Reproducimos a continuación un fragmento de la "Historia de los Incas" de Pedro Sarmiento de Gamboa, publicada en Buenos Aires en 1942 por EMECE Editores. En esta misma web podrá leerse otro texto que trata igualmente de la Atlántida en relación con América: "Origen de los Indios del Nuevo Mundo" de Gregorio García. | |
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PEDRO SARMIENTO DE GAMBOA |
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Desta isla Atlántica antigua no escriben los cosmógrafos, porque, adonde fué su riquísima contratación en la segunda y por ventura en la primera edad, ya no había memoria en el tiempo que ellos escribieron. Mas, por lo que el divino Platón nos cuenta y por los vestigios, que vemos, que conforman con lo que allí se lee, podemos no solo decir, donde fué y partes della, que son en nuestros tiempos, mas aun describilla cuasi en particular y su grandeza y sitio. Y esto es verdad, y por tal lo afirma el mismo Platón, llamándola en el Timeo historia maravillosa y llena de verdad. Diremos primero de su asiento y después de sus pobladores. Por tanto es necesario, quel lector lleve atención, porque, aunque es historia antiquísima, es tan nueva en el común enseñamiento de cosmografía, que podría causar tanta admiración, que hiciese carescer de crédito a la scriptura, y de ahí nascería no dársele mucho por quererla percebir. De las palabras, que Platón refiere de Solón, el más sabio de los siete de Grecia, las cuales había con atención oído del sapientísimo sacerdote egipcio en la ciudad llamada Delta sacamos, que esta isla Atlántica era mayor que Asia y Africa juntas, y quel principio desta inmensa isla a la parte de su occidente estaba junto con el estrecho, que agora llamamos de Gibraltar. La isla tenía enfrente de la boca del dicho estrecho un puerto con un angosto seno; y esta isla, dice Platón, era verdaderamente tierra firme. Desde la cual por la mar, que la cercaba, había pasaje a otras muchas islas próximas y la tierra firme de Africa y Europa. En la cual isla hobo grande y admirable poder de reyes, que señorearon aquella isla y otras muchas circunvecinas y la mayor parte de Europa y Africa hasta los confines de Egipto, de que trataré adelante. Mas el sitio de la isla se extendía hacia el austro por las partes más altas, opuesto a bóreas. Los montes della excedían a todos los que agora son, en espesura, altura y hermosura. Estas son las palabras que Platón dice del sitio destas riquísima y deleitosa isla Atlántica. Resta agora hacer lo que es de mi oficio, que es, explicar más claramente lo dicho y por ello deducir el sitio desta tierra. De lo que dice Platón, que esta isla tenía puerto cerca de la boca del estrecho de las colunas de Hércules, y de que era mayor que Asia y Africa, ya sían juntas, y que se extendía hacia el austro, colijo yo tres cosas claras al entendimiento de todo aquel que tuviere a ello atención: La primera, que al isla Atlántica empezaba menos de dos leguas de la boca, y si era más, era poco, y que, volviendo la costa desta isla la vuelta del norte, cuasi junto con la costa de España, se juntaba con la isla de Cádiz, o Gádir, o Cáliz, como agora se llama. Y esto afirmo yo por dos cosas, la una por autoridad, y la otra por conjectura de demostración. La autoridad es, que dice Platón en el diálogo Cricias, hablando de como Neptuno distribuyó el señorío desta isla a sus diez hijos, que al segundo hijo llamó en la lengua materna Gadirum, al cual en griego llamamos Eumelo. A este dió las extremas partes de la isla junto a las colunas de Hércules, y de su nombre llamó al lugar Gadíricum, que es Cáliz. Por demostración vemos, e yo he visto con mis ojos, más de una legua en la mar a la redonda de la isla de Cáliz de bajamar en aguas vivas reliquias de edificios muy grandes y claramente formados de una argamasa cuasi perpetua, que es indicio evidentísimo de haber sido muy mayor aquella isla, y por el consiguente ser cierta la narración de Cricias en Platón1. La segunda, de que dice haber sido mayor que Asia y Africa, saco yo su tamaño de isla Atlántica, y digo que esta isla Atlántica de increíble, ó a lo menos inmensa, medida era de más de 2300 leguas de longitud; esto es del este oeste, ó de levante en poniente. Porque Asia tiene 1500 leguas de línea derecha por altura desde el paraje de Malaca, que es la frente oriental de Asia, hasta los términos de Egipto; y Africa tiene 800 leguas por compás desde Egipto hasta el fin de los montes Claros, ó Atlánticos, frontero de las islas de Canaria; que todo suma las 2300 leguas de longitud. Pues, si la isla era mayor, más había de tener y de boj, es de circuito. Por las costas tendría 7100 leguas. Porque Asia tiene de boj 5300 leguas por altura, y Africa 2700 leguas, muy poco más o menos, que todo suma las dichas 7100 leguas; y aun dice que era mayor. Pues, vista la cuantidad de su grandeza, veamos la tercera cosa, que es el verdadero sitio por donde esta gran isla se extendía. Dice Platón, quel sitio desta isla se extendía al austro, opuesto a bóreas. De aquí entenderemos, que, siendo la frente desta isla que era contérmina con España, desde el estrecho de Gibraltar has" ta Cáliz se iba extendiendo hacia el poniente, haciendo arco sobre la costa de Berbería ó Africa, muy cerca della, entre el poniente y el austro, que es lo que los marcantes llaman sudueste. Porque, si estaba opuesto a bóreas, que es entre el levante y septentrión, llamado nordeste, necesariamente había de ser su sitio el dicho sudueste y oessudueste y susudueste; y cogía e incorporaba en sí las islas Canarias, las cuales según esto fueron partes della; y desde aquí seguí la dicha tierra por el sudueste. Y por cuanto dice al austro, se extendería algo más al sur y susudueste; y final seguía por el camino, que hacemos a las Indias cuando venimos de España, y se juntaba y era una cosa continente y tierra firme con estas Indias Occidentales de Castilla, juntándose con ellas por las partes que demoran al sudueste y oessudueste, ó poco más ó menos, de las Canarias, de manera que quedaba mar a una mano y a otra desta tierra, digo al norte y al sur de sus costas, y que se juntase con esta tierra y fuese toda una. Pruébolo de lo de arriba, porque, si la isla Atlántica tenla de longitud 2300 leguas, y desde Cáliz hasta la costa del río Marañ ón y de Orellana y Trenidad, ó costa del Brasil, no hay más de 1000, ó 900, ó 1100 leguas, que son las partes por donde esta tierra se juntaba con la América, claro paresce, que, para cumplir la suma de la resta, para el cumplimiento de las 2300, habemos de meter en la cuenta todo lo demás que hay de tierra desde la costa del Marañ ón y Brasil hasta la Mar del Sur, que es lo que agora llaman América, y conforme al rumbo va a salir a Coquimbo; que contando lo que falta viene a ser la dicha suma, y aun mucho menos de las 2300 leguas. Y midiendo el circuito, o boj, tenía la isla más de 7100 leguas de boj, porque otras tantas son las que tienen Asia y Africa de boj por sus costas. Y si la tierra que he dicho estaba junta con esta, como en efecto lo estaba conforme a lo dicho, había de tener mucho más, porque aun agora estas partes de Indias Occidentales tienen medidas por compás y altura más de 7100 leguas. Luego quede de aquí averiguado que las Indias de Castilla fueron continentes con la isla Atlántica y por el consiguiente la misma isla Atlántica, la cual procedía de Cáliz y venia por el mar que venimos a las Indias, al cual todos cosmógrafos llaman mar Océano Atlántico, por haber sido en él la isla Atlántica. Y así navegamos agora por donde antiguamente fué tierra. El fin y extremo suceso en suma contaremos, poniendo primero la descripción del orbe de aquel tiempo y los pobladores della.
Habiendo descripto las cuatro partes del mundo, porque de Catígara, que es la quinta, no diremos hasta su lugar, conforme a los límites, que en los antiguos hallo asignados, será justo venir a las gentes que las poblaron. Pues todo lo, que se ha de tratar, ha de ser historia personal y gentil. Y como el mayor caudal y perfición de la historia consiste en la verdad del hecho, tratando cumplidamente cada cosa, verificando tiempos y edades de suerte, que no quede algo en dudo de lo que pasó; y así queriendo yo escreber verdad, cuanto a mi diligencia fuere concedido, de cosa tan vieja como es la población primera destas nuevas tierras, quise para más lustre de la presente historia, que precedan fundamentos, que no se puedan negar, contando los tiempos conforme a los Hebreos en los tiempos antes de nuestro salvador Jesucristo, y después de su santísima natividad, según la cuenta, que usa nuestra madre la santa iglesia, no haciendo caudal de las cuentas de intérpretes caldeos ni egipcios. Y así dejada la primera edad desde Adán al diluvio, que fué de 1656 años, empezaremos desde la segunda, que es de el patriarca Noe, segundo padre general de los mortales. Las divinas letras nos muestran como en el arca se salvaron del diluvio ocho personas, Noe y su mujer Terra, o Vesta, por el primer fuego que encendió con cristal para el primer sacrificio, como quiere Beroso, y sus tres hijos, conviene a saber: Can y su mujer Cataflua, Sen y su mujer Prusía ó Persia, Jafet y su mujer Funda, como se lee en el registro de las crónicas. De los cuales fueron procreadas las gentes, como nos dice Moysén. Los vocablos de las cuales gentes algunos quedaron, como hoy los vemos claros de donde fueron derivados, como de Heber los Hebreos, de Asur los Asirios; y lo más se han de tal manera mudado, que no basta diligencia humana a los investigar por esta vía. Y demás de los tres hijos dichos tuvo otros después del diluvio Noe. Y habiendo el linaje de los hombres multiplicado numerosisimamente, partió el mundo a sus hijos primeros, para que lo poblasen, y embarcóse en unas galeras en el ponto Euxino, como sacamos de Xenofonte. Y navegando Noe gigante por el mar mediterráneo, como dice Filón, y refiere Annio, dividió toda la tierra a sus hijos. A Sen encargó, que poblase a Asia desde eí Nilo hasta la India Oriental con algunos de los hijos, que había habido después del diluvio. A Can señaló la Africa desde las Rinocoraras hasta el estrecho de Gibraltar, con que llevase consigo algunos de los demás sus hijos. Europa señaló por población a Iafet, con algunos de los hijos habidos después del diluvio, que fueron todos los hijos de Tuscón, de donde descienden Tudescos y Alemanes y las naciones a ellos circunvecinas. En este viaje fundó Noe algunos pueblos y colonias a las riberas del mar mediterráneo, y tardó diez años en él, a los años 112 del diluvio general. Y en Armenia, adonde quedó el arca, mandó quedar a su hija Araxa y su marido y descendientes, para que allí poblase. Y él con las demás compañas fué a Mesopotamia, y allí asentó. Aquí fué alzado por rey Nembrot de los descendientes de Can. Este Nembrot, dice Beroso, que edificó a Babilonia a los 130 años del diluvio. Y eligiendo los hijos de Sen por rey a Iectan, hijo de Heber, los de Iafet eligiendo por rey a Fenec, a quien Moysén llama Assenes, halláronse juntos 300.000 hombres, 310 años del diluvio. Y cada rey con sus compañías partieron poblar la parte que del mundo les había señalado el patriarca Noc. Mas es de notar, que, aunque Noe dividió las partes del mundo a sus tres hijos y descendientes, muchos dellos no guardaron la orden, porque muchos de un linaje se entremetieron en las tierras del otro hermano; como Nembrot, que siendo del linaje de Can se quedó en la parte de Sen. Y desta manera se mezclaron muchos. Y así poblaron por ellos y sus descendientes estas tres partes del mundo, de las cuales en particular no quiero tratar, porque nuestro designo es ir anotando hasta llegar a los pobladores de la isla Atlántica, subjeto de nuestra historia. ¿La cual, quién duda, que, estando tan cerca de España, que según fama común Cáliz solía estar tan junta con la tierra firme por la parte del puerto de Santa María, que con una tabla atravesaban como por puente de la isla a España, sino que sería poblada aquella tierra de los pobladores de España, Tubar y sus descendientes, y también de los pobladores de Africa, cuya vecina era? Y hace fe a esto, llamarse la isla Atlántica, que fué poblada por Atlas, gigante y sapientísimo astrólogo, el cual pobló primero a Mauritania, que hoy es llamada Berbería, según Godefrido y todas las crónicas lo enseñan. As! este fué Atlas hijo de Iafet y de la ninfa Asia, nieto de Noc. Y porque desto no hay más autoridad de la dicha y se ha de corroborar con la del divino Platón, como arriba quedo empezado a tratar, será necesario ayudarme dél para dar al lector scriptura que merezca crédito de los pobladores desta isla Atlántica.
Dicho habemos del sitio de la isla Atlántica y de los que, conforme a la población general del mundo, pudo ser poblada, que fueron los primeros Españoles y los primeros Mauritanios vasallos del rey Atlante. Porque deste hecho extraño y por antigüedad cuasi sepultado en olvido solo Platón es él que nos lo ha conservado, como en el sitio della ha sido dicho arriba, según en lo restante debe también ser consultado. Platón en Cricias, dice que a Neptuno le cupo en suerte la isla Atlántica, el cual tuvo diez hijos varones. Entre los cuales partió Neptuno toda la isla Atlántica, que antes y en su tiempo de Neptuno se llamaba el imperio de las islas flotas, como nos lo dice el Volaterano, de manera que la dividió en diez regiones y reinos. La principal, llamada Vénere, dió al primogénito llamado Atlante y nombróle por rey de toda la isla. Y así tomó su nombre Atlántica, y el mar atlántico, y hoy conserva este nombre. Al segundo, llamado Gadirun, dió la parte que caía cerca de España, cuya parte es agora Cáliz. Al tercero llamó Amferes y al cuarto Eutóctenes, al séptimo Alusipo, al octavo Mestores, al noveno Azaen, al décimo Diaprepera, Estos y sus descendientes reinaron muchos siglos allí, señorcando por la mar otras muchas islas, las cuales no podían ser otras sino las de Haytin que llamamos Santo Domingo y Cuba y sus comarcanas, que también serían pobladas de los naturales desta isla Atlántica. Y señoreaban en la Africa hasta Egipto, y en la Europa hasta Tirrenia é Italia. En gran generación se estendió el linaje de Atlas, y su reino iba sucediendo en los primogénitos estos. Tuvieron tanta copia de riquezas, cuanta jamás ninguno de los nacidos vió, ni de los venideros alcanzará. Esta tierra abundaba de todo aquello que es necesario para el uso de la vida humana, de pastos, maderas, drogas, metales, fieras, aves, animales domésticos y gran cantidad de elefantes, olores fragantísimos, licores, flores, frutos, y suave vino, y todas las demás legumbres, que se usan por manjar, muchos dátiles y otras muchas cosas de regalo. Todas las cuales cosas abundantísimamente producía aquella isla, que antiguamente era sacra, hermosa, admirable, y fértil, y grandísima, en que había grandísimos reinos, suntuosos templos, casas reales de grandísima admiración, como se verá por la relación que Platón da de la metrópolis desta isla, que excedía a Babilonia, y a Troya, y a Roma, y a todas las fuerzas y cidades ricas, fuertes, curiosas, y bien obradas, y a los siete milagros del mundo, de que tanto cantan los antiguos. Había en la cidad cabeza deste imperio un puerto, adonde acudían tantos navíos y mercaderes de todas partes, que por la muchedumbre y frecuencia de noche y de día se oía un continuo y grande roído que atronaba los moradores vecinos. Era tanta la gente y poder de guerra destos Atlánticos, que sola la cidad metropolitana cabeza deste imperio tenía de ordinaria guarnición a la redonda de sus campos 60.000 hombres de pelea, estos siempre en compaña distribuídos por estancias, que cada estancia era de cient estadios; que los demás, que habitaban por los montes y otros lugares, eran innumerables. Llevaban a la guerra 10.000 carros, armados de a dos caballos, con cada ocho hombres armados, sin seis honderos y apedreadores de mano de cada lado. Y por la mar traían 200.000 barcos de a cuatro hombres cada uno, que solos los de la mar eran 800.000 hombres. Y bien lo habían menester, pues tenían tantas naciones subjetas, a quién habían siempre de gobernar y serles superiores. Y lo demás, que desta cuenta Platón, al cabo será expuesto, que agora voy a prisa por llegar al principal intento nuestro. Y así es de creer que, siendo esta dicha isla tierra firme con esta que agora llamamos Indias de Castilla, que la correrían y poblarían, pues en la tierra que no era continente con la suya, como Africa y Europa y Asia, procuraban poner sus banderas, trofeos y colunas. Tenían mucha policía en sus magistrados, mas en fin de muchos siglos por permisión divina, quizá por sus pecados, acontesció, que con un grande y contínuo terremoto y con un turbión y diluvio perpetuo de un día y una noche, abriéndose la tierra, absorbió a aquellos belicosos y infestadores atlánticos hombres. Y la isla Atlántica quedó anegada y absorbida debajo de aquel gran piélago, el cual por esta causa quedó innavegable, por el cieno que en él quedó de la isla absorbida y deshecha en cieno, cosa admirable. Y este diluvio particular se puede añadir a los cinco diluvios que cuentan los antiguos, el general de Moysén, el segundo en Egipto, de que hace mención Xenofonte, el tercero en Acaya de Grecia en tiempo de Ogigio Atico, de que cuenta Isidoro, que fué en tiempo de Iacob, el cuarto en Tesalia en tiempo de Deucalión y Pirra, en tiempo de Moysén según Isidoro, 782 años como dice Juan Annio. El quinto diluvio, como nos manifiesta Xenofonte, fué en Egipto en tiempo de Proteo, y el sexto fué este que asoló tanta parte de la isla Atlántica que bastase a apartalla tanto de la parte, que quedó sin anegarse, que todos los mortales de Asia, Africa y Europa, creyeron que toda era anegada. Y asi se perdió el comercio y contrato de las gentes destas partes con las de Europa y Africa y otras partes de tal manera, que totalmente se perdiera la memoria della si no por los Egipcios, conservadores de antiquísimas hazañas de hombres y naturaleza. De manera que esta asolación de la isla Atlántica a lo menos de más de mil leguas de longitud debió suceder en el tiempo que Aod gobernaba el pueblo de Israel 1320 años antes de Cristo, y de la creación 2162 años, según Hebreos. Saco esta computación por lo que dice Platón que fué la plática de Solón y el sacerdote egipcio. Porque según todas las crónicas Solón fué en el tiempo de el rey Tarquinio Prisco de Roma, siendo Iosias rey de Israel o Jerusalén, antes de Cristo 610 años. Y desde esta plática hasta que los Atlánticos habían puesto cerco sobre los Atenienses, habían pasado 9000 años lunares, que referidos a los solares suman 869 años. Y todo junto es la suma dicha arriba. Y poco después debió suceder este diluvio, como es dicho, en tiempo de Aod, a los 748 después del diluvio general de Noc. Iten es de notar que, como esto sea, así las islas de Cáliz, Canarias, Salvajes y la Trenidad fueron pedazos desta absorbida tierra. Y puesto caso, questas naciones numerosísimas de los Atlánticos eran y fueron bastantes para poblar todas estotras tierras de Indias Occidentales de Castilla, también vinieron otras naciones a ellas, que poblarían algunas provincias desta tierra después de la destruición dicha. Dice Strabón, y Solino, que Ulises después de la expugnación de Troya navegó en poniente y en Lusitania pobló a Lisbona y después de edificada, quiso probar su ventura por el mar atlántico océano, por donde agora venimos a las Indias, y desparesció, que jamás se supo después que se hizo. Esto dice Pero Antón Beuter noble historiador valenciano, y como el mismo refiere, así lo siente el Dante Aligero, ilustre poeta florentín. Este Ulises, dando crédito a lo dicho, podemos deducir por indicios, que de isla en isla vino a dar a la tierra de Yucatán y Campeche, tierra de Nueva España, porque los desta tierra tienen el trage, tocado y vestido grecesco de la nación de Ulises, y muchos vocablos usan griegos y tenían letras griegas. Y desto yo he visto muchas señales y pruebas. Y llaman a Dios Teos, que es griego, y aun en toda Nueva España usan deste término Teos por Dios. Oí también decir, pasando yo por allí, que antiguamente conservaron estos una áncora de navío como en veneración de ídolo y tenían cierto Génesis en griego, sino que disparataba a los primeros pasos. Indicios son bastantes de mi conjectura sobre lo de Ulises. Y de allí se pudieron poblar todas aquellas provincias de México, Tabasco, Xalisco y las septentrionales estas y los Çapotecas, Chiapas, Guatemalas, Honduras, LaQandones, Nicaraguas y Tlaguzgalpas hasta Nicoya y Costa Rica y Beragua. Ultra desto dice Esdras de aquellas naciones que se echaron en la Persia por el río Eufrates, que fueron en una tierra longincua, que nunca habitó el género humano. Pues, echándose por esto río, no podían salir sino al mar índico, yendo a tierra adonde no había habitación, no podía ser sino a Catígara, questá al sur en nueve grados de la equinoccial según Ptolomeo, y conforme a la navegación de los de Alexandro Magno cuarenta días de navegación de la Asia. Y esta tierra es la que llaman los descriptores de mapas Tierra incógnita al austro, desde la cual se pudo venir poblando hasta el estrecho de Magallanes, hasta el poniente de Catígara y hacia el levante de las Javas y Nueva Guinea é islas del arcipiélago del Nombre de Jesus, que yo mediante nuestro señor descubrí en el Mar del Sur en el año de 1568 años, reinando el invicto Philippo segundo, rey de España y sus adnexos y de la demarcación del medio mundo, que son ciento y ochenta grados de longitud. De manera que lo que de aquí se ha de coligir es, que la Nueva España y sus provincias fueron pobladas de Griegos, y los de Catígara de judíos; y los de los ricos y poderosísimos reinos del Pirú y contérminas provincias fueron Atlánticos, los cuales fueron deducidos de aquellos primeros Mesopotamios ó Caldeos, pobladores del mundo. Estas y otras cosas con ellas, que por seguir brevidad no se traen, son razones historiales fidedignas en su cualidad, para sacar lo que los hombres de razón y letras han de creer de los pobladores destas tierras. Para que sepa llevar atención en la lectura de lo que estos bárbaros del Pirú cuentan de su origen y señorío tiránico de los ingas capacs y en las fábulas y desatinos, que narran, sepa discernir lo vero de lo falso y en que modo y como algunos de sus desatinos en algo aluden a cosas veras entre nosotros averiguadas y tenidas por tales, por tanto oya con atención el lector, y lea la más sabrosa y peregrina historia de bárbaros que se lee hasta hoy de nación política en el mundo. |
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NOTA | |
1 | FLORIÁN DE OCAMPO, Los cinco libros primeros de la Crónica General de España, Medina del Campo, 1553, libr. 2 cap. II. Y si lo tal no fuese fábula, quienquiera podría sospechar haber sido los Atlantes, que Platón llama de la isla de Eritrea, algunos morados de Cáliz. – JOAN BAPTISTA SUÁREZ DE SALAZAR, Grandezas y antigüedades de la isla y ciudad de Cádiz, Cádiz 1610, S. 12: lo que afirman todos los que cursan este mar, que por esta parte del mediodía, estando el agua clara, se ven debajo della una legua a la mar edificios, y ruinas, buenos testigos de lo que el Océano ha ganado de tierra por esta parte. |
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