FRAY DIEGO DURAN (Fragmento, continuación) |
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1. No muchos días después que los hechiceros y agoreros, sortílegos y encantadores se habían huído de la cárcel, estando el airado rey Motecuhzoma con mucho cuidado, con las amenazas que le habían hecho, vino un indio a él y haciéndole gran reverencia, dijo le quería hablar. El rey, considerándolo, vido que le faltaban las orejas y los dedos pulgares de las manos y de los pies, y pareciéndole no ser hombre humano, le preguntó de dónde era. El indio le respondió que era del monte infernal, y preguntándole quién le enviaba, le dijo que él se había movido a venir de su voluntad a le servir y avisar de lo que había visto. 2. El rey le preguntó qué era lo que había visto. El le respondió que, andando junto a la orilla de la mar, vido en medio del agua un cerro redondo que andaba de una parte a otra y que había surgido junto a los peñascos que estaban en la orilla de la mar. Y que nunca jamás había visto cosa semejante, porque era espantosa y de admiración. Motecuhzoma asegurándole le dijo que descansase y que tomase huelgo, que él quería enviar a saber lo que decía, si era verdad, y llamando a sus alcaldes y carceleros, por otra parte, le mandó prender y echar en una cárcel. 3. Y llamando luego a un principal que se llamaba Teuctlamacazqui le mandó que fuese al puerto y que llevase consigo a un esclavo suyo que se llamaba Cuitlalpitoc y que viese si era verdad lo que aquel indio decía y que reprehendiese a los señores y gobernadores de Cuetlaxtlan y de la costa del gran descuido que tenían en no mirar y estar advertidos en lo que les había encomendado. 4. El principal y el esclavo salieron de México y llegaron muy en breve tiempo a Cuetlaxtlan, y dando su embajada al gobernador de Cuetlaxtlan, que se llamaba Pinotl, le reprendió su descuido, y mandó, de parte de su señor, fuesen luego a ver si era verdad haber parecido en la costa un cerro en el agua y que ya estaba junto a los peñascos en el puerto. El señor de Cuetlaxtlan envió luego a ver si lo que el Teuctlaniacazqui decía era verdad. Y volviendo los mensajeros espantados, dijeron que lo que decía era así, y que allí estaba en el puerto una cosa espantosa y, grande, redonda, en medio del agua y que andaba de aquí para allá por encima del agua, hacia una parte y hacia la otra, y que dentro de ella había gente, que de cuando en cuando parecía.
5. El Teuctlamacazqui y su compañero Cuitlalpitoc dijeron querían ir a satisfacerse y verlo por sus ojos, para dar verdadera relación a Motecuhzoma su señor. Y, partidos para el puerto y llegados a los peñascos, encubriéndose, porque los españoles no los viesen, vieron ser verdad lo que decían. Y subiéndose en un árbol grande, para ver y considerarlos mejor, desde allí vieron que echaban un bote al agua y que salían y se estaban pescando a la orilla de la mar y que ya tarde se volvían al navío con la pesca que habían hecho. Lo cual visto y considerado, partieron para México con toda la prisa posible, a dar relación a su señor de lo que habían visto. 6. Y llegados ante Motecuhzoma, le dijo (el Teuctlamacazqui): -"Poderoso señor, bien puedes matarnos y echarnos en la cárcel para que allí muramos. Pero lo que te dijo el indio que tienes preso es verdad, y has de saber, señor, que yo mismo por mis ojos quise satisfacerme. Yo y Cuitlalpitoc, tu esclavo, nos subimos en un alto árbol para considerar mejor lo que era y has de saber que vimos una casa en el agua, de donde salen unos hombres blancos, blancos de rostro y manos, y tienen las barbas muy largas y pobladas y sus vestidos son de todos colores: blanco, amarillo y colorado, verde y azul y morado; finalmente, de todos los colores, y traen en sus cabezas unas coberturas redondas, y echan al agua una canoa grandecilla y saltan en ella algunos y lléganla a los peñascos y estánse todo el día pescando, y en anocheciendo, se vuelven a su lugar y casa, donde están recogidos. Y esto es lo que de este caso te sabemos dar relación." 7. Motecuhzoma bajó la cabeza y, sin responder palabra, puesta la mano sobre la boca, se quedó por muy grande rato, como muerto o mudo, que no pudo hablar ni responder, y a cabo de mucho rato, dando un suspiro, o haciendo una espiración dolorosa, dijo al principal que le daba la relación: -"¿A quién puedo yo dar crédito mejor que a ti? ¿De qué me servirá tornar a enviar para que me satisfaga, pues viste por tus ojos lo que me dices? Lo mejor será buscar el remedio." 8. Y diciendo esto, llamó a su secretario y mandóle echasen fuera de la cárcel aquel indio que tenía preso, que de la costa había venido, que decía ser de la montaña infernal. El camarero fue a hacerlo echar fuera y no lo hallaron en la jaula donde estaba encerrado, ni rastro por donde hubiese salido. De lo cual avisado Motecuhzoma, dijo que bien había él conocido ser algún brujo o hechicero; que él se holgaba fuese ido, aun que, habiéndole dicho verdad, antes se lo pensaba gratificar. Y llamando a un secretario suyo, le mandó con mucho secreto so pena de la vida y de su mujer y de sus hijos, y parientes y destrucción de toda su hacienda, le trajere dos plateros y dos lapidarios y dos componedores de plumas. 9. El secretario hizo lo que le fue mandado, y venidos ante él, les mandó dar oro y plumas y piedras y que, luego, a la hora, con toda la brevedad posible, vaciasen muchas joyas de oro de diferentes hechuras, y a los lapidarios, que labrasen de todo género de piedras preciosas, y a los componedores de plumas, les mandó que hiciesen algunos plumajes muy galanos, que eran para cierto efecto, y que todo se hiciese con todo secreto, que nadie lo entendiese ni supiese. Y así, en el mismo palacio, dándoles todo el recaudo necesario, hicieron muchas joyas de oro y braceletes y calcetas, orejeras y bezotes, y los lapidarios labraron muchas piedras verdes y de todo género de piedras preciosas, y los componedores (de plumas) compusieron sus plumajes. 10. Lo cual visto por Motecuhzoma hizo pagar su trabajo a los oficiales, en mantas y comidas y otras satisfacciones, que siempre hacía a los que le servían y agradaban. Y, encomendándoles el secreto, llamó al Teuctlamacazqui que había ido al puerto a satisfacerse de la venida de los españoles y díjole: 11. "Yo he proveído de joyas y piedras y plumajes para que lleves en presente a los que han aportado a nuestra tierra, y deseo mucho que sepas quién es el señor y principal de ellos, al cual quiero que le des todo lo que llevares y que sepas de raíz si es el que nuestros antepasados llamaron Topiltzin, y, por otro nombre, Quetzalcoatl, el cual dicen nuestras historias que se fue de esta tierra y dejó dicho que habían de volver a reinar en esta tierra, él o sus hijos, y a poseer el oro y plata y joyas que dejó encerradas en los montes y todas las demás riquezas que ahora poseemos. 12. "Y si es él, saludarlo has de mi parte y darle este presente, y más: mandarás de mi parte al señor y gobernador de Cuetlaxtlan que provea de todos los géneros de comida que se pudieren hacer, así de aves, como de cazas asadas y cocidas, y que provea de todos los géneros de pan que se pudieren hacer y de frutas, ni más ni menos, y de muchas jícaras de cacao, y que lo pongan en la orilla de la mar, para que de allí tú, con tu compañero, Cuitlalpitoc, que irá contigo, lo llevaréis al navío o casa donde están, y presentárselo de mi parte, para que él coma y sus hijos y compañeros. 13. "Y nótale si lo come, porque si lo comiere y bebiere, es cierto que es Quetzalcoatl, pues conoce ya las comidas de esta tierra y que él las dejó y vuelve al regusto de ellas. Y dile que le suplico yo -y que me haga este beneficio- que me deje morir, y que, después de yo muerto, venga mucho norabuena y tome su reino, pues es suyo y lo dejó en guarda a mis antepasados, y, pues lo tengo prestado, que me deje acabar y que vuelva por él y lo goce mucho de norabuena. Y no vayas temeroso ni con sobresalto, ni te dé pena el morir a sus manos, que yo te prometo y te doy mi fe y palabra de te honrar a tus hijos y darles muchas riquezas de tierras y casas y de los hacer de los grandes de mi consejo. Y si acaso no quisiese comer de la comida que le diéredes, sino personas, y quisieren comeros, dejaos comer, que yo cumpliré lo que tengo dicho con vuestras mujeres e hijos y parientes." 14. El Teuctlamacazqui dijo que a él le placía de ir. Y así, cargados él y sus compañeros de las joyas y plumajes, sin saber nadie de la ciudad a dónde iban, salieron de ella y fueron a Cuetlaxtlan, donde mandaron al gobernador de allí y señores que luego aderezasen de todo género de aves y cazas asadas, en potajes muy bien guisados y que proveyesen de pan blanco y bien amasado y de todo género de frutas, las más que pudiesen hallar. Lo cual apercibido, cargados muchos indios de ello, partieron para el puerto donde los españoles estaban surtos, y escondiéndose, por no ser vistos, pusieron la comida un poco apartada de la mar y mandó el Teuctlamacazqui que los que la habían traído se fuesen. 15. Y, quedándose solos él y su compañero Cuitlalpitoc, subiéronse en el árbol que antes habían estado, y vieron que todavía estaban allí los españoles y cómo estaban en su ejercicio de pescar con su barco. Y por ser ya tarde, no se quisieron descubrir, antes estándose allí aguardaron la mañana, y una hora antes que amaneciese, él y su compañero llegaron la comida a la orilla y pusiéronla encima de los peñascos, junto a donde venía el barco a pescar, y sentándose ellos cabe ella, luego que amaneció que la gente del navío empezó a salir fuera de cubierta, vieron los dos indios sentados a la orilla y a gran prisa echaron el barco al agua y vinieron a donde estaban los indios a mucha prisa cuatro españoles. Y hallándose los unos a los otros, no se entendían ni sabían qué se responder. Y el Teuctlamacazqui, por señas, dijeron a los españoles que metiesen aquella comida y refresco en el barco, que querían ir al navío. Los españoles, entendiéndolos, salieron a tierra y ellos, con ayuda de los dos indios, metieron toda aquella comida y fruta, y quedándose ellos en el barco, les hicieron señas que remasen. 16. Los españoles empezaron a ir a su barco y, llegados al navío, metieron toda la comida y refresco y entrados los indios en él, admirados de ver una cosa tan poderosa y con tantos apartados y retretes y cubiertas, parecióles cosa divina más que humana, y cosa de gran ingenio, y preguntando quién era allí el que presidía y era cabeza de aquella gente, fueles respondido, por lengua de una india que traían y entendía la lengua española y mexicana, que era el que ella señalaba. 17. El, viendo al mayoral, se postró ante él y le presentó todas las joyas y piedras preciosas y plumajes que traía y dice la historia que, abriendo las vaseras en que iba todo puesto, que los españoles miraban con gran contento y alegría, tomándolas unos y dejándolas otros, todas aquellas joyas y riquezas, que después de haberlas considerado, que la india le preguntó que quién le había allí enviado. El indio respondió que el gran rey poderoso, su señor Motecuhzoma, y que desde su lugar le enviaba a saludar. 18. La india le respondió que de dónde era. El le respondió que de la gran ciudad de México. Ella le dijo: -"¿Pues qué es lo que queréis?" -"Señora, dijo el indio, vengo a preguntar a este señor qué fue su buena venida, y que adónde va y qué es su intento y qué es lo que busca." 19. Ella le respondió: -"Dice el señor de esta gente que viene a ver y saludar a tu señor Motecuhzoma, y que no es otro su intento, sino ir a México y saludarle, y darle las gracias de este presente y honra que le hace." El le respondió que en aquello recibiría su señor mucho contento, pero que le suplicaba le hiciese tanto placer de dejarle acabar su reinado en paz y que, después de su muerte, que volviese, que allí hallaría su tierra y reino, como lo había dejado, y que le suplicaba que comiese de aquello que allí le había traído de parte de su señor. La india le respondió: -"Dicen estos dioses que le besan las manos, que ellos le comerán. Pero, porque no están hechos a comer semejantes comidas, que las prueben ellos primero, y que luego las comeremos nosotros." 20. Los indios las empezaron a probar y a comer de todo, y como iban probando, los españoles iban tomando: de aquellas gallinas asadas, y de aquellos guisados, y de aquel pan, y a comer con mucho regocijo y contento y con muchas risadas y pasatiempo. Y venidos a beber del cacao que les habían traído -que es el brebaje preciado que estos indios beben- temieron, y viendo los indios que no lo osaban beber, empezaron ellos a hacer la salva de todas las jícaras, y tomándolas los españoles bebieron el cacao, refrescándose con aquello, porque en realidad de verdad, es bebida fresca. 21. Acabado de comer y de beber, el que venía por señor de aquella gente dijo a la india que dijese a aquel principal que cómo se llamaba. Lo cual la india le preguntó y él diciendo que su propio nombre era Tlillancalqui y el dictado que tenía era Teuctlamacazqui y, que su compañero se llamaba Cuitlalpitoc. 22. La india le dijo: "Pues dice este señor que ellos se han holgado y regocijado con vuestra comida; que os ruega que comáis vosotros ahora de la suya, aunque es muy diferente de la que vosotros habéis traído." Y sacándoles bizcocho y tocino y algunos pedazos de tasajo, les dieron a comer, y comiendo parte del bizcocho y de lo demás, guardaron todo lo que les sobró, para llevarlo a mostrar a Motecuhzoma. Y después que hubieron comido, les sacaron vino y se lo hicieron beber. Ellos, alegrándoseles el corazón, dijeron que les besaban las manos, que aquella bebida era muy buena y suave, y quedándose aquella noche en el navío, porque con el vino que habían bebido, no acertaron a salir de él. 23. Otro día de mañana pidieron licencia al señor del navío para venir a dar cuenta a su señor de lo que habían hecho por su mandado, y a darle la respuesta que de ellos habían recibido. El general sacó una sarta de cuentecillas de vidrio, con algunos juguetes, y se la dio a Tlillancalqui para que de su parte se le diese a Motecuhzoma y, sacando otras, se las dio al mismo para él, y otras a su compañero Cuitlalpitoc, y diciéndole por la lengua de la india que le dijese le besaba las manos y que él haría lo que le enviaba rogar, que él se iba luego, que se holgase y reinase mucho de norabuena, que él venía de lejos tierra, que al tiempo volvería y holgaría de hallarle vivo para servirle el presente que le había hecho y regalo. 24. Ellos humillándose se salieron del navío, y poniéndolos en el barco, los trajeron a tierra. Los cuales, como allí se vieron, hablándose el uno al otro, tomaron parecer, y subiéndose en el árbol donde siempre se habían subido, a considerar lo que pasaba, estuvieron en él atalayando en qué paraba, para dar relación verdadera a su señor. 25. Vieron cómo tendían unas grandes mantas en los mástiles del navío y, después de tendidas, cómo salían del puerto y se iban. Y estando allí para ver aquella cosa misteriosa, de ver andar aquel navío, sin que nadie le llevase por encima del agua, no se quitaron de allí hasta que los perdieron de vista, y, en perdiéndolos de vista, se bajaron y vinieron a Cuetlaxtlan, donde fueron bien recibidos y proveídos de todo lo necesario, y dándoles sus presentes los señores de Cuetlaxtlan, partieron de allí a dar relación a su señor de todo lo sucedido. 26. Los cuales, llegados ante él, le contaron todo lo que la historia ha referido: de cómo llegaron y le ofrecieron las joyas, y le dieron la comida y bebida, y de cómo comieron y bebieron, y de cómo les dieron ellos de comer y beber, y que la bebida era tan buena y suave, que luego les quitó el sentido, y que les prometió de se ir, y que le enviaba a decir que holgase y descansase, que ellos se iban a su tierra, que era lejos y que aunque hubiesen de volver, no sería tan presto, y con esto salieron del navío y que allí le traían de la comida que les había sobrado para que la viese. 27. Y dándole unos pedazos de bizcocho, Motecuhzoma los probó y dijo que parecía piedra de tosca y haciendo traer un pedazo de tosca, la estuvo cotejando el uno con el otro y, viendo que lo uno era pesado y lo otro tan liviano, llamó a sus corcovados y mandóles que lo probasen y en probándolo dijeron que era dulce suave. El, temiendo de comerlo, dijo que era cosa de los dioses, que no quería usar de alguna irreverencia y, llamando a los sacerdotes, mandóles que lo llevasen a la ciudad de Tulan con mucha solemnidad y que lo enterrasen en el templo de Quetzalcoatl, cuyos hijos eran los que habían venido. 28. Los sacerdotes tomaron el bizcocho y, poniéndolo en una rica jícara muy dorada, cubierto con ricas mantas lo llevaron en procesión a Tulan, con muchos incensarios, con que lo iban incensando y cantándole himnos apropiados a la solemnidad de Quetzalcoatl, cuya comida decían que era. Y llevado a Tulan, lo enterraron en el templo dicho con mucha solemnidad. 29. Motecuhzoma preguntó a Tlillancalqui que si los había visto ir. El le respondió que sí, que no habían querido partir sin verlos ir, ni bajarse del árbol hasta perderlos de vista. Los cuales, perdidos de vista, se bajaron del árbol y se habían venido a darle la nueva de ello. Y sacando el sartal de cuentezuelas se lo dio, diciendo que aquel presente le enviaba, porque no tenía otra cosa que enviarle. 30. El las tomó y pareciéndole cosa admirable y del cielo, dijo: -"Yo recibo la merced y beneficio que el dios me ha hecho." Y mandando se enterrasen a los pies del dios Huitzilopochtli, dijo que él no era digno de usar cosa tan suprema. Y enterrándolas con tanta solemnidad de incensarios y sonido de caracoles y otros instrumentos, como si fuera alguna cosa divina. 31. Acabado lo susodicho, Motecuhzoma agradeció mucho a Tlillancalqui lo que había hecho, y al esclavo, dándole libertad, les mandó descansasen y se fuesen a sus casas. Donde luego a la hora les envió gran presente de mantas y huipiles y naguas; todo cosa rica, y cargas de cacao y de algodón y de maíz y de frijol y de otras semillas, y tres esclavos, un varón y dos mujeres, para que los sirviesen. 32. Ellos los recibieron con agimiento de gracias y enviaron a su rey muchas gracias por la merced que les había hecho. Y pensando Motecuhzoma cómo sabría quién era y de dónde procedía aquella gente que había venido, propuso de buscar e inquirir, por todas las vías posibles, si había algunos indios viejos, de quien lo pudiese saber, con todo el secreto del mundo. Porque lo sucedido, no había hombre en la ciudad, ni aun los mismos grandes, que supiesen que al puerto habían aportado gentes algunas. Sobre lo cual, a los que lo habían sabido y alcanzado, tenía puestas grandes penas y temores y amenazas de muerte y destrucción de sus linajes y bienes. Por el cual temor estaba todo tan oculto y secreto y tan callado, que era como si nada hubiera pasado. El cual secreto duró hasta que el buen Marqués don Hernando Cortés volvió a la tierra con los tres navíos, que fue la postrera venida que hizo.
1. El cuidado que a Motecuhzoma le quedó, después que Tlillancalqui le avisó de todo lo que en el capítulo pasado habemos contado, fue muy grande, y más, por saber y ver qué modo tenían aquellos que habían aportado a su tierra, y de dónde habían venido y cúyos hijos eran, o qué generación fuese y si habían de tornar a volver. Y con este cuidado mandó llamar a Tlillancalqui y, encerrándose con él, le dijo que él deseaba ver el modo que aquellos que había ido a ver tenían; que le rogaba se los hiciese pintar y que fuese allí en su presencia, porque no quería que lo supiese persona nacida. 2. El principal le dijo que a él le placía de los hacer pintar y cumplir su mandado. Y mandó llamar al mejor pintor que en México había, ya hombre anciano, y allá en secreto Motecuhzoma le advirtió que cosa que allí se le mandase y allí se hiciese, que no la descubriese, so pena de raer su generación y memoria de la tierra. 3. El pintor amedrentado le dijo que quién era él que había de descubrir el secreto de tan alto y poderoso señor. Y luego le fueron mandadas traer las colores de todo género. Y estando el Tlillancalqui delante, diciéndole lo que había de pintar, el pintor pintó el navío de la forma que lo había visto, y juntamente le pintó a los españoles, con sus barbas largas y los rostros blancos y el cuerpo vestido de diferentes colores, y sus sombreros en las cabezas, y gorras, y sus espadas ceñidas. 4. Motecuhzoma cuando los vido quedó admirado, y mirándolos por mucho rato, se estuvo considerándolos con mucha atención, y a cabo de haberlos bien mirado, díjole a Tlillancalqui: -"¿Qué es esto así como lo has pintado " El le respondió: -"Sí, señor; eso es así, sin mentirte, ni añadir cosa." 5. Motecuhzoma mandó pagar al pintor su trabajo y le dijo: -"Hermano, ruégote me digas la verdad de lo que te quiero preguntar. ¿Por ventura sabes algo de esto que aquí has pintado? ¿Dejáronte tus antepasados alguna pintura, o relación de estos hombres, que hayan de venir o aportar a esta tierra?" El pintor le respondió: -"Poderoso señor, yo no he de decirte cosa que no sea verdadera, ni te he de engañar, siendo tú la semejanza de los dioses. Has de saber que yo y mis antepasados nunca tuvimos otra ciencia que la de hacer este oficio de pinturas y estos caracteres; ni ellos dejaron más relación de ser pintores de los reyes pasados, y pintaban lo que les mandaban. Y así, no sé cosa de lo que me preguntas, y si dijese que sí, mentiría en ello." 6. Motecuhzoma le mandó que preguntase con toda cautela a los oficiales de su oficio, si por ventura alguno tuviese alguna pintura o relación de sus antepasados, de quiénes eran los que habían de venir a aportar a esta tierra y a poseerla. El pintor dijo lo haría, y saliendo de su presencia, lo anduvo inquiriendo por muchos días y, no pudiendo saber ni sacar cosa en limpio dio la respuesta a Motecuhzoma de cómo no hallaba cosa verdadera ni que declarase lo que deseaba saber. 7. Viendo que por esta vía no podía, envió a llamar a todos los pintores más ancianos de Malinalco y los del (hoy día) Marquesado y a todos los de Chalco. Los cuales venidos, ante él, él les rogó le dijesen si sabían alguna cosa de la gente que a esta tierra había de aportar, qué gente fuese, y de dónde y qué talle tenía, y si sus antepasados les habían dejado alguna relación de ello, o algunas pinturas o efigies. 8. Ellos, viendo lo que les era preguntado, los de Malinalco sacaron una pintura y se la mostraron; en la cual estaban pintados unos hombres con un ojo en la frente, como cíclopes, y le dijeron que sus antepasados les dijeron que aquellos habían de venir a esta tierra y la habían de poseer. Y otros, que no tenían más de un pie. Los del Marquesado le dijeron y mostraron una pintura en la cual estaban pintados unos hombres, medio peces, de la cintura abajo, y le dijeron que aquéllos habían de venir a esta tierra. 9. Otros le mostraron unos hombres pintados, medio hombres, medio culebras. En fin, ninguno mostraron cosa que acudiese a la pintura que él deseaba. Y despidiéndolos, envió por los de Cuitlahuac y los de Mizquic, diciendo que aquéllos eran deudos de los antiguos tultecas y sabios y que aquéllos sabrían algo. Los cuales venidos, les hizo la misma pregunta. Ellos fueron y trajeron sus antiguas pinturas y dijeron cómo sus antepasados les dijeron cómo habían de venir a esta tierra los hijos de Quetzalcoatl, y que la habían de poseer y tomar a recobrar lo que era suyo antiguamente, y lo que habían dejado escondido en los cerros, en los montes, en las cavernas de la tierra. Y mostrándole la forma de los hombres que eran, no conformaron con lo que él tenía pintado. A los cuales despidió y agradeció lo que le habían dicho y declarado. 10. Luego mandó llamar a los pintores de Xuchimilco; pero hallándose presente el principal Tlillancalqui, le dijo: -"Señor poderoso, no canses ni te inquietes en preguntar a tantos, porque ninguno te podrá decir lo que deseas, como un viejo de Xuchimilco, muy antiguo, que yo conozco; el cual se llama Quilaztli, muy docto y entendido en esto de antiguallas y pinturas. Si tú quieres, yo te lo traeré ante tu presencia y le diré lo que deseas saber y que traiga sus pinturas antiguas." 11. Motecuhzoma se lo agradeció, y mandó luego fuese sin detenerse, y le trajese. El cual fue y otro día volvió con su viejo. El cual traía todas sus pinturas tocantes a aquel negocio. Y venido ante el señor airado, habiéndole hecho muy buen recibimiento, porque era un viejo muy venerable y de muy buena presencia, y rogándole le declarase lo que sabía acerca de unos hombres que habían de aportar a esta tierra, el viejo Quilaztli respondió: 12. "Poderoso señor, si por decirte la verdad he de merecer la muerte, aquí estoy ante tu presencia: bien puedes hacer lo que fuere tu voluntad." Y, antes que descubriese sus papeles, le dijo cómo la noticia que tenía era que a esta tierra habían de aportar unos hombres que habían de venir caballeros en un cerro de palo y que había de ser tan grande, que en él habían de caber muchos hombres y que les había de servir de casa y que en él habían de comer y dormir y que a sus espaldas habían de guisar la comida que habían de comer y que en ellas habían de andar y jugar, como en tierra firme y recia, y que éstos habían de ser hombres barbados y blancos, vestidos de diferentes colores, y que en sus cabezas habían de traer unas coberturas redondas, y juntamente con éstos habían de venir otros hombres, caballeros en bestias a manera de venados, y otros en águilas que volasen por el viento. 13. Y que éstos habían de poseer la tierra y poblar todos los pueblos de ella, y que se habían de multiplicar en gran manera y que de éstos había de ser el oro y la plata y las piedras preciosas, y ellos lo habían de poseer. "Y porque lo creas que lo que digo es verdad, cátalo aquí pintado: la pintura me dejaron mis antepasados." Y sacando una pintura muy vieja, le mostró el navío y los hombres vestidos a la manera que él los tenía pintados y vido allí otros hombres caballeros en caballos, y otros en águilas volando, y todos vestidos de diferentes colores, con sus sombreros en las cabezas y sus espadas ceñidas. 14. Motecuhzoma, cuando los vido tan conformes a lo que el principal había visto y a lo que él tenía pintado, quedó como fuera de sí y empezó a llorar y a angustiarse lo más del mundo, y descubriendo al viejo su pecho, le dijo: "Has de saber, hermano Quilaztli, que ahora veo que tus antepasados fueron verdaderamente sabios y entendidos, porque no ha muchos días que esos que ahí traes pintados aportaron a esta tierra, hacia donde sale el sol, y venían en esa casa de palo que tú señalas y vestidos a la misma manera y colores que esa pintura demuestra, y porque sepas que los hice pintar, cátalos aquí. Pero una cosa me consuela, que yo les envié un presente y les envié a suplicar que se fuesen norabuena, y ellos me obedecieron y se fueron, y no sé si han de tornar a volver." 15. El viejo Quilaztli le respondió: -"¿Es posible, poderoso señor, que vinieron y se fueron? Pues mira lo que te quiero decir, y si lo que te digo no fuere así, yo quiero que a mí y a mis hijos y generación borres de la tierra y nos aniquiles y mates a todos. Y es que antes de dos años y a más tardar de tres, que vuelven a esta tierra, porque su venida no fue sino a descubrir el camino y a saberlo, para tornar a venir, y aunque te dijeron que se volvían a su tierra, no los creas, que ellos no llegarán allá, antes se han de volver de la mitad del camino." 16. Motecuhzoma, viendo lo que el viejo le decía, no recibiendo mucho gusto de ello, le dijo que su voluntad era que un hombre tan sabio como él, no quería que volviese a su tierra, sino que se estuviese con él y a su lado. Y mandando le diesen casas y tierras en la ciudad de México, le fueron luego señaladas para él y para sus hijos y parientes, y poniéndole siempre a su lado, no haciendo cosa sin su consejo, y enviando a todos los puertos de la costa, hacia donde salía el sol, mandó que se tuviese mucho cuidado de mirar si en la mar se viese alguna cosa que anduviese en ella, que luego le fuese avisado. 17. Y desde entonces fueron puestas en las costas grandes espías y atalayas y hechos grandes baluartes para considerar la mar; donde pasándose un año y otro y no viniesen, Motecuhzoma tomó a cobrar el brío endemoniado que solía tener y a ensoberbecerse de tal manera que ya a los mismos dioses no temía. 18. Y así, empezó a tiranizar los señoríos de los pueblos y ciudades y a darles señoríos a sus parientes y quitarlos a los que de derecho les venían. Y así, puso en Azcaputzalco por señor, para que lo rigiese y gobernase a un pariente suyo, sobrino, hijo de un hermano, que se decía Oquiz, el cual tuvo aquel pueblo y señorío, tiranizado al verdadero señor. Otro puso e hizo señor de Ecatepec, el cual se llamaba Uanitl. Otro puso en Xuchimilco, que se llamaba Omacatl, y en Tenayuca puso un hijo suyo, que se llamaba Yacamapich, y lo hizo príncipe de Tenayuca y así lo juraron los de aquella provincia. 19. Y era tanto el descuido que tenía en pensar que habían los españoles de volver, que, no acordándose de ello, mataba y destruía y tiranizaba todo lo que podía. Pero, atajándole Dios los pasos, cuenta la historia que al tercer año, estando con todo el olvido del mundo, le trujeron nuevas cómo en la mar se veía un cerro que andaba de aquí para allá, y luego le dijeron que dos, y luego que tres y que no podían llegar a la tierra, ni estar quedos. El, asombrado, tornó a acuitarse y a temer lo que le sucedió, como en el capítulo que viene diremos.
DE CÓMO EL FELICÍSIMO DON HERNANDO CORTÉS LLEGO AL PUERTO DE CHALCHIHUICUEYECAN, QUE ASÍ SE LLAMABA, Y DE CÓMO LE VINO NUEVA A MOTECUHZOMA DE ELLO Y LE MANDÓ PROVEER DE TODO LO NECESARIO 1. Estando Motecuhzoma con el descuido que dicho tengo, creyendo que en su tiempo ya los españoles no volverían a esta tierra de la Nueva España, y que para siempre eran ya idos y vueltos a su tierra, a cabo de tres años cumplidos que se habían vuelto, tornaron a volver y a surgir en el puerto dicho. El señor y gobernador de Cuetlaxtlan que con todo cuidado siempre tenía sus espías y atalayas puestas en las costas de la mar, para ver si parecía en ella alguna cosa, como su rey le había mandado, vieron asomar las naos que andaban barloventeando por la mar para tomar puerto. De lo cual fue avisado de los atalayas y viniendo él en persona a lo ver, satisfecho de la verdad, envió sus mensajeros a Motecuhzoma a le avisar cómo en la mar habían tornado a parecer los navíos de los dioses y que andaban por la mar, de aquí para allí, para tomar puerto. 2. Los mensajeros llegaron tan en breve, no dejando de caminar de noche ni de día, que en cuatro días llegaron a México y le dieron la nueva. La cual, como Motecuhzoma la oyó, dice la historia que quedó como muerto sin poder responder palabra y que, a cabo de mucho rato que estuvo, sin poder hablar, dijo al mensajero: -"Dirás al gobernador que yo se lo agradezco; que esté con aviso para que, en surgiendo en el puerto, que luego me avise con otro mensajero y poniendo postas por todo el camino sea yo avisado brevemente." 3. Volviendo este mensajero a Cuetlaxtlan fue avisando por todos los pueblos que llegaba se aparejasen postas, para que, estando a punto, tomado el aviso de los que se lo diesen, fuese el rey Motecuhzoma avisado de los que habían venido y aparecido en la mar. Y con esto llegó a Cuetlaxtlan y dijo a su señor lo que Motecuhzoma le había mandado. 4. Y teniendo aviso sobre lo que le era encomendado, el mismo día que surgieron los navíos en el puerto de Chalchiuhcueyecan, ese mismo día despachó sus correos a dar aviso cómo ya los navíos estaban surtos: qué era lo que sobre ello mandaba. Las postas se iban avisando unas a otras, de suerte que la nueva le fue dada a Motecuhzoma a tercer día. El cual, sin más detener, mandó que, si saltasen en tierra, que luego los proveyesen de todo lo necesario, así de comida, como de todo lo demás que hubiesen menester, y que no faltasen gallinas, ni pescado, ni huevos, ni pan, ni fruta, antes con toda la abundancia del mundo fuesen proveídos. 5. Estas postas por el mismo orden que trujeron volaron a Cuetlaxtlan y dieron la nueva de la voluntad y mandato del rey al señor de Cuetlaxtlan. El los recibió muy bien y mandó se apercibiese todo lo que fuese menester con mucha abundancia, y así, se recogieron mucha multitud de gallinas y caza y mucho pan de tortillas y tamales y muchos huevos y frutas de todo género, y mucho cacao molido, para hacerles la bebida, apercibiendo a todos los pueblos de la comarca que proveyesen y estuviesen prevenidos y avisados para el día que les cupiese servir y dar de comer a los españoles, que ellos llamaban "dioses". 6. Después que Motecuhzoma proveyó en que a los dioses se les diese todo lo necesario, llamó a Tlillancalqui, el principal que había ido a visitar a los españoles y díjole: -"Has de saber, Tlillancalqui, cómo los dioses han vuelto a esta tierra y están surtos en el puerto de Chalchiuhcueyecan, y estoy con cuidado y pena que no sé a quién enviar y de quién fiar que lo haga como tú lo hiciste." 7. Tlillancalqui le respondió: -"Poderoso señor, eso no te dé pena, que por servirte, yo iré y haré todo lo que me mandares, porque acaso no envíes a quien te afrente y no haga lo que debe, conforme a tu real persona y a tu real mandato." Motecuhzoma se lo agradeció y rogó fuese y que de su parte mandase al señor de Cuetlaxtlan que proveyese de todo lo necesario, y que, proveído, él en persona se lo presentase y les preguntase a los dioses que habían venido que si habían de llegar a México, porque les tendría aparejado el recibimiento que se le debía a tan altos dioses, y que, si le dijesen que sí, que querían llegar a México, que a la vuelta mandase limpiar los caminos, apercibir a todos los pueblos y ciudades que tuviesen aparejados grandes bastimentos de aves y pan y fruta y de cazas y de todo lo necesario, de leña, carbón y ocote, que son las candelas de tea con que ellos se alumbran, y que tuviesen barridos y aderezados los aposentos y casas donde hubiesen de descansar y dormir, y que los recibiesen con mucho amor y voluntad y les hiciesen todo regalo y les tuviesen aparejados indios para que les trajesen las cargas. 8. El principal Tlillancalqui salió de México y, caminando de noche y de día, a toda prisa llegó a Cuetlaxtlan, donde fue muy bien recibido, mandando al gobernador le apercibiese la comida; dijo que ya estaba todo apercibido, y partiendo para el puerto, con mucha gente que le llevaba el aparato de comida y bebida, llegó él y vio que ya todos los españoles y sus caballos estaban en tierra, y llegándose al Marqués don Hernando Cortés, que vio que era el que presidía, le saludó y echó al cuello un collar de oro, con muchas joyas y piedras preciosas de mucho valor, y saludándole el Marqués, mandó llamar a Marina, que así se llamaba la lengua que el Marqués consigo traía y hablándole le preguntó: -"Padre mío, este dios dice que quién eres."
9. El principal le respondió: -"Señora, ya te has olvidado de Tillancalqui, que por otro nombre me llamo Teuctlamacazqui, que es el dictado de mi señorío, y vine a veros ahora ha tres años de parte de mi señor y rey Motecuhzoma de México, y ahora me envía a lo mismo y a que de su parte os regale y sirva de comida y de todo lo demás que hubiéredes menester." Y haciéndoles poner la comida delante, y todo lo demás que fue necesario para los caballos, de suerte que, con su simplicidad y llaneza, daban una gallina al soldado y otra a su caballo, y un cestillo de tortillas para el amo y otro para el caballo, hasta que les avisaron que la comida de aquellas bestias era maíz y yerba, de lo cual empezaron a proveer con abundancia. 10. Después de puesta toda la comida delante de todos y proveído muy abundantemente lo necesario a trescientos hombres que venían, sin otra gente de servicio de negros y criados que traían, empezaron a comer con mucho regocijo y contento. Donde, después que hubieron comido y holgado, dijo el Marqués por la lengua al principal Tlillancalqui que se lo agradecía mucho y que de su parte diese las gracias a su señor el rey Motecuhzoma. 11. El principal le respondió que su señor le había mandado le preguntase si era su voluntad llegar a la ciudad de México, donde él en su nombre gobernaba aquella ciudad y reino; que se lo avisase, porque él tuviese aparejado el asiento y el trono de su reinado, pues era suyo y él su vasallo, y que como a tal señor, le estaba esperando. 12. La lengua habló al Marqués, el cual respondió por la misma lengua y dijo: -"Dice este dios que le digas a tu señor Motecuhzoma que le besa las manos muchas veces, y que su voluntad y deseo es de ir a México y de ir a ver y gozar de su presencia, lo cual no podré hacer tan presto, hasta poner orden en la gente que traigo y sacar de los navíos todo lo que en ellos traigo; pero que lo más breve que yo pudiere me despacharé; que le ruego que me haga la merced de me enviar algunos de sus principales que me guíen y enseñen el camino por donde he de ir." 13. El principal se despidió del Marqués y de todos los demás, y vino con esta nueva y mensaje a México. El cual (mensajero) por todos los pueblos que pasaba y por donde los españoles habían de pasar, iba avisando y mandando de parte de su señor, que tuviesen todo aderezo y recaudo para los dioses que habían venido, y que mirasen, so pena de la vida, que no hiciesen falta alguna, así en la comida de los españoles, como en la de sus caballos, y en el aderezo de los aposentos y tamemes para el hato. 14. Lo cual, con toda la diligencia posible, se empezó a poner por obra, como en efecto se hizo y cumplió. Lo cual los mismos españoles, ingratos y desconocidos, confiesan habérseles hecho todo buen tratamiento y acogimiento en todo este camino, sirviéndoles los indios con sus bienes y haciendas y con sus mismas hijas y hermanas, como adelante diremos, todo por mandado del grande y poderoso señor Motecuhzoma, el cual siempre, hasta que murió, deseó la paz y concordia y se sujetó así a las cosas de la fe, como al servicio de su majestad, poniéndose en manos de los españoles con corazón sincero y afable, y sin doblez ninguno. 15. Llegado Tlillancalqui a México dio las nuevas a su señor de cómo todo se había cumplido muy abundosamente y hecho su voluntad y rnandato, y que los mismos que habían venido los años pasados habían venido ahora, y otros más, y que la misma india que les había entonces hablado, que esa misma les había ahora, y cómo su voluntad era venir a México, y que así se lo había dicho, y que deseaba ver su presencia y reino, y que porque no podía venir tan presto, ni despacharse, que le suplicaba le enviase un par de principales que le guiasen y mostrasen el camino. 16. Motecuhzoma, acabada de oír la respuesta, dijo al principal: -"Seas bien venido, yo te agradezco lo que has hecho, aunque más me holgara que me trajeras nuevas de cómo ya se volvían, como la otra vez; pero pues mi suerte y ventura así lo han ordenado y el señor de lo criado se ha enojado y airado contra mí, cúmplase su voluntad, pues no la puedo huir." 17. Y empezando a llorar, le dijo: -"Lo que te ruego y pido de merced, que después que sean venidos los dioses y yo sea muerto a sus manos -que yo sé que me han de matar-, que tomes mis siete hijos que dejo a tu cargo, y los ampares y escondas de las manos de estos dioses y de los mexicanos, que ya sabes cuán malos y perversos son, y, creyendo que yo los he entregado a estos que vienen, tomarán venganza en mis mujeres e hijos; por lo cual encarecidamente te ruego que te acuerdes de ponerlos en salvo y librarlos de sus manos y te acuerdes que te he tenido como a mi verdadero hijo, y he hecho toda la confianza de ti que ha sido posible y te he honrado en lo que he podido todo el tiempo que he reinado. 18. "Y de una cosa te quiero avisar, y es que, sin duda, seremos todos muertos y destruidos a manos de estos dioses y serán todos los que quedaren esclavos y vasallos suyos, y ellos han de reinar, y yo soy el postrero rey que habrá de nuestra nación en esta tierra, porque aunque queden algunos de nuestros hijos y deudos y los hagan gobernadores, y los pongan en algunos señoríos, no serán verdaderamente reyes ni señores; sino como prepósitos y mandoncillos, o como alcabaleros y cobradores de tributos de estos que yo y mis antepasados tuvimos, y sólo servirán de hacer y cumplir los mandatos y provisiones suyas. Y así, me cupo en suerte de que deje envuelto y arrollado para siempre el asiento que mis antepasados me dejaron, para que ninguno de mis hijos ni deudos lo tornen a desenrollar, ni se sienten en él." Y diciendo esto, no cesaba de llorar con mucha amargura. 19. El Tlillancalqui le empezó a consolar con todas las vías que pudo, poniéndole por delante la benignidad de los dioses que venían y la afabilidad con que los trataban y acariciaban y que los abrazaban y les mostraban grande amor; que no temiese que le harían mal alguno; pero que, si de él no confiaba, que mirase qué modo se podría tener para acariciarlos más y agradarlos, porque no se enojasen y recibiesen disgusto y desabrimiento, por donde se viniesen a enojar, descontentar de su amistad. 20. Motecuhzoma entendiendo que les haría servicio y que con aquello los agradaría y serviría, mandó que luego con toda brevedad fuesen y llevasen diez esclavos y que los sacrificasen ante el Marqués y que le presentasen los corazones de los sacrificados, como a dios, pues por tales los tenían. Lo cual luego fue cumplido y puesto por obra, y así, presentándole primero muchas joyas y plumas y otras cosas ricas de parte de Motecuhzoma, empezaron a bailar delante de él y a querer sacrificar los esclavos. Lo cual el Marqués y los suyos estorbaron y, aun, según otra relación y pintura dice, el Marqués mandó matar a los sacrificadores que estaban ya aparejados para ejecutar el sacrificio; de lo cual esta historia no hace mención, más de que los estorbaron y fueron a la mano. Lo cual tengo yo por más verdadero, porque, aunque la obra era mala y pésima, la intención del que los mandaba sacrificar era de aplacer y servir, entendiendo de aquello se recibiera contento y servicio. 21. Aposentados los españoles en el pueblo de Cempoalla, en las casas reales y principales de aquel pueblo y recibidos con todo contento y regocijo de los natutales, Motecuhzoma, con el cuidado que siempre le ahincaba y escocía el corazón de ver que en sus oráculos y adivinaciones hallaba que había de ser privado de su reino y muerto, fatigándole este temor llamó a su secretario Tlillancalqui y díjole: 22. "No sé qué medio tome para hacer de mi parte todo mi poder y lo que estoy obligado, para que estos dioses no lleguen a la ciudad ni me vean la cara. Y el medio mejor que hallo es que luego se me busque todos los encantadores y hechiceros y a los que echan sueños y mandan a las culebras y alacranes y a las arañas, para que los encanten y les echen sueño, y para que les muestren visiones y para que hagan a las sabandijas dichas que los piquen y se mueran. Y así he determinado enviar a Yauhtepec y a Oaxtepec y a Malinalco y a Tepuztlan, para que luego vengan todos los que de este oficio tratan y en ello son ejercitados, para que los maten y destruyan con sus encantamientos." Tlillancalqui le respondió: -"Señor poderoso, buen acuerdo me parece, pero, si son dioses, ¿quién los podrá empecer? Aunque no se perderá nada probar para ver si esos brujos harán algo y serán de algún efecto sus hechicerías." 23. Con esto mandó Motecuhzoma traer ante sí todos cuantos hechiceros y encantadores se pudiesen hallar en estos pueblos. Los cuales, venidos ante él, les mandó con todo rigor que luego fuesen a Cempoalla y que con mucha disimulación, en achaque de que entraban a servir a los españoles usasen de sus mañas y artes, y que le matasen aquellos españoles, y mandó a los que echaban sueño, que les echasen sueño, y a los brujos, que les mostrasen visiones y figuras espantosas, y los que tenían poder sobre los animales, que les echasen, estando durmiendo, culebras y alacranes que los mordiesen, que les echasen arañas y otras sabandijas mortíferas, como son cientopiés, salamanquesas, y a los encantadores mandó que los encantasen y volviesen los corazones sin sentido y les criasen postemas y otras enfermedades. 24. Ellos, compelidos por su rey, fueron a Cempoalla e hicieron todo su poder y usaron de sus artes endemoniadas y fabulosas y a cabo de muchos días que habían porfiado y trabajado de matar a los españoles con estas artes mágicas, volvieron a Motecuhzoma y le dijeron cómo aquellos eran dioses y que sus artes y hechicerías no les comprendían, porque ellos habían hecho todo su poder para echarles sueño y que no hacía impresión en ellos, porque toda la noche estaban velando y que no podían entrar a echarles aquellas sabandijas que ellos mandaban y sobre que tenían poder, y que ellos habían trabajado de encantarlos y que no habían podido y que les habían mostrado visiones y que no hacían caso de ellas, y que una pulga que les picaba, que luego se levantaban a buscarla y la mataban y que en toda la noche no cesaban de hablar y que no era bien amanecido cuando ya estaban en pie y que todos subían a sus caballos y tomaban sus armas y que era gente de muy diferente modo y humor que ellos. 25. Y que la carne de aquellos "dioses" era dura y que no podía entrar en ellos, ni hacer impresión cosa de encantamiento, porque no les podían hallar el corazón, porque tenían las entrañas y pechos muy oscuros y que no les hallaban carne para poder hacer en ellos algún mal y que por mucho sueño que les echaban. Luego los querían tomar a cuestas para echarlos en el río o en algún barranco y, como pajarito que está en el árbol, luego despertaban y abrían los ojos. Demás de que toda la noche se andaban paseando muchos de ellos, mientras los otros dormían. Sobre lo cual habían trabajado cuatro noches y hecho la diligencia posible, y que allí volvían y sus vasallos eran y que los matase, que ellos no podían hacer más de lo hecho. 26. Motecuhzoma quedó tan afligido y triste de ver que su intención y deseo había sido de ningún valor ni efecto; dijo a los encantadores y a los demás: -"Pues habéis hecho todas vuestras diligencias y posible de que os encargué, descansad, que quizá llegados acá tendrán más fuerza y efecto vuestros encantamientos y sueños ejercitándolos más a la continua. Dejadlos entrar en la ciudad, que acá buscaremos modos y maneras para destruirlos, y (que) se cumpla el deseo que tengo, para que no quede hombre a vida, ni vaya nueva de ellos (allá) de donde salieron; por eso os encargo ahora de nuevo pongáis todo vuestro poder y saber y diligencia en vuestras artes." Con esta respuesta todos se fueron a sus casas y tierras, esperando el suceso y el mandato que su señor les mandase cuando fuesen llamados. |
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