Publicamos aquí el prólogo de la Historia Antigua de Méjico de Francisco Clavijero, editada en la ciudad de Bolonia en 1780 encontrándose el autor, perteneciente a la orden jesuítica, exiliado en Italia por la expulsión de los sacerdotes jesuítas decretada en México. En este mismo Prólogo, Francisco Clavijero nos habla de las dificultades de escribir su Historia que, sin embargo, es un modelo ejemplar y una de las más importantes contribuciones a la historia de su país.
Moctezuma Xocojotzin, según Clavijero
Moctezuma Xocojotzin
HISTORIA ANTIGUA DE MÉJICO
sacada de los
MEJORES HISTORIADORES ESPAÑOLES,
y de manuscritos
Y PINTURAS ANTIGUAS DE LOS INDIOS
FRANCISCO JAVIER CLAVIJERO
PRÓLOGO
La historia antigua de Méjico que he emprendido para evitar la fastidiosa y reprensible ociosidad á que me hallo condenado, para servir del modo posible á mi patria y nación y para restituir á su esplendor la verdad ofuscada por una turba increíble de modernos escritores de la América, me ha sido no menos fatigosa y difícil que dispendiosa. Pues pasando en silencio los grandes gastos que he tenido que hacer para proporcionarme de Cádiz, de Madrid y de otras ciudades de Europa los libros necesarios, he leído y examinado con diligencia todo cuanto se ha publicado hasta ahora sobre la materia; he confrontado las relaciones de los autores y he pesado su autoridad en las balanzas de la crítica; he estudiado muchísimas pinturas históricas de los mejicanos; me he valido de sus manuscritos leídos antes cuando estaba en Méjico, y he consultado muchos hombres prácticos de aquellos países. A estas diligencias podría añadir para acreditar mi trabajo, el haber vivido treinta y seis años en algunas provincias de aquel vasto reino, haber aprendido la lengua mejicana y haber tratado por algunos años á los mismos mejicanos cuya historia escribo. Mas no por esto me lisonjeo de poder dar una obra perfecta, pues á mas de estar desproveído de aquellos adornos de ingenio, de juicio y de elocuencia que se requieren en un buen historiador, la pérdida lamentable de la mayor parte de las pinturas mejicanas, en otra parte recordada y llorada por mí, y la falta de tantos manuscritos preciosos que se conservan en algunas librerías de Méjico, son obstáculos insuperables para todo el que quiera emprender semejante historia, principalmente fuera de aquellos países. Sin embargo, espero que sea agradable mi trabajo, no ya por la elegancia del idioma, ni por la belleza de las descripciones, ni por la gravedad de las sustancias, ni por la grandeza de los hechos que se refieren; pero sí por la diligencia en las averiguaciones, por la sinceridad en la narración, por la naturalidad en el estilo y por el servicio hecho á los literatos deseosos de saber las antigüedades mejicanas, presentándoles reunido en esta obrilla todo cuanto precioso se halla esparcido en diversos autores, á mas de algunas cosas no publicadas hasta ahora.

Habiéndome propuesto la utilidad de mis compatriotas como fin principal de esta historia, la escribí primero en español; estimulado después por algunos literatos italianos que se mostraban excesivamente deseosos de leerla en su propia lengua, me encargué del nuevo y fatigoso empeño de traducirla al toscano; mas aquellos que tuvieron la bondad de apreciar mi trabajo, tendrán también la de disculparme.

Persuadido igualmente por algunos amigos, escribí el ensayo de la historia natural de Méjico que se lee en el libro primero, el cual creía yo no ser necesario, y muchos lo calificarán de importuno; mas para no salir demasiado de mi asunto, me esforcé á reducir á la historia antigua lo que digo de las cosas naturales, manifestando brevemente el uso que de ellas hacían los antiguos mejicanos. Por el contrario, á aquellos que son inclinados á la historia de la naturaleza, les parecerá este mismo ensayo cual está, demasiado compendioso y superficial; pero para satisfacer su curiosidad hubiera sido necesario escribir una obra muy distinta de la que he emprendido. Por lo demás, yo me habría excusado una gran fatiga si no me hubiera visto preciso á complacer á dichos amigos, pues para escribir convenientemente aquello poco de historia natural, estudié las obras de Plinio, Dioscorides, Laet, Hernandez, Ulloa, Buffon, Bomare y otros naturalistas, no contentándome ni con lo que había visto por mis propios ojos, ni con lo que se me había informado por hombres prácticos en aquellos países y muy inteligentes.

Al escribir me he propuesto como principal objeto la verdad. Yo me habría fatigado menos y mi historia acaso sería más agradable á muchos, si toda la diligencia que he puesto en averiguar la verdad, la hubiese puesto en hermosear mi narración con un estilo brillante y elocuente, con reflexiones filosóficas y políticas y con hechos inventados por el capricho, como veo lo hacen no pocos autores de nuestro decantado siglo; pero á mí, como que soy enemigo jurado de todo engaño, mentira y afectación, me parece que la verdad es tanto mas hermosa cuanto está mas desnuda. Al referir los acontecimientos de la conquista que hicieron los españoles, me aparto igualmente del panegírico de Solís que de la invectiva del ilustrísimo señor de las Casas, porque no quiero adular á mis nacionales ni tampoco calumniarlos.1 Dejo los hechos en aquel grado de certeza ó verosimilitud en que los encuentro: en donde no puedo acertar con algún suceso por razón de la discordancia de los autores, como en la muerte del rey Motezuma, expongo sinceramente los diversos pareceres, pero sin omitir aquellas conjeturas que dicta la recta razón. En suma, he tenido siempre delante de los ojos aquellas dos santas leyes de la historia, no atreverse á decir mentira ni temer decir la verdad, y me lisonjeo en no haberlas quebrantado.

No dudo que habrá lectores tan delicados y melindrosos, que no podrán sufrir la dureza de tantos nombres mejicanos esparcidos por toda la historia; pero este es un mal que no puedo remediar sin exponerme a incurrir en otro defecto menos tolerable y muy común en casi todos los europeos que han escrito sobre la América, esto es, alterar de tal manera los nombres por suavizarlos, que no es posible conocerlos ¿Quién será capaz de adivinar que Solís habla de Quauhnahuac donde dice Quatlabaca, de Hueyotlipan donde pone Gualipar, ó de Cuitlalpitoc donde escribe Pilpatoe? Por esta razón he creído más seguro imitar el ejemplo de muchos escritores modernos, los cuales siempre que citan en sus obras nombres de personas, lugares, ríos, etc., de alguna otra nación de la Europa, los escriben del mismo modo que se usa en la tal nación, y ciertamente hay en ellas nombres tomados de la lengua alemana y de la ilírica mucho más duros á los oídos italianos, por la mayor concurrencia de consonantes fuertes, que todas las voces mejicanas de que yo uso. No por esto rehuso los nombres ya alterados, en los cuales por ser generalmente conocidos, no hay peligro de errar. Así, escribo Méssico en lugar de México, Tlascalla en lugar de Tlaxcallan, y Motezuma en lugar de Moteuczoma.

Por lo que respecta á la geografía de Anáhuac, he puesto el mayor empeño en que sea exacta, valiéndome así de las noticias de aquel país que adquirí yo mismo en los muchos viajes que hice por él, como de los informes y escritos de otros; mas á pesar de todo, no lo he conseguido completamente, pues sin embargo de las más activas diligencias, no he podido proveerme de las pocas observaciones astronómicas que se han hecho en aquellos mismos lugares. La situación y distancias designadas por mí, así en el cuerpo de la historia como en la carta geográfica, no deben creerse con aquella precisión y exactitud que se requiere en un geógrafo, sino á poco mas ó menos como puede hacerlo un viajero prudente que juzga á ojo. He tenido en mis manos innumerables cartas geográficas de Méjico así antiguas como modernas, y me hubiera sido fácil copiar aquella que más me hubiera agradado, haciéndole algunas ligeras mutaciones para reducirla á la geografía antigua; pero entre tantas, no he encontrado ni una que no esté llena de errores, así con respecto á la longitud y la latitud de los lugares, como en lo que mira á la división de las provincias, curso de los ríos y dirección de las costas. Basta para conocer el aprecio que se debe hacer de todas las cartas publicadas hasta ahora, el advertir la variedad que hay en ellas en orden á la longitud de la capital, sin embargo de que debe ser mas conocida que la de cualquiera otra ciudad del reino de Méjico. Esta variedad es nada menos que de catorce grados, pues por algunos geógrafos se pone aquella ciudad á los 264 grados de longitud de la isla de Hierro, por otros á los 265 y 266, y aun hasta los 278, ó tal vez mas.

No menos por hermosear mi historia que por facilitar la inteligencia de algunas cosas descritas en ella, he hecho grabar hasta veinte láminas. Los caracteres mejicanos y las figuras de las ciudades, de los reyes, armas, vestidos y escudos, del siglo, del año, del mes y del diluvio, están sacadas de varias pinturas mejicanas. La vista del templo mayor está copiada de la del conquistador Anónimo, corrigiéndole las proporciones de las figuras por las medidas que pone él mismo y añadiendo lo demás conforme á la descripción de otros autores antiguos. La estampa del otro templo es copia de la que publicó Valadés en su Retórica cristiana. Las figuras de las flores y animales son en la mayor parte copia de las de Hernandez. El retrato de Motezuma está hecho por la copia que publicó Gemelli del original que tenia Sigüenza. Los retratos de los conquistadores son copias de los que se ven en las Décadas de Herrera. Todas las otras figuras están dibujadas conforme á lo que hemos visto por nuestros ojos y á lo que refieren los historiadores antiguos.

A mas de esto, he querido poner antes de la narración de los hechos una breve noticia de los escritores de la historia antigua de Méjico, así para hacer ver los fundamentos de la mía, como para honrar la memoria de algunos ilustres americanos cuyos escritos son del todo desconocidos en la Europa. Servirá también para manifestar las fuentes de la historia mejicana á quien quiera en adelante perfeccionar este mi imperfecto trabajo.

NOTICIA

DE LOS ESCRITORES DE LA HISTORIA ANTIGUA DE MEJICO EN EL SIGLO XVI.

Fernando Cortés. Las cuatro larguísimas cartas escritas por este famoso conquistador á su soberano Cárlos V, que contienen la relación de la conquista y muchas apreciables noticias acerca de Méjico y los mejicanos, han sido publicadas en español, latín, toscano y otras lenguas. La primera de estas cartas se imprimió en Sevilla el año de 1522. Todas están bien escritas, y se ve en ellas modestia y sinceridad en las relaciones, pues no alaba sus propios hechos ni oscurece los de otros. Si él hubiera tenido el atrevimiento de engañar á su rey, sus enemigos, que tantas quejas presentaron contra él en la corte, no hubieran dejado de echarle en cara un delito como este.

Bernal Diaz del Castillo, soldado conquistador. La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España escrita por él, se imprimió en Madrid el año de 1632 en un tomo en folio. A pesar de lo imperfecto de sus relaciones y de lo inculto de su lenguaje, es muy apreciada esta historia por la sencillez y sinceridad del autor, que en toda ella se descubre. El fué testigo ocular de todo cuanto refiere, pero algunas veces no sabe explicar las cosas por razón de su falta de literatura, y algunas veces manifiesta haber olvidado los hechos, sin duda por haber escrito muchos años después de la conquista.

Alonso de Mata y Alfonso de Ojeda, ambos conquistadores y escritores de comentarios sobre la conquista de Méjico, de que se valieron Herrera y Torquemada. Los de Ojeda son mas extensos y mas estimados. Este tuvo mas trato con los indios y aprendió la lengua, como que fué encargado de atender las tropas auxiliares de los españoles.

El conquistalor Anónimo: así llamamos al autor de una breve, pero muy curiosa y apreciable relación, que se halla en la colección de Ramufio bajo este título: Relación de un gentil-hombre de Fernando Cortés. No he podido adivinar quién haya sido este gentil-hombre, porque ningún autor antiguo hace mención de él; pero sea quien fuere, él es sincero, exacto y curioso. No cuidando de los acaecimientos de la conquista, refiere lo que observó en Méjico en orden á templos, casas, sepulcros, armas, vestidos, comidas y bebidas etc. de los mejicanos, y nos describe la forma de sus templos. Si su obra no fuera tan compendiosa, ninguna se pudiera comparar con ella en lo que respecta á las antigüedades mejicanas.

Francisco Lopez de Gomara. La historia de la Nueva España, formada por este docto español sobre las relaciones que oyó de boca de los conquistadores y sobre los escritos de los primeros religiosos que se emplearon en la conversión de los mejicanos, impresa en Zaragoza en 1554, está bien escrita y es curiosa. El fué el primero que publicó las fiestas, los ritos, las leyes y el modo que los mejicanos tenían de contar el tiempo; pero en su historia hay errores originados de la poca exactitud de los primeros informes. La traducción de esta obra al toscano, impresa en Venecia en 1599, tiene tantas erratas, que no puede leerse sin enfado.2

Toribio de Benavente, célebre franciscano español y uno de los primeros doce predicadores que anunciaron el Evangelio á los mejicanos, conocido vulgarmente por su pobreza evangélica con el nombre mejicano de Motolinia. Escribió en medio de sus apostólicas tareas la Historia de los indios de la Nueva España, dividida en tres partes. En la primera expone los ritos de su antigua religión, en la segunda su conversión á la fe cristiana y su vida en el cristianismo, y la tercera habla de su índole, de sus artes y de sus costumbres. De esta obra, que compone un grueso tomo en folio, se encuentran algunas copias en España. Escribió igualmente una obra sobre el calendario mejicano (que original se conservaba en Méjico) y otras no menos útiles á los españoles que á los indios.

Andrés de Olmos, franciscano español, de santa memoria. Aprendió este infatigable predicador las lenguas mejicanas totonaca y huaxteca, y de todas tres compuso gramática y diccionario a mas de otras obras trabajadas por él en provecho de los españoles y de los indios, escribió en español un tratado sobre las antigüedades mejicanas, y en mejicano las exhortaciones que hacían los antiguos mejicanos á sus hijos, de que doy un ensayo en el libro 7º de esta historia.

Bernardino Sahagun, laborioso franciscano español. Habiendo estado empleado más de sesenta años en la instrucción de los mejicanos, supo con la mayor perfección su lengua y su historia. A mas de otras obras escritas así en mejicano como en español, compuso en doce tomos gruesos en folio un diccionario universal de la lengua mejicana, que contenía todo lo perteneciente á la geografía, religión é historia política y natural de los mejicanos. Esta obra, de inmensa erudición y fatiga, fué mandada al cronista real de América residente en Madrid, por el marqués de Villamanrique, virey de Méjico, y no dudamos que hasta ahora se haya conservado en alguna librería de España. Escribió también la Historia general de la Nueva España en cuatro tomos, los cuales se conservan manuscritos en la librería del convento de franciscanos de Tolosa en Navarra, según afirma Juan de San Antonio en su Biblioteca franciscana.

Alfonso Zurita, jurisconsulto español y juez de Méjico. Después de haber hecho por orden de Felipe II diligentes averiguaciones sobre el gobierno político de los mejicanos, escribió en español una compendiosa relacion de los señores que había en Méjico y de su diversidad; de las leyes, usos y costumbres de los mejicanos; de los tributos que pagaban, etc. Eloriginal manuscrito en folio se conservaba en la librería del colegio de San Pedro y San Pablo de los jesuítas de Méjico. De esta obra, que está bien escrita, está tomada una gran parte de lo que hemos referido sobre este punto.

Juan Tovar, nobilísimo jesuíta mejicano. Escribió sobre la historia antigua de los reinos de Méjico, Acolhuacan y Tlacopan, después de haber hecho diligentes averiguaciones por orden del virey de Méjico don Martin Enríquez; de estos manuscritos se sirvió principalmente el padre Acosta para lo que escribió en orden á las antigüedades mejicanas, como él mismo lo protesta.

José de Acosta, famoso jesuíta español, bastante conocido en el mundo literario por sus escritos. Este grande hombre después de haber vivido algunos años en una y otra América, é informádose de hombres prácticos acerca de las costumbres de aquellas naciones, escribió en español la Historia natural y moral de las Indias, la cual se imprimió la primera vez en Sevilla en 1589, luego se reimprimió en Barcelona en 1591, y después fué traducida á varias lenguas de Europa. Esta obra está muy bien escrita, principalmente en lo que respecta a las observaciones físicas sobre el clima de la América; pero como es muy compendiosa y le faltan muchos artículos, hay algunas omisiones en orden á la historia antigua.

Fernando Pimentel Ixtlilxochitl, hijo de Coanacotzin, último rey de Acahuacan, y Antonio de Tovar Cano Motezuma Ixtlilxochitl, descendiente de las dos casas reales de Méjico y de Acolhuacan. Estos dos señores escribieron á petición del conde de Benavente y del virey de Méjico don Luis de Velasco, cartas sobre la genealogía del rey de Acolhuacan y sobre otros puntos de la historia antigua de aquel reino, las cuales se conservan en el referido colegio de jesuítas.

Antonio Pimentel Ixtlilxochitl, hijo del señor don Fernando Pimentel. Escribió las memorias históricas del reino de Acolhuacan, de que se valió Torquemada y de donde está tomado el cómputo asentado en el libro 4º de mi Historia, del gasto anual que se hacia en el palacio del famoso rey Nezahualcoyotl, bisabuelo de aquel autor.

Tadeo de Niza, noble indio tlaxcalteca, escribió el año de 1548, por orden del virey de Méjico, la historia de la conquista, la cual suscribieron treinta señores tlaxcaltecas.

Gabriel de Ayala, noble indio de Texcoco. Escribió en mejicano los comentarios históricos que contienen la relación de todos los acontecimientos de los mejicanos desde el año de 1243de la era vulgar hasta el de 1562.

Juan Ventura Zapata y Mendoza, noble tlaxcalteca. Escribió en lengua mejicana la crónica de Tlaxcala, que contiene todos los sucesos de los tlaxcaltecas desde su arribo al país de Anáhuac hasta el año de 1589.

Pedro Ponce, noble indio párroco de Tzompahuacan. Escribió en español una Noticia de los dioses y de los ritos del gentilismo mejicano.

Los señores de Colhuacan. Escribieron los anales del reino de Colhuacan. Una copia de esta obra está en la referida librería de los jesuítas.

Cristóbal del Castillo,3 mestizo mejicano. Escribió la historia del viaje de los aztecas o mejicanos al país de Anáhuac, el cual manuscrito se conservaba en la librería del colegio de jesuítas de Tepotzotlan.

Diego Muñoz Camargo, noble mestizo tlaxcalteca. Escribió en español la historia de la ciudad y de la república de Tlaxcala. De esta obra se sirvió Torquemada, y de ella hay copias así en España como en Méjico.

Fernando de Alba Ixtlilxochitl, texcocano, descendiente por línea recta de los reyes de Acolhuacan. Este noble indio, versadísimo en las antigüedades de su nación, escribió, excitado por el virey de Méjico, algunas obras eruditas y muy apreciables, y son las siguientes: Primera, Historia de la Nueva-España. Segunda, Historia de los señores chichimecas. Tercera, un compendio histórico del reino de Texcoco. Cuarta, Memorias históricas de los toltecas y otras naciones de Anáhuac. Todas estas obras, escritas en español, se conservaban en la librería del colegio de jesuítas de San Pedro y San Pablo de Méjico, y de ellas he tomado algunos materiales para mi historia. El autor fué tan cauto en escribir, que para quitar toda sospecha de ficción, hizo constar legalmente la conformidad de sus relaciones con las pinturas históricas que había heredado de sus nobilísimos antepasados.

Don Juan Bautista Pomar, texcocano ó cholulteca, descendiente de un bastardo de la casa real de Texcoco. Escribió memorias históricas de aquel reino, de las que se sirvió Torquemada.

Domingo de San Antonio Muñoz Chimalpain, noble indio de Méjico. Escribió en mejicano cuatro obras muy apreciadas por los inteligentes. Primera, Crónica mejicana, que contiene todos los acontecimientos de aquella nación desde el año de 1068 hasta el de 1557 de la era Vulgar. Segunda, Historia de la conquista de Méjico por los españoles. Tercera, Noticias originales de los reinos de Acolhuacan, de Méjico y de otras provincias. Cuarta, Comentarios históricos desde el año de 1064 hasta el de 1521. Estas obras, que me habrian sido muy útiles, se conservaban en la librería del colegio de San Pedro y San Pablo de Méjico, y tuvo copia de ellas el caballero Boturini, como de casi todas las obras de los indios que he mencionado. La Crónica se hallaba también en la librería del colegio de San Gregorio de los jesuítas de Méjico.

Fernando de Alvarado Tezozomoc, indio mejicano. Escribió en español una crónica mejicana hácia el año de 1598, la cual se conservaba en la referida biblioteca de San Pedro y San Pablo.

Bartolomé de las Casas, famoso domínico español, primer obispo de Chiapas y muy benemérito de los indios. Los terribles escritos presentados por este venerable prelado á los reyes Cárlos V y Felipe II en favor de los indios y contra los españoles conquistadores, impresos en Sevilla y después traducidos y reimpresos á competencia, en odio de los españoles, en varias lenguas de Europa, contienen algunos puntos de la historia antigua de los mejicanos; pero tan alterados y exagerados, que no puedo descansar sobre la fe del autor, aunque por otra parte muy respetable. El demasiado fuego de su celo difundió luz con humo, esto es, lo verdadero mezclado con lo falso,4 no porque de intento solicitase engañar á su rey y á todo el mundo, pues que sospechar de él tal maldad, sería hacer injuria á su virtud, reconocida y respetada aún por sus enemigos, sino porque no habiendo presenciado lo que refiere de Méjico, se fió demasiado de los informes de otros, lo que haré ver en algunos lugares de esta historia. Acaso hubieran ayudado mucho mas á esta otras dos grandes obras no publicadas hasta ahora, que son: Primera, una Historia apologética del clima y de la tierra de los países de la América, de la índole, de las costumbres, etc., de los americanos sujetos al dominio del rey católico. Este manuscrito, en ochocientas treinta fojas, se conservaba en la librería de los domínicos de Valladolid en España, donde lo leyó Remesal, como lo testifica en su Crónica de los domínicos de Chiapas y Guatemala. Segunda, una Historia general de la América en tres tomos en folio, de la cual había una copia en la librería del Sr. conde de Villaumbrosa en Madrid, donde la vio Pinelo, según afirma en su Biblioteca occidental. Dos tomos de esta obra vio el referido autor en el célebre archivo de Simanicas, que ha sido el sepulcro de muchos preciosos manuscritos de la América. Dos tomos igualmente había en Amsterdam en la librería de Santiago Kricio. 

Agustin Dávila y Padilla, noble é ingenioso domínico de Méjico, predicador del rey Felipe III, cronista real de América y arzobispo de la isla de Santo Domingo. A más de la crónica de los domínicos de Méjico, impresa en Madrid el año de 1506, y la Historia de la Nueva España y de la Florida, impresa en Valladolid el año de 1632, escribió la historia antigua de los mejicanos, sirviéndose de los materiales recogidos antes por Fernando Durán, domínico de Texcoco; pero esta obra no se encuentra.

El doctor Cervantes, dean de la iglesia metropolitana de Méjico. El cronista Herrera alaba las Memorias históricas de Méjico, escritas por este literato; pero no sé de ellas otra cosa.

Antonio de Saavedra Guzman, noble mejicano. En su navegación á España compuso en veinte cantos la historia de la conquista de Méjico, y la imprimió en Madrid, con el título español de El peregrino indiano, el año de 1599. Esta obra debe contarse entre las historias de Méjico, porque no tiene de poesía más que el metro.

Pedro Gutierrez de Santa Clara. De los manuscritos de este autor se valió Betancurt para su Historia de Méjico; pero nada sé del título ni del mérito de la tal obra, ni aún de la patria del autor, bien que sospecho haya sido indio.

EN EL SIGLO XVII.

Antonio de Herrera, cronista real de las Indias. Este sincero y juicioso autor escribió en cuatro tomos en folio ocho décadas de la historia de Méjico, comenzando desde el año de 1492, y juntamente una descripción geográfica de las colonias españolas en aquel nuevo mundo, la cual obra fué impresa la primera vez en Madrid á principios del siglo pasado, y después reimpresa en el año de 1730, como también traducida y publicada en otras lenguas de Europa. Aunque el principal intento del autor hubiese sido referir los hechos de los españoles, sin embargo, no omitió la historia antigua de los americanos; pero en lo que respecta á los mejicanos, copia por lo común las noticias de Acosta y de Gomara. Su método, pues, como el de todos los rigurosos analistas, es desagradable á los afectos a la historia, pues á cada paso se interrumpe la narración de cualquier hecho con la relación de otros acontecimientos muy distintos.

Enrique Martínez. Autor extranjero, aunque de apellido español. Después de haber viajado por la mayor parte de la Europa y haber residido muchos años en Méjico, en donde fué utilísimo por su gran pericia en las matemáticas, escribió la historia de la Nueva España, la cual se imprimió en Méjico el año de 1606. En la historia antigua camina por lo común sobre las huellas de Acosta; pero en ella hay observaciones astronómicas y físicas importantes para la geografía y para la historia natural de aquellos países.

Gregorio García, domínico español. Su famoso tratado sobre el origen de los americanos, impreso en cuarto en Valencia el año de 1607, y después aumentado y reimpreso en Madrid en 1729, en folio, es una obra de inmensa erudición, pero casi toda inútil, pues poco ó nada ayuda para encontrar la verdad. Los fundamentos de las opiniones que trae sobre el origen de los americanos, son por lo común débiles conjeturas sobre la semejanza en algunas costumbres y en algunas voces de la lengua, las cuales se traen muchas veces alteradas.

Juan de Torquemada, franciscano español. La historia de Méjico escrita por él con el título de Monarquía indiana, impresa en Madrid por el año de 1614 en tres gruesos tomos en folio, y después reimpresa en 1724, es sin duda la mas completa, con respecto á las antigüedades mejicanas, de cuantas hasta ahora se han publicado. El autor residió en Méjico desde su juventud hasta su muerte, supo muy bien la lengua mejicana, trató á los mejicanos más de cincuenta años, recogió un gran número de pinturas antiguas y de excelentes manuscritos, y trabajó en su obra más de veinte años; mas á pesar de su diligencia y tales ventajas, se muestra muchas veces falto de memoria, de crítica y de buen gusto y en su historia se descubren muchas groseras contradicciones, principalmente en la cronología, algunas relaciones pueriles y una gran copia de erudición superflua, por lo que se necesita de mucha paciencia para leerla. Sin embargo, habiendo en ella cosas muy apreciables que en vano se buscarían en otros autores, me ví precisado á hacer en esta historia lo que Virgilio en la de Ennio, buscar las piedras preciosas entre el estiércol.

Arias Villalobos, español: su Historia de Méjico que comienza desde la fundación de la capital, hasta el año de 1623, escrita en verso é impresa en la misma ciudad y en el citado año, es obra de poco mérito.

Cristóbal Chavez Castillejo, español, escribió por el año de 1632 un tomo en folio sobre el origen de los indios y sobre su primera colonia en el país de Anáhuac.

Cárlos de Sigüenza y Góngora, célebre mejicano, profesor de matemáticas en la Universidad de su patria. Este grande hombre ha sido uno de los mas beneméritos de la historia de Méjico, porque formó á grandes expensas una copiosa y selecta colección de manuscritos y de pinturas antiguas, y se empleó con la mayor diligencia y teson en ilustrar las antigüedades de aquel reino. A más de muchas obras matemáticas, críticas, históricas y poéticas compuestas por él, ó manuscritas ó impresas en Méjico desde el año de 1680 hasta el de 1693, escribió en español: 1º, la Ciclografia mejicana, obra de gran trabajo, en la cual por el cálculo de los eclipses y de los cometas notados en las pinturas históricas de los mejicanos, ajustó sus épocas á las nuestras, y sirviéndose de buenos documentos, expone el método que estos tenían para contar los siglos, los años y los meses. 2º, la historia del Imperio chichimeco, en la cual exponía que había encontrado en los manuscritos y pinturas mejicanas relativos á las primeras colonias que pasaron de la Asia á la América y á los acontecimientos de las más antiguas naciones establecidas en Anáhuac. 3º, una larga y muy erudita disertación sobre la publicación del Evangelio en Anáhuac, hecha, según él creia, por el apóstol santo Tomás, valiéndose de la tradición de los indios, de las cruces halladas y veneradas en Méjico y de otros monumentos. 4º, la genealogía de los reyes mejicanos, en la cual deducía la serie de sus ascendientes hasta el siglo VII de la era cristiana. 5º, las anotaciones críticas sobre las obras de Torquemada y de Bernal Diaz. Todos estos eruditísimos manuscritos, los cuales podrían prestar un grande auxilio á mi Historia, se perdieron por el descuido de los herederos de aquel docto autor, y solamente se han conservado algunos fragmentos en las obras de algunos escritores contemporáneos, como en las de Gemelli, Betancurt y Florencia.

Agustin de Betancurt, franciscano de Méjico: su historia antigua y moderna de Méjico, impresa en aquella capital el año de 1698 en un tomo en folio bajo el título de Teatro mejicano, no es, en lo que respecta á la historia antigua, mas que un compendio de la de Torquemada, hecho de prima y escrito con poca exactitud.

Antonio Solís, cronista real de América. La historia de la conquista de Nueva España escrita por este pulidísimo é ingenioso español, parece mas un panegírico que una historia. Su lenguaje es puro y elegante, pero el estilo algo afectado, las sentencias muy buscadas y las arengas compuestas á su arbitrio; y como que no buscaba tanto la verdad como la hermosura, contradice con frecuencia á los autores más dignos de fe, y al mismo Cortés, cuyo panegírico emprendía. En los tres últimos libros de mi Historia tocaré ligeramente algunos descuidos de este célebre escritor.

EN EL SIGLO XVIII.

Pedro Fernandez del Pulgar, docto español, sucesor de Solís en el empleo de cronista. La verdadera historia de la conquista de la Nueva España compuesta por él, se halla citada en el prólogo de la impresión moderna de Herrera, pero no la he visto. Es de creer que se hubiese dedicado á escribirla por enmendar los errores de sus antecesores.

Lorenzo Boturini Benaduci, milanés: este curioso y erudito caballero fué á Méjico el año de 1736, y deseoso de escribir la historia de aquel reino, hizo en ocho años que estuvo allí, las más diligentes averiguaciones en órden á las antigüedades, aprendió medianamente la lengua mejicana, se amistó con los indios para conseguir de ellos las pinturas antiguas, y se proveyó de copias de los muchos apreciables manuscritos que había en las librerías de los monasterios. El museo que formó de pinturas y de manuscritos antiguos, ha sido el más copioso y más selecto, al menos después de el del famoso Sigüenza, que jamás se ha visto en aquel reino; pero antes de poner mano á su obra fué despojado de sus bienes literarios por el demasiado celo de aquel gobierno, y mandado á España, en donde habiéndose purificado de toda sospecha contra su fidelidad y honor, pero sin obtener sus manuscritos, imprimió en Madrid en 1746 en un tomo en cuarto un ensayo de la grande obra que meditaba. En él se encuentran noticias importantes no publicadas hasta entonces, pero también algunos errores. El sistema de historia que se había formado era demasiado magnífico, y por lo mismo algún tanto fantástico.

A mas de estos y otros escritores, así españoles como indios, hay algunos anónimos, cuyas obras son dignas de mencionarse por la importancia de su materia, las cuales son: 1ª, ciertos anales de la nación tolteca pintados en papel y escritos en lengua mejicana, en los cuales se da razón de la peregrinación y de la guerra de los toltecas, de sus reyes, de la fundación de Tolan su metrópoli, y de otros acontecimientos acaecidos hasta el año de 1547 de la era vulgar. 2ª, ciertos comentarios históricos en mejicano de los acontecimientos de la nación azteca, ó sea mejicana, desde el año de 1066 hasta el de 1316, y otros, igualmente en mejicano, desde el año de 1367 hasta el de 1509. 3ª, una historia mejicana en esta lengua, que acaba en el año de 1406, en la que se pone el arribo de los mejicanos á la ciudad de Tolan en el año de 1196, según lo que digo en mi Historia: todos estos manuscritos estaban en el precioso museo del caballero Boturini.

No hago aquí mención de aquellos autores que escribieron de las antigüedades de Michoacan, de Yucatan, de Guatemala y del Nuevo Méjico, porque aunque en el día muchos crean que estas provincias se comprenden en Méjico, no pertenecían al imperio mejicano, cuya historia escribo. Hago mención de los autores de la historia antigua del reino de Colhuacan y de la república de Tlaxcala, porque sus acontecimientos tienen por lo común conexión con los de los mejicanos.

Si al numerar los escritores de Méjico pretendiera ostentar erudición, podría poner aquí un catálogo muy largo de franceses, ingleses, italianos, holandeses, flamencos y alemanes que han escrito ó de intento ó por incidencia de la historia antigua de aquel reino; pero habiendo leído muchísimos con el designio de hacer uso de ellos en mi obra, no he encontrado que pudieran servirme sino los dos italianos Gemelli y Boturini, los cuales por haber estado en Méjico y proveídose entre los mejicanos de pinturas y de noticias particulares relativas á su antigüedad, han contribuido de algún modo á ilustrar la historia. Todos los demás ó han repetido lo que ya estaba escrito por los autores españoles mencionados por mí, ó han alterado los hechos á su arbitrio por herir con más crueldad á los españoles, como neciamente lo han hecho el señor de Paw en sus Investigaciones filosóficas sobre los americanos, y el señor de Marmontel en su romance de los Incas.

Entre los historiadores extranjeros de Méjico, ninguno es más celebrado que el inglés Tomás Gages, al cual citan muchos como un oráculo, y no hay escritor de América más descarado en mentir. Algunos se inclinan á esparcir fábulas por alguna pasión, como odio, amor ó vanidad; pero Gages miente solo por mentir. ¿Qué pasión ó qué interés pudo inducir á este autor á decir que los capuchinos tenían un hermoso convento en Tacubaya; que en su tiempo se erigió en Jalapa un obispado con diez mil ducados de renta; que de Jalapa fué á la Rinconada y de allí en un día á Tepeaca; que en esta ciudad hay una grande abundancia de anonas y chico-zapotes; que esta fruta tiene un hueso mas grande que una pera; que el Desierto de los carmelitas está al Noroeste de la capital; que los españoles quemaron la ciudad de Tinguez en la Quivira; que habiéndola reedificado, la habitaban en su tiempo; que los jesuítas tenían allí un colegio, y mil otras mentiras groseras que en cada hoja se encuentran y excitan en los lectores prácticos de aquel país, ó la risa ó la cólera?

Entre los modernos escritores de la América, los más famosos y estimados son el señor de Raynal y el doctor Robertson. El señor de Raynal, á mas de los crasos errores en que ha caído por lo que respecta al estado presente de la Nueva España, duda de cuanto se dice de la fundación de Méjico y de toda la historia antigua de los mejicanos. "Nada, dice, es permitido afirmar, sino que Motezuma regía el imperio mejicano cuando los españoles arribaron á la costa de Méjico." Ved aquí un hablar verdaderamente franco y de un filósofo del siglo XVIII. ¿Con que nada me es permitido afirmar? ¿Y por qué no dudar también de la existencia de Motezuma? Si es permitido afirmar esta porque se halla certificada por el testimonio de los españoles que vieron aquel rey, encontramos del mismo modo testificadas por estas otras muchísimas cosas pertenecientes á la historia antigua de Méjico, vistas por ellos mismos, y á mas confirmadas por la deposición de los propios indios. Con que ¿ó se pueden afirmar aquellas cosas lo mismo que la existencia de Motezuma, ó también de esta se debe dudar? Si hay, pues, razón para no dar crédito á toda la historia antigua de los mejicanos, también la habrá para no darlo á la antigüedad de casi todas las naciones del mundo, pues no es fácil encontrar otra historia en que haya habido un número mayor de historiadores testigos que en la de los mejicanos, ni sabemos que por algún otro pueblo se haya publicado una ley tan rigurosa contra los historiadores mentirosos, como la de los acolhuas, referida por mí en el libro séptimo.

El doctor Robertson, aunque más moderado que Raynal en la desconfianza de la historia, y más proveído de libros y manuscritos españoles, cae sin embargo en más errores y contradicciones, pues quiere introducirse más en el conocimiento de la América y de los americanos. Por hacer perder la esperanza de tener una mediana noticia de las instituciones y costumbres de los mejicanos, exagera la ignorancia de los conquistadores y la ruina causada en los monumentos históricos de aquella nación por la supersticion de los primeros misioneros. "A causa, dice, del celo desmesurado de los claustrales, se perdió totalmente toda noticia de los hechos más remotos expuestos en aquellos toscos monumentos, y no ha quedado ni un solo vestigio concerniente á la policía del imperio y las antiguas revoluciones, á excepción de aquellos que provienen de la tradición ó de algunos fragmentos de sus pinturas históricas que escaparon de la bárbara inquisición de Zumárraga. Se ve claramente por la experiencia de todas las naciones, que la memoria de las cosas pasadas no puede preservarse mucho tiempo ni trasmitirse con fidelidad por la tradición. Las pinturas mejicanas que se suponen haber servido como de anales de su imperio, son pocas y de significación ambigua. Y así, en medio de la incertidumbre de las unas y de la oscuridad de las otras, estamos obligados á tomar aquellas noticias que se pudieron recoger de los mezquinos materiales que se encuentran esparcidos en los escritores españoles." Mas en todo esto se engaña este autor; porque, 1º, no son tan mezquinos los materiales que se hallan en los autores españoles, que no se pueda formar una razonable, aunque no muy completa historia de Méjico, como es manifiesto al que los consulte con imparcialidad; basta saber hacer la elección y separar el grano de la paja. 2º Ni para escribir tal historia es necesario valerse de los materiales esparcidos en los autores españoles, pues que hay tantas historias y memorias escritas por los mismos indios de que no tuvo noticia Robertson. 3º Ni son pocas las pinturas históricas escapadas de la inquisición de los primeros misioneros, sino con respecto á la indecible abundancia que había antes, como puede fácilmente conocerse en mi Historia, en la de Torquemada y otros escritores. 4º Ni menos son tales pinturas de significación antigua, sino para Robertson y para todos aquellos que no entienden los caracteres y figuras de los mejicanos, ni saben el método que tenían para representar las cosas, así como son de significación ambigua nuestros escritos para aquellos que no han aprendido á leer. Cuando se hizo por los misioneros el lamentable incendio de las pinturas, vivían muchos historiadores acolhuas, mejicanos, tepanecas, tlaxcaltecas, etc., los cuales trabajaron por reparar la pérdida de tales monumentos, como en parte lo consiguieron, ó haciendo nuevas pinturas, ó sirviéndose de nuestros caracteres, aprendidos ya por ellos, ó instruyendo de palabra á sus mismos predicadores en sus antigüedades, y así estos pudieron conservarlas en sus escritos, como lo hicieron Motolinia, Olmos y Sahagun. Es, pues, absolutamente falso que se perdiese totalmente toda noticia de los hechos más remotos. Es falso también que no ha quedado ni un solo vestigio concerniente á las antiguas revoluciones y á la policía del imperio, exceptuando aquellos que provenían de la tradición, etc. En mi Historia, y principalmente en mis disertaciones, manifestaré algunos errores de los muchos que hay en la Historia del referido autor y en las obras de otros escritores extranjeros, de los cuales se podrían componer gruesos volúmenes.

No contentos algunos autores con viciar la historia de Méjico con errores, despropósitos y mentiras escritas en sus libros, la han alterado más todavía con mentirosas imágenes y figuras grabadas, como son las del famoso Teodoro Bry. En la obra de Gages, en la historia general de los viajes del señor de Prevon y en otras, se representa una bella calzada hecha sobre el lago mejicano para ir de Méjico á Texcoco, que es ciertamente el mayor despropósito del mundo. En la grande obra titulada la Galería divertida del mundo, se representan los embajadores mandados antiguamente á la corte de Méjico montados á caballo sobre elefantes. Esto es sin duda un mentir magnífico.

PINTURAS.

No pretendo formar aquí un registro de todas las pinturas mejicanas, ya de las sustraídas al incendio ejecutado por los primeros misioneros, ya por las hechas por los indios historiadores del siglo XVI de que se sirvieron algunos autores españoles, pues semejante numeración sería no menos inútil que enfadosa á los lectores, sino solamente quiero hacer mención de algunas colecciones cuya noticia puede ser útil á quien quiera escribir la historia de aquel reino.

1. La coleccion de Mendoza. Así llamamos la colección de sesenta y nueve pinturas hecha por el primer virey de Méjico don Antonio Mendoza, á la cual hizo añadir por personas inteligentes sus interpretaciones en lengua mejicana y española para mandarlas al emperador Cárlos V. El navío en que se mandaron fué apresado por un corsario francés y conducido á Francia. Las pinturas mejicanas vinieron á manos de Thevet, geógrafo del rey cristianísimo, de cuyos herederos las compró por una suma muy grande Hakluit, capellan entonces del embajador inglés en la corte de Francia. Llevadas á Inglaterra, fué traducida al inglés la interpretación española por Locke (diverso del otro famoso metafísico del mismo nombre), por orden de Walter Raleig, y finalmente á petición del erudito Enrique Spelman, publicada por Samuel Purchas en el tomo 3º de la colección. El año de 1692 dichas pinturas fueron publicadas en Paris con la interpretación francesa de Melchisedec-Tevenot en el tomo 2º de su obra intitulada Relación de diversos viajes curiosos. Las pinturas eran, como he dicho, sesenta y tres; las doce primeras contienen la fundación de Méjico, los años y las conquistas de los reyes mejicanos; las treinta y seis siguientes representan las ciudades tributarias de aquella corona y la cantidad y calidad de sus tributos, y las quince últimas manifiestan una parte de la educación de sus hijos y de su gobierno político. Pero es necesario advertir que la edición de Tevenot está trunca y defectuosa, porque en las copias de las pinturas 11 y 12 se ven cambiadas las figuras de los años, pues se ponen las pertenecientes al reino de Motezuma II en las de Ahuitzotl, y al contrario. Faltan también las copias de las pinturas 21 y 22, y la mayor parte de las figuras de las ciudades tributarias. El padre Kicker reimprimió una copia de la primera pintura hecha por la de Purchas en su obra intitulada OEdipus AEgyptiacus. Esta colección de Mendoza la he estudiado con diligencia y ha producido ventajas á la historia.

2. La coleccion del Vaticano. El padre Acosta hace mención de ciertos anales mejicanos pintados, que existían en su tiempo en la librería del Vaticano. No dudo que todavía existirán, supuesta la suma y laudable curiosidad de los señores italianos en conservar semejantes antigüedades; pero no he tenido proporción de ir á Roma para buscarlos y estudiarlos.

3. La coleccion de Viena. En la librería imperial de esta corte se conservan ocho pinturas mejicanas: "por una nota, dice Robertson, que está en aquel código mejicano, aparece que fué un presente que Manuel, rey de Portugal, hizo al papa Clemente VII. Después de haber pasado á manos de diversos ilustres propietarios, cayó en las del cardenal Saxe-Eisenach, el cual lo regaló al emperador Leopoldo." El mismo autor pone en su Historia de la América copia de una de aquellas pinturas, en cuya primera parte se representa un rey que hace la guerra a una ciudad después de haberle mandado una embajada. Se ven en ella figuras de los tiempos y algunas otras de años y de días; pero por lo demás, estando esta copia aislada y desprovista de colores y faltando en las figuras humanas las contraseñas que en otras pinturas mejicanas dan á conocer las personas, es no solo difícil, sino del todo imposible adivinar su significación. Si el doctor Robertson hubiera publicado juntamente con aquella las otras siete copias que le mandaron de Viena, tal vez podríamos entenderlas todas. 

4. La coleccion de Sigüenza. Este doctísimo mejicano, como que era muy dedicado al estudio de la antigüedad, colectó un gran número de selectas pinturas antiguas, parte compradas á grande precio y parte que le dejó por su testamento el nobilísimo indio don Juan de Alba Ixtlilxochitl, el cual las había heredado de los reyes de Texcoco sus ascendientes. Las imágenes del siglo mejicano, la peregrinación de los aztecas y los retratos de los reyes mejicanos, que publicó Gemelli en el sexto tomo de su Vuelta al mundo, son copias de las pinturas de Sigüenza, que vivía en Méjico cuando llegó Gemelli.5 Las figuras del siglo y del año mejicano son en sustancia una misma, que mas de un siglo antes había publicado en Italia Valadés en su Retórica cristiana. Sigüenza después de haberse valido de las referidas pinturas para sus eruditísimas obras, las dejó en su muerte al colegio de San Pedro y San Pablo, de los jesuítas de Méjico, juntamente con su selectísima librería y sus excelentes instrumentos matemáticos. En ella ví y estudié el año de 1759 algunos volúmenes de aquellas pinturas, que contenían en la mayor parte las penas prescritas por las leyes mejicanas contra ciertos delitos.

5. La colección de Boturini. Esta preciosa colección de antigüedades mejicanas, secuestrada antes por el celoso gobierno de Méjico á aquel erudito y laborioso caballero, se conservaba en la mayor parte en el archivo del virey. Yo ví algunas de estas pinturas, que contenían algunos hechos de la conquista y algunos bellos retratos de los reyes de Méjico: el año de 1770 se publicaron en Méjico, juntamente con las cartas de Cortés, la figura del año mejicano y treinta y dos copias de otras tantas pinturas de tributos que pagaban algunas ciudades á aquella corona, una y otras tomadas del museo de Boturini. Las de los tributos son lo mismo que las de la colección de Mendoza, publicadas por Purchas y por Tevenot. Las de Méjico están mejor grabadas y tienen las figuras de las ciudades tributarias que no se encuentran en la mayor parte de las otras; pero por lo demás, les faltan á estas enteramente seis copias de las pertenecientes á los tributos, y hay mil despropósitos en la interpretación de las figuras, ocasionados de la ignorancia en las antigüedades y en la lengua mejicana. Esto es necesario advertirlo, para que los que vean aquella obra impresa en Méjico bajo un nombre respetable, no por esto se fíen y caigan en algunos errores. Traducido del italiano por D. Francisco P. Vázquez, 1853.

NOTAS
1 No pretendo hacer creer adulador á Solís ni calumniador al ilustrísimo Casas, sino solamente quiero decir que lo que escribe Solís, movido del deseo de engrandecer á su héroe, y el ilustrísimo de las Casas arrebatado del piadoso celo en favor de los indios, yo no podría escribirlo sin adular ó calumniar.
2 En la colección de los primeros historiadores de la América hecha por el señor Barcia é impresa en Madrid en 1749, se halla la Historia de Gomara; pero faltan en ella algunas expresiones de este autor en orden al carácter del conquistador Cortés.
3 Mestizo se llama en América el que nace de español é india.
4 El erudito Leon Pinelo aplica al Illmo. de las Casas lo que el cardenal Baronio dice de san Epifanio: Caeterum condenandum illi, si (quod aliis sanctissimis atque eruditissimis viris saepe accidisse reperitur) dum ardentiore studio in hostes invehitur vehementiore impetu, in contrariam partem actus, lineam videatur aliquantulum veritatis esse transgressus.
5 El doctor Robertson dice, que la copia del viaje de los mejicanos ó aztecas fué dada á Gemelli por don Cristóbal Guadalajara; pero en esto contradice al mismo Gemelli, el cual se protesta deudor á Siguenza de todas las antigüedades mejicanas de que habla en su relación. De Guadalajara no tuvo otra que la carta hidrográfica de la laguna de Méjico. "Mas como ahora, añade Robertson, parece opinión generalmente asentada y fundada, no sé sobre qué evidencia, que Carreri no salió jamás de Italia y que su famosa vuelta al mundo es la narración de un viaje ficticio, no he querido hacer mención de estas pinturas." Si no viviera en el siglo XVIII, en el que se ven adoptados los más extravagantes pensamientos, me habría maravillado mucho de que tal opinión fuese generalmente asentada: de facto, ¿quién podría imaginar que un hombre que no hubiese jamás estado en Méjico, fuese capaz de hacer una relación tan menuda de los mas pequeños acontecimientos de aquel tiempo, de las personas que entonces vivían, de sus cualidades y empleos, de todos los monasterios de Méjico y otras ciudades, del número de sus religiosos, y aún de los altares de cada iglesia y otras menudencias jamás publicadas? Por el contrario, para hacer justicia al mérito de este italiano, protesto no haber jamás encontrado un viajero más exacto en referir lo que vió por sus propios ojos pero no así en lo que supo por informes de otros.
   

DOCUMENTOS