señal es que Nuestro Señor da priessa en ello: el predicar del Evangelio en tantas tierras de tan poco tiempo acá me lo diçe.
El abad Johachín, calabrés, diso que había de salir de España quien havía de redificar la Casa del monte Sión.97
El cardenal Pedro de Ayliaco mucho escrive del fin de la seta de Mahoma, y del avenimiento del Antechristo en un tratado que hiso De concordia astronomie, veritatis et narrationis historice, en el qual recita el dicho de muchos astrónomos sobre las diez reboluciones de Saturno, y en espeçial en el fin del dicho libro en los nueve postreros capítulos.
Como se ve, el Almirante Cristóbal Colón es un hombre de visiones y grandeza de alma que, aun equivocado en cuanto a llegar a las Indias, excede completamente la perspectiva de un simple ignorante o aventurero sólo impulsado por motivos comerciales. En efecto, su inspiración, debida a lo que en la Cábala hebrea se denomina como Yetsirah, o Mundo de las Formaciones Cósmicas antes de materializar en lo que de ordinario nosotros percibimos, –y correspondiente al nivel de la alegoría en el esquema cuádruple de las lecturas de los textos bíblicos enunciadas por la Escolástica y Dante– y su vaga idea de la geografía, –que con él comenzaba como una ciencia nueva– debido a una profunda creencia y la consecuente fe en ella, no fueron óbice para que actuara con arrojo y al mismo tiempo prudencia frente a su descubrimiento.
El que ha dado al mundo un nuevo continente –Las Casas en su tiempo ya creía que era el más grande del planeta– e innumerables riquezas a Europa, no sólo materiales como es el caso de la alimentación, sino también un sinfín de conocimientos de todo tipo y multitud de población, –parte de la cual es la que ha emigrado de Europa a esas tierras– dentro de la cual ha de incluirse también en la actualidad a la potencia más importante del mundo, la que ha cambiado mediante la técnica la faz de la tierra y de la que bien o mal depende en uno u otro grado el resto de los países del globo.
Todo esto fue imaginado por Colón a través de los sueños de la antigüedad y las profecías bíblicas que creyó encarnar, o mejor, que encarnó, –aunque no hubiese recibido ninguna iniciación ni participase en grupo esotérico alguno, cosa que jamás pretendió y que distaba según parece de su pensamiento–98 y que le llevaron a abrir la visión del mundo europeo a otras dimensiones de las cuales él poseyó, a un determinado nivel, a través de su "rapto", la llave. Sumándose así a la gran legión de individualidades que conformaron el Renacimiento.
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