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La Cruz Foliada El sacrificio de Vukup Hunahpú reviste importancia excepcional por constituir el acto culminante del drama de la creación vegetal. Para fines comparativos, da lo mismo seguir la mitología del Popol-Vuh que la chortí, pues no difieren esencialmente una de otra. A consecuencia del sacrificio de los Ahpú, sus cabezas fueron colocadas en un poste o palo seco que se convirtió instantáneamente en un frondoso árbol verde, cubierto de frutos redondos, llamados jícaros (crescentia cujete). Tal fenómeno esta claramente definido por los gnósticos chortí, que asimilan el derramamiento de la sangre divina a la lluvia fertilizante, que simboliza el retorno anual de la vegetación e instaura una nueva dimensión temporal correspondiente a la estación de lluvias. Estos ritos se realizan al comienzo de la estación pluviosa. En función de diosa-Tierra, Ixquic, atraída por el árbol milagroso, fue a venerar la cabeza-fruto de Ahpú. Esta le habló y la fecundó, lanzando un escupitajo en la palma de la mano de la doncella, que, en este acto concibió milagrosamente a los gemelos. Estos son, dioses del maíz, y el mismo maíz en su doble función antropomorfa y vegetal. Asimismo, Ixquic actúa en su doble función antropomorfa y telúrica, es a la vez, madre de los gemelos y, la diosa Tierra, receptáculo de la semilla del maíz. Según los mitos, primero cae la lluvia, después viene la siembra, en la grandiosa dramatización de la fecundación de la Tierra por el Cielo, representado por la divinidad encarnada en los frutos del jícaro. El mismo orden de sucesión rige en el ritualismo y las labores agrícolas, como en el Popol-Vuh. Este episodio mítico simboliza, además, el Árbol de Vida, o Árbol cósmico, eje que une el cielo y la tierra, y está emplazado en el centro del mundo, que corresponde al punto central del Universo. Los chortí dramatizan en forma grandiosamente sintética esta escena mítica en su cruz foliada. Esa cruz esta hecha de madera de cedro, previos ritos adecuados, pero no adquiere su verdadera significación hasta que la madera sea revestida de hojas verdes, elemento que le da su significación. Al revestir el árbol-cruz con hojas verdes, el sacerdote reactualiza el fenómeno que ocurrió in illo tempore, cuando el palo seco se convirtió en frondoso árbol de Vida. ( Gráfica 15). Dos acólitos del sacerdote mayor verten, desde lo alto, un líquido blanco, espeso, llamado chilate, que cae sobre el eje de la cruz y penetra en la tierra. Este acto dramatiza el momento en que Hunahpú, lanza un escupitajo sobre Ixquic, la diosa tierra. Dos envases, que no pueden ser otros que "guacales", asimilados al cráneo de Hun-Hunahpú y Vukup Hunahpú, sirven para derramar el liquido vital. Al pie de la cruz un tabernáculo contiene la escultura de un niño, ricamente ataviado, que representa al dios del maíz en claustro materno, o a la semilla en el seno de la tierra. Nace milagrosamente, como nace el maíz, al llover. Colocan el camarín con el "Niño" al pie de la cruz en la propia noche en que dramatizan el acto simbólico de la fecundación de la Tierra por el Cielo. De esta manera se dramatizan ritualmente, hasta la fecha, las enseñanzas del Popol-Vuh. Porque los mitos están ligados genéticamente a las formas de vida de la sociedad maya, presente y pasada, cuya economía vital se fundamenta en el cultivo del maíz. Entre las representaciones más notables de la cruz indígena precolombina en monumentos arqueológicos, y que a la vez ofrece un sorprendente paralelismo con la cruz foliada de los chortí, puede mencionarse la llamada "Cruz Foliada" de Palenque. Los diversos elementos de la cruz foliada de Palenque, permiten parangonarla con la cruz foliada chortí. A semejanza del árbol mítico de Xibalbá, ostenta en la copa una cabeza cadavérica fitoforma, rindiendo magistralmente la presencia de la calavera de Ahpú en la cruz. Trátase de una deidad antropodendromorfa cuyos brazos son tallos de maíz con hojas y mazorcas convertidas en cabecitas de los gemelos. Una liga que pende de la boca de la deidad, cae hasta el punto central del ideograma cósmico que se halla al pie de la cruz, evocando el rito chortí de verter la sustancia divina en el centro u ombligo de la tierra. Es tal el paralelismo de la cruz foliada de Palenque y la de los maya contemporáneos, que la cabellera colgante de los dioses del maíz, se representa fielmente con elementos vegetales blancos. Asimismo las plumas de quetzales, en la cima del árbol-cruz de Palenque, se objetivan por un rama de flores en lo alto de la cruz chortí, como puede apreciarse en la foto 15. Para mayor fidelidad, se reproduce por aparte, la larga cabellera colgante del dios del maíz en la cruz foliada de Palenque. Compárese con las largas flores blancas que cuelgan a ambos lados de la cruz foliada chortí y, que representan también a la cabellera colgante del dios del maíz. En Estelas mayas Numerosas figuras de códices maya representan el "Árbol de la Cruz", para usar el término consagrado por el Chilam Balam de Chumayel y por los sacerdotes chortí. Está asociado a la figura del dios B, símil de Ahpú, en función de dios dendromorfo, consagrado por el Popol-Vuh. Las concepciones cósmicas, expresadas en el Árbol de Vida y dramatizadas por los chortí en el Árbol de Vida de Xibalbá, se ilustran en las estelas mayas, tanto en la parte frontal como en sus laterales. Véase, por ejemplo, la figura anexa que representa el tema del descenso del dios del Maíz, desde el cielo al interior de la tierra, por una cuerda serpentiforme. Al llegar a su destino, muere en el inframundo, representado en el rito chortí por un camarín al pie de la cruz foliada. La estela maya, como la cruz foliada chortí representa una síntesis cosmo-teogónica, un monumento que sublimiza la movilización de las fuerzas universales en el gran drama de la fertilización de la Tierra por el Cielo, reproduciendo el fenómeno mítico del escupitajo de Ahpú sobre la palma de la mano de Ixquic. Es un exponente de las concepciones religiosas y sociales en que se fundamenta la cultura maya, presente y pasada. De lo expuesto se llega a la conclusión de que los maya presentes, siguen realizando las mismas ceremonias ante los mismos dioses, para conseguir los mismos objetivos, como lo hacían sus lejanos antepasados de la época arqueológica. Por otra parte, las concepciones religiosas, los símbolos y prácticas rituales conservados tradicionalmente por ellos, nos revelan los fundamentos espirituales de la arquitectura y de la iconografía prehispánica. VARIANTES RITUALES Mesa sagrada de Chiquimula En las mesas sagradas chortí, se acondicionan generalmente los cinco envases del ideograma cósmico, como recipientes para las ofrendas alimenticias a los dioses agrarios que "trabajan" durante la temporada de lluvias. Sin embargo, esas variantes formales en las modalidades litúrgicas, de ningún modo afectan el ritual y su significado. En todos los lugares es imprescindible el sacrificio de guajolotes. En Chiquimula dicho rito se realiza el 3 de mayo, antes de las siembras y son cuatro las aves sacrificadas, por ser cuatro los hierofantes que ofician. Ellos representan los cuatro dioses emplazados en los cuatro rumbos del universo. También difiere la disposición de la Mesa de ofrendas, porque sobre 24 soportes anulares ( Gráfica 16) colocan 24 guacales de chilate, dispuestos en dos filas paralelas. ( Gráfica 17). En el centro de la mesa está emplazado un recipiente semiesférico de gran tamaño, llamado "barco" (tol en chortí), hecho de corteza de lagenaria. Junto a esos recipientes, amontonan rimeros de tortillas de maíz, carne, pan, hasta que la mesa esté abarrotada de bebidas y comidas sagradas. El recipiente central está colocado en el centro de un cuadrángulo formado por "cuatro barcos" más pequeños que integran con este el ideograma cósmico, emplazado en la parte central de la mesa. Dos de dichos guacales contienen bornote negro, y dos, bebida blanca hecha de maíz, formándose de este modo un cuadro cósmico bicolor que representa las dos estaciones del trópico, el verano y la estación de lluvias. En suma, esa mesa sagrada representa el Cosmos con doce parejas de dioses menores de la lluvia que son "Aves Serpientes". De esta manera, la deidad del altar es un dios "trece" (12+1=13). La fila de envases que está a la derecha (vista desde la puerta) representa, según mis informantes, a doce "Ángeles", nombre que dan los chortí a los dioses de la lluvia o espíritus de las nubes. La que está a la izquierda representa a doce "coros", o sea a las nubes. Constituyen doce parejas inseparables que corresponden a los doce dioses auxiliares abajo de la lluvia, con sus respectivas sierpes de nubes (aves-serpientes). Están dispuestos de oriente a occidente, paralelamente a la línea del paso del sol por el cenit. El sector occidental es considerado como "el pie" o parte ["baja"] de la mesa, mientras el sector oriental es la parte "alta", o cabecera. Proyectada en perspectiva vertical esta mesa representa a dos planos cósmicos, uno superior, celeste, donde está la cruz o el ídolo y otra inferior, terrestre. Los dioses del cielo se comunican con los de la tierra mediante esta simbólica escalinata. Como los seres divinos son también números sagrados, tenemos aquí una clara definición de la génesis del número Trece. Correlaciones Etno-Arqueológicas En la actualidad los maya no edifican ya pirámides coronadas de templos de suntuosa fachada ni escalinatas monumentales, que daban a la arquitectura del periodo clásico su fisonomía particular, pero las representan simbólicamente en sus templos y están presentes, además, en sus fórmulas mágico-religiosas. Si bien las ceremonias han perdido la pompa y el esplendor de antaño, sus fundamentos cosmo-teogónicos y calendáricos son esencialmente los mismos y, a través de ellos, cobran vida los monumentos arqueológicos. Ya se ha visto que en concepto de los maya actuales, los dioses transitan por esa escalinata del cielo a la tierra e inversamente de la tierra al cielo. Al igual que la escalinata, la pirámide que representa el Universo, une simbólicamente los dos planos cósmicos. Este subir y bajar de los dioses por imaginarias escalinatas, se objetiva de manera espectacular por los sacerdotes de Chiquimula, en su recorrido por la mesa sagrada que en concepto de ellos, representa a una gigantesca escalera que se apoya en la tierra y cuya parte superior toca el cielo, donde está el ídolo. La imaginaria escalinata de Chiquimula, ofrece paralelos significativos con las más espectaculares escalinatas de la época Arqueológica. Escalinata y santuario de la pirámide El Adivino, Uxmal La gradería occidental de la Pirámide de Uxmal, está flanqueada por dos hileras de cabezas escultóricas representativas de doce Chac, o dioses de la lluvia; el "pie" de la escalera, para usar el término chortí, está en la tierra como en la mesa de Chiquimula, en su parte superior está el Sancta Sanctorum, donde estaba emplazado el ídolo, eje de la vida y del mundo indígena. Las veinticuatro figuras de Chac son idénticas entre sí, como lo son los veinticuatro guacales de la mesa Chortí, porque representan a entidades teogónicas de igual categoría a las doce parejas de dioses de la lluvia. La fachada del oratorio representa un mascarón del dios de la lluvia, por cuya boca enorme se accede al interior del templo. Este mascarón se compone de numerosas mascarillas de la misma deidad y objetiva magistralmente la concepción teogónica de un gran Dios único y múltiple a la vez. La deidad central del cielo como síntesis de todos los dioses y, a la vez del concepto social de pluralidad dentro de la unidad. Su alto grado jerárquico está expresado en las proporciones de las figuras. Los chortí exteriorizan el mismo pensamiento en las dimensiones relativas de los recipientes que representan a dichas deidades. Llama la atención el hecho de que los chac o dioses de la lluvia, del mencionado monumento, estén representados sólo par la cabeza. La relación simbólica entre esas cabezas y los guacales que las representan en la mesa chortí, se expresa lingüísticamente por un vocablo común, ruch, que designa al guacal y también al cráneo y por extensión a la cabeza. La llamada escalinata de los jeroglíficos de Copán también muestra en sus alfardos dos filas de doce figuras que son estilizaciones del motivo Pájaro-Serpiente, representativo del dios de la lluvia en su aspecto zoomorfo. Dichos motivos representan, en forma diferente, la misma imagen, que en la escalinata de Uxmal y en la mesa sagrada Chortí. Lo anterior resalta la trascendencia de este ideograma, expresivo de la estructura fundamental del sistema cosmoteogónico maya, vinculado a cifras calendáricas. El Solsticio de Verano Hasta ahora me he concretado a describir parcialmente algunos rituales que los chortí celebran durante la magna ceremonia inaugural de la estación de lluvias, al entrar en acción los dioses pluvíferos, impulsados por las artes mágicas del sacerdote. Todas las ceremonias están estrictamente determinadas por el Tzolkin tradicional, usado por los mayas del periodo clásico y calcadas sobre los mitos registrados en el Popol-Vuh. El "Reglamento de invierno", para usar el término chortí, que se refiere a la temporada de lluvias, dura exactamente 180 días, computados en 20 novenas o nueve veintenas equivalentes de medio tun. Cada nueve noches, se renuevan las ofrendas alimenticias a los dioses agrarios, en tanto que las series de 13 días señalan sucesivas operaciones de cultivo. Después del primer paso del sol por el cenit, que determina los ritos inaugurales de la temporada de lluvias, el fenómeno astronómico y meteorológico más relevante es el solsticio vernal. En la fecha del solsticio de verano, el dios de la fertilidad ha llegado al ángulo oriental del cosmos. Ha completado su recorrido entre los puntos extremos del Universo. Tal acontecimiento se dramatiza ritualmente por el traslado de la silla del ídolo desde el "puesto" (tur en chortí) del solsticio hiemal al del solsticio de verano. Dicho rito se realiza dos veces al año, es decir, en cada solsticio. En diciembre el traslado del asiento divino, se hace en sentido inverso. Para comprender el sentido de dichos ritos, conviene tener presente la peculiar concepción indígena del mundo. En los ángulos del cuadrilátero universal, que corresponde a los puntos solsticiales, el sol se detiene y se sienta en un sillón, que es llevado ceremonialmente al "puesto". El sillón consiste en una pequeña silla, con respaldo inclinado, colocada sobre el altar; soporta al ídolo. Existen dos sillas que materializan los puntos solsticiales y son ocupados sucesivamente por el ídolo. Conocen perfectamente la fecha del solsticio, que cae en la noche del 21 al 22 de junio. Esa fecha reviste importancia excepcional. Señala un doble acontecimiento astronómico y meteorológico de primera magnitud. Articula dos secciones importantes del tzolkín. Cierra un ciclo de 52 días divididos en 4 secciones de 13 días. Inaugura, al mismo tiempo otro periodo de 52 días dividido por 4 series de 13 días. En concomitancia con el solsticio, se desata un periodo máximo de precipitación pluvial. En varias oportunidades he presenciado la ceremonia del solsticio de verano, que se realiza a la medianoche, como todas las del culto agrario, y da ocasión a preparar comidas y chilate para la numerosa concurrencia indígena que vela hasta el amanecer. Detalle significativo es el adorno de sartas de conchas y caracoles marinos que penden del cielo del altar y que, en concepto del sacerdote, simbolizan: agua, humedad y fertilidad. A este respecto cabe destacar que el dios Rojo de la lluvia, regente del punto oriental que corresponde al solsticio vernal, es la deidad pluvífera de mayor importancia entre las cuatro entidades cósmicas. En el ideograma universal el elemento que le corresponde (piedra, guacal, cruz, planta), siempre es colocado en primer lugar, porque ocupa el puesto número Uno del cuadrante cósmico. Ese alto rango se explica por el doble fenómeno astronómico y meteorológico de que el solsticio vernal coincide con un periodo máximo de precipitación atmosférica que estimula el desarrollo de las plantas. Quizá por esta razón adornan el altar con símbolos acuíferos especiales para la celebración de este magno acontecimiento. Es la única vez en el año que se adorna el altar con caracoles y conchas marinas. Tales elementos rituales, ligados a originales concepciones religiosas, arrojan luz sobre el valor simbólico de las conchas y caracoles que penden del cinturón divino en estelas maya, o de los gigantescos caracoles de piedra que yacen en el templo del dios de la Tempestad. La Segunda "milpa" obligatoria Aprovechando la canícula, esto es, un periodo de suspensión temporal de las lluvias y aumento de temperatura, los campesinos atienden la orden de sus sacerdotes de preparar las tierras de cultivo para la siembra de la segunda milpa o como la llaman "La milpa de Segunda". Los sacerdotes astrónomos observan en ese tiempo, la Vía Láctea, llamada "El camino de Santiago", que corresponde a la Culebra blanca (Zaquicac) del Popol-Vuh. Con mucha atención observan los cambios de posición de ese cúmulo estelar en relación con la del sol y de otras estrellas. Para el "día de Santiago", la trayectoria solar y la Vía Láctea forman una gigantesca cruz en el cielo. Se inicia entonces la canícula. Al cambiar de posición, coincide con un fenómeno astronómico de gran importancia: El segundo paso del sol por el cenit, que señala la iniciación de un segundo periodo de fuertes lluvias de convexión. El ritual que conmemora este acontecimiento determina la siembra de la segunda milpa (e pej war, en chortí). Las ceremonias celebradas en el templo indígena, se repiten en la milpa, como ocurre con todos los actos rituales-agrícolas. Desde el segundo paso del sol por el cenit hasta la ceremonia de la clausura del tzolkín, que se realiza a la medianoche entre el 24 y 25 de octubre, median exactamente 73 días. El equinoccio, 22 al 23 de septiembre, señala el último periodo máximo de precipitación pluvial. En esta ocasión los sacerdotes renuevan sus ritos petitorios de lluvias, para que éstas caigan con abundancia hasta el día "plazeado", como dicen los sacerdotes indígenas. Este día "plazeado" entre el 24 y 25 de octubre a la medianoche, es una fecha absoluta, inmutable, impostergable, como lo es la de año nuevo, cumpliéndose exactamente los 260 días del tzolkín. Este es el día "plazeado, el día nombrado", el sacerdote, mi informante me afirma: "No podemos cambiarlo, porque este es el tiempo tasado". Tabús corporales del sacerdote y de la sacerdotisa El sacerdote y su esposa representan y personifican a la pareja divina que radica en el centro del universo y, como tales, son sujetos a tabús corporales. Por ejemplo, el hierofante de Quezaltepeque debe abstenerse de toda relación sexual con su esposa, durante el año de servicio. Su cabeza simboliza la sementera de maíz. Por esta razón no puede cortarse la cabellera, durante el ejercicio de sus funciones sacerdotales, pues si lo hiciera provocaría la destrucción de la sementera por los roedores. Tampoco puede peinarse ni rascarse con las uñas, porque su pelo ha de crecer libremente, como las plantas. Para rascarse emplea un palito de 45 cm. de largo, ahusado en uno de sus extremos, no debiendo hacerlo con las uñas, porque incitaría mágicamente a los roedores a arrancar el maíz, con sus filudas garras. En su forma, este palito de rascar es una miniatura del palo de sembrar que se conserva en la parafernalia del templo, como modelo de aquel milenario instrumento de cavar. Y así como el sacerdote sólo puede rascar su cabeza con la varilla ceremonial, el campesino sólo puede rasgar la tierra con el palo de sembrar. La sacerdotisa representa y personifica a Ixquic, la madre del maíz. Es la única mujer que se sienta sobre un petate, en la cocina ceremonial, con las piernas perfectamente extendidas. Tratando de averiguar la causa de esta anomalía, me dice: Que del cuerpo de la sacerdotisa, que representa a la diosa Tierra, brotan las matas de maíz, así como surgen de la madre tierra. Por esta razón es la única que debe observar los tabús conducentes al mejor desarrollo de la milpa. De allí que no pueda sentarse en cuclillas, ni encogida, sino con las dos piernas bien extendidas, porque de lo contrario las cañas de maíz, que se asimilan a sus piernas, saldrían torcidas y no derechas. Tal postura es exclusiva de la sacerdotisa. Tampoco puede hilar ni tejer, porque esas actividades perjudicarían a los sembrados. Cuando lava su ropa no debe secarla al sol, sino en la sombra. El Ciclo Estival En contraste con el periodo de cultivo, que constituye propiamente el tiempo de "trabajo" o sea de actividad agrícola, el ciclo estival es un periodo de "descanso", o inactividad agrícola. Desde que los dioses de la fertilidad y de la agricultura, es decir, los: "Hombres trabajadores" entran en receso y "descansan", los hombres hacen lo mismo, imitando el ocio divino. De allí que el ciclo estival sea, para ellos, una temporada de vacaciones, de goces y de fiestas. Durante este tiempo recitan los mitos tribales, ejecutan sainetes, danzas y juegos para solaz del público; se dedican a la caza y a la pesca, a la recolección de miel y de frutas y a otras actividades que no se conceptúan como "trabajo". Es asombroso hacer notar que desde milenios, los maya tenían ya el concepto del equilibrio entre el trabajo y el descanso, asunto que siempre ha sido tema de discusión en nuestro tiempo. Las fiestas más importantes que se celebran durante el culto estival, que dura cien días, son: el Tzi kin o la fiesta a los muertos. Fundado en sus creencias, derivadas de la mitología, el maya presente, como el de la época arqueológica, tiene conciencia de su situación en el mundo, de su procedencia y de su destino final. La fiesta patronal.— En la transposición católica, la figura del dios Solar, a la vez dios tribal de los muertos, de la caza y la pesca, de la fortuna, de la sabiduría, de las artes, de la música, del juego, de la danza, de la oratoria y de la poesía, se proyecta en la del santo Patrono de la comunidad. En todas las localidades la fiesta patronal es celebrada con gran pompa. Los indígenas asisten en masa a la exaltación y el paseo triunfal de su dios tutelar por las calles de la población. La procesión del Santo Patrono, constituye una grandiosa manifestación de solidaridad comunal y evoca el esplendor de las antiguas fiestas precolombinas. El propio nombre de la fiesta Solar es Noh kin, que significa gran Sol o Día grande. En concepto de los indios, la Iglesia donde se venera la imagen del santo Patrono es "la casa del dios solar", Ui otot e Ka tatá, y el altar, "el puesto del dios solar", U tur tar e Ka tatá. Designan al sol con el nombre de Kin, y al dios solar con el de Ka tatá, equivalente de nuestro Padre. La imagen del Santo Patrono representa a la deidad solar en su aspecto antropomorfo y la custodia de rayos flamígeros al sol resplandeciente. Desde luego, el culto al sol se celebra al medio día, cuando el sol está en el cenit; en contraste con el culto a los dioses agrarios que se celebra a la medianoche, cuando el sol está en el nadir. Esto explica por qué el culto solar ha sido más influenciado por el catolicismo que el culto agrario que, generalmente pasa desapercibido. En la mayor parte de las cofradías, se ha tomado la custodia, con sus rayos flamígeros como imagen del sol resplandeciente. Puede verse una figura del sol radiante llamado "Santísimo" o "Señor Sacramento" colocado en el centro del altar. Bajo esa figura central, parte un signo Ik ricamente bordado que representa la palabra del astro rey o héroe civilizador. En su forma y significado este símbolo corresponde al signo IK de los maya. Una custodia de rayos flamígeros objetiva al astro solar, y un gran disco pintado de blanco, montado sobre un cáliz, figura a la luna llena. Los identifican con las mencionadas deidades astrales, no sólo por su forma que reproduce la del sol y de la luna, sino también por su posición en el altar que corresponde a un concepto astronómico. Colocan al "sol" en el ángulo derecho de la mesa y a la "luna" en el izquierdo, es decir, en los "puestos" (tur) que ocupan en el cielo durante el solsticio de invierno. Al entrar en receso los dioses agrarios, surgen instantáneamente los solares, cuyo culto está a cargo de otros sacerdotes, los Ahqin, Sacerdotes del Sol. En todas las localidades chortí, el culto solar, que tiene su más alta expresión en la fiesta patronal, está a cargo del gobierno comunal, asociado a las cofradías. La bandera tribal, símbolo de la patria indígena, ondea gallardamente en la magna procesión en honor al dios tribal, donde el indio afirma su concepto de nacionalidad. La enseña reproduce la figura del cosmos cuadripartido, dividido por una cruz, sobre campo rojo, porque la patria del indio es su comunidad, cuya extensión territorial constituye propiamente su mundo, ese mismo mundo medido in illo tempore por los dioses agrimensores. Tal es el significado de este emblema, expresivo del anhelo de supervivencia del indígena. Los altares del culto solar se adornan con materiales secos, en contraste con los del culto agrario que sólo pueden adornarse con materiales vegetales de un verde intenso, porque son renovados cada nueve noches. La estera o petate sirve de asiento y dosel en el altar del santo patrono. Desde épocas muy remotas, la estera es un atributo del dios solar y un distintivo de nobleza. El uso de alfombras como cubre asientos o para revestir el altar, está ilustrado en códices y monumentos maya. La esplendorosa procesión en que se lleva en andas, al santo patrón y la virgen, constituye una vibrante expresión de la fe religiosa indígena y evoca los fastos de antaño. Dice su mitología que cuando "ya habían vencido a todos los de Xibalbá. Luego subieron en medio de la luz y al instante se elevaron al cielo. Al uno le tocó el sol y al otro la luna. Entonces se iluminó la bóveda celeste y la faz de la tierra. Y ellos moran en el cielo". (Trad. Recinos, pag. 184, 185). En los citados párrafos queda establecido, de manera inobjetable, el catasterismo de los gemelos. La fiesta de las cosechas. Según las normas litúrgicas, subsidiarias de las míticas, la fiesta de la cosecha corresponde al ciclo estival y está bajo el patronato de las deidades solar y lunar, en función de dioses de la Abundancia. Del producto de la milpa, los campesinos escogen los mejores frutos que llevan como primicias al sacerdote y a la casta sacerdotal, para que los dioses "tengan su maíz para todos los beneficios". Del 17 al 20 de noviembre, durante cuatro largos días, numerosos grupos familiares compuestos de hombres, mujeres y niños, convergen desde todas las aldeas y caseríos de la comunidad hacia el santuario para entregar sus ofrendas al sacerdote. Estas consisten principalmente en maíz. También acarrean hermosos ramos de flores blancas, frijoles, arroz, café, frutos diversos, cirios, leña, etc. Otros llevan aves de corral y ganado, novillas y vacas. "Al traer algo grande, es porque Dios les hizo algún milagro", manifiesta uno de mis informantes. Es todo un pueblo en masa, movido por la fe religiosa, que acude a rendir tributo a sus dioses, en Acto de Acción de Gracia, por los beneficios otorgados durante el año. Este imponente y continuo desfile constituye una espectacular afirmación del credo maya, de la devoción a los dioses tutelares y de la confianza que inspiran los sacerdotes, ya que en realidad las ofrendas están destinadas al mantenimiento del culto y de la casta sacerdotal. Cada peregrino desfila ante el altar, entregando personalmente su ofrenda al sacerdote, saludándolo con gran reverencia, inclinando la cabeza ante el líder espiritual de la comunidad. El sacerdote brinda a cada peregrino una jícara de chilate. Aspecto del templo agrario, al final de la temporada Cuando el ciclo ritual ha finalizado, todo el techo de la capilla, así como el altar, desaparecen bajo un revestimiento de flores y frutos de tamaño extraordinario. Como un cielo cuajado de frutos, hace la impresión de una lluvia de vegetales que caen del firmamento. Allí esta reflejado el anhelo vital del campesino, que ha trabajado a la par de los dioses. Es una forma mimética de exteriorizar el fenómeno de la abundancia de recursos que provienen del cielo y de los que depende la existencia misma del grupo comunal. Una objetivación del fenómeno mágico-religioso más importante para la vida del indio, cual es el de poseer en sus sacerdotes, la fuerza sagrada que ha de garantizar la abundancia de las cosechas. El chilate, bebida sagrada. Tres ingredientes entran en la composición del chilate, la tradicional bebida sagrada: maíz, cacao y agua virgen. Las mujeres más jóvenes muelen el maíz y el cacao, pero la confección del espeso brebaje está a cargo de las ancianas, capitaneadas por la sacerdotisa mayor. Ya se ha visto que el chilate, también llamado boronté, bebida Nueve, es el brebaje sagrado que se ofrenda a los dioses. Afanada en la confección de la bebida Nueve, la anciana sacerdotisa recuerda vívidamente el episodio mítico contenido en los siguientes párrafos del Popol-Vuh.
Pero el mito de origen de esta bebida sagrada, néctar de los dioses y de los hombres, que la anciana sacerdotisa, símil de Ixmucané, sigue elaborando para dar "fuerza y vigor" a los maya presentes, es precedido por acontecimientos de trascendental importancia. A raíz de la promoción del héroe civilizador a categoría de dios solar (Nuevo Sol, Yaxkin), se realiza la creación de los cuatro primeros hombres, antepasados de los actuales, los representan Cuatro hierofantes. Esta creación no era posible mientras los dioses creadores carecían de la materia prima (el maíz) "que entraría a formar la carne de la gente". (Villacorta, pág. 297).
Esas escenas rituales se desarrollan en el mismo orden de sucesión que las míticas. Al igual que los dioses creadores, los campesinos "se llenan de alegría" al tener repletos sus graneros, y asegurada su subsistencia y la de su familia, además de gozar de una temporada de vacaciones. Una vez más, los mitos desempeñan una función ejemplar de la conducta humana. Ritos solsticiales de Invierno. Las ceremonias solsticiales, que celebran, en unión de la de Acción de Gracias, se realizan del 19 al 27 de diciembre, durante un ciclo de 9 días, que incluye la propia fecha del solsticio. Manifiestan mis informantes que en este tiempo las Pléyades y las Tres Marías salen al principio de la noche y se desvanecen al amanecer, anunciando el advenimiento del astro solar. El ídolo es trasladado procesionalmente a otro templo del culto agrario donde actúa el nuevo sacerdote, ya que el que estaba en función resigna su cargo el 19 de diciembre. El ritual dramatiza la marcha de la deidad solar hacia el solsticio hiemal, realizándose, en sentido inverso, el recorrido ceremonial hecho en junio, hacia el "puesto" del solsticio vernal. En esta ocasión actúan cuatro sacerdotes, que personifican a los cuatro dioses emplazados en las esquinas cósmicas, que se objetivan, además, en cuatro cirios encendidos ante el altar, en lugar de dos. En el patio del templo se va formando el cortejo ceremonial, encabezado por tres cuerpos de música indígena: el de los pitos y tambores, el de los "sonajeros" con el tunkul y el instrumental del Toro, que simboliza al dios del aire. A continuación del Toro viene el ídolo. No es transportado en andas como el dios solar y la deidad lunar, sino en las manos de dos hierofantes; les siguen el mayordomo de San Francisco de Asís "nombre del dios solar", tremolando la gigantesca bandera tribal. Detrás del estandarte una banda de música toca aires marciales. Una enorme concurrencia asiste a esa impresionante manifestación de fe religiosa. Casi todos los participantes portan un cirio encendido. Centenares de luces rasgan la oscuridad de la noche. Lentamente marcha la procesión por las calles principales del pueblo, hasta llegar al otro templo, alrededor de las dos de la mañana. Allí el sacerdote recibe al ídolo, con gran solemnidad y lo sahuma. Desde este momento asume sus funciones por el término de un año. El ídolo del culto agrario, es acompañado exclusivamente por música indígena Ambos templos están abarrotados de ofrendas llevadas por todas las familias indígenas. Cada sacerdote recibe dos tributos anuales de la comunidad entera, aparte de donativos particulares, cuando en el curso del año alguien necesita pedir algún favor de los dioses. Acerca de la música indígena, mencionada anteriormente, considero de interés dar las explicaciones siguientes: El Tunkul o Tún consiste en un trozo de madera de hormigo (Triplaris tormentosa W.), con una hendidura en forma de H en la parte superior, las dos lengüetas emiten sonidos diferentes cuando el indio los golpea con un bastón forrado de caucho. Obturan sus hendiduras con cera, lo limpian cuidadosamente con plumas de pavo y asperjan el hueco con aguardiente, antes de usarlo. Consideran que es, uno de los instrumentos más antiguos y hay varios en el área chortí. El Tunkul se ha extinguido en la península de Yucatán, pero sobrevive entre los chortí, donde he conocido varios ejemplares. En la orquesta indígena, el Tún está siempre asociado a las sonajas, consideradas como las más sagradas de la parafernalia religiosa. Las sonajas de la corporación del Tún, son únicas en su género, no están decoradas con dibujos pintados o grabados, sino con perforaciones dispuestas en líneas verticales paralelas, distribuidas en la parte superior en cuatro puntos equidistantes, unidos por un centro que forman el ideograma cósmico. Un examen comparado entre la sonaja chortí y la del códice de Dresden, de la pág. 34, revela que ambos artefactos son idénticos. Muestran la misma técnica de adorno en líneas verticales paralelas y el mismo diagrama cósmico formado por cinco puntos en la parte superior. Considero de sumo interés histórico y etnográfico, el hallazgo de ese tipo de sonaja, que establece una bien definida relación cultural, entre los chortí y los maya de la época Clásica. Esta sonaja figura en mi colección etnográfica. Como todos los objetos del culto, la sonaja tiene su antecedente ejemplar en la mitología, que la equipara a la cabeza de Ahpú y, como ella, tiene la virtud de "hablar". La mayor parte de los implementos del culto agrario son de ascendencia precolombina: guacales y jícaras, piedras de moler, cántaros y tecomates; pebeteros fijos e incensarios manuales, cirios, escoba ritual, cigarros, incienso nativo o copal, varilla ceremonial, etc., amén de símbolos jeroglíficos y objetos característicos del culto estival como la estera, la vara ceremonial, instrumentos musicales que datan de miles de años, etc. Aún herramientas de labranza, como el palo de sembrar y su modelo en miniatura, que permanece en el templo, es el mismo que usaban los mayas hace miles de años. La supervivencia de estos elementos culturales, unida a manifestaciones de un complejo religioso indígena de abolengo tradicional, pone de manifiesto, una vez más, la continuidad histórica entre los maya de un pasado muy remoto y sus descendientes, los chortí. Fiesta a todos los dioses. Después de la "Fiesta a todos los dioses", que es el último ciclo festivo, y puede ponerse en relación con la fiesta que celebran en Mol "a todos los dioses" y la llamaban Olob-Zab-Kamyax (Landa), finaliza el año. El sacerdote pide para todo el año venidero, salud y ventura para la comunidad. Amarra al Toro, en unión de sus cinco "esclavos", atándolo con cinco nudos, para significar que así queda amarrado el año viejo y clausurado a la vez, el ciclo estival y la rueda anual del calendario. Finaliza la temporada alegre y festiva del culto solar y el periodo de desahogo emocional con el ciclo de 360 días, equivalente a un Tun. El 3 de febrero comienzan los cinco días aciagos que los chortí llaman "días de duelo", que finalizan con el advenimiento del Año Nuevo. |
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