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INTRODUCCION 4.—PRINCIPALES ASPECTOS DE CIVILIZACIÓN (2) Los monumentos arqueológicos del valle son, de acuerdo con el criterio moderno, estructuras arquitectónicas dedicadas en remotos tiempos al culto de diversas divinidades, principalmente a las de carácter cósmico, como el sol, la tierra, la lluvia, etc. En cambio, los habitantes de la región tienen conceptos especialísimos sobre el carácter de esos monumentos, conceptos que no sólo están basados en las tradiciones prehispánicas y coloniales de carácter etnográfico y folk-lórico, sino que, en ocasiones, todavía surgen espontáneamente, siendo de tales casos el relativo al peón Rosalío Aguilar, quien tenía encomendado vigilar durante la noche los sepulcros arqueológicos que estaban explorándose en la meseta superior de la pirámide del templo de Quetzalcóatl. Este individuo asegura que los espíritus de los hombres cuyos restos fueron encontrados allí, lo increparon severamente por haber violado su retiro y se refirieron al consabido tesoro que es inherente a la aparición de tales espíritus. A consecuencia del fantástico incidente, Aguilar estuvo enfermo de fiebre muy alta durante algún tiempo. Las danzas religioso-paganas que tan frecuentes son en la región, constituyen uno de los más interesantes aspectos folk-lóricos. Resultaron de la fusión entre las danzas indígenas rituales que se hacían en los atrios o patios de los teocallis y los bailes colectivos que entonces y aun hoy se estilan en diversos lugares de España. Las relaciones o recitados de carácter prehispánico que acompañaban a las primeras fueron substituídas por las que correspondían a los segundos o por otros que se hicieron exprofeso. Este fué uno de los medios más eficaces que hallaron los frailes españoles para impulsar las ideas invasoras, principalmente las de índole religiosa, pues conseguían ir debilitando o desterrando las de carácter aborigen. Aun cuando estas danzas son de carácter propiamente etnográfico, es imposible dejar de considerarlas también con criterio folk-lórico. Huelga decir que tanto esos bailes como el canto, la música y las relaciones que los acompañan, son generalmente desconocidos entre los habitantes de nuestras ciudades modernas y, sobre todo, de la Capital, mientras que en el valle constituyen una de las más salientes modalidades de la vida regional. Entre otras, pueden citarse Los Moros y cristianos y Los Alchileos (láminas 61, 62, 63 y 64 del tomo II). Manifestaciones análogas a las anteriores son ciertas representaciones nocturnas de carácter verdaderamente teatral; en algunas se advierte la influencia directa de temas de origen español, o bien toda la composición lo es, como sucede con las pastorelas; en cambio, en otras, como El "Tlachiquero" y el Valedor, predomina marcado carácter indígena. A muchos otros aspectos folk-lóricos podríamos referirnos; pero creemos innecesario hacerlo aquí, ya que están profusamente expuestos en el capítulo correspondiente. Opinamos, en comentario final, que la extensión e intensidad que presenta la vida folk-lórica en la gran mayoría de la población, demuestra de modo elocuente el retraso cultural en que vegeta la misma. Curiosa, atractiva y original es esa vida arcaica que se desliza entre artificios, espejismos y supersticiones; mas en todos sentidos sería preferible para los habitantes estar incorporados a la civilización contemporánea de avanzadas ideas modernas, que, aun cuando desprovistas de fantasía y de sugestivo ropaje tradicional, contribuyen a conquistar de manera positiva el bienestar material e intelectual a que aspira sin cesar la humanidad. El idioma regional.—Hemos dicho ya que en remotos tiempos habitaban en el valle agrupaciones del tipo cultural arcaico o sub-pedregalense, cuyo idioma era probablemente el otomí. Inmigrantes del N., que generalmente son denominados toltecas, los conquistaron y fundieron con la cultura autóctona la que ellos traían consigo, produciéndose, así, la civilización teotihuacana, siendo de presumirse que impusieron el uso de su idioma, que, según todas las probabilidades, era el azteca. Por último, las agrupaciones de tipo cultural azteca y de idioma azteca conquistaron a su vez a los teotihuacanos. El hecho es que, al llegar los conquistadores, el idioma azteca era el generalizado en la región. La raza y las manifestaciones de cultura de los habitantes del valle persistieron durante los siglos coloniales y aun hoy día caracterizan a la mayoría de la población. En cambio, el idioma aborigen fué siendo paulatinamente substituído por el español. En la parte de esta obra referente a la población colonial, se transcriben documentos escritos en idioma azteca, correspondientes a los siglos XVI, XVII y XVIII, a fin de mostrar la incorporación progresiva de palabras y giros ideológicos españoles. En la parte correspondiente a la población contemporánea se incluye un estudio sobre el idioma azteca o mexicano que contadas personas hablan en el valle. Gobierno, justicia y política.—En este valle, así como en la República y aun en toda la América Indo-hispana-portuguesa, se advierte que uno de los principales motivos que han sido obstáculo para el floreciente desarrollo de la población, consiste en que los sistemas de gobierno impuestos a ésta, desde que se inició la dominación europea, fueron inapropiados e ilógicos y, por tanto, perjudiciales. No poseemos datos suficientes para referirnos al gobierno establecido en el valle en la lejana época de florecimiento teotihuacano; pero la importancia artística e industrial y la extensión de los poblados cuyos vestigios arqueológicos se describen en esta obra, permiten presumir que el gobierno estaba organizado de acuerdo con las necesidades, tendencias y aspiraciones de la población, puesto que su bienestar se halla objetivamente expresado por lo que simbolizan y representan esos vestigios. El gobierno de la población en el período acolhua-tezcocano, es decir, el gobierno que encontraron organizado los conquistadores, sí nos es conocido en diversos aspectos, y podemos decir de él que, como fruto resultante de la experiencia y de la evolución en numerosos siglos, era perfectamente adecuado al modo de ser de la población. En todos los actos de gobierno intervenían, directa o indirectamente, la idea y la acción de los habitantes, cuya influencia en el rey de Texcoco y en el señor de Teotihuacán era efectiva y estaba encaminada a producir el bienestar colectivo. A este respecto, el mejor testimonio consiste en los frecuentes encomios que de tal sistema gubernamental hacen las crónicas coloniales. El sistema de gobierno español, derivado de las necesidades, aspiraciones y tendencias de hombres diferentes en todos sus aspectos a los indígenas, como eran los peninsulares del siglo XVI, descendientes de ibéricos, godos, romanos, moros, etc., no pudo substituir felizmente al gobierno indígena, por lo que, durante la época de la colonia, constituyó una imposición artificial, es decir, fué eficaz para la minoría española; pero la mayoría indígena procuró, siempre que le era posible, evadir y burlar sus disposiciones. Sin embargo, como el poder estaba en manos de los españoles, quienes disponían ampliamente de medios de imposición y represión, la población aborigen fué marchitándose, como una planta sin riego, en ese medio artificial y deprimente. Nunca deberá olvidarse que gobernantes humanitarios elaboraron leyes destinadas al buen gobierno y a la felicidad de los indígenas; pero, como es bien sabido, esos códigos altruístas fueron, por lo general, letra muerta en la Nueva España. El advenimiento de la Independencia interrumpió con voces triunfales el letargo de los vencidos, pareciendo que iba a darles nueva vida y nueva sangre. Desgraciadamente, ese noble movimiento que Morelos y Guerrero pensaron significaría la emancipación de todos los mexicanos, incluyendo a los de la raza indígena y mestiza a que pertenecían ellos, fué proyectado y efectuado en gran parte por las minorías que habían esclavizado a los indígenas durante cuatro siglos: hijos de encomenderos, órdenes religiosas, clero secular y militares desertados de las filas españolas monopolizaron todas las ventajas que traía consigo la emancipación. Los millares o cientos de millares de hombres de buena fe que dieron sangre y vida en esas luchas homéricas, resultaron burlados, pues no llegaron a saber que su sacrificio sería estéril. En efecto, las constituciones y leyes que siguieron a la Independencia eran más exóticas y artificiales aún que las coloniales, ya que ni siquiera tuvieron en cuenta la legislación de Indias de los gobiernos virreinales. Fueron esas leyes y constituciones copia fiel de las vigentes en Francia, Estados Unidos y España. Los antecedentes históricos de la población indígena-mestiza, que formaba aplastante mayoría numérica; sus idiosincrasias; sus características; sus ideales, tendencias, necesidades y aspiraciones no fueron tenidos en cuenta. Los elementos dirigentes, cuyo modo de ser material e intelectual estaba moldeado en el tipo español e inspirado en anhelos extranjeristas que les hacían importar ideas y costumbres de otros países, por inadecuadas que fueran para ellos, elaboraron e impusieron, repetimos, los gobiernos del siglo XIX, los que, naturalmente, fueron repudiados por la mayoría de los habitantes. Así pueden explicarse las revoluciones aparentemente ilógicas que han conmovido sin cesar a México. La Revolución de 1910-20 aun no ha producido a la población del valle las ventajas que en otras regiones del país trajo consigo, y, en cambio, produjo grandes perjuicios. La falta de medios de defensa y la natural pasividad de los habitantes hicieron que éstos fueran impunemente despojados, por distintos bandos, de ganados, semillas, aperos, cereales, etc., etc. En cambio, todavía no se hacen dotaciones de tierras, no obstante las múltiples solicitudes de los vecinos; todavía no se devuelven definitivamente las aguas a algunos pueblos que fueron despojados de ellas; la impartición de justicia es defectuosa y, generalmente, adversa para los menesterosos, que constituyen la mayoría; las funciones electorales son objeto de fraudes e imposiciones; los representantes de la región en las Cámaras Legislativas nunca se han preocupado de la mejoría de los habitantes, y cuando lo hacen, es para defender los intereses de los grandes terratenientes, como sucedió con la cuestión del pulque en la Cámara de Diputados, etc. En resumen, la población actual está, en lo referente al gobierno que la rige, en condiciones casi tan desfavorables corno en el pasado, pues las leyes todavía no son adecuadas a los antecedentes y a las características de la mayoría social. Aun suponiendo que la población pueda ir adaptándose a esas leyes, lo que no debería ser, éstas resultan ineficaces, porque su texto es desconocido por los habitantes y lo será, mientras sigan viviendo éstos la existencia de carácter folk-lórico a que antes nos referimos. Y sucede entonces, por una parte, que la ley escrita resulta impracticable y, por tanto, inútil, mientras que, por la otra, la ley salomónica, la ley folk-lórica, la derivada de la observación y experiencia antigua de los fenómenos sociales locales, tampoco puede tener libre acción, porque aquélla, la escrita, obstruye y estanca sus efectos. En las conclusiones se sugieren medios para iniciar la futura resolución de este problema trascendental. Educación.—El término educación corresponde a múltiples significados y tendencias: educación moral, física, artística, industrial, literaria, social, cívica, etc., es decir, que el dominio satisfactorio de casi todas las actividades humanas requiere previa y fundamentalmente la acción del factor educativo. Claro es que se puede vivir sin educación de ningún género, como sucede con los animales montaraces; pero esto, en la humanidad actual, es vegetar lastimosamente en una existencia incompleta, enfermiza y condenada al aniquilamiento. En el valle, el concepto reinante sobre educación es absolutamente unilateral y circunscripto. Ya se aplica para significar el código regional sobre las costumbres sociales que la tradición ha consagrado, o bien se juzga que educar es inculcar a los niños la lectura, la escritura y otros conocimientos elementales. Naturalmente que tan estrecho criterio es uno de tantos motivos que explican la decadencia intelectual y física de la población. Educar a poblaciones de países europeos culturalmente avanzados es tarea difícil, pero factible a la postre, porque se cuenta por adelantado con la homogeneidad étnica, cultural, lingüística, etc., de las agrupaciones por educar, lo que ya es ventaja, puesto que son posibles la generalización y la unificación de métodos educativos. En cambio, en países como México, cuyas agrupaciones sociales difieren en todos esos puntos de vista, el problema es sumamente arduo y, en ocasiones, de imposible resolución. Aunque en el valle la población no es tan heterogénea y opuesta entre sí como en otras regiones de la República, las diferencias de diversa índole que presentan los grupos que la forman, son suficientes para obstruir de manera efectiva la acción de cualquier plan educativo, sobre todo si éste no está informado en el conocimiento íntimo y experimental de las características étnica y psico-sociales de los habitantes y de las condiciones del ambiente que los rodea. Examinemos, en efecto, algunas de las características y diferencias que, en cuanto a conceptos educativos, se observan en la región. La moral es comprendida y practicada de diversas maneras: una insignificante minoría social condena, por ejemplo, las uniones maritales libres, que para la mayoría son tan respetables y legítimas como las reconocidas por la ley o por la Iglesia. En el fondo, esta diferencia de criterio no tiene razón de ser, puesto que la minoría citada, sugestionada por la tradición religiosa y por la estrecha disciplina de sus costumbres, cree que esos matrimonios naturales son fruto de vicio, como acontece en ella y en las poblaciones de las grandes ciudades, cuya vida social se empeña en copiar. En cambio, para las mayorías, tales enlaces son perfectamente legítimos y dignos de respeto, ya que, como las otras, persiguen la fundación de un hogar honrado. Si algún aspecto inmoral tienen estas uniones, consiste en que, si los padres tienen bienes de fortuna y mueren intestados, esos bienes, en ocasiones, no son heredados por sus hijos, que son llamados naturales, sino por parientes cercanos o lejanos, injustamente consagrados por la ley civil y que ningún derecho tan humanamente legítimo tienen para ello, como quienes, por virtud del amor, que es la suprema ley, continúan en espíritu, en sangre y en carne la vida de los extintos. En este caso, es urgente la educación legal de quienes ignoran los beneficios que trae consigo la ley en lo que se refiere al matrimonio. Los habitantes son víctimas inermes de los abusos eternos de toda clase de autoridades regionales del Estado y de la Federación: contribuciones; multas; faenas colectivas; imposición de autoridades; desprecio a sus solicitudes de tierras, de aguas, de atención médica, de instrucción, etc., constituyen la pesada losa que en nombre de la ley gravita sobre la población, que, desgraciadamente, en muchas ocasiones no se da cuenta de ello. Hay, pues, que educar enérgicamente a las autoridades, corrigiéndolas, penándolas y destituyéndolas, hasta que aprendan que el verdadero objeto de las leyes, de que ellos son ejecutores, es beneficiar a la población y no expoliarla y perjudicarla. Debe mostrarse a los habitantes los abusos de las autoridades, no para que las destruyan a sangre y fuego, lo que sería de escasos o contraproducentes resultados, como lo experimenta la población del valle desde hace diez años, en que ninguna o casi ninguna mejoría logró alcanzar, sino para que las desenmascare, ahuyente y aprisione si es necesario. En la villa de Teotihuacán se dió un notable ejemplo de educación cívica colectiva: la autoridad principal fué retirada pacíficamente a petición de los vecinos, que comprobaron debidamente sus malos procederes. En lo que respecta a educación física e higiénica, es urgente una propaganda intensa. Hay que aconsejar la práctica continua de la vacuna, el uso frecuente del baño, la intervención médica, etc.5 Es necesario sugerir que disminuya o se evite el exagerado trabajo de los niños y de las mujeres; que se disminuya la duración de la labor de los hombres y se les enseñe a hacer más efectivo el trabajo por medio de herramientas acondicionadas y del manejo apto de las mismas. Es conveniente acostumbrar a los hombres, mujeres y niños a que posean una reserva de energías físicas a fin de emplearlas en actividades agradables, como son los deportes, para los que el indígena tiene grandes aptitudes. En el valle existen abundantes materias primas y, sin embargo, la producción industrial es insignificante por el hecho de que los habitantes carecen de la educación técnica necesaria para transformarlas en productos industriales y explotarlas comercialmente. La más elemental educación agrícola es desconocida entre la mayoría de los habitantes. En varias partes de esta obra se ha indicado la diferencia de conceptos religiosos que hay entre la mayoría de origen indígena y la minoría blanca. Para ésta, por ejemplo, sería pecado grave el que un grupo de danzarines bailara los arcaicos lanceros o el novísimo shimmy frente al altar mayor de una iglesia, en tanto que el gran resto de habitantes indígenas considera como parte indefectible del ritual las danzas de alchileos o de moros y cristianos y otra que presenta, a la vez, un curioso y mixto aspecto de lanceros y de shimmy. Hay que educar estas manifestaciones coreográficas profano-religiosas, procurando despojarlas gradualmente de su carácter ritual, a fin de que se desarrollen en un sentido exclusivamente artístico. No existe en el valle concepto sensato—pues cuando lo hay es folk-lórico—de lo que significan el universo, el mundo terrestre, los países extranjeros, la República y ni siquiera la patria. Se vive dentro del horizonte que recortan las montañas azuladas. Motivos de comercio, de política o de otro género obligan a escaso número de habitantes a conocer accidentalmente tres Jugares que están fuera del valle y que son: Texcoco, cabecera del distrito; Toluca, capital del Estado, y México, la capital de la República. Falta educación geográfica, política y cívica. El pasado del país es ignorado por la generalidad de la población en sus verdaderos aspectos, ya que su conocimiento está exclusivamente basado en incierta tradición de carácter etnográfico y folk-lórico. Dos o tres nombres de personajes históricos, como Hidalgo, Juárez y Cuauhtémoc, son relativamente conocidos; pero no se sabe en realidad cuál fué su obra, ni en los más superficiales lineamientos. Lo anteriormente expuesto, y mucho más que pudiéramos agregar, hace ver palpablemente que la población del valle carece de una educación integral que encauce eficazmente las actividades materiales e intelectuales más importantes de la existencia. Gobernantes de buena fe del Estado de México, al que políticamente pertenece la región, desarrollaron vigorosos esfuerzos en pro de la educación regional; pero fracasaron en su noble empresa por la unilateralidad y el exclusivismo de criterio que campeaba en el método educativo empleado. Este, en efecto, no fué integral, no tendió a educar a los habitantes en las diversas actividades de la vida, sino se redujo, según ya dijimos, a educarlos alfabéticamente, es decir, se limitó a difundir entre los mismos el conocimiento de la lectura y de la escritura y otros conocimientos elementales. El resultado fué que, en la actualidad, quienes saben leer yescribir suman un 25% de la población total, cifra satisfactoria si se compara con la de otras regiones. Mas ¿qué provecho efectivo trajo consigo la alfabetización de esos niños? Creemos que poco o ninguno, aunque parezca exagerado esto último. Comprobamos objetivamente esta afirmación mostrando la aflictiva situación de esos niños de entonces, que hoy son jornaleros y cuya vida intelectual, social y económica es tan atrasada como la de los que no concurrieron a la escuela. Esto se debe, en primer término, a que, como varias veces hemos repetido, quienes saben leer y escribir en la región tienen que resignarse a leer los libros de enseñanza y a escribir rara vez, puesto que por diversos motivos, entre ellos la imposibilidad económica, no pueden conseguir impresos de ninguna clase. Por otra parte, los textos que se usaban y que en algunos lugares aun se usan, se refieren a temas exóticos que pronto desaparecen de la mente infantil. Por último, los sistemas pedagógicos usados han sido copia fiel o mal interpretada de los vigentes en la capital del Estado de México y en esta Capital, los que son adecuados a la niñez urbana que vive en el ambiente de la civilización moderna y generalmente pertenece a la raza blanca; pero que no son aplicables a niños indígenas y mestizos, sobre los que pesan intensos prejuicios de una cultura retrasada en cuatro siglos y no viven la vida de la ciudad, sino la de los campos. Nunca se tuvo en cuenta la educación de los adultos, quienes, naturalmente, ejercen en los hijos decisiva influencia retardataria y contrarrestan los progresos inculcados por medio de la raquítica educación a que ya aludimos. En las conclusiones mencionaremos lo que se ha hecho en pro de la educación integral de los habitantes del valle por la Dirección de Antropología. Arquitectura, escultura y pintura.—Arquitectura prehispánica.— La arquitectura, como las demás manifestaciones culturales de la población actual del valle, presenta un estado de marcada decadencia, lo que puede comprobarse, no sólo examinando la raquítica y burda producción que hoy se hace en tal sentido, sino también comparando su insignificancia con el alto grado de desarrollo que habían alcanzado tales manifestaciones en épocas anteriores. 6 Muy difícil es para nosotros emitir hipótesis autorizadas sobre los orígenes de la arquitectura teotihuacana; pero, sin embargo, expondremos nuestra opinión personal, que es derivada de observaciones hechas en ella y en otras arquitecturas prehispánicas, y exenta, en lo posible, de apreciaciones aventuradas. Los numerosos descubrimientos de edificios y las excavaciones de exploración hechas en el valle y, principalmente, en la ciudad arqueológica, que está situada en la parte central del mismo, demuestran irrecusablemente que nada más existieron arquitecturas de tipo teotihuacano, notándose sólo diferencias morfológicas, pero no esenciales, entre el primer período arquitectónico, que fué de florecimiento, y el segundo, de decadencia. Es decir, que antes de que los teotihuacanos llegaran al valle, no había en él construcciones de ningún género, por lo que, naturalmente, la arquitectura teotihuacana no fué influenciada en la región por ningún otro estilo. Al abrirse un túnel en la pirámide del Sol con el fin de conocer su estructura interior, se hallaron, en el cuerpo de los adobes que la forman, cabecitas y fragmentos de barro de tipo arcaico o sub-pedregalense, lo que indica que la región estaba habitada, antes de la llegada de los teotihuacanos, por individuos de cultura arcaica o sub-pedregalense (otomíes) y que la tierra con que se elaboraron los adobes contenía vestigios de ese tipo. Esto sugiere también que los arcaicos o sub-pedregalenses no poseían todavía construcciones propiamente arquitectónicas, cuando menos en el valle, hipótesis que se confirma en las excavaciones hechas debajo de la lava del Pedregal de San Angel, en las que se encontró profusión de objetos de barro y piedra, pero ningún vestigio de edificios. En un ensayo sobre arquitecturas prehispánicas que hicimos hace algún tiempo,7 las clasificamos, desde los puntos de vista constructivo y estético, en tres grupos: 1°—Las que están representadas por las construcciones de tipo de los pueblos, como Casas Grandes. 2°—Las de transición, que tienen como tipo los monumentos de Chalchihuites. 3°—Las arquitecturas que llamamos piramidales por tener como elementos fundamentales la pirámide y el plano inclinado, siendo varios los correspondientes tipos representativos: Teotihuacán, Mitla, monumentos mayas, etc. En este tercer grupo pueden todavía establecerse dos sub-grupos o clases, correspondiendo al primero las arquitecturas de la Altiplanicie Central, entre las que puede considerarse como tipo la de Teotihuacán, en tanto que en el segundo se incluyen las de las costas, que están típica y profusamente representadas por los edificios mayas: Chichén-Itzá, Palenque, Uxmal, etc. En nuestra opinión, pues, la arquitectura teotihuacana ha sido sucesivamente derivada de edificaciones de tipo de yácatas (Jalisco y Michoacán), edificios de El Teul (Jalisco en sus límites con Durango), edificios de La Quemada (Zacatecas), edificios de Chalchihuites (Zacatecas en sus límites con Durango), edificios de El Zape (Durango), edificios de Casas Grandes (Chihuahua) y edificios de los pueblos del S. de los Estados Unidos. ¿A cuántos siglos asciende la antigüedad de la arquitectura teotihuacana,8 representada por la ciudad arqueológica de Teotihuacán? Esta pregunta se nos hace por todos los turistas que visitan la región, los cuales se muestran admirados porque no hemos podido satisfacerlos al decirles que no lo sabemos a punto fijo. Sin embargo, en numerosas ocasiones hemos analizado esta cuestión, y aun cuando no podemos, repetimos, fijar una cronología directa y exacta, hemos llegado a conclusiones indirectas que, si no satisfacen, cuando menos suministran orientaciones para futuros investigadores. Aun cuando hemos incluído en el grupo de arquitecturas piramidales las correspondientes a los tipos maya y teotihuacano, y aceptamos que en grandes lineamientos presentan analogías que son explicables, dada la común procedencia de los aborígenes americanos, creemos que la arquitectura de Teotihuacán corresponde a épocas anteriores a aquella en que comenzó a desarrollarse la arquitectura maya, y como la antigüedad de ésta, según cálculos cronológicos suficientemente satisfactorios, es de dos mil años, no es exagerado señalar a la arquitectura teotihuacana dos mil quinientos a tres mil años, dado el largo proceso evolutivo que requiere la formación de esta arquitectura desde sus principios hasta el fin del segundo período o período de decadencia. Procuraremos demostrar la antelación de la arquitectura teotihuacana respecto a la maya. Si la arquitectura maya hubiera antecedido inmediatamente a la teotihuacana, en ésta indudablemente se notaría la influencia de aquélla, lo que no sucede, pues las exploraciones hechas en Teotihuacán en los últimos años y expuestas en esta obra no permiten identificar esa influencia de modo positivo. Si la arquitectura maya hubiera sido contemporánea de la teotihuacana, la mutua influencia debería haber sido muy pronunciada, lo que tampoco es así, pues ya dijimos lo que se observa en Teotihuacán. Por último, en nuestro modo de pensar, la arquitectura teotihuacana no antecedió inmediatamente a la maya, sino le fué anterior en un largo período de tiempo; en efecto, si hubiese sucedido lo primero, la influencia del estilo teotihuacano en el maya habría sido muy amplia y pronunciada, como es el caso de la cultura azteca, que sí influenció a la maya en mayor escala por ser ambas casi contemporáneas o por separarlas un período cronológico incomparablemente inferior al que separó entre sí a las civilizaciones maya y teotihuacana; en cambio, las influencias débiles y de carácter propiamente esporádico que la arquitectura teotihuacana imprimió a la maya, fortalecen nuestra hipótesis. Por otra parte, el poder de expansión de la cultura maya y, por tanto, de su arquitectura, era tan grande, que no sólo dejó huellas indudables y positivamente identificables en Centro-América, sino que se extendió a los territorios que hoy constituyen los Estados de Chiapas, Campeche, Tabasco, Veracruz y Oaxaca (Monte-Albán); aun más, en el Estado de Morelos, relativamente inmediato a Teotihuacán, está Xochicalco, monumento de indiscutible origen maya. ¿Es aceptable suponer que, siendo contemporáneas, las culturas maya y teotihuacana, no hubiesen estado en íntimo contacto, cuando en lugar tan cercano a Teotihuacán, como es Xochicalco, la primera dejó huellas firmes de su paso? Indudablemente que no. Respetables autores, se nos dirá, opinan que sí son contemporáneas tales arquitecturas, entre ellos, el doctor Hérbert J. Spinden, en su interesante obra Maya Art,9 y el profesor Thomas A. Joyce, en su acucioso manual Mexican Archaeology.10 Concediendo el debido crédito científico a tan distinguidos americanistas, no podemos, sin embargo, aceptar sus postulados a tal respecto, por dos motivos principales. 1º—Si bien las manifestaciones de cultura intelectual de los toltecas o teotihuacanos son algo conocidas, en cambio, las de índole material, principalmente la arquitectura, han permanecido casi totalmente desconocidas hasta estos últimos años, en que la Dirección de Antropología ha efectuado diversas investigaciones, que aparecen descritas en esta obra. En efecto, ¿dónde están descritos los edificios de arquitectura teotihuacana, en publicaciones anteriores a ésta? En ninguna parte. Si, pues, no se conocía satisfactoriamente la arquitectura teotihuacana, no se podía encontrar en ella influencias de otras culturas o influencia de éstas en aquélla; el doctor Spinden opina como nosotros en su obra citada.11 2º—Todas las analogías entre las arquitecturas maya y teotihuacana han sido deducidas principalmente, de la observación de contados fragmentos esculpidos procedentes de Tula,12 sin tener en cuenta que en ellos hay la influencia azteca, ejercida en época en que la cultura clásica teotihuacana estaba ya desintegrada. El señor Joyce, basándose en los Anales de Cuauhtitlan, indica que la civilización tolteca o teotihuacana se inicia a principios del siglo VIII de la era cristiana; mas nos ocurre preguntar: ¿debe concederse más autoridad a esos Anales y a los cronistas coloniales que opinan de manera análoga, que a lo que muda, pero elocuentemente, dicen los mismos monumentos arquitectónicos? Expliquémonos. ¿Cuál debe ser, lógicamente, el plano de referencia para discutir sobre las manifestaciones de la cultura tolteca o teotihuacana, principalmente de la arquitectura y las artes menores e industriales? ¿la famosa Tula, sobre la que giran todas las cronologías prehispánicas y los comentarios de los cronistas, o bien Teotihuacán, ciudad mucho menos citada que Tula, y esto ocasional y secundariamente? En esto radica el quid de la cuestión. Conocemos la región de Tula en el Estado de Hidalgo, por haberla explorado, aun cuando no detenidamente, lo que pensamos hacer en lo futuro. Sin embargo, por la naturaleza del terreno y su topografía, podemos deducir que allí no existió una gran ciudad, como debió ser la famosa Tula de los cronistas, ya que por la cantidad y por la calidad de los vestigios arquitectónicos, industriales, etc., que presenta, puede conceptuársele como una ciudad prehispánica de poca significación. En cambio, a Teotihuacán se le concede escasa importancia en anales y crónicas, y nunca se le describe, no obstante que los vestigios de esta ciudad prehispánica constituyen el conjunto más extenso, importante e intenso de vestigios, tanto arquitectónicos como escultóricos, industriales, etc., del tipo tolteca o teotihuacano.13 Es, pues, indudable que respecto a Tula y Teotihuacán hay un grave error, ya sea de denominación, ya de concepto, que debe enmendarse, por lo que procuraremos contribuir a este respecto con nuestra modesta opinión. Por los anales y tradiciones que nos legaron las familias de filiación azteca que inmigraron al valle de México, parece que éstas encontraron la antigua Teotihuacán14 en estado ruinoso y de absoluto abandono y probablemente cubiertos ya con vegetación algunos de sus edificios; por eso es que no sólo no describen dicha ciudad, sino que son contadas las alusiones que de ella hacen, las cuales creemos debidas a una vaga tradición. Remontándonos más, encontramos que aun en las tradiciones que se suponen contemporáneas al período en que floreció Tula, tampoco se hallan amplias descripciones y relatos referentes a una ciudad incomparablemente superior a Tula en cualquier aspecto, como debió haberlo sido la grandiosa ciudad de las pirámides. De haber sido contemporáneas ambas ciudades, Teotihuacán hubiera opacado a Tula indudablemente. ¿Cómo resolver este problema? Hasta aquí hemos discutido con argumentos que consideramos lógicos. En cambio, confesamos que la siguiente conclusión es una hipótesis aventurada y sujeta a rectificaciones posteriores, si bien con fundamento en lo anteriormente expuesto: creemos que Teotihuacán es la primitiva, la grandiosa Tula que debe haber florecido cinco o más centurias antes de la era cristiana; esta metrópoli decayó quizá al principiar la era cristiana o poco después. Sus habitantes, movidos por causas que ignoramos, se expatriaron y ambularon por diversas regiones conservando los rasgos característicos de su civilización, hasta que, después de varios siglos, se establecieron en un lugar del actual Estado de Hidalgo, al que, en recuerdo de su antigua metrópoli, pusieron el nombre de Tula, la ciudad que citan los cronistas, los anales y las tradiciones. Sólo así se explica la contradicción y el desconcierto en que se recae al analizar los datos relativos a Tula y Teotihuacán. Respecto al término Teotihuacán, más parece que los inmigrantes de filiación azteca lo aplicaron a los vestigios gigantescos de la primitiva Tula, por la admiración que les produjeron su magnitud y majestad. La investigación que pretendemos hacer en Tula, Hidalgo, consiste en estudiar concienzudamente los vestigios allí existentes, para saber si, como previamente suponemos, representan etapas posteriores de la civilización iniciada y florecida con anterioridad en Teotihuacán. Se intentó, por otra parte, en esta Dirección, determinar la cronología de la arquitectura teotihuacana por medio del conocimiento estratigráfico de la zona arqueológica de Teotihuacán. En las diez y seis excavaciones practicadas se observó que a dos diferentes profundidades había grandes acumulaciones de cerámica fragmentada, implementos rituales e industriales y, en general, toda clase de vestigios de tipo teotihuacano, depositados por un proceso natural de sedimentación, lo que indicaba que había habido dos máximos de habitabilidad correspondientes a dos épocas de florecimiento de la civilización allí establecida. Posteriormente se confirmaron en lo absoluto tales deducciones, ya que el examen de los edificios demostró que en realidad existían vestigios arquitectónicos superpuestos, correspondientes a dos épocas en que fueron construídas dos ciudades. El edificio impropiamente denominado Los Subterráneos, cuya exploración fue iniciada por Charnay, así como casi todos los de la zona, comprueban la existencia de aquella superposición. Esas investigaciones no permiten, por desgracia, establecer la antigüedad de los dos períodos teotihuacanos, por lo que posteriormente imaginamos un sistema de investigación que probablemente sí suministrará resultados positivos. Es indudable que la capa de tierra que se ha ido sedimentando en el valle desde el siglo XVI hasta la fecha, mide un trabajo de sedimentación de cuatro siglos. Ahora bien; para determinar el espesor de esa capa, bastará con excavar cerca de los muros de las iglesias construídas en el siglo XVI, hasta llegar al arranque o basamento que aquéllas tuvieron entonces; claro es que la distancia entre el nivel del terreno actual y el nivel que presentan esos arranques o basamentos mide el espesor de la sedimentación en cuatro siglos. Una vez conocido este espesor, se podrá calcular con relativa aproximación la antigüedad de los monumentos arqueológicos subterráneos del valle, con sólo dividir la profundidad a que éstos se encuentran, por el número de centímetros o metros que presente aquel espesor. Anticipadamente reconocemos las dificultades de orden técnico que tal investigación trae consigo; pero creemos que todavía serán mayores las de índole económica, ya que un trabajo especulativo de esta clase no presenta lucimiento objetivo, como sucede en otros que seguramente son de menos significación, y, en cambio, requiere grandes gastos. Sin embargo, insistiremos en hacer semejante investigación, que suministrará, si alcanzamos éxito, una verdadera clave para conocer, no sólo la cronología de la civilización teotihuacana, sino la de otras civilizaciones y arquitecturas prehispánicas relacionadas con aquélla. |
Continuación |
NOTAS | |
5 | Siempre que la Dirección de Antropología ha intentado traer enfermos a esta Capital, encontró tenaz resistencia, que en algunos casos fué vencida al mirar el enfermo su creciente gravedad. |
6 | No habiéndose efectuado las exploraciones del templo de Quetzalcóatl, que muestran que el primer periodo fué de florecimiento y el segundo de decadencia, cuando el arquitecto Marquina escribió el artículo Arquitectura y Escultura, en este último se notará cierta contradicción con respecto a lo que decimos en este articulo. |
7 | Manuel Gamio.—La Geografía Arqueológica de México. En Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística. México. 1919. Quinta época. Tomo VIII.—Número 2. |
8 | Las deducciones cronológicas que se exponen, relativas a la arquitectura teotihuacana, son aplicables, en general, a la cultura del mismo nombre. |
9 | A Study of Maya Art. En Memoires, Peabody Museum of American Archaeology and Ethnology. Cambridge. 1913. Vol. 6. |
10 | Mexican Archaeology. An introduction to the Archaeology of the Mexican and Maya civilization of pre-Spanish America. New York and London, 1914. |
11 | Pág. 230. |
12 | Nos referimos alas columnas de Tula, esculpidas en forma de serpiente, las que son análogas alas existentes en el Chichanchob o Templo de los Tigres en Chichén-Itzá. |
13 | Esto nos ha movido desde hace tiempo a denominar a tan interesante civilización, teotihuacana, en vez de tolteca. |
14 | Debemos advertir que, al hacerse esta obra, se prescindió del término nahua, pues creemos que estando satisfactoriamente delimitadas las civilizaciones que florecieron en el valle de México, merced a investigaciones de índole arqueológica, y habiéndoseles denominado arcaica o sub-pedregalense, teotihuacana o tolteca y azteca, era inútil seguir usando aquel ambiguo y poco significativo término. |